lunes, 31 de diciembre de 2018

2019

Hoy termina el año, en teoría, lo mismo podía caer un asteroide a las 23, 59 y terminar esta vaina de la raza humana. No me puedo quitar de la cabeza a los dinosaurios, seguro que hace 65 millones de años ellos tampoco se lo esperaban y mira. Aunque, si sobrevive, Spielberg estaría contento, que lo mismo le dan un Oscar los seres vivos inteligentes, animales, vegetales, que queden, si quedan. En mi casa Teresa habla a las plantas pero se marchitan igual, solo una, con la que está enfadada, casualidad, está lozana y verde, debe ser la inteligente o la voluntariosa o la sobradamente preparada para adversidades, como para contarle no sé qué de meteoritos y que se acaba el año, que se acabe de un vez, pensará, bastante tengo yo con la clorofila y esa raíz rebelde. No sé si tu año ha sido bueno y no quieres que termine (el año) o si tu 2018 ha sido tan malo que estás temblando por si el 2019 es peor, viva el optimismo. Una vez estuve en un curso de esos de autoestima, que no sé qué hacía allí, que costaba una pasta, que después de la charla se formaba un corro y hablaba quién quería y todas eran señoras menos un chaval y yo y todas contaban unas tragedias tremebundas y quise quitar hierro y dije un frase positiva, solo una y escuché de todo y seguro que las del corro (y el chaval) están tristes por el fin de diciembre. Tú ¿estás triste? me refiero a que mañana es enero y subirá la luz, el agua, los seguros, los donuts y los claveles, también hay lío con la miel y con los chalecos amarillos, en Francia, aquí no, aquí ya no se lleva chaleco, está pasado de moda, aquí nos pueden robar la cartera que miramos para otro lado, aquí todos somos primera clase. Me llevan los demonios. Ahora debería desearte un próspero año nuevo pero la prosperidad también está pasada de moda, tronco, que ahora el año viene en patinete (me encanta esta palabra, patinete, es musical y vacilona, patinete) y se romperán los tobillos de ancianas paseando por las alamedas, que quién les manda a las ancianas pasear, que la calle es para el que la trabaja, todo el día ocupando los mostradores de las panaderías (las ancianas) rebuscando céntimos en monederos mínimos, si es que van provocando. En resumen que si el imaginado meteorito ese no cae, hoy termina el año, adiós, agur, sayonara baby, que ya le vale 365 días, bah, tenemos toda la vida por delante, lo que queda detrás no vale para nada, ¿a quién le importa la historia? (a mí), que es todo mentira, solo sirve la historia propia y esa nos la inventamos, solo el espejo es veraz y a veces…Si tu año ha sido bueno que lo repitas, si ha sido malo que lo mejores. Ya. Feliz 2019 para todas/os.



2019

domingo, 30 de diciembre de 2018

Mujeres en la ventana

Sigo con el empeño de escribir cada día, con esta expresión ágil, si es que alguna vez ha sido airosa,  alegre y no el actual arrastrase por los días simulando, trampeando y aun así con damas acodadas en la ventana (Cuadro: Mujeres en la ventana, de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682)) echando flores a los viandantes o recriminando el exceso de imágenes pintureras, que agito el magnolio, que para escribir hay que sufrir  (Yo creo que no se debe sufrir en ninguna profesión y que hay que intentar evitarlo. Lo que sí debe tener un artista es una mayor sensibilidad para ser capaz de llegar al otro con las cosas que dice, escribe o pinta.- Luz Casal) y resulta que estoy en un periodo de alegría que casi me sonroja en medio de este estado de pesimismo generalizado con predicciones apocalípticas en lo económico y negros nubarrones que, mire usted, el verano pasado en una playa de Galicia (qué maravilla Galicia y sus gentes) con esculturales señoras tendidas al sol, niños jugando y gritando, monumentales señoritas en bikini paseando por la orilla, panzudos y pacíficos señores leyendo el periódico bajo una sombrilla, atléticos jóvenes jugando a pala, al vóley, un servidor sumido en los pensamientos de quién soy, dónde voy, de dónde vengo, en esa playa, digo, también pensaba si no será eso la vida, vivir, disfrutar del sol y el agua, el rumor del viento, la ausencia de obligaciones, cifras de venta, la comida preparada en la mesa, las hipotecas pagadas, alguien que te rasque la espalda, que disfrute y se ría contigo en una cama, en el tejado, contra una pared o yo qué sé, eso, que algo más se ha sumado a mi estado de felicidad, tengo amigos, tantos, están ahí y me parece normal, pero uno de estos días el sentido de la amistad ha crecido y he tomado absoluta conciencia, me llaman, me invitan a comer, hablamos, nos sentimos, es hermoso, con todo esto no me sale escribir, me horado una oreja, sufro un poco y enseguida vuelvo a desarrollar textos con tragedias y desamores, guapas/os, gracias. También a las dos damas en la ventana.

  
Desde que vi por primera vez Mujeres en la ventana, de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), me sedujo por el juego de miradas cruzadas: el espectador que se asoma al cuadro, las mujeres asomadas a la ventana, y las miradas de uno y otras encontrándose en algún lugar intermedio, que no corresponde al museo ni al espacio que habitan los personajes retratados. Y luego hay otros misterios, como la razón del gesto de las mujeres: qué estarán viendo que les resulta tan divertido, desde su habitáculo en el lienzo. Y el misterio de la técnica: cómo se puede pintar con tal rotundidad la risa de la mujer mayor, oculta tras una tela. Pero este cuadro albergaba aún un misterio más que acabo de desvelar. Me he enterado hoy de que las modelos eran dos mujeres de origen gallego que alcanzaron fama como cortesanas en Sevilla. No una tía y su sobrina, no una criada y la niña de la casa, como llevaba yo años imaginando. Por un momento, me ha parecido que el frescor y la ingenuidad que emanaban del cuadro se esfumaban (perdonadme el chiste fácil) por la ventana. Pero he vuelto a mirarlo y me ha resultado inevitable sonreír. Es el eterno juego de esta pintura: las mujeres que observan y ríen asomándose a la calle, y el espectador que, siglos después, no puede hacer otra cosa que sonreír ante su desparpajo.( http://beatrizolivenza.blogspot.com.es/2011/08/los-cuadros-de-julio.html )

sábado, 29 de diciembre de 2018

Diverso

photo by Cristina Garcia Rodero Spain. 
Zamora. Sarracin de Aliste.


Pues eso, esto es diverso, que entre ponte bien y estate quieto no encuentro la fórmula para decir lo que no quiero decir, enseñarme, asomar, sacar los escarabajos del alma ( Según San Agustín el alma del hombre es una sustancia activa y fue creada para el cuerpo del hombre, y ahí está apresada.), este continuar entre fiestas, que se acaba el año y sigue esta afición al noble arte del decir, en mi caso poco artístico, bastante artrítico (La artritis es una enfermedad degenerativa de las articulaciones consistente en la inflamación o desgaste de una articulación. Puede darse tras una lesión cuya cura no terminó como debería, por el acumulamiento excesivo de ejercicio en las articulaciones, u otras causas. Su riesgo, dependiendo de lo desarrollada que esté, puede llegar a ser muy grave, llegando a inmovilizar completamente la articulación en la que se presente. En algunos casos, se extiende a todas las articulaciones e impide una vida normal y la posterior discapacidad de movimiento en todo el cuerpo. Si la artritis no está muy avanzada, puede tratarse con tratamientos especializados y sesiones de terapia. La Osteoartritis como la Artritis reumatoide precisan tratamientos diferentes bajo la supervisión de un reumatólogo.Es decir eso, esto, diverso.

viernes, 28 de diciembre de 2018

Pieza 3



Pieza 3, amarilla con rayas azules.


El ajedrez era un pretexto. Por parte de los dos. Aquella tarde estaba sola en casa, sus padres estaban de viaje, le invitó a tomar café y a jugar una partida. No sabía si le gustaba una cosa o la otra, sí sabía que le gustaba él.

Tomaron café con toda ceremonia y dispusieron el tablero entre los dos, separándolos. Ella acariciaba un alfil entre los dedos, sonreía. Antes de mover ninguna pieza se miraron, se levantaron, se abrazaron y al poco rato estaban en el sofá, entrelazados, besándose.

Al cabo de unos minutos ella se separa y dice: “te espero arriba, mi cuarto es la segunda puerta de la derecha, ahora voy”.

A él esa proposición le pilla por sorpresa, siempre ha pensado que es una chica recatada,  sube las escaleras bastante cortado. En la habitación mira un poster de Santana, un libro de poemas de Neruda en la mesilla y entonces entra ella. Le mira, se saca el vestido por la cabeza y después en un gesto decidido se quita la ropa interior. “No tenemos todo el día”, dice riendo, pícara.

Él se desnuda y le abraza torpemente, mientas se acarician sabe que es mucha mujer para su escasa experiencia, lo intuye a pesar de su entrenamiento en natación, del gimnasio, de sus desarrollados pectorales y tríceps. Le intimida su desenvoltura, es un pésimo amante, en un minuto se ha derramado y aunque ella le consuela, “tranquilo, le pasa a cualquiera” sabe que le ha decepcionado. Luego se visten  y bajan al salón. “¿Vamos al centro?, he traído el coche”, dice él. “No, me quedo en casa, quiero hacer unas cosillas”. Y se va  con la sensación de qué por mucho que lo intente de ahí en adelante sus llamadas de teléfono siempre encontrarán la línea ocupada.  


Este es un puzle imposible de armar.
Al menos con estas piezas.




¿Qué fue del ayer con las oportunidades perdidas y el oro del amor enterrado?

jueves, 27 de diciembre de 2018

Pieza 2



Pieza 2, verde y roja con rayas azules.

Serrat canta “ay, mi amor, sin ti no entiendo el despertar…”, tomamos café, comemos galletas de chocolate, hablamos, nos reímos. “¿Quieres una copa de cava?”. Sí. Hablamos, nos reímos. “Te espero arriba”. Y arriba se llena de ángeles que se ponen una venda en los ojos y salen por la ventana para dejarnos disfrutar del Cielo. Es decir, todos no salen, uno, femenino, se queda dentro de tu cuerpo porque no es normal que una mujer se convierta en diosa y sea tan dulce, tan cariñosa, amorosa, delicada, complaciente, curiosa, activa, que disfrute y haga disfrutar así, que sea tan tierna y tan ardiente a la vez, que sea tan generosa, tan receptiva, tan elegante, tan pasional, tanto. Después hablamos, nos reímos. Me engañaste, dijiste “no tengo experiencia”

Casi te creo.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Pieza 1



Pieza 1, amarilla con motas verdes.

Le acaricia dos centímetros debajo del ombligo.

Ella se pone muy seria y dice “pero bueno, qué te has creído, ¿por quién me has tomado?” y le da un sopapo por atrevido.

Con la  mejilla roja y la moral por los suelos él se sienta en un sofá y mira al suelo.

Cuarenta años después, aquella ella, rodeada de sus nietos, piensa, “pobre hombre, se quedó cortado. Lo peor es cómo me quedé yo ¿y si hubiera estado bien?”

martes, 25 de diciembre de 2018

T’estimo.

Ahora, en esta palabra Navidad que a muchos incomoda y se sustituye por Fiestas, tan lícito en estos tiempos de ofendidos y pensamiento libre sin pensar, después del intento fallido del Babel de gobernantes preocupados de lo suyo que raramente coincide con lo nuestro, resulta que cada uno habla en su idioma le pese a quién le pese, que a cada uno le duele y le alegra lo propio. 

Respeto. 

Alguien a quién quiero, tanto, tanto, me envía esta canción que comparto aun sabiendo que este medio es un ombligo poco sentimental, pero que quizás se entienda, sin saber, no hace falta saber, solo sentir, mi emoción en esta mañana de lo que antes era Navidad y ahora son Fiestas.
T’estimo.




AMOR PARTICULAR

Cómo podría decírtelo

para que me fuese sencillo, para que te fuese verdad,
que a menudo me sé tan cerca de ti, si canto,
que a menudo te sé tan cerca de mi, si escuchas,
y pienso que nunca me atreví a decirte siquiera,
que debería agradecerte todo el tiempo que llevo amándote.

Que juntos hemos caminado,
en la alegría juntos, en la pena juntos,
que a menudo has llenado la vaciedad de mis palabras
y en nuestra partida siempre me has dado un buen juego.
Por todo esto, y por lo que te escondo,
debería agradecerte todo el tiempo que llevo amándote.

Te quiero, sí,
tal vez con timidez, tal vez sin saber quererte.
Te quiero, y te soy celoso
y lo poco que valgo me lo niego, si me niegas la ternura;
te quiero, y me sé feliz
cuando veo tu fuerza que empuja y se rebela, que yo...

Que pasarán los años,
llegará nuestro adiós, y así ha de ser,
y me pregunto si hallaré el gesto correcto,
y sabré acostumbrarme a tu ausencia.
Pero todo esto ya será otra historia,
ahora quiero agradecerte todo el tiempo que llevo amándote.

Te quiero, sí,
tal vez con timidez, tal vez sin saber quererte,
te quiero y te soy celoso
y lo poco que valgo me lo niego, si me niegas la ternura;
te quiero, y me sé feliz
cuando veo tu fuerza que me empuja y se rebela. Que yo...

Te amo...

¿?




lunes, 24 de diciembre de 2018

domingo, 23 de diciembre de 2018

Compositores opositando



Wagenseil abrió el concierto y no sabía quién era.

Después llegó el descanso y vi la silueta, en el quicio estaba.

Todo era lógico y frío, la respuesta se escondía bajo las piedras al calor de un alacrán de pena.

La orquesta, sentada en una ciénaga, cambió a Holzbauer, turbulencia bajo el viento cruel, el faro a lo lejos, los navíos encallados, no era tiempo de batallas y el puerto hervía en espumas negras.

Aufschnaster cerró la tarde, las golondrinas estaban pintadas sobre el telón del fondo, leve trazo que simulaba alas.

Me arrodillé ante el altar donde dejé la rosa.

Los ojos que un día miraron tu cuerpo de camelias brillaron a la luz de las hogueras.

sábado, 22 de diciembre de 2018

Un ojo, dos ojos, tres ojos y nada más.


Joseph interpreting the dreams of Pharoah’s chief butler and baker by Jusepe de Ribera


Un ojo devora lo que escribo en este diciembre de días contados como flores en la solapa de un año descolgándose mientras grita piedras colibrí perlas alrededor del cuello del invierno con magnolios voladores y una araña asomando en el pulmón helado por cigarrillos inconexos y conocidos de las mañanas hola cómo está usted que pasan los meses y no sé de qué le conozco pero hola o adiós cómo le va que hago cálculos para saber cuánto me queda enero de suplemento si acelgas lechuga y otros regímenes carcelarios no terminan con la felicidad de sabernos y ser el antes como concepto antes éramos antes mentíamos mejor que incluso teníamos la boca más grande para así ampliar las exageraciones que lindaban con el otoño y la magia negra o gris ente las olas del desconsuelo mirando sin ver leyendo sin entender que esto no es más que un pasatiempo de correveidile sin otro valor que la rutina que nos asegura que las manifestaciones frente al ayuntamiento de febrero no serán como las de  noviembre y las llaves entrando en nuevas cerraduras y las puertas del cielo cerradas a cal y canto y violetas y animales dulces y caricias torpes que con tanta espalda no sabe uno por dónde empezar el asalto a la ternura a espantar los sueños a las esfinges a los agoreros que nos acuchillan la esperanza a los que se han apeado de la vida marítima y escuchan los ronquidos de la ocasional pareja aburrida por los achaques ajenos a la libido (Libido (del lat. libido: «deseo», «pulsión» y en un sentido estricto: «lascivia») es un término que se usa en medicina y psicoanálisis de manera general para denominar al deseo sexual de una persona. Como comportamiento sexual, la libido ocuparía la fase apetitiva en la cual un individuo trata de acceder a una pareja potencial mediante el desarrollo de ciertas pautas etológicas. No obstante, existen definiciones más técnicas del concepto, como las encontradas en las obras de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung que hacen referencia a la fuerza o energía psíquica. Estos autores vinculan la energía libidinal, respectivamente, a las pulsiones y a su carácter eminentemente sexual como meta primaria (Freud) o a una energía mental indeterminada que mueve el desarrollo personal general de un individuo (Jung). Sigmund Freud, a su vez, habría tomado el término de A. Moll, quien lo utilizó en 1898 en la  obra Untersuchungen über die Libido sexualis[«Investigaciones acerca de la Libido sexualis»]) sentada en un rincón del pasillo desnudo de un hotel desnudo y regiones hinchadas por  no sabe usted con quién está hablando y sujetadores rojos que no se pueden plantar relámpagos como gotas de miel y leche en el aliento o en la lengua del buey del deseo con fiebre en las alas y la noche como una empalizada de ciudadanos con un artefacto de dolor en el pecho y poesías de Idea Vilariño  este es solo un intento para que nadie abandone la chalupa de lecturas y consejos que pueden ser placenteros o no pero en la revisión del arcón si mientras ese ver leer sentir deja el poso de lo ya dicho y todo o casi es un torpe afán que empezó en el agosto del fin de la tierra con el faro que ilumina a los pacíficos navegantes que encuentran el vendaval a solo cuatro millas de la costa un poco más acá de donde el océano se pierde en la nada y una mezcla de dios y monstruo se bebe las aguas y la fe y a este paso es apenas la continuación de otros pasos hasta que pian pianito se llega al final. Benditos seáis.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Dic 5



En diciembre, este es un diario inútil de versos y besos no dados, de ansiedad y absurdas notas a pie de página explicando lo inexplicable, estar aquí, fluir de bestias nocturnas mientras escribo, ejercicio tenaz y solitario, un abnegado movimientos de zanjas que se abren y cierran, no queda nada excepto un campo agujereado, yermo, paisaje lunar sin luna, alguien, a veces, leyéndome las líneas de la palma de la mano ¿leyéndome?, y se acaba el año

jueves, 20 de diciembre de 2018

Dic/4

Daria Petrilli


Nado en la penumbra de los libros muertos.
Pero, con todo, con todo, esperaba  de ti algo más cálido, más cercano, más humano, una complicidad emocional, no sé.
En fin, somos como somos, tú y yo.
Ni mejores ni peores, diferentes, antagónicos.
Desato el compromiso y me deslizo en tenues palabras que me invento cuando te invento.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Dic/3

Daria Petrilli

Estoy equivocado, estoy lleno de palabras, dicen, dices que no te convengo, seguro que es cierto.
Estoy prisionero en el ardor, en el respeto.
Aprendo el contraste entre la risa y los versos plañideros.
Me busco en el silencio y la abstinencia.

martes, 18 de diciembre de 2018

Dic/2


Daria Petrilli


Nos duele el cálculo y la niebla.
La que eras, más lo que la vida te ha ido trayendo ha hecho la que ahora eres para mí, una incógnita.
Respeto, como no,  que seas como quieras ser.
Hago juramentos sobre la sangre y la duda.

lunes, 17 de diciembre de 2018

Dic/1

Daria Petrilli

Hiere la distancia y el remordimiento.
Seguro que tiene razón en sus pensamientos, planteamientos, acciones, abstenciones, forma de pensar, actuar o quedarse quieto.
Se llena mi cama  de cristales sin azogue.

Debes romper las promesas y las lágrimas.

¿Estás seguro?

Sí.



domingo, 16 de diciembre de 2018

Impar



Disfrutando de los días impares, intentándolo los pares,  no es momento de inventarios apresurados, es tiempo de sumar, de dar testimonio de (lamento que no haya más), del tiempo de color reacio a las alas plegadas, a la mantilla negra sobre la cabeza, a las puertas cerradas con estrépito, hoy toca viento, oleaje, marejada, los pensamientos conspiran como en un extraño sueño y el domingo está inundado de espuma y algas, los paraísos tienen fecha de caducidad pero ahora all I really want to do, is, baby, be friends with you que cantaba Dylan (y the Byrds) y que está entre la música que me suena en la nuca, que cambio con frecuencia  sin saber siquiera si alguien la escucha o la siente o la delicia de vibrar con cada nota,  canciones que me sumergen en recuerdos hermosos, el conocimiento de la vida, esta, papeles con cifras extravagantes, el lienzo donde está pintado el futuro, hoy, mañana, ayer, nunca, no hay refugio donde esconderse de lo que vendrá, los negros augurios de la jauría de políticos insaciables, sin alma, no, no quiero saber nada de todo eso mientras me rodea la languidez de las tardes tan cortas, las noches lentas, el amor a cualquier hora, no quiero escribir más (hoy) digo  esto por decir algo, yo qué sé, wish you were here.    

sábado, 15 de diciembre de 2018

Ella es el poema.



Pongo las manos sobre la mesa, las palmas hacia abajo, de ellas brotan sonidos repetidos, una aburrida canción de sueños rotos, voces irritantes desde el mostrador donde se acodan los borrachos del pueblo. Tengo una medusa dentro de la cabeza, apenas razono, siento.

Ella no necesita versos ni huecos cantos de pájaros, la voz acaricia cada instante de su disfrute, vivir a su lado es brillar. Generosa, tolera mis juegos de inventar sombras, no se inmuta, me mira desde una torre de optimismo, tolera mis idas y venidas con la distancia de lo más cercano, de lo íntimo. Ajena, sabe, de ese conocimiento fluye lo cotidiano, el aire, el camino que compartimos, la luz.

(Esto no lo había dicho. Construyo aquí un horizonte paralelo del que creo sólo lo increíble. Dibujo el viento y bebo el rocío, camino sobre líneas torcidas y duermo en una esquina de lo irreal. Sueño)


Ella
es el poema.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Vuelta al paraíso



Regresa al paraíso inverosímil de la habitación más suya, allí donde se escondía de los símbolos opacos y las realidades, de las miradas y las metáforas, de los sueños ahogados que flotaban en la marea perezosa y sucia del no olvido.

Armarios cerrados. Ventanas abiertas. Pasado tenaz. Lluvia de años. Devoción por la belleza. Acuarelas de sueños sensibles. Huellas en el barro. Vitral del tránsito. Lección de rencores.

(Vuelta al ayer. Quizás el hoy es el que miente. O todo esto es un truco, un juego de manos. Es un saltimbanqui de emociones que se esconde tras el embozo de aquello que domina, la nostalgia).


El poema se obstina y rasga la blancura. 

jueves, 13 de diciembre de 2018

Diá 9 o 10 , no lo recuerdo



Pone las manos sobre la mesa, las palmas hacia arriba, de ellas brotan petirrojos en círculos, colibrís y zorzales que silban y gorjean, melodía de pájaros en celo, cantos y vuelos antes del encuentro con ella.

Siempre ella detrás del poema, inspirándolo, llevándolo en la punta de los dedos, esparciéndolo sobre recuerdos que no se marchitan, momentos perennes, cuadros animados en las noches largas de no dormir, carrusel que gira y le marea, obstinación absurda.

(Esto ya lo ha escrito. Algo parecido. Es mentira. Aunque se desgarre la voz. Emborrona los papeles. Abre los dedos y se escapa el agua en versos poco lúcidos).


Pero,
ahí,
el poema.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

No abro, a nadie





Este diciembre puedo seguir con mis historias y aburriros pero me detengo, alto, solo añado que hoy escribo con mordaza, que me ato los pulgares con alambres para no sacarme el corazón y dejarlo ahí, impúdico, chorreando sangre del ventrículo taponado por malezas sentimentales, figura impactante, higroscopio de un monje que señala con su vara el mal tiempo, los granizos, si no se le ve el gorro es que hay niebla, elemental interpretación de lo real, vivac en medio de la avanzada hasta la tragedia, esperar el regreso y no hay ejercito retirándose en polvorosa, ni siquiera un soldado con un anhelo cosido al pecho a quién responsabilizar de todos mis muertos emocionales, de tanta maquinaria de guerra encallada en el limo de la nostalgia, en el fango empecinado y maloliente de recordar lo irrecordable, una pasión inútil –ya, ja- insistencia dolorosa y al final esto es un lamento a la luz de la neomenia, nadie escucha -eo, eo, ¿hay alguien?- el augur señala con su lituo, nadie le corrige. Me subo a la manada de lobos y los conduzco hasta la próxima caricatura, mañana, que me estoy cansando de los cazadores furtivos de palabras y figuras, de ser leído como quién mira un zootropo, de trabajar tanto en esta zanja diaria que un día me acuesto dentro y que me entierre el siguiente -no es una amenaza, es un ruego-, la 55 y su cuerpo de arpa, la japonesa, la hechicera, la gloriosa señora de ayer (una de las tres) o tú que lees.

Tocan en el cristal de mi ventana y no abro.

A nadie.

martes, 11 de diciembre de 2018

Gorriones



Pasan los días como gorriones con azúcar en las alas. Bajo el balcón los fotógrafos ansiosos entonan canciones italianas de Fiorella Mannoia y esperan. Las nubes corren por el cielo, los escarabajos por la arena de la playa cercana, no sé su nombre. La vida se ha llenado de armonía, de mermeladas de ciruela y frambuesas que extiendo sobre el pan con mantequilla del desayuno, después escucho el  cuco  bajo el cartel de los tres monos, no oír, no ver,  no hablar, prohibidas las noticias sobre política, que enflaquezcan los cerdos de la piara,  que se agosten las cosechas de los banqueros, que ardan los telediarios, ya vendrá enero pero hoy no, hoy el azul domina las horas  el rojo del arroz con bogavante, los lagartos de dos colas persiguen gusanos de luz, orugas de mariposa. Busco  huellas sobre la harina de centeno, disfruto con las cosas bellas, subir a Artxanda como cuando era niño, caminar hasta el horizonte, respirar, leer a Speer, escuchar el roce de las estrellas mientras miro la noche. Así día tras día. Hasta mañana. ¿Vas avenir?

lunes, 10 de diciembre de 2018

Sed



He atravesado muchas aguas desalmadas sin ver el fondo.
Ni cuando la sequía pude ver las ruinas del pueblo sumergido –sí, lo informó la prensa, tuvieron que evacuarlo, en los setenta-.

Nunca creí a los sumos sacerdotes que predicaban recompensas eternas.

Solo he visto imágenes de hombres sedientos, serenos en su visibilidad, tendidos al sol que se desperezaba sobre una tierra a punto de desaparecer, repitiendo la letanía: carpe diem.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Albert Speer


PRESENTACIÓN DEL EDITOR

La  conveniencia  y  el interés—que  juzgo extremo—de  editar a fecha  de
hoy estas Memorias de Albert Speer no se desprende del hecho de que su
autor haya sido considerado por algunos un «nazi bueno», ni tampoco de
la  creencia  de  que se trate  de  un gran arquitecto al que, olvidado, haya
que  reivindicar. Como arquitecto fue, a  mi entender, poco brillante, y
como nazi no fue  mucho mejor que  cualquiera  de sus correligionarios.
Ninguna de estas causas pues justificaría la pertinencia de acordarse de su
existencia ni de su libro. El interés de sus memorias, su extraordinario
interés, nos salta a la vista a poco que las veamos en la justa medida de lo
que  nos ofrecen, que  es un documento, probablemente  uno de los más
valiosos, sobre el tercer Reich alemán.

No solamente  es un diario apasionante de lo cotidiano desde los
entresijos del régimen, escrito además por alguien que  los vivió
directamente, sin intermediarios y  desde  una  posición privilegiada—con
lo que nos ofrecen una perspectiva inusual y cotidiana de Hitler que nos
ilustra sobre  detalles de  extraordinaria significación y  alcance—; no nos
da  solamente  cuenta  de  algunos pensamientos del dictador de  enorme
interés, más por su proyección hacia  lo público que  por su valor
intrínseco: es también, y  quizás entre  otras cosas por todo lo apuntado
hasta aquí, uno de los escritos más demoledores sobre el nazismo. Por si
esto fuera  poco, en este  libro se  han basado la  inmensa  mayoría  de
estudios que se han ocupado de este infausto período histórico.

Llegados a  este  punto, podríamos preguntarnos sobre  la  pertinencia  de
editar de nuevo el Mein Kampf, de Adolf Hitler, o cualquiera de los otros
textos escritos por los jerarcas del nazismo o de cualquier otra
dictadura—el Libro Rojo de  Mao, por ejemplo. Sin duda los dos son
también documentos históricos, pero en un orden de cosas absolutamente
distinto del presente. Dicho de otro modo: ninguno de los dos habría de
tener cabida  en el catálogo de  Acantilado. Y ello por un motivo básico:
ambos son textos programáticos, destinados a reclutar seguidores. Ambos
pretenden dar forma  y  articular ideológicamente proyectos políticos, que
tuvieron además—aunque  esto no sea  ahora  lo que  más deba
importarnos—terribles consecuencias.

El interés contemporáneo de disponer de un ejemplar del libro de
Hitler, o del de  Mao, entiendo que se nos muestra  solamente  en los
seminarios de  historia  contemporánea  de  las universidades, y  ello para
uso de sus investigadores. Poco espacio habrían de tener en un catálogo
en el que  se  impone la  reflexión y  la  memoria  del pasado. Memoria,
huelga  decir, sobre lo que ha  configurado y configura nuestro presente.
En los casos a  que los dos libros citados refieren, la única memoria  que
les reclamaremos es aquella que pueda evitar su repetición. Y aquí es
donde el libro de Speer nos puede ser de extraordinaria utilidad.

Elias Canetti, bien poco sospechoso de simpatizar con el dictador y sus
gentes, escribió en La conciencia de las palabras que  el único modo de
ponerse en guardia contra la posible aparición de un nuevo Hitler, al ser
éste distinto en su aspecto exterior del precedente, es conociéndole en su
más honda realidad. Y es así que, a través de este libro, podremos ver con
toda precisión, afirma Canetti, cuáles son las bases sobre las que  se
sustentó la locura hitleriana. En la frecuentación del dictador a lo largo de
sus más de novecientas páginas nos vamos familiarizando con los puntos
básicos de su ideología  y sus pretensiones, así como con su entorno más
inmediato, el de un grupo de zafios personajes con reducida capacidad de
análisis pero con una enorme capacidad de  acción. Sus estrategias son
aquí puestas a  la  luz con inteligencia  y  perspicacia. Esas novecientas
páginas nos familiarizarán pues con la  máquina  del totalitarismo. Este
hecho solo, serviría para explicar la necesidad de que los lectores puedan
disponer de un libro como el presente.

Pero no es ésta  su única  virtud. Si algo parece también
incuestionable es que la locura hitleriana tuvo en el eficacísimo Speer un
brazo ejecutor de enorme capacidad. Es quizás en este punto en el que, a
mi entender, el libro se hace más útil para  el mundo contemporáneo. El
nacionalsocialismo no gobierna  hoy, pero algo de lo que  nos cuenta
Speer en su libro se nos hace dolorosamente presente. Y es así que  nos
servirá, no ya  solamente  como un documento de primer orden para
entender el pasado y poder prever el futuro, sino, también y en medida no
menor, como herramienta para  ver con toda  claridad la  herencia  que el
nazismo y la maquinaria nazi han dejado en nuestros días.

En un momento de sus memorias, Speer recuerda una anécdota
enormemente esclarecedora. Siendo ya ministro de armamento del Reich
y  en plena guerra, un artículo aparecido en el Observer inglés del 9 de
abril de  1 9 4 4 le preocupa, puesto que puede indisponerle  con Hitler.
Dice Speer que, adelantándose a  que  alguien pudiera  hacerlo antes,
«entregué a Hitler una traducción de este artículo haciendo a la vez unas
cuantas observaciones jocosas.

Hitler se  caló las gafas con cierta  torpeza y  comenzó a  leer:
«Speer es hoy, en cierto modo, más importante para Alemania que Hitler,
Himmler, Göring, Goebbels o los generales. En realidad, todos ellos no
son sino colaboradores de  este hombre, que  es quien realmente dirige la
gigantesca máquina bélica y saca de  ella  el máximo rendimiento. Vemos
en él la precisa materialización de la revolución del ejecutivo. Speer no es
uno de  esos nazis extravagantes y  pintorescos. De  hecho ni siquiera  se
sabe si tiene  opiniones políticas. Se habría podido adscribir a cualquier
otro Partido político, si hacerlo le hubiera servido para conseguir trabajo
y  una  carrera. Es un prototipo destacado del hombre medio, triunfador,
bien vestido, cortés, incorruptible. Su estilo de  vida, con esposa  y  seis
hijos, es característico de  la  clase  media. Speer se  asemeja  a  algo
típicamente  nacionalsocialista  o típicamente  alemán muchísimo menos
que  cualquier otro líder alemán. Más bien simboliza  un tipo de  hombre
que se  está  volviendo cada día más importante  en todos los Estados que
participan en la  guerra: el técnico puro, el hombre  brillante  que  no
proviene de  una  clase social ni tiene  antepasados gloriosos y  cuyo único
objetivo es abrirse camino en el mundo gracias a  sus facultades como
técnico y  organizador. Precisamente  su falta  de  lastre  psicológico y
anímico y la desenvoltura con que maneja la temible maquinaria técnica y
organizativa  de  nuestro tiempo hace  que  esta  tipología  insignificante
llegue tan lejos en nuestros días. Este  es su tiempo. Puede  que  nos
deshagamos de los Hitler y  de  los Himmler, pero los Speer, sea lo que
fuere  lo que  pueda  pasarle  a  este  en particular, seguirán mucho tiempo
entre nosotros.»

Hitler leyó el comentario con toda  calma, dobló la  hoja y me  la
devolvió sin despegar los labios, pero con mucho respeto. Hitler, en
efecto, debía  respeto al hombre  que  supo llevar a  la  práctica  con
competencia  y  en un tiempo récord  sus proyectos de  orden
arquitectónico, y  quien, además, en las peores circunstancias de  guerra,
pudo mantener viva  una  extraordinaria  maquinaria  bélica  con el
armamento y la munición que, sorteando esas circunstancias, fue capaz de
proporcionarle.

Sorprende ver la frialdad con que Speer es capaz de hablar de sus logros
en este terreno, e incluso la poesía con que describe alguno de ellos en el
ámbito de la técnica al servicio de la destrucción, como el despegue de las
primeras bombas volantes que  el tercer Reich envió sobre  Londres. Se
diría que los aspectos destructivos y mortíferos de sus armas hubieran de
quedar en un segundo plano, sin presencia real, ante  el hecho seguro de
su precisión mecánica  y  lo admirable de su soluciones técnicas. La
eficacia por encima de la moral. En todo ello, Speer precede y da cuerpo
a la figura de aquel ejecutivo contemporáneo que piensa solamente en los
beneficios que pueda generar su gestión, despreocupándose de los costes
que  pueda  tener en el ámbito de  lo humano. Speer afirma  en estas
memorias no saber nada  del holocausto. Elias Canetti lo cree  posible.
Importa  poco que nosotros lo creamos o no, puesto que el holocausto
está  perfectamente  presente  en todo el libro, aunque  no sea  ni tan sólo
nombrado. Tan sólo es tenuemente  aludido, y  ello aun al final del
volumen. Pero el holocausto está presente en el desprecio por lo humano
que trasciende lo privado, en la despreocupación por los efectos de  una
maquinaria  que  Speer ayudó a  mantener perfectamente  engrasada y a
punto.

La auténtica perversidad de Speer se encuentra probablemente en
la  disponibilidad  total de  un técnico de  alta  calificación como él para
llevar a cabo sin vacilación y  con la  máxima eficacia las órdenes de  un
canciller que a nadie puede llevar a engaño, y al que es capaz además de
percibir también en lo más perverso de sus planes. Es cierto que Speer—
como tantas otras personas inteligentes, y me saltan a la memoria Igmar
Bergman y Ernst Jünger— se sintió de entrada fascinado por Hitler. Y que
hubiera  ido con él hasta  el fin del mundo. Es cierto también que  es
solamente  al final del libro cuando nos habla de sus dudas, así como de
una  cierta  oposición al dictador. Y, sin embargo, desde mucho antes ha
podido dar cuenta  de  sus debilidades y  sus obsesiones con auténtica
penetración psicológica. Desde  casi siempre  habrá  podido intuir, pues,
que no es más que el brazo ejecutor de una mente enferma y limitada, a la
que provee de un instrumento, su inteligencia, y con ella su capacidad de
organización y  eficacia  ejecutiva. Y, sin embargo, no duda ni un instante
en obedecerle, sin preguntarse por el sentido último de estas órdenes ni
tampoco sobre sus consecuencias. Claro que Speer es muy joven
—bordea los treinta  años—cuando entra  al servicio del dictador, y  que  las
responsabilidades que  se  le  ofrecen superan con mucho las mejores
expectativas de  un profesional de su edad, pero su participación fue
demasiado significada  para  pasarla  por alto atribuyéndola  a  la simple
inexperiencia o a la falta de atención.

Sin duda, si algo lo define  es la  ambición ilimitada. Y esta  es la  peor
herencia que nos ha  llegado de  uno de  los momentos más convulsos y
brutales del siglo pasado. Y es esta  ambición la  que  hoy  vemos como
extraordinariamente  peligrosa  en un mundo en el que puede llegar a
aceptar y justificar situaciones paralelas a las descritas. De ahí el poder de
antídoto de este libro. Más allá de  la  curiosidad, nos ilustra sobre lo no
inmediatamente perceptible que nos acecha desde las puertas del horror.
No buscamos en este  libro al nazi bueno. Vuelvo al principio:
buscamos—y encontramos de sobras—la cara menos evidente del horror.

© Jaume Vallcorba (2001)

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