domingo, 13 de diciembre de 2015

De cuando Andrea vivía en Lisboa.




Esta magnífica fotografía es de Andrea cuando vivía en Lisboa (las artistas viven donde quieren). Se tomó en una visita del  Papa (no recuerdo qué Papa, ha habido tantos) después que  abandonase el estrado donde, delante, alrededor,  detrás,  miles de fieles enfervorizados rezaban, clamaban su nombre, pedían milagros. No los hubo y por eso esa señora vagaba entre las sillas plegadas que sostuvieron los culos de fervientes creyentes; buscaba su salvación. Ya no hay milagros, los ciegos siguen sin ver, los sordos sin oír, los muertos no resucitan. Aunque conozco muchos muertos, emocionalmente muertos. Conozco personas que nunca han amado, si lo han hecho, se han cuidado mucho de demostrárselo a la persona amada, de decírselo. Conozco personas que nunca han encontrado a nadie a quién amar (¿habrán buscado?). Mujeres a las que nadie ha dicho “qué guapa estás hoy”, “te quiero”, “me gustaría besarte”. Conozco personas que se aman demasiado a sí mismos como para amar a otros. Hombres que preferirían cortarse la lengua que reconocer que están tristes o desesperados o al límite. Creo que conozco a demasiadas personas, me voy a ir a vivir a una isla desierta, mi loro y yo, quizás invite a Parker (os lo presentaré en breve). Eso sí, una isla con conexión ADSL, sin puertos de atraque para barcos ni helicópteros, solo se podrá llegar nadando. Me someteré a una estricta dieta, de todo tipo, alimentaria, amorosa, ardorosa, haré voto de castidad (bueno, depende de lo atractivo que sea el loro), practicaré gimnasia sueca por las mañanas, genuflexiones por la tarde, insomnio por la noche.

Pero hablaba de la fotografía de Andrea, de esa señora caminando con una bolsa en la que quizás lleve sus pecados. Tanto tiempo nos han atemorizado con los pecados, todo era pecado, de pensamiento, palabra y obra, por eso en mi vida he pecado tanto, no he parado de pecar, me gustan más los de obra, los que atentan contra el sexto mandamiento (no fornicarás, ya, como si fuera tan fácil), a veces contra el noveno (no desearás la mujer de tu prójimo; es curioso, como si las mujeres no deseasen a los hombres de las prójimas, como si fuera fácil, hay cada prójima, ay), tampoco he desdeñado otros pecados (sin especificar, al menos ahora, no hablaré si no es en presencia de mi abogado).

Tres envido, todo esto es un farol, una salida de tono para simular que no soy un cuitado (que es lo que realmente soy), un hombre buscando en lo que escribo lo que no encuentro en lo que digo. Por eso sigo aquí, (casi) cada día, hablando a veces con piedras en la boca, frente al acantilado de los visitantes anónimos, abierto a mis propias contradicciones y errores, sin miedo, sin red, quizás un día me lance al vacío, con los brazos abiertos. Hoy tocaba esta fotografía, de Andrea, una artista que vivía en Lisboa. Muito obrigado.

1 comments :

Maribel dijo...

Me gusta la filosofía de vida del personaje del relato que ante una situación de angustia en la que desearía poner tierra de por medio y apartarse de todo (qué levante la mano si alguien no ha tenido alguna vez esa necesidad) echa de mano de lo que creo que a menudo nos ayuda a soportar estos estados anímicos y es el sentido del humor. Bravo por él (no sé si el loro pensará lo mismo, aviso).
La fotografía de Andrea me parece exquisita. Se tiene que haber educado el buen gusto, saber mirar (y no solo ver) lo que al resto de los mortales nos pasaría por alto para captar el haz de luz justo que perfila, entre penumbras, la silueta humana. Son de esas imágenes que se prestan a muchas lecturas y que nunca te dejan indiferente. Bravo por ella.

Obrigado eu!

Besets!

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