viernes, 11 de diciembre de 2015

En el Baobab.



Con la crisis los jubilados estamos sin obras que dirigir. Todo se pone en contra. Me quedo en casa. Un problema. Mi hijo me increpa, estás amuermado, demasiada tele, tienes que cambiar, sal. Salgo. A bares. Sobre todo por lo de la próstata, por tener cerca dónde. Hoy, una tetería, el Baobab,  un sitio de hípsters, de modernos, lo de Alu, pintores, fotógrafos, gente del cine, bah, putos aprendices.     

También entra gente de edad, dos, un suicida arrepentido y un pescador cojo.  Muy cargantes. El que no se suicida cada mañana me gana por la mano lo del periódico y la esquina de la barra. El cojo me cuenta su vida desde 1950. Me tienen harto. Con la edad se acentúan las rarezas, te vuelves tiquismiquis. Sentado en una esquina escribo en una libreta mientras veo entrar y salir a los clientes. Todos jóvenes. Ninguno me mira. Ninguno me habla. Soy invisible. Un viejo en el lugar equivocado. Tomo una cerveza tras otra cuando escribo. Mi hija me dice que solo tengo un tema, eres un blando. Veo a la gente, entran, salen. Ríen. Nadie me dice buenos días. Bebo cerveza. Escribo. Meo. Así, cada día.

Soy artista. Pintora. El jueves expongo aquí. Cuadros de gran formato. Texturas grises. Venderé todo. Tengo que dejar esto de los Soprano. Me tiene abducida la serie. Voy cuando el tío ese, el boss despide a su amante por irse de la mui, cuando cuenta su habilidad con la lengua. Qué cabrón, todos los viejos son iguales. Ah, ¿qué quiere este?

–Disculpa, he oído que inauguras una expo el jueves. Vendré. ¿Habrá algo de comer? – pregunta el señor que escribe en la esquina.

–Sí, me puedes comer la chirla –responde la pintora.

El viejo estampa una botella de cerveza en la cabeza de la pintora que cae al suelo sangrando abundantemente. Además le da un puñetazo en las costillas. Maleducada de mierda.

Todos los clientes gritan. Momento caos. Nadie sabe qué ha ocurrido.

El que escribe sale del bar, camina lo más rápido que puede por el paseo al lado de la Ría. Se aleja. Jadea. Ríe.

¡Ha sido el viejo, ha sido el viejo! –grita alguien.

Dos fornidos barbudo golpean al que no se suicida. Puñetazos, patadas, insultos.

No es ese– dice uno – es el otro.

Cuando el pescador cojo advierte que se refieren a él intenta irse pero los golpes le llegan de todos los lados, cae al suelo gimiendo.

La pintora sigue sangrando, aturdida.

Los dos viejos también sangran, no entienden nada, están vapuleados, maltrechos, doloridos, vejados. 

El otro, ha sido el otro– dice un rubio bajito pero ya nadie hace caso. Alguien ha llamado a una ambulancia. Se escuchan sirenas.


Así, este día, hoy. Mi hijo dice que siempre hago lo mismo, que si sigo así me lleva a una residencia, que allí estaré bien atendido. Mi hija me dice que no tengo imaginación, que escriba, que dibuje, que salga. Me miro al espejo. Mañana cambiaré de bar.


3 comments :

Encarna C dijo...

Que bueno ha estado! De verdad, tremendo. Gracias por su lectura Pedro

Maribel dijo...

Hoy te hago la ola, tres reverencias, 20 genuflexiones a lo paulova, 1500 bravos (ni uno más que te sube el ego y luego no hay quien te sople) y te dejo unos tapones para que no te ensordezcan mis risas. ¡Genial! ¡Tienes magia, corazón y lo sabes! (guiño). Qué bien me sentó leerte. Gracias miles.
Besets!

PS: Voy a imprimir y guardar este relato por si alguna vez amanezco con un día marrón leérmelo, entrar en el BaobabGlup y fijo que en un chasquido de dedos me pongo la mundichirla por montera.

Marta dijo...

Magnífico.
Un abrazo, desde el Baobab.

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