lunes, 30 de noviembre de 2015

Desconexión.




Una central nuclear abandonada.

La cámara 1, fija, ofrece la vista superior de un interminable pasillo, con puertas a derecha e izquierda. Una mujer uniformada lo recorre a intervalos exactos de veinte minutos.

La cámara 2 está centrada en un gran panel de control, pintado en verde pálido, con relojes y sistemas de control.

La cámara 3 apunta a la noche.

La cámara 4 está instalada en el coche de seguridad que recorre la carretera al otro lado de la verja que bordea el edificio de la central y los pabellones cercanos.



Cuento todo esto como controlador de cuatro monitores, como espectador, sin capacidad para intervenir en aquello que pueda ocurrir. Es mi nuevo trabajo, como el anterior, mal remunerado.
Un molesto zumbido de fondo acompaña esta monótona actividad.

Desde el aburrimiento quiero escribir el post para mañana, este puede ser un tema diferente. No quiero cansar a los lectores con las habituales historias de amores imposibles y lamentos clandestinos.

La cámara 4 se centra en un agujero en la tela metálica, el coche se ha detenido y varias sombras cruzan frente al campo de visión.

La cámara 3 sigue a un hombre con un traje parecido al que usan los astronautas, jadea mientras sube por unas escaleras con barandilla amarilla. En su mano derecha lleva un objeto que parece un arma.

La cámara 1 muestra una luz roja de alarma que se enciende y apaga. La mujer uniformada atraviesa corriendo el pasillo.



Esto está ocurriendo ahora y quiero contarlo mañana.
Además sin que la habitual mezcla de sentimientos alborotados interfiera. Algún lector me reprocha que hay temas que repito demasiado. La vida es una repetición, una rutina de actos inútiles, un absurdo transcurrir de los días. Lo raro es vivir.
Por eso estoy frente a estas pantallas, intentando lo diferente.
Aunque me empieza a parecer peligroso.

La cámara 1 continúa mostrando la luz roja de alarma.
La cámara 2 se dirige a un punto concreto del gran panel de control.
La cámara 3 enfoca diferentes lugares, pasillos, escaleras, pero no hay rastro del hombre vestido con un traje parecido al que usan los astronautas.
La cámara 4 nos muestra a varias personas uniformadas que entran precipitadamente por una gran puerta.

Repaso el manual, no acabo de encontrar el protocolo para un caso así, nunca ha pasado antes.
Debo centrarme en mi trabajo y olvidar de momento intentar contar lo que sí para suplir lo que no.
Para colmo se ha perdido el sonido en los monitores, las pantallas tienen algún tipo de interferencias, se apagan y encienden, se forman rayas, debo estar atento.



Sigue la luz roja de alarma en la cámara 1.
En la cámara 2 puedo ver que del gran panel de control sale una densa humareda.
La cámara 3 se ha centrado en el cuerpo inmóvil de la mujer uniformada, tendida en el suelo en una postura extraña.
La cámara 4 no funciona.

A partir de aquí me fui. Quizás no debí abandonar mi puesto de trabajo pero el sonido de la sirena pudo con mis nervios. Corrí escaleras abajo, salí al exterior y me metí en la noche. Seguí carretera adelante, sin detenerme. La explosión me lanzó de cabeza contra unas zarzas. En ningún momento perdí la consciencia.


No me han quedado secuelas. No me acusaron pero tampoco recibí ninguna indemnización. He vuelto al desempleo. Sigo escribiendo. Creo que debo centrarme en lo sentimental, en la ficción de los sentimientos, la vida es demasiado real. Seguiré con este blog, ahora tengo más tiempo.


2 comments :

Maribel dijo...

Llevabas toda la vida en una empresa. Entraste como aprendiz y lograste prosperar en ella. Un día, sin saber cómo, te encuentras de patitas en la calle. Has dedicado tus años laborales a un solo oficio. En la zona geográfica donde vives el sector donde has trabajado está en retroceso, no es capaz de crear ocupación. Aún queda lejos la jubilación, demasiado lejos. Alguien apretó el botón rojo y tu zona de confort estalló por los aires. El shock postraumático de la noticia que intentas asimilar, mientras todo el mundo, cargado de buenas intenciones, sin respetar tu duelo, te dice lo que debes hacer a partir de ahora. Notas la presión, las secuelas de la explosión interior. Sufre un batacazo tu autoestima. Convives con la incógnita de qué va a ser tu vida a partir de ahora. Sientes que todas las cámaras te enfocan sólo a ti y no hay agujero en donde refugiarte. Sabes que cuando hablan de la EPA (Encuesta de población activa) tú eres un número en esa estadística y te han adjudicado la etiqueta de desempleado.
Te enfrentas a un lenguaje nuevo, te hablan de competencias básicas, transversales. Tu currículum debe ser creativo; es tu carta de presentación. Tienes que definir tu objetivo profesional. Reciclarte. Lo haces. Tu peregrinaje se hace eterno. No desistes. Tu autoestima se fortalece. Te has enfrentado a nuevos retos y los has superado. Nadie ha decidido por ti. Ni tan solo te has sometido a las voces paternalistas que intentaban convencerte de lo que te convenía. Tú has peleado por tu futuro. Confías de nuevo en ti.
Llega la ansiada llamada. Has logrado pasar la primera criba. Ahora debes someterte las tres pruebas que te quedan. Un/a desconocido/a va analizar si tu personalidad es apta o no. Llegas al último paso, sabes que en la entrevista personal te lo juegas todo.
Lo has conseguido. Hoy es tu primer día en la Central. Piensas en la pegatina amarilla que llevabas enganchada en la solapa de la americana de pana marrón y tus gritos a coro con los que os manifestabais en contra de los reactores nucleares. Por fin tienes trabajo. Vuelves a estar conectado al mundo.

Besets!

PD: (No lo digo pero te he visto cual Hommer Simpson, aviso) (guiño)


Luisa HD dijo...

Me reconforta leerte de nuevo. A ver si no tardo tanto..

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