viernes, 20 de enero de 2017

No quisiera que lloviera. te lo juro.

No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.

Cristina Peri Rossi.



Como los alionines, agrupémonos todos en la lucha final ahora que hombres vestidos de negro nos demonizan, ahora que Cristina (Peri Rossi) se contradice y ama, sufre de nostalgias y de presentes, como usted, como yo, devanándome los sexos (y el sexo) para dejar aquí lo del viernes, o sea hoy, es decir lo que no está escrito, dejarme llevar por la improvisación liviana que no tiene nada que ver con Libia ni con Siria (una tragedia, aun), intentado recoger la cosecha después de meses y meses para que me diga que soy el de siempre, manda narices, después de más de 800 días me dice que sigo siendo el de siempre, pues claro, no voy a ser el de nunca, soy el que era, con matices, si en tanto tiempo no ha sabido ver los matices no sé qué carajo hago yo por la vida de chico bueno, que bien podría ir de chico malo, que mi amiga J se despierta torcida un día y me abronca sobre mis textos sexuales, mi mal gusto, que no escriba desnudo (con este frío, qué ocurrencia) el descenso en el número de comentarios, el descenso a los infiernos y esta terapia de metonimia es magnífica para lo mío, ahora que escribo menos, o peor, o yo qué sé, es así, queremos lo que no tenemos, tenemos tanto que queremos todo, nadie sabe de qué va esto, bah, ya me lo dice I, o era S, o G, no recuerdo, es lo que tiene un mal dominio alfabético, que te confundes, que no sabes quién, con quién, cuando, qué, que cada día estoy más convencido de los beneficios de la soledad, criatura rumorosa que no sabe que es hermosa, soledad (Emilio José), a la rueda, rueda, el que no venga no juega, residencia de ancianos, Germán que ha sido tanto es ahora un cuerpo derrumbado en una butaca, dormitando permanentemente, pasando los días, cuesta mucho morir, se muere uno de aburrimiento pero no se muere, ya lo dice Paniker, eutanasia, ancianos vivos que murieron hace mucho, la medicina al servicio de la vida, mujeres y hombres conectados a una máquina, la madre tecnología supliendo a la madre naturaleza, el negocio de la vida eterna, el negocio de la Moral (de una moral, de su moral), amén, que en la frágil distancia entre los Otros y nosotros (en singular, es decir uno, es decir tú, yo, Paco, Silvia) a veces solo hace falta dar un paso para que esa singularidad se convierta en un Nosotros de dos, es decir uno, aunque sea un rato, ¿me quieres?, te beso y me miras a los ojos intentando leer si sí o si no, si ese beso es un preámbulo o la continuidad de aquel que se fue, el que te dejo con el corazón debajo de un zapato y qué culpa tendré yo que acabo de llegar y no te he dado más que sonrisas, ya, pero no respetabilidad, ni mi brazo, es lo que tiene, los ojos, miles de ojos mirándote cuando estás sola, te miran incluso en la soledad de tu cuarto, te miran los árboles, por supuesto los vecinos, el señor que baja a comprar el pan y el periódico y esa vecina siempre gritando a su pobrecito marido, ya, a quién le importa lo que tú hagas (Alaska), estoy rabioso, alejaros que muerdo, grrrrr, este es el texto que he improvisado para hoy, buenos días, buenas tardes o buenas noches, hasta mañana.    

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