jueves, 16 de abril de 2015

Dos gallos

Puedes acariciar a la gente con palabras. (F. Scott Fitgerald)



Lo conté aquí.
Hace unos años me entrenaba en el club Deportivo de Bilbao. Era bueno, muy bueno, nadaba rápido. En aquella pequeña piscina de 25 metros logré triunfos importantes, me acostumbré a ver mi nombre en los periódicos. Los dorsales y tríceps bien marcados me permitían pavonearme. 
“Es nadador”- decían mis amistades.
En la playa hacía absurdos alardes, me iba nadando hasta las boyas que marcaban los límites, intentaba salvar a los imprudentes, rescataba a los ahogados con sus cuerpos deformados que flotaban más allá de la entrada del puerto.
Como aquella tarde que saqué del agua a un hombre que tuvo un ataque al corazón cuando se bañaba con sus hijos pequeños. A él no le pude salvar la vida pero sí a los tres niños que gritaban entre las olas.
O aquel grueso surfista que se quedó sin tabla y la resaca lo llevaba hasta el acantilado. Fue peligroso pero conseguimos salir. Ni me dio las gracias.
Tengo muchas de estas historias, pero no es esto lo que quiero contar.




Álvaro era la estrella del club Naútico de Portugalete. Practicábamos las mismas especialidades, crawl y espalda. Sus marcas eran parecidas a las mías.
Coincidíamos en edad pero no en lugares de ocio, él vivía en la margen izquierda. Era guapo.
En los juegos provinciales, en 100 metros libres me ganó por una décima. En los previos a la olimpiada le saqué cuatro décimas en 100 metros espalda.
En el borde de la piscina ni siquiera nos mirábamos.
Una noche coincidimos en un garito de Santurce. Mis amigos me lo hicieron notar –ahí está Álvaro-. Pero no nos hablamos.
Fue cuando salía con Karmele.
Estábamos en un club, bailando. Al sentarnos, en la oscuridad de aquel antro apareció Álvaro, se dirigió primero a ella –te gustan los deportistas, ¿eh?-.
Después me miró, extendió su mano y dijo –hola, Pedro.
Nada más, no dijo nada más.
Marcó territorio, me hizo saber que había salido con ella.
Un mes después empecé a trabajar, dejé la natación, a Karmele, no volví a ver a Álvaro.



Los años han pasado.
No he llegado a nada, sigo en el almacén. Me piden clavos y sé en qué balda están y cuantos tenemos. Me piden pernos y lo mismo. No necesito ordenador, tengo memoria. Ahora la empresa está pensando en ofrecerme una jubilación anticipada.
Tampoco me he casado, tuve relación con una mujer varios años pero me dejó por un oficinista, un estrecho que vivía en el centro. De esto hace tiempo, de todo hace tiempo.
Tengo amigos, una cuadrilla, tomamos vinos por el Casco Viejo.




Anoche le vi.
En realidad me vio él.
Se acerca un tipo y me dice –hola, Pedro-.
No reconocí a aquel individuo mal vestido, con barba de varios días, con pinta de colgado.
Soy Álvaro- me dice.
Perdona, no te conozco- y seguí hablando con los colegas.
Se marchó con paso vacilante, parecía estar bastante perjudicado.
Una semana después no me lo puedo quitar de la cabeza.
¿Por qué fingí no reconocerle?
Si él está así ¿cómo estoy yo?
Esta puta vida es una ruina.

10 comments :

Lili.T dijo...

Más que la historia de dos gallos parece la de dos besugos. Es probable que la que saliera mejor parada fuera Karmele.
Álvaro estaba lleno de espinas y escamas y el protagonista no tenía agallas.
Me ha encantado. Gracias

Ning Jie dijo...

Todos tendríamos que ir diciendo ¡Hola! con cierta humildad, aunque solo sea por lo que pueda pasar tiempo después. Pero claro, eso te la edad la edad y por lo tanto, la experiencia.
De saber el final igual la primera noche, esa en la que le dijo a Karmele que si le gustaban los deportistas, se hubiera sentado a compartir unos chatos.

La vida no tiene nada de malo, sus personajes sí.

Abrazo!

Pedro M. Martínez dijo...

Lili.Ttanto símil acuático me está dejando en remojo. Las Karmele siempre saben nadar en aguas turbulentas. El protagonista era un panchito. El que lo escribe se cree un tiburón y es una sardina.

Pedro M. Martínez dijo...

No, si tienes toda la razón, Ning Jie qué culpa tendrá la vida, pero me parecía un final efectista sobre todo para disfrazar el sonrojo por lo que de personal y cierto tenga esta historia.
La edad no creas que da muchas cosas, experiencia poca, mira al tonto del culo del protagonista, no ha aprendido nada.
Lo que sí me gusta es tu comentario, ya ves. Un abrazo.

flower dijo...

A ver, este post tiene mucha tela para cortar, como diríamos en mi tierra, mucha enjundia.

En esta sociedad nos enseñan desde pequeñines a competir, a aprender una sarta de datos, a ser los mejores dentro del grupo, pero no nos dan las herramientas para saber ser buenos, con nosotros mismos, a querernos, a valorarnos sin salir fuera de nosotros. Vivimos para fuera y nos perdemos lo más valioso, que somos nosotros mismos.
Estos personajes que has descrito son un claro ejemplo de mucha gente a la que se le puede calificar de pobre gente, esos pequeños desgraciados de la vida que son a partir de otros.

Bien poco nos hablan (y eso que en la escuela está cambiando bastante y ya se habla de emociones y sentimientos de una manera muy atractiva y beneficiosa para la sociedad y el individuo en particular) de cómo gestionar nuestros sentimientos, nuestros miedos y nuestros logros.

Estos dos mozos, que al parecer ya no son tan mozos, los pintas mayores porque se han perdido en el camino con tonterías que no han sabido gestionar. Han perdido lo mejor de la vida: vivir.

¡Menudo rollazo te he metido, mamma mía!

Un abracico!!

Pedro M. Martínez dijo...

flower, agradecerte el trabajo de un comentario tan extenso y tan bien desarrollado. Si paro aquí quedo de maravilla, educado y correcto, pero no, sigo.
Escribir es un sano ejercicio, al menos para mí lo es. Escribiendo esto de hoy me he evitado varias sesiones de psiquiatra (una pasta). Y es que en parte es real (tampoco diré cual) y me permite fabular situaciones que podían haber sido.
Dejar así, en crudo, emociones y sentimientos tiene muchos riesgos (los asumí hace mucho tiempo) y es cierto que en un tiempo no solo no nos enseñaron a trabajar con ellos (en general a los hombres, pero podríamos discutirlo) sino que, además, nos obligaron a ocultarnos bajo pena de llamarnos de formas muy concretas.
Estos dos “mozos” son (a su manera) dos víctimas, de una sociedad y de sí mismos. Me apena que este no sea el medio adecuado (aquí hay que ser breve y poner bonitas fotos que acompañen los textos *) y no tener, además, la capacidad o la técnica para desarrollar mejor esta historia.
Tal como lo cuento, Álvaro es un perdedor que tiende la mano y el protagonista (presuntamente un servidor, está escrito en primera persona**) es un hombre acomplejado que ni siquiera ha sabido superar sus historias de juventud. Pobre.
Pero, oye, también hay que tener valor, para pintarse uno mismo como un capullo.
Me acojo, gustoso, a tu abracico.
Ah, repito las gracias.
*(y música, también hay que ser exquisito con la música. Un curro)
**(no sé hacerlo de otra manera)

flower dijo...

Hola Pedro,
durante años he pertenecido a una asociación literaria de mi ciudad, sobretodo, porque lo que más me apetecía era saber y poder escribir de gente fuera de mí. Se me agota la tinta cuando tengo que meterme en el pellejo de otras personas, un ejercicio muy difícil para mí.
Así que entiendo que, aunque pretendas ocultarlo, siempre hay algo de nosotros en todo lo que escribimos.
También te diré que lacras e infortunios tenemos todos. Lo bonito de la vida es llegar a conocerlas, trabajarlas y aprender de ellas y así evolucionar. Cuando me veo a mí misma hace 30 años, por decir algo, me veo como una desconocida, como alguien tierna y estúpida a la vez, metiendo la pata tantas veces que hasta me pongo colorada al pensarlo.

Sobre el Camino de Santiago, yo lo empecé en Somport y lo estoy haciendo después de enterarme de que podía hacerlo sin la carga a la espalda. Yo tengo la columna desviada y, si me coloco una mochila de 10 kilos durante 5 horas, te puedo asegurar que no puedo menearme en 5 meses, presa de mil contracturas. Así que cuando me enteré de la existencia de los porteadores pude hacer realidad el sueño de hacer el Camino. Y allí estoy, sin prisa y con muchas pausas, jajajajaja. Pero contenta.
Mira, en la última etapa que hice pasé mucho frío (reconozco que iba vestida inadecuadamente con poca ropa) y me cogí una neumonía que me ha tenido 9 días en el hospital. Afortunadamente ya estoy en casa y tengo taaaaaaanto tiempo libre que he reabierto mi blog.
Y aquí estoy.
;)

Besos,

Ning Jie dijo...

Lo de enseñar sentimientos y emociones en la escuela, me parece algo imprescindible; de haber sido así hace muchos años, tal vez la sensibilidad y el respeto andarían más de la mano de nuestra sucia sociedad.
menos mal que tenemos a Flower para ello.

Saluditos, Pedro, así con la mano (ya sabe, jeje)

Pedro M. Martínez dijo...

flower, es muy tarde, es el viernes hace rato, he madrugado mucho pero no tengo sueño, o sí, no sé, nunca he pertenecido a ninguna sociedad, ni literaria, ni cinegética, ni filatélica, ni gastronómica, ni ná de ná, cada vez me cuesta más meterme en la piel de otras personas porque básicamente no quieren ellas, escribir sobre otros/as me cuesta menos, debe ser que conozco (un término amplio que vale para muchas cosas) a tanta gente (a algunos/as incluso con sus nombres de pila) que me resulta un ejercicio sencillo, además esto de los blogs es para lectores cultos y estos leen lo que les dejes, eso sí, hay que poner fotos de colores y rayas negras, pero lo que te quería decir es que no me recuerdo hace treinta años, no recuerdo cómo era, ni qué pensaba, ni siquiera si estaba vivo, ahora tampoco he mejorado demasiado, recuerdo lo de ayer y que el sábado juega el Athletic, recuerdo que el Camino es para disfrutarlo, con mochila o sin ella y que espero que sigas caminando porque lo malo es llegar, tanto caminar para eso, me alegro mucho que te hayas restablecido y que hayas aprendido a no hacer locuras, hay que llevar siempre ropa para abrigarse y agua y buen humor y ganas de llenarse los ojos y el alma de tantas maravillas como se encuentran paso a paso. Ahora no recuerdo qué te quería decir en realidad, en fin, un abrazo.

Pedro M. Martínez dijo...

Ning Jie, aunque no te lo creas, esto de los blogs es como una escuela, vas dejando sentimientos, ideas, emociones, alegría, miedo, ternura, imaginación, hastío, qué sé yo y a nada que seas sincero el respeto viene de la mano. Por cierto, esta que agito con un pañuelo, perdona pero es que me duermo. Añado un beso.

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