jueves, 4 de mayo de 2017

Justo a la vuelta.



Yo no he vuelto a encontrarla jamás, desde aquel día, que cantaba Raphael, que sale uno de su casa con un objetivo definido, ir desde aquí hasta allí, pero en el camino encuentra tantas opciones, tantos paisajes desfilan por la ventanilla del coche, tantos rostros nuevos que repite sin cesar ¿Nos damos la vuelta?, y a veces sí y a veces no, que el camino es largo y uno sabe de dónde sale pero el destino se vuelve incierto, que sí, que de acuerdo, que no están los tiempos para cambios drásticos, que en tiempos de mudanza, templanza, que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, pero el caso es que uno conoce y quiere darse la vuelta, uno descubre un río, una playa, una sonrisa, unos ojos y quiere bañarse en todos ellos, ahogarse si es preciso, una suerte de inmolación, un sacrificio, una investigación, saber, saberse, los límites, un desafío a los mapas, a las rayas amarillas, un homenaje a los exploradores, a los científicos en el Ártico, a las cobayas, a los investigadores del alma, que el contraste del acento convierte cordilleras en sinfonías, que una mirada es un puente, que un beso cambia hasta el punto de partida, que dioses sarcásticos atan los caminos, los entrecruzan, enredan con acueductos y autopistas, ponen las rotondas del revés y ahora ves y ahora no ves, que el problema es que se llega, uno no sabe bien dónde pero llega, alrededor todo es verde, todo es rojo, todo es como no era y se quita las vendas, ciego, no ve o ve con microscopios en los ojos, una especie de saltamontes ebrio, una deformación de lo que era su realidad, otra realidad, esto no era así al salir, ni recuerda cuándo salió, en tránsito, caminando por el borde de un acantilado, enfrentado a quién le mira desde el espejo, ese al que no reconoce y se toca los pómulos, las cejas, ¿este soy?, seguir es un privilegio, quedarse un imposible y solo queda el camino, congelado en la antigua manera de medir el tiempo, yo qué sé, escribo esto desde la imposibilidad de ordenar las líneas de lo que siento, de lo que vivo, de lo que quisiera decir en un país prebélico, con espías dobles por las calles, con las barricadas en proyecto,  con guardias de asalto a caballo y lleno la página de imágenes antes del bisturí, antes de abrirme el corazón de un corte limpio, de abrir las puertas, de que me digan A y escuchar el alfabeto, de saber por fin, ay, que esta es la única ruta, el sendero muere ante un precipicio y el resto es silencio, oh.    

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