lunes, 30 de junio de 2014

Que no se ría nadie.

Extendido entre tardes, lentas tipografías, perdido entre los trenes que buscan el presente, con una vista al campo como un cristal ahumado, vivo ordenando sillas, cambiándome de ropa. Peinado a contrapelo, calzado de caminos, recorro las distancias póstumas de la vida y miro en las revistas chicas de ombligo dulce como una flor inversa que florece hacia adentro: pálida celulosa de sus cuerpos turbados que pego en las paredes duras del solitario. Extendido entre muertes, solo como una hectárea, dolido entre los meses rojos y ferroviarios, con un libro sin hojas y unas gafas cansadas, muero ordenando trapos y nombres de mujeres. (Umbral)




Este es un espacio literario.
Eso no excluye que a veces cuente cosas de mi realidad.

Por ejemplo, ya he contado aquí que me casé hace tres años con E y que mi relación con ella es activa, plácida, variada. No tenemos hijos.
También he contado que tengo una amante, B.
Soy un hombre de mi tiempo, avanzado, progresista, de ideas liberales, un hippy con corbata.
La verdad es que en este tiempo he contado casi todo sobre mi vida.
Queda algo.

En un matrimonio tan largo hay lugar para muchos cambios. Amo a E, es una mujer inteligente, sensual, muy atractiva, independiente y cocina la pasta italiana como nadie (tiene parientes en Roma). Nos llevamos bien, disfrutamos mucho juntos.

El hecho de mi relación con B es puramente casual, o sexual para ser más preciso. Trabajamos en la misma empresa. En una convención en Barcelona, hace un año, después de las aburridas sesiones de protocolo empezamos una conversación en la cafetería del hotel, de ahí tomamos una copa, luego otra, seguimos la charla en mi habitación y a la mañana siguiente dejamos ya de hablar de trabajo para hablar de esa noche primera, inolvidable.

Repetirlo a partir de ahí fue fácil, necesario y grato. Nos juntábamos en cualquier sitio, en la sala de reuniones cuando todos se habían ido, en el hotel de la playa, en su casa cuando su marido estaba de viaje. El hecho de trabajar juntos nos proporcionaba la coartada suficiente para evitar comentarios molestos que pudieran llegar a oídos de mi esposa.
Esta relación no me alejó de E, al contrario, estimuló nuestro matrimonio y las noches eran más imaginativas, no tan intensas dado mi exceso de actividad, pero igualmente apasionadas.

Así continuamos durante varios meses, hasta la cena de la oficina, una de esas aburridas reuniones donde los hombres hablan por un lado y las mujeres por otro. Se conocieron, ellas. Me resultó excitante ver a B y E charlando animadamente. Todo fue bien, tanto que mi esposa invitó al matrimonio a cenar en nuestra casa el siguiente fin de semana. E no sospechó nada. B estuvo discreta.

La cena fue un éxito, la conversación animada, bebimos un poco y tratamos de temas calientes, los cuatro reíamos, contentos. En algún momento E hizo una indicación sobre mis habilidades y B me miró con ironía. Pero todo terminó de manera satisfactoria y ese fue el inicio de una relación amistosa entre las dos parejas. Eso no excluyó que B y yo nos siguiéramos viendo –etcétera- en cualquier oportunidad.

Se hicieron amigas, era inevitable. Quedaban para ir de compras, para ir al gimnasio, al cine. Parecía que se conocieran desde siempre. Lo pasaban bien, se divertían, sobre todo se divertían mucho juntas. En algún momento llegué a sentirme celoso.

Aquella tarde me sentía cansado, malhumorado, había perdido una cuenta importante y para colmo B no estaba en el despacho. Decidí irme a casa antes de la hora de salida. Ya al abrir la puerta noté algo extraño, un rumor al fondo de la casa. Claro, allí estaban, puede oír sus voces, cómo no lo había sospechado. E y el marido de B abrazados sobre la cama matrimonial, mi cama, mi propia cama, hostias. Nos miramos, los tres, cerré la puerta y me fui.

Seguimos reuniéndonos para cenar, los cuatro. Ahora B y yo apenas nos buscamos. Prefiero no saber si E busca al estúpido del marido de B. Somos personas civilizadas, modernos, desenvueltos, de hoy, pero espero el momento para partirle la cara a ese hijo de puta.

Este es un espacio literario, repito.
Bueno, sí, ya basta, que no se ría nadie.



domingo, 29 de junio de 2014

No, desde aquí, no.

El amarillo, el verde, el encendido
rojo sólo para morir
bajo el tendido velo del otoño.

La luz no está en la luz, está en las cosas
que arden de luz tenaz bajo la lluvia.

Nada tiene más fuego en sus entrañas
que la melancolía ardiente de esta hora.

Nada tiene más fuego que la ausencia.

¿Llorar?
Lloradme nunca.
Me he perdido
con el aire en las bóvedas tan bajas
de un cielo que, piadoso, me disuelve.

(Valente)



No, desde aquí, no./Angustia del tiempo que vendrá./Investigación desde la sospecha.

No era esto y es demasiado tarde para pedir prórroga, para empezar de nuevo. La suerte está echada y la alucinación de los santones se apodera del mundo. Plañideras que esconden misterios entre sus velos negros, no saben de la timidez, la fiebre se ha apoderado de sus conciencias. Este es un sacrifico estéril, la confirmación de un fracaso, el hombre ardiendo en la hoguera de su propia lucidez.
Hay una rapsodia de estrellas en fuga./ Hay una flora amarga creciendo en el desierto./ Hay una voz que reclama placer inmediato./ Hay una lluvia de lágrimas desconocidas.

Certeza que devora la incertidumbre./ El viento de la muerte se lleva todo./ No, desde aquí, no.


sábado, 28 de junio de 2014

Walter.



"Stay out of my territory"

Carlos, he despertado y resulta que es sábado. Me he liado. Me he saltado un día. Esto de viajar. Pensaba que era domingo. A veces pienso cosas raras. Como todos ¿no? Vale, otros piensan cosas más o menos raras. Cierto. Tampoco es cosa de aplicar un medidor individual de rarezas. Que piense cada uno lo que quiera. Solo hay una norma, en mi caso al menos. No sé si has visto Breaking bad. Te la recomiendo. El protagonista es Walter White, un hombre que empieza pacífico y va modificando su conducta, pero tampoco es cosa de resumir sus más de 50 capítulos. A lo que iba, en el doce de la temporada dos de esta serie hay un momento en el que el Walker, un hombre pacífico, ya te digo, sale de un supermercado, se encara con dos presuntos traficantes de droga y les espeta, serio: “no os metáis en mi territorio”. Los dos traficantes, mal encarados, amenazantes, le miran, reculan, se suben a su furgoneta y se van. Una escena impactante. Breaking bad. No te la pierdas, Carlos, sobre todo hoy que es sábado y pensaba que era domingo.  


    

Random

De Bilbao y arrasando

Intangible


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viernes, 27 de junio de 2014

Derroche

Y nosotros lo contemplábamos maravillados
en las cabañas húmedas del miedo
(Valente)


Derroche del que da lo que no tiene, desborde de mar insumiso en olas, riada, agua que cae del desierto, de abajo arriba, se nos van a mojar los pantalones del alma, se nos va a mojar el alma, desalmados, arrecife con tigres que naufragaron, isla que emerge, Atlántida inversa, no os comáis las margaritas, monedas enterradas en el fangal, caza y captura del diferente, del que no es cómo, del otro, color, credo, acento, no entiendo, habla en cristiano, llegaban en pateras aéreas, paracaidistas de invierno, caían sobre los sembrados y ya no era el hambre, era otra cosa, también duele dentro, en un punto indefinido del estómago, del cielo del pecho, del horizonte de los pulmones, quizás quiero a los que no conozco, sólo, quiero estar en la plaza, ser esa mano que se agita con otras manos, quiero escoger con quién estoy, no más malas palabras, no más frío, no más obligaciones porque siempre ha sido así, alto, fin, se acabó, empieza otro tiempo, empieza la vida y estaré en una playa aunque llueva a mares, se desborde el mar y se ahoguen los calamares, riada desde el desierto, llegaremos a París, pon X, más lejos, vamos a partir, el que quiera que suba, aún hay billetes, viajeros al tren.



jueves, 26 de junio de 2014

Cherokee fugaz.




Es fugaz la Belleza y lo sabía mientras abría la puerta de par en par y ella entraba  llevando entre los brazos melocotones, cebollas y  olores de rocío.  Gemía la madera a su paso, tintineaba el vidrio en las ventanas, ondulaban las cortinas con el viento de su falda, el gusano de seda de las palabras se colaba por los oídos y salía como una mariposa entre sus muslos.

Para ella  preparaba cada día un altar con capullos de petunias, con naranjas, dejaba imágenes de vírgenes morenas, cruces, un pequeño Ganesh, un san Pancracio, el Niño Jesús de Praga, aromas de mirra y olíbano, de romero, de clavo y canela, mantras de om, mi corazón, en fin, encima de un plato blanco.

Los poetas hacían pequeñas marcas de tiza en el umbral de la casa indicando que aquí venía, que a las doce y treinta llegaba la Belleza. Algunos se escondían detrás de los árboles y podía escuchar sus cuchicheos y gemidos, sus ay, la inspiración les rondaba y la envidia caía sobre ellos como hollín. 

Todo esto fue antes de la herida de la huida, de la incipiente palidez del recuerdo, el silencio asomado a su propio abismo, los párpados cerrados como en un naufragio, las lágrimas que arrasan el puente que Jack construyó.

Después fue el estupor, el dolor como una mellada hoja de acero en la garganta, la búsqueda de un bálsamo junto al fuego hogareño, lo de siempre, buscar la dulzura en las cerezas, yacer rígido sobre la sábana, los pies sobre una pequeña almohada y recitar para el correveidile hasta que la garganta grazne.

Travesía traviesa de muro a muro, me miro en el agua y ese soy, ese era, desgrano las palabras que dije, invento las que no dije, me arrastro hasta la pared y aparto huesos y plegarias, me hago fuerte detrás de la empalizada del bla, hipócrita música que disfrace la leve esperanza, quizás se ha equivocado y está en otra estación, en la próxima.

Míster, ¿me da una moneda para el metro?



miércoles, 25 de junio de 2014

Astronauta




Un astronauta es un dibujante colgado de la negra piel del universo, un ave de presa que se disfraza de ángel con escafandra, un investigador de espacios no transitables por bandadas de patos, por vientos de superficie arrastrando veletas con cabeza de gallo. Es un físico sin codicia por las olas de mares detenidos, por nubes como cicatrices, por piedras temerosas del rocío. Un matemático limitado a diez números, a contar al revés, de más a menos, de todo a nada, una paradoja que acaba en cero y empieza un viaje al más allá o al infinito, a un agujero negro o a un resquicio de eternidad, rincón donde viven los vigilantes celestiales, si los hubiera, si desde un azar de estrellas muertas y espacios inabarcables su mirada otease el afán de saltar a esa nada sin color, ahí arriba, tan lejos. Un astronauta es un hombre con muñones en las alas.

Pienso esto mientras paseo por la Vía Apia. Soy otro turista más, anónimo detrás de unas gafas negras. Algunos me gritan:"Johnny, Johnny ¿dove vai?". En los abarrotados estantes de la Feltrinelli encuentro un curioso “Il cha-cha-cha dei cosmonauti”. Escucho esta música de Battista Lena en una habitación con espejos, en el palacio junto a Trevi, una marea de japoneses y españoles bajo la ventana, la niebla de siglos detenida en una esquina de patio, entre la hiedra que amordaza los inmóviles caballos de mármol blanco.

Aspiro la noche de mayo. Estoy aburrido de estar en Roma. No sé quién es esa joven que duerme, plácida, con sus grandes glúteos rosados, su melena rubia desparramada sobre la almohada.

Me viene a la cabeza, una y otra vez, una ventana redonda enmarcando una Tierra luminosa, pequeña, lejana.

Y aquella sombra, fugaz, inaudita, inquietante.

Y la Voz.

Mañana nos recibe el Papa, seguiré el protocolo, debo arrodillarme y besar su anillo.

Él pondrá sus manos sobre mis hombros y realizará la pregunta.
Le contestaré: no, no vi ningún dios.

Quiero volver a California.



martes, 24 de junio de 2014

Ándele.



Duración.

Mis alas te las dejo. 
Agítalas con fuerza, toma impulso. 
Yo prefiero quedarme entre los hombres,
volver a hundir mis pies en tierra blanda.

Qué si hasta el misterio se derrumba. 
Me puedes encontrar detrás del árbol. 
Quién ha dicho que el tiempo verdadero 
nos tiene que durar más que la vida.

Joaquín Pérez Azaústre.





Se entornó la puerta con un relajante sonido de bisagras y por la rendija ondulante escaparon los poetas. Antes de esta huida solo unos pocos sabían de su existencia. Cuando la televisión lo informó, los de siempre tapiaron la carretera del litoral, por si acaso. Por allí no pasaría esa gente rara con sus labios rojos, con lirios en la pechera y una bandera Richard.

Acababa de entrar el verano y a muchos lugareños les daba miedo tropezarse con algún rimador de oscuros versos al volver de la playa, bien sentados  debajo de una higuera o mordisqueando una tableta de chocolate con almendras o escribiendo para damas enlutadas a la luz de un candil de noctilucas.

Al atardecer entró la niebla y el perdón y eso fue lo peor, los mirlos se enredaban en los alambres de tender las pasiones y las muchachas  nerviosas buscaban a los escritores en miradas que metamorfoseaban lo inexistente con el futuro. No había forma de arreglarse con ellas en lo real, en la ausencia de ternura, en el sexo a deshoras.

Los poetas azules son gente creativa, van y vienen buscando la voz, la carretera al otro lado, generalmente las encuentran a la tercera o la cuarta. Los poetas amarillos se dejan morder por perros de rutina y  pierden experiencias diversas, pañuelos en los autobuses y la virginidad detrás de una tapia de complejos y miedos.

Para septiembre ya nadie recordaba a los fugados. Alguien dijo que vio un reguero sangriento en una acequia, otro que el campo de remolachas se había teñido de augurios y se agostó, otro más acarició con sus manos callosas  el tronco de un cedro y los dedos se le llenaron de ruidos.

Una noche los poetas salieron de un agujero, uniformados y ciertos, numerados y diferentes, les guiaba un ciego. Se agazaparon como ardillas ante la puerta, cerrada, y esperaron. Cuando al separarse las nubes brilló la luna, como en una revelación, supieron de la conexión entre el riesgo y la creatividad y las risas de los otros o su indiferencia, el profundo significado de apostar por algo que no es nada, dejar en un frasco de cristal las horas arrugadas y arriesgarse a que lo de hoy, por ejemplo, no lo entienda ni dios.

Se dispersaron.


lunes, 23 de junio de 2014

Todo pasa y todo llega.

 

Para quienes todavía no son viejos, ser viejo significa que has sido. Pero ser viejo también significa que, a pesar de haber sido, además de haber sido y aunque hayas sido en exceso, sigues siendo. [...] Todavía eres, y te obsesiona tanto el ser todavía y su plenitud como el ya haber sido, lo pretérito. Considera la vejez de este modo: que tu vida esté en juego es un hecho cotidiano. Uno no puede eludir el conocimiento de lo que le aguarda dentro de poco. El silencio que le rodeará para siempre. Por lo demás, todo es lo mismo. Por lo demás, uno es inmortal mientras vive.
El animal moribundo (Philip Roth)



Ragnar Axelsson (Islandia)

Juan ha sido un hombre enérgico, emprendedor, un luchador por lo suyo y para los suyos. Ha formado una familia que le rodea y le quiere. Se puede decir que ha tenido una vida llena. Ha trabajado mucho pero también ha disfrutado. De fuerte constitución física, no ha tenido ninguna enfermedad importante.

Su pasión ha sido la pesca. Siempre ha sido un enamorado de Cádiz, de su clima, sobre todo de las gentes que allí viven. Desde que se jubiló viajaba allí cada seis meses, para estar, para pescar. Disfrutaba en la paciente lucha por capturar grandes peces.

El año pasado tuvo un serio problema de salud. Se recuperó parcialmente, aunque ha perdido bastante visión de un ojo, su cuerpo sigue con parecido brío, se comporta como un hombre joven, camina muchos kilómetros todos los días. Pero su mente ha quedado en un estado limitado, ha vuelto a la niñez.

Hace dos semanas su hija le reprendió por tanta actividad.

- Papá, no puedes salir tan lejos tú solo.
- Llego hasta ahí y el doble, soy un deportista–dijo él-
- Ya, pero tienes ochenta y tres años y ya no puedes jugar con tu salud- dice la hija-.
- ¿Qué?, ochenta y tres años, estás loca, no tengo esa edad.
- Si, papá, los tienes, ochenta y tres años cumplidos en mayo.
- No.
- Sí, los tienes, estás muy bien pero los tienes, dos más que mamá.


Juan se queda callado. Mira por la ventana. Piensa. Da vueltas por la habitación. Se sienta. Entonces- dice- soy un viejo, un viejo. Sus ojos se llenan de llanto, de un llanto sereno y hondo, de lágrimas que brotan de la comprensión de su realidad. Sale de casa y camina hacia la playa.




domingo, 22 de junio de 2014

Azar.



Asomarse, dentro, al desencanto, al abismo interior, reconocerse./ Dar nombre a los miedos./ Discernir entre la levedad y lo supremo./ Detener la música, no sirve, centrarnos en la soledad./ Ensimismarnos en las preguntas antiguas./Temblar de espanto ante el silencio ilimitado./Tomar del armario una chaqueta al azar./Salir a la noche despierta de los infelices./Perdernos en las calles solitarias./Mirar absorto los puentes, la invitación de las cornisas, la sombra bailarina del vacío./No esperar ya nada de este tiempo dolorido./Caminar junto al borde de la ría en su pausada bajamar./El ayer no sirve, hoy es esta orilla, línea de esperanzas ahogadas./Vagar errante bajo la fina lluvia./

No le he visto, ha salido de repente, no he podido hacer nada.”
Sirenas, ambulancias, policía.

¿Esto era todo?, ¿esto es la agonía?
Los enigmas se llenan de respuestas.

sábado, 21 de junio de 2014

El efecto de Zeigarnik

Ha pasado un mes y Carmen aún no me habla. He inventado las cosas más disparatadas. No me cree. Algo se me ocurrirá. No puedo decir la verdad. Sería peor. Si supiera que es Marta nos fulmina a los dos. Tantos años trabajando juntos. Aprecio mucho a su marido. Soy padrino de su hijo pequeño. Fue tan de repente. Espero que nadie nos vea entrando en el hotel. En los últimos años a Carmen no le apetecía demasiado… Qué diferentes son. Quizás debí discutirlo con ella. ¿Qué digo? Carmen jamás l




“Se llama «efecto Zeigarnik» al fenómeno psicológico de tensión o evocación que deja una tarea o una experiencia que quedó inconclusa o incompleta. El efecto de Zeigarnik indica que la gente recuerda las tareas inacabadas o interrumpidas mejor que las terminadas. Fué Bluma Zeigarnik quién primero estudió el fenómeno después de notar que los camareros se parecían recordar órdenes solamente siempre y cuando la orden estaba en el proceso de ser servido. Algunos sugieren que los estudiantes que desean recordar mejor material dejen aprender inacabado al tomar roturas, según el efecto. También se sugiere que el efecto está detrás del dispositivo del diagrama del cliffhanger.”

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