viernes, 24 de agosto de 2018

La ponzoña de la faneca


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Estoy preocupao, ya ves, que como en este confīn no me llegan los wifis poco a poco me desconecto de la movida y no estoy al corriente de cuantos amigos han decidido seriamente borrar a los que no les likean y como aquí yo no pues lo mismo cuando vuelva tengo casi blanco el muro y estoy solo en los de los no influencers que, vaya, es como estar en el vagón de cola, no estar, no pintar nada, que esta misma mañana me he descolgao de una artista multidisciplinar que me saltaban a cada paso sus selfies artísticos y mirando, mirando he caído en su ombligo y no podía salir, que acojono, ahí, nadando en lo negro, en el ojo ciego, total que la he difuminao, qué pena, que no me voy, que me quedo (que decía Cris y no se fue, la echaron), que lo mismo estoy escribiendo esto y ya no tengo colegas, como en mi brutal adolescencia, va os lo cuento (eo), que se juntaron todos los chavales del barrio contra mí, no es broma, eran muchos, juntos, que mi madre me preguntaba si no iba a jugar, que qué miraba detrás de las cortinas y yo, nada, nada, por si llueve, que ahí empecé a aprender, que salía Luisito del portal de enfrente (tuvo polio de niño y cojeaba, no podía correr) bajaba rápido a la calle (yo, claro), le acogotaba, le metía dos sopapos y le preguntaba “estás con ellos o conmigo” y ante mi mano levantada para el tercero se decidía, “contigo”, que con paciencia eso hice con todos y cierto, algunos se resistían, -Manu tenía nociones de jiu jitsu- pero pasé de los sopapos a los puñetazos -nunca patadas- que mi primo Txus era boxeador y me había enseñado el noble arte de los uppercuts y el jab de derecha que metía unas hostias como panes (yo) y asī, uno a uno, los retorné donde solían, conmigo, les aleccionaba, el problema son los otros, los de los barrios de arriba, los de fuera, puro West side story, que luego aprendí que los de fuera eran como nosotros, los de dentro, incluso algunos más altos pero eso es otra historia y vamos a lo que vamos que ya no sé dónde vamos con este calor, ah, sí, lo de los que borran -que me sale el toque gallo,vulgar - me va a borrar usted lo que yo le diga (si me lee, que no, May (Britt) diría que cómo soy, que me gusta aparentar mala educación, que ya me vale, chato, que eres un bendito y tiene razón, eso que hago esfuerzos pero no me sale), en definitiva que aquí entre mirar la realidad y el mar -es lo mismo- por una ventana, leer la fantasía en libros y libros, Cunqueiro, domesticar las añoranzas hasta septiembre, esperar con inquietud los WhatsApp desde el Amazonas de mi niña, los monosílabos a veces de mi niño, hablar de madrugada en el Faro (todo un símbolo, una metáfora, un privilegio) con lo que toque, zorro, cabras o conejos y en la bajada escuchar a David Sylvian, Bach o el Niño de Elche, seguir como estoy aunque me duela ese músculo rebelde del brazo izquierdo, que no nado como nadaba, que a las doce me sale el síndrome Cenicienta y me quiero dormir aunque no quiera, que May (Britt) me diga eso de perro viejo no aprende trucos nuevos, esto, aquí, ahora, es un paraíso y así lo estoy disfrutando. Sean felices (menos a los que me hayan borrado, a esos que les den).

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