martes, 30 de junio de 2015

Cuento con anzuelos (y 3).


(Eduardo Arroyo)


Llueve. Por cada extremo de la avenida los dos grupos de manifestantes se acercan. En las bocacalles, la policía, agazapada, no sabe a quién debe defender, a quién debe golpear. Por un lado tremolan las banderas amarillas, por el otro las verdes, enfrentadas. Todos gritan, la algarabía impresiona. Justo al llegar al Ayuntamiento los dos grupos se encuentran, se alcanzan, apenas unos metros les separan. Se hace el silencio. Detrás de sus pancartas, detrás de sus ideas, rostros de mujeres y de hombres, se miran con rabia.

De pronto, a cada lado de la acera, como en un ensayo, aparecen dos personajes ensimismados. Caminan absortos mirando al suelo, ajenos a la multitud y al rencor. Los dos buscan a aquella que les hirió. De forma inconsciente, a la vez, los dos intentan cruzar la carretera por el único punto posible: la franja que separa las dos formaciones de odio, de miedo, de intolerancia. En la mitad de la calle los dos hombres se tropiezan. Como a una señal, se oye un grito y comienza una batalla, las piedras vuelan por todos los lados. Confusión, golpes, insultos, cuerpos que caen, patadas, disparos, huidas, carreras, mas gritos, fanatismo en dos colores. En ese momento carga la policía, y la confusión es total, todos se golpean entre sí, sin distinguir uniformes ni banderas. Cuando suenan los primeros disparos, los dos bandos se separan. Cada uno se lleva para su lado sus heridos, su rencor, su fracaso.

En el centro de la calle han quedado dos hombres, golpeados, magullados, sentados espalda contra espalda. Curiosamente, ambos tienen una herida similar en la nariz. Comienza a nevar, entre el humo, una mujer con un pájaro negro posado en su hombro se acerca a ellos. Les mira, ríe, se inclina sobre ellos y con saña clava un anzuelo de plata en sus cuellos indefensos. Después se va, indiferente a la mirada atónita de los dos hombres perdidos en su dolor, en sus quejidos. Sus preguntas quedan suspendidas, se pierden detrás de la mujer que se aleja, confundida entre las banderas en retirada, entre la sinrazón y el caos.


Ajenos, alegres, un grupo de niños y niñas cantan  alrededor de un árbol iluminado bajo la lluvia. A la rueda, rueda…



(Eduardo Arroyo)


lunes, 29 de junio de 2015

Cuento con anzuelos (2).




(Eduardo Arroyo)


La conocía, estoy seguro. Vino a por mí, no fue una elección casual. Lo que más me molesta es no saber el porqué. Nunca he tenido problemas en mis relaciones. Aunque Laura. No tengo enemigos. O no los tenía, hasta ahora. No puedo llamar a la policía, pensarían que estoy loco. ¿Qué puedo contarles? ¿Que me persigue y ataca una mujer? Me duele la nariz.


El hombre moreno, desnudo, con un aro en la oreja derecha, pasea por la habitación. Suena el teléfono. -diga, diga, ¿quién es?- y no hay respuesta al otro lado. Cuelga, enfadado. Vuelve a sonar el teléfono, tampoco nadie le habla ahora. Malhumorado golpea el auricular contra el sofá. Esconde la cabeza entre las manos. Presiente que es la mujer agazapada en el portal. No saber quién es ella, por qué le atacó, para qué le espera, está rompiendo sus nervios.


Por las calles del sur los manifestantes cantan antiguos himnos de lucha mientras ondean sus banderas verdes. Sus pancartas dicen: Patria y Libertad. Algunos jóvenes han volcado automóviles y forman barricadas. Destrozan bancos, papeleras, postes. Golpean el suelo con largas barras de hierro y apilan montones de piedras. En un portal, varios hombres llenan botellas con líquidos inflamables.


Saldré a la calle, a buscarla. No puedo permanecer así, quieto. La próxima vez puede ser peor. El hombre  con un aro en la oreja derecha  se viste apresuradamente, como por un impulso. Ni siquiera espera al ascensor y baja por las escaleras de tres en tres. 

(sigue)


(Eduardo Arroyo)



domingo, 28 de junio de 2015

Cuento con anzuelos (1).



Aquella mujer clavó un anzuelo en mi nariz y tiró con una fuerza de mil demonios. Después se perdió por la boca del metro con un pájaro de odio posado en su hombro. Me asusté con la sangre, con el brutal dolor. Grité. Lloré. Nadie me ayudó, nadie prestó atención a mi miedo, a mi solitaria humillación, al tormento de no saber por qué me escogió precisamente a mí. Estoy seguro de haberla visto antes. 


Sobre las blancas sábanas de una cama, un hombre desnudo, pálido, está tumbado boca abajo. Sus nalgas, y sólo esa parte de su cuerpo, están tatuadas con flores entrelazadas, puñales, un dragón y un nombre. La almohada está manchada con la sangre que mana de su nariz herida. El hombre se levanta, se acerca a la ventana, corre la cortina, mira hacia la calle y ella está ahí abajo, esperando. Ignora quién es esa mujer y está inquieto.




Por las calles del norte se precipitan las multitudes armadas con banderas amarillas, esgrimiendo gritos y consignas. Sus pancartas dicen: Libertad y Patria. Un hombre se ha subido sobre la mesa de un café y arenga a los manifestantes. Suenan sirenas y a lo lejos se escuchan explosiones. Algunas mujeres lloran. Un anciano menea la cabeza y repite como una letanía -no, no, no, no-. 

(sigue)


(Eduardo Arroyo)

sábado, 27 de junio de 2015

Espacio en continua construcción


Glup 2.0


"Espacio en continua construcción" ...


Y pulsando en cada uno de estos iconos, no aquí, no, ahí arriba, ¿los ves?, entrarás en otros mundos. 



viernes, 26 de junio de 2015

Yo, jet lag y ya.

Aquel mes. 
Treinta y un días, treinta y uno y volver, ya. 
¿Cuándo fue?


He recorrido un largo camino. He conocido a muchas, muchas personas. Me he bañado a uno y otro lado del Atlántico, dónde termina la tierra y dónde empieza. He dormido en 16 camas diferentes, junto a la misma mujer. He visto amanecer casi cada día, el atardecer de bastantes, bosques interminables y también bosques quemados, árboles nuevos, flores, guacamayos, flamencos, aves extrañas en los manglares, cayos, estrellas de mar, ermitas, corazones abiertos, catedrales, caminos de siempre, nuevos, lluvias tropicales, la cola de un huracán, alucinados intentando grabar la vida en vez de vivirla, fotógrafos de todo aquello que se menea, compulsivos devoradores de sol. He escuchado historias de vidas tristes, de vidas alegres, músicas de siempre, sonidos de la pobreza, ruidos en la noche, croar de ranas gigantes, arrullos de pájaros. He tocado sonrisas con la punta de los dedos, la piel de la dicha, los vestidos de los seres desnudos, de los que tienen poco. He volado. He visto mis paisajes interiores, mis miedos, mis deseos, mi alegría. He vivido con intensidad mi ahora. He hecho tantas cosas que ahora mismo no soy capaz de contarlo todo.

Me he visto –soy ese que sonríe, el que levanta la copa y brinda por la vida, el que camina con gesto decidido-. Sí, me he reconocido. En este…

Perdona, dijiste que ibas a buscar al Otro. En este viaje ¿lo encontraste?

Cierto, lo encontré, estaba ahí mismo, era yo. 
Nos hicimos amigos. 
Ya hablaremos de eso. 
Ahora tengo un tremendo dolor de cabeza. 
Será el jet lag del agobiante viaje de ahora.



jueves, 25 de junio de 2015

Halo.



Ella lo definió como halo.

Una hermosa palabra para definir una hermosa enajenación.

Era un sueño que una mujer así me esperase por las mañanas cuando iba al trabajo. Caminábamos juntos por las calles aún dormidas, ella a su alto destino, yo a mi rutina.

He escrito mujer y con ser grande no abarca lo que ella era, diosa se acerca más, inabarcable, todo, tanto la amaba.

Lo supe después, cuando aquel halo perdió brillo al mismo tiempo que crecía en mi interior una dependencia total, una transferencia de voluntades, mi vida era la suya, no me pertenecía, mi cuerpo, mi mente, mi alma, todo mi ser era de ella, para ella.

Jamás he estado tan locamente enamorado.

O no lo recuerdo.

Luego vino la grieta que partió el universo en dos mitades y la mía era oscura, habitada por duendes que clavaban sus tridentes afilados en una débil voluntad. Después de mi muerte – morí, claro, ¿qué otra cosa podía hacer?- tuve que reconstruir aquel que era, u otro, aprender a hablar, a coordinar los pasos y los dedos, a inventar la mirada y el gusto por los días áridos, vacíos, un mundo deshabitado que tuve que poblar ya no sé de qué clase de colonos voluntariosos. 

Un día, un martes, entré en una nueva fase, ausencia de énfasis la llamé, una indiferencia práctica, la absoluta falta de fe. 

Todo esto lo cuento así, como si nada. Anda, ven, siéntate aquí, a mi lado. Esto ocurría mientras todo ocurría, es decir que la vida corría por el carril de al lado, y otra vida en otro carril, vías paralelas, la estación de Atocha, yo qué sé. ¿Loco? no, quizás no sea esa la palabra. Inconsciente, equivocado, hereje, apátrida, desposeído, explorador perdido en su propia selva, mendigo, buscador de oro en arroyos secos, un iluso, un tonto con los bolsillos rotos, un hombre, en fin, con los ojos abiertos al abismo de ser.

Vale, majo ¿volverás mañana?

Si estoy vivo, sí,

Pues nos vemos aquí, agur.

Agur (lo que aguanta uno).




Somos responsables de nuestras propias vidas. Nuestra conducta es una función de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. (Stephen Covey)

miércoles, 24 de junio de 2015

E noi fatti d'aria al mattino.



Y nosotros hechos de aire en la mañana, caminando sin convicción entre los días.

Cielo sin estrellas. En la bajamar apareció un cadáver en la playa y nadie era. Misterio de la muerte en la arena. Naves en la niebla con las velas llenas, brisas y sonrisas en el rostro de los marinos. Guerreros esparciendo el pánico por las riberas de pescadores. Pastores en las alturas cubiertos con telas de vivos colores para espantar a los demonios de las cavernas del sur. El viento esparciendo humos de hogares de viudas. Niños bajo las sábanas. Cuentos de lo de ahí fuera. Juegos detenidos en un tiempo de fuego y miedo. Ánforas rotas en la fuente. Malos tiempos. Casas en ruinas. Banderas en las cimas. Los ciegos caminando en hilera. Un cuervo en la rama de un álamo. Caminos sin caravanas. El puerto saqueado una y otra vez. Plaga de dolor. Sangre sobre el altar de mármol. Lictores ausentes. Crece la hierba entre las piedras. Las vacas sagradas pastan ajenas a desarrollos y secretos, al tiempo que vendrá, a la utopía. Los sacerdotes invocan a los ángeles con alas doradas – no saben que hay que subir al cielo con las manos-.

El silencio marchita este momento que dibujo sin saber de dónde sale. Ay.


martes, 23 de junio de 2015

Mi mujer no me entiende.




…Mi mujer no me entiende, mis hijos me ignoran…

(Qué guapa es, qué hembra, los labios rojos sonríen sin sonreír, los ojos pintados me miran sin mirarme, cuanto humo, oscuridad, música machacona, aquella aburrida morena del fondo).

…Mi vida ha perdido el sentido, me siento hundido…

(Se ha tomado ya dos copas, pues yo me estoy mareando, qué pómulos. Conozco al de la corbata floja, trabaja en la sucursal de Gran Vía. Esta música es insoportable, cómo se mueven estas chicas).

…Me han cambiado al despacho del fondo del pasillo…

(Sin condón no me atrevo, soy un pardillo, además seguro que J me vigila la Visa, otra copa. ¿Dónde lo meterá? Se me está trabando la lengua, esta rubia ¿sabrá lo que digo? parece rusa, qué maciza está).

…No tengo amigos, me paso los días viendo la televisión, me aburro de muerte…

(¿Y si fuera...?, me han dicho que aquí hay muchos travestís, ya no sé si me importa, no veo nada, todo el mundo fuma, qué humareda, está prohibido, esto es un desmadre, nadie hace caso a nada. Recuerdo cuando hacía deporte y a aquella novia que terminó en un sitio como este y al que yo era y).

…No tengo ni puta idea de si me estás escuchando...de si me entiendes...sé que me estás timando...que todo esto me saldrá una pasta...pero estás muy buena, rubia...nunca una mujer me ha mirado como tú...sin cobrar me refiero...cobrando sí, muchas...soy un primo, lo sé...un viejo...soy patético...no sabes lo que es patético...ni me estás escuchando...estás buscando ya el siguiente...pues ahora no puedo conducir...llamaré a un taxi...J me montará la bronca...le diré que la cena se ha alargado...estará dormida...o viendo la teletienda...¡cóbrame, tía!...no grito, es la música...me voy, venga...¡que me cobres!...y llama un taxi...no, hoy no...no puedo...¡¡¡no ves que no puedo!!!...ya, me voy, tío...no me toques...ni se te ocurra...no sabes quién soy yo...salgo solo...que no me toques...suéltame el brazo...

(Hace frío, me duele mucho el estómago, tengo sueño, mañana tendré un duro día)


…Ahí, en el 30, junto al contenedor, donde está la farola ¿qué le debo?, buenas noches… 



Francis Bacon 

lunes, 22 de junio de 2015

Cuatro por dos.



Vivo en un cuatro por dos, con una pequeña ventana que da a ninguna parte. Tengo contados los pasos de esquina a esquina. Pocos. También llevo la cuenta de los días que llevo aquí. Muchos. He aprendido a soñar. En blanco y negro. No me relaciono con mis vecinos, ni en el patio. Tengo miedo. No es nuevo, siempre lo he tenido. Quizás por eso estoy aquí, quizás no solo por eso.

Lo bueno de esta soledad es escuchar fuera lo que no tengo dentro, vivir en otro mundo del que vivo. Lo escribo para que no se me olvide. Lástima de paisaje truncado, de horizonte tan cercano, de este asco que vive en mi garganta desde que despierto hasta que intento dormir. Llevo demasiado tiempo sin verme, no tengo espejos, ni eco, me ignoro, estoy olvidando quién soy, o quién era, mejor eso, ahora soy nadie, ni siquiera un número. Sin embargo estoy vivo. Si esto se puede llamar vida. Tránsito lo define mejor. Me estoy quedando sin palabras, poco a poco las estoy olvidando. Se me rompen entre la lengua y la garganta. La humillación de no saber, de una memoria cansada, de esta oscuridad sin grillos ni pájaros, sin cangrejos ni nubes, sin melodías ni belleza en el andar de una mujer. Apenas las recuerdo, a las mujeres, ni sus voces, ni la marca de su ropa interior en un pantalón ajustado mientras seguía sus pasos, la curva de unas caderas. No sé qué es una caricia. Hace dos vidas que nadie gime en mi oído. Hace tres siglos que nadie me dice te quiero. Sin embargo…


Abren la mirilla, es hora de comer.

domingo, 21 de junio de 2015

Acerca de Cinismos.


Acerca de Cinismos.
Retrato De Los Filósofos Llamados Perros.
Quiénes fueron los cínicos? Filósofos del siglo IV antes de la era cristiana, eran individuos que aspiraban a identificarse con la figura del perro, por la simplicidad y desfachatez de la vida canina. Usaban barba, llevaban alforja y báculo y practicaban juegos de palabras a manera de metodología: a aquellos que proponían ideas y teorías abstrusas, ellos oponían el gesto, el humor y la ironía.
Para socavar aún más los fundamentos de la civilización, los cínicos invitaban al escándalo de la antropofagia, el incesto y el repudio de toda sepultura. Su materialismo se complementaba con una preocupación hedonista que proponía un acceso aristocrático al goce. Se llamaban Antístenes, Diógenes, Crates o Híparquia.



¿Qué te da ella que no te doy yo? Grité, unos minutos antes de dejar su maleta justo sobre el ongi etorri del felpudo. 
Cesé los gritos durante unos minutos, ya estaba todo dicho. Las vecinas esperaban tensas, expectantes detrás de sus puertas blindadas, nunca se había oído tal alboroto en aquella comunidad.
Al rato volví a abrir la puerta y dejé una gabardina marrón sobre aquella maleta. Por si llueve, cabrón- dije, volviendo la cabeza. 
Paco bajó las escaleras, silbando. Llevaba la maleta en una mano, la gabardina doblada sobre el hombro derecho. La verdad que el tío era más chulo que un ocho.
-Buenos días doña Julia- dijo frente la puerta del segundo derecha.
-Con Dios, Karmele- dijo acercándose a la mirilla del primero izquierda. 

Frente al portal le esperaba un taxi blanco, entró, se acomodó junto al conductor y el coche se perdió enseguida en el denso tráfico donostiarra.

Charo, ¿le has vuelto a ver?-me pregunta Anita. 
Nunca más. Y de aquello han pasado cuatro años.
Pues vaya historia- concluye mi amiga del alma.

…Durante un tiempo escribí de amor.
Luego escribí sobre el dolor.
Ahora el hastío llena mis horas.
Pasan los días como grandes pájaros…


  
Oye, y por qué has titulado así el post de hoy- me preguntas.
Es que los domingos el personal, con justo criterio, se dedica a otras actividades, no a entrar en blogs. Un reclamo.- dice el personaje de hoy.

Ah –exclamas tú. 

sábado, 20 de junio de 2015

Manías y piedras.

"Sus ojos se iluminaban y podías ver las venas de su cuello y, amigo, no había nada en su cabeza más que la canción. Cantaba con su maldita alma".
(Sam Phillips)





Un saurio rojo de estupor me muerde los intestinos.

No es una metáfora, estoy metido en el vientre del glotón cocodrilo de un día en el que demasiadas cosas ya no tienen sentido.

El bicho negro del stress (3+3 stress), con negras patas peludas, también me muerde las orejas.

Y esta húmeda camisa de no entender qué pasa.

Aunque debo decir que todavía estoy surcado por barcos y barcos, regatas interminables, navegantes solitarios que llegan los últimos (¿dónde?), travesías de veleros con psiquíatras a estribor, algún náufrago aferrado a su tabla y ballenas despistadas. Durante el tiempo que llevo sentado en el muelle de la bahía, esperando, se ha apagado mi faro y no encuentro bombillas de repuesto.
Mientras escribo y pienso –gran mérito para mi capacidad, lo sé, dos cosas a la vez- suena Zelenka con su Prague 1723, una maravilla que descubrí y que me acompaña en un allegro majestuoso. Vintage Trouble me miran esperando su turno. 

Hoy no hay jazz.

No sé cómo voy a librarme de este saurio rabioso.


viernes, 19 de junio de 2015

Poema de cebolla y miel.



Ven, amor, quiero darte mi boca ahora que aún ronda la fugitiva madrugada del viernes, antes que el día del adiós venga y seamos apenas un saludo en la rúa Nova, un cabeceo simulado, una mirada baja, un compromiso.

Anudado en tus muslos quiero besar la mariposa que en ellos duerme, ahora que todavía somos tú y yo, que nos deslizamos por toboganes ebrios, sedientos, sin reproches.

Entre gemidos lamo tus párpados.
Mis manos tratan en vano de atrapar tu sombra en las ortigas, gota a gota bebo el veneno de ausencia, se traban las palabras en el oscuro grito de la intemperie.

Ay, esta música turca, qué destino, un frío sin medida, una frontera en el páramo.

La mesa iluminada, la comida rebosando, la risa de los niños, el silencio fuera, llegará el domingo.

Brindemos.

jueves, 18 de junio de 2015

Victoria.



Era aún bastante joven.
Y además engreído, orgulloso, inocente, cruel, presuntuoso.
Ella se llamaba Victoria y era bella, hermosa (también silenciosa, apenas hablaba, insegura de sus propias capacidades).
Nos besábamos en los asientos de atrás del coche de Javi Castilla (su padre tenía un bar en una esquina de la calle Elcano) que llevaba a su novia de entonces. 
Solíamos ir a Gernika, al Puerto Viejo, a Artxanda. 
Salimos un tiempo, te hablo de cuando “La cueva”, donde también alguna vez bailábamos tú y yo.

No la recuerdo.

Pero seguro que sí recuerdas que por aquel entonces era el disk jockey del tugurio de Miguel. Alternaba esto con mariposear y otras actividades típicas de mi poca cabeza de entonces. 

Hasta que un día Victoria dijo No.

Intenté poner todos los medios para volver, para seguir, para no dejarlo.
Inútil, fue inútil.

Victoria había dicho No.

No me extraña.

No necesité más experiencias.
Cuando una mujer dice No es No, para siempre.
Y ya puedes dar volatines, jurar, perjurar que cambiarás, prometer el oro y el moro, hacer actos de contrición, es igual.

No volví a salir con Victoria.

Cuando una mujer dice No es No, te pongas como te pongas.

Aprendí.

La verdad, no creo que aprendieras mucho.

Después Victoria se ennovió con un chico bastante mayor que ella, se casó y actualmente es una joven abuela bella, bella, con un marido anciano que la tiene como una reina. Nos vimos el pasado viernes en un bar de la calle el Perro. Ni me conoció. Lógico. 

¿Lógico? ¿Cómo te sentiste?

Es prehistoria, de eso han pasado muchos años, no sentí nada.
Pero no se me ha olvidado la lección.
Era solo un ejemplo. 
Porque tú has dicho No.


Exacto, No.

¿Ves?


miércoles, 17 de junio de 2015

Berlín en sombras y pájaro


Tomábamos cabernet sauvignon en unas copas estilizadas. No sé si era la más guapa, era la que más me gustaba. La tome de la mano y bailamos al son de Nine Horses en una habitación oscura.

Dejé en su oído palabras mediterráneas con sabor de aceite, de almendras. Después la música cambió, bailar con Bach es difícil, decidimos seguir abrazados, en mitad de la habitación, más o menos, ya he dicho que estaba oscuro, tampoco estábamos para geometrías, andábamos enfrascados en geografía, ella buscaba el norte de mis labios, yo el sur de su cuerpo que palpitaba bajo mis manos peregrinas.

Era incómodo, dos personas adultas abrazadas, de pie, en la oscuridad, ignorando quién estaba fuera, quién podría ser el entrometido que daría la luz para estropear lo íntimo.
Estaba aquella maldita cremallera. Y mi espalda, que me duele cuando estoy mucho tiempo de pie.

Recordé que tenía la maleta sin hacer. Me ocurre a veces, estoy en una cosa y la cabeza se me va a otra. También empecé a pensar en estrellas en un cielo de alquitrán, en un avión con alas de plata y polizones escondidos entre el equipaje de la sentina. Con frecuencia tengo reacciones extrañas, estábamos allí, los dos, no sé si era la más guapa, era la que más me gustaba, el caso es que me subí los pantalones, me ajusté el cinturón y me despedí. No creo que me entendiera, ni siquiera era alemana, parecía de un país del este. En el salón hice un gesto con la mano, nadie levanto la cabeza, cada uno estaba a lo suyo.

No utilicé el ascensor, me dan miedo los espacios tan pequeños, bajé por las escaleras, silbando. En Friedrichstraße logré encontrar un taxi y me pregunté qué demonios hacía en aquella casa. Aún no lo sé. El otro coche venía de Unter den Linden, no respetó el semáforo.

Dicen que tengo para un mes más, como mínimo. Por eso pienso en estas cosas. Y en otras. Me aburro en esta cama blanca.

martes, 16 de junio de 2015

Uno, cualquiera, tú, yo.




Uno, cualquiera, tú, yo, para pasar el rato, puede sentarse, por ejemplo, delante de la pantalla y leer, disfrutar del buen gusto de las gentes que dejan aquí, dentro, fuera, quién sabe dónde, sus escritos.

Nunca pensé que una actividad tan aparentemente sencilla fuese motivo de tantas satisfacciones personales, intelectuales, emocionales, una puerta verde abierta al conocimiento de otras expresiones, otras culturas, otras formas de pensar y decir y sobre todo, a la comprensión de otras personas.

Porque llegamos al tema: las personas. Mientras lees puedes imaginar cómo es el otro, pintarle de colores, adornarle con estaturas, ojos azules y lacios cabellos rubios, o rostros morenos, rizos, ojos inmensos, bocas abiertas. La realidad siempre lo mejora en el caso de las mujeres, casi nunca en el caso de los hombres.

Un día, tú, yo, tomamos un mapa y buscamos los lugares desde donde escriben los otros -según el mapa arriba a la izquierda-, deshojamos cebollas, desalojamos a los lagartos, lloramos por las distancias, apartamos las hojas secas sobre el teclado, clavamos banderas, medimos líneas rectas, consultamos horarios de trenes, cercanía con los aeropuertos, calculamos la equidistancia con nuestras posibilidades, riesgos de contagio del virus del amor y otros imprevistos. Hay gente que adora caminar, subir, bajar, moverse empedernidamente, no estar quietos, lanzar hilos entre fronteras, comunicar provincias, países, continentes. Ay, qué cosas. ¿Vendrá todo esto a cuento de alguna parábola sobre el camino?

Un día, uno, cualquiera, tú, yo, se aburre de esto, cierra el blog, se monta en un coche y se va a buscar quién sabe a quién. Allí -¿dónde?- utiliza el teléfono, la radio, un buscapersonas, el GPS, el boca a boca, pregunta a un guardia, pone un telegrama, adivina en el vuelo de las cigüeñas.

Se trata de buscar a los poetas.

Supongamos que les encontramos.

Supongamos que nos sentamos alrededor de una mesa, frente a sendas copas de Martini (o cerveza, o café con leche y tostadas, o vino de Rioja, o agua de la fuente).

Supongamos que hablamos y hablamos y que estos poetas son divertidos, amables, dulces, amigos, unos buenos tipos. Tienen, además, brazos, piernas, dientes, sonríen, o lloran, uno es bajito y feo, otro es alto y con alopecia, aquel tiene unos ojos verdes, este no levanta la mirada, ese es bello como un san Luis. Existen, son estos que me dan la mano y hablan.

Es curioso, hay vida más allá de esta pantalla.

Y en Marte.

Entonces ¿qué hacemos aquí?

lunes, 15 de junio de 2015

Uno, cualquiera, tú.




Uno, cualquiera, tú, yo, ocupa el tiempo en diversos ejercicios que nos acercan o nos alejan de los otros, especie qué, como todo el mundo sabe, consiste en todos aquellos que no somos nosotros mismos.

Estos ejercicios son complicados y a veces peligrosos. Puedes comenzar hablando en un café y terminar en la urgencia de amarse en un pasillo, en el fragor ardoroso en una cama, en un callejón entre los gatos, en un hospital, en la cima de la soledad de las almas, aburriéndote con los predicadores ciegos o esparciendo oraciones al viento. Puedes dedicarte al culto del cuerpo, al cultivo de hortalizas, a culpabilizarte por errores ajenos, a curvarte en insólitas posturas que justifiquen el ocio, a cubrir con tus sombras espacios de luz, a cuestionar la existencia de un dios, de cualquier dios, a justificarla, a culebrear mientras los días pasan y nos dejan regusto a café de ayer y a desayunos de hotel.

Así, sobre las coordenadas del tiempo, cada uno acumula su historia mientras de forma inexorable, más rápida que lenta, llega la común tristeza, el día de la oscuridad.

Rogad por nosotros.

domingo, 14 de junio de 2015

Uno, cualquiera




Uno, cualquiera, tú, yo, los de aquí, sabemos que la mayoría transita en fila india por senderos marcados con una línea blanca.

Nosotros no, nosotros nos enorgullecemos porque somos la minoría, caminamos por selvas inquietantes, vivimos soltando peces en el estanque de la nada, domesticamos tigres en nuestra sala de estar, coleccionamos hurones, apoyamos la nariz en el cristal tibio de lo obvio, hablamos con los mudos, caemos en el abismo de enamorarnos, realizamos inventarios de rencores, tocamos en puertas que nadie abre, perdemos la ilusión paseando por atajos que nos dejan perdidos en rostros congelados, nos clavan navajas de desamor, tanteamos el claroscuro con moscas disecadas, nos aferramos a las plumas del Ave Fénix, un día nos duele el alma o el duodeno y a pesar de ser el pueblo escogido, sin remedio, con total certidumbre, otro día, el último, nos morimos. 

Amén.

sábado, 13 de junio de 2015

Elías Canetti

El hombre con una cabra sobre los hombros se refresca bajo la higuera. 

Sigue una ruta marcada, puro tránsito, avatar, un frágil trayecto desde la precaria libertad hasta la finitud. 

Con un temblor no contenido calcula el fragmento de eternidad que corresponde a los desharrapados que acarrean los pesados fardos desde las barcazas hasta la orilla.



La música es el mejor de los consuelos por el sólo hecho de no crear palabras nuevas. Incluso cuando se les pone música a unas palabras, su magia sobrepasa y borra el peligro que ellas conllevan. Pero cuando es más pura es cuando se toca para sí misma. Uno cree en ella de modo incondicionado, porque la seguridad que infunde es una seguridad de los sentimientos. Su fluencia es más libre que todo lo que parece posible en el ser humano, y en esta libertad está la salvación. Cuanto más poblada esté la tierra y cuanto más domine la máquina en la configuración de la vida del hombre, tanto más imprescindible se va a hacer la música. Vendrá un tiempo en que sólo por ella podrá el hombre escapar a las estrechas mallas de las funciones, y el dejarla como una inmensa reserva de libertad, una reserva libre de toda influencia, será la tarea más importante de la vida espiritual en el futuro. La música es la verdadera historia viviente de la humanidad , una historia de la cual, sin ella, sólo poseemos partes muertas. No es preciso que saquemos de ella nada porque ella siempre está presente entre nosotros y basta con oír ingenuamente. Todo lo que no sea esto es un aprender inútil. (Elías Canetti, La provincia del hombre.)



viernes, 12 de junio de 2015

Baruch de Spinoza

El barquero transporta hojas de loto. 

Atraca en el rudimentario puerto y sobre las maderas reparte su carga entre aquellos que quieren olvidar lo que aún no saben. 

Los jóvenes mascan las hojas en la sombra del tinglado mientras en su interior el deseo se rompe en pedazos. 

Como un orfebre minucioso, aquel que en la proa va, entreteje nombres, soledades, piel, ansia, minucias anteriores al estallido.



"...aquella sociedad cuya paz depende de la inercia de unos súbditos que se comportan como ganado, porque sólo saben actuar como esclavos, merece más bien el nombre de soledad que de sociedad...una multitud libre se guía más por la esperanza que por el miedo, mientras que la sojuzgada se guía más por el miedo que por la esperanza. Aquélla, en efecto, procura cultivar la vida, ésta, en cambio, evitar simplemente la muerte; aquélla, repito, procura vivir para sí, mientras que ésta es, por fuerza, del vencedor. Por eso decimos que la segunda es esclava, y que la primera es libre.

Maquiavelo ha mostrado, con gran sutileza y detalle, de qué medios debe servirse un príncipe al que sólo mueve el deseo de dominar, a fin de consolidar y conservar un Estado. Con qué fin, sin embargo, no parece estar muy claro. Pero, si buscaba algún bien, como es de esperar en un hombre sabio, parece haber sido probar cuan imprudentemente intentan muchos quitar de en medio a un tirano, cuando no se pueden suprimir las causas por las que el príncipe es tirano, sino que, por el contrario, se acrecientan en la medida en que se le dan mayores motivos de temor...Quizá haya querido probar, además, con que cuidado debe guardarse la multitud de confiar su salvación a uno solo". (Baruch de Spinoza, Tratado Político, 1677.)


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