martes, 2 de mayo de 2017

Sobre la propensión a irse por las ramas.




Me falta contar parte de lo de mayo pero cómo, si empezó ayer, cómo sin haberlo vivido, sin saber si. No se puede inventar un corazón, no se puede juzgar lo del futuro, no sin votar en contra de todo, no.

No.

Escuchamos a los expertos la enumeración de los hechos, los inválidos sentados en la silla de su desgracia, los días que se abren como llagas, palabras que no dicen nada, decencia, coherencia, no me consta, realidad, a buenas horas.

Lo pensaré.

El nieto del honrado contable, la pesadilla de los de siempre bajando del Pagasarri, David Sylvian entre tantos y tantos, los siete nombres para designar aquello que no se entiende, lo fatídico, la impaciencia.

Hay que ver.

Las tribus ordenadas por apellidos mientras los gusanos  se comen la esperanza, los escalones que nos bajan al sótano de las alegorías, las catacumbas donde se esconden las hermandades, el animal asiático, yo.

Dejemos que, uno a uno, pasen los días de mayo.

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