domingo, 18 de octubre de 2015

Hermoso día de otoño.



Hermoso día de otoño.

Siento tu caminar por caminos que se borran después de una tormenta de ausencias.

Te miro a través de ti. Te veo con rayos X como si fueras de papel, tu cuerpo de cristal. Veo tus intestinos y los pulmones, veo tus riñones aún doloridos, tu sexo adormecido como un animalillo cansado, hibernando. Te veo ovillada sobre la cama, susurrando mi nombre, llamándome, asustada, sola, como una niña que se baña en la orilla del mar Cantábrico.


Te grito, resiste, mi amor, ya llego.

Y el monte se llenó de dialectos, los pastores se escondieron en las cañadas y por alguna razón supiste al instante que era mentira.



El ruido de la ciudad resulta tan próximo, tan cercano, que se oye su roce contra la madera de las persianas. Se oye como si atravesaran la habitación. Acaricio su cuerpo en ese ruido, en ese paso. El mar, la inmensidad que se recoge, se aleja, vuelve.

Le había pedido que lo hiciera otra vez y otra. Que me lo hiciera. Lo había hecho. Lo había hecho en la untuosidad de la sangre. Y, en efecto, había sido hasta morir. Y ha sido para morirse. (El amante .-. Marguerite Duras.)

2 comments :

Maribel dijo...

Y leo y me siento como una intrusa que se cuela (sin querer) en una habitación e interrumpe la intimidad de las emociones a flor de piel. Así que pido perdón, cierro la puerta y sonrío porque lo “visto” (leído) me sabe a verdad.

Besets!

Pedro M. Martínez dijo...

Maribel Gs, pasa, pasa, esta habitación está abierta. Escribir es esto (también) que te sepa a verdad. Besos.

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