domingo, 30 de junio de 2013

Poesía, hoy





UNA IDEA DE LIBERTAD.



Cuando más cogido por los huevos me tienen,

busco la ventana por donde se ve más lejos
y me quedo allí
con la nariz aplastada
esperando siempre
unos pájaros
que nadie ha visto
que sé existen,
pero que no vienen.

Antonio Orihuela 



LOS LÍMITES

Necesitamos testimonios que enciendan en nosotros
el recuerdo de lo más profundo.

Cuando éramos niños teníamos un margen de conciencia
dedicado al Resplandor.

Podíamos ver más allá de los nombres y las cosas. Arder de
amor por los pobres y los muertos. Visitar regiones
invisibles atravesando las azules tinieblas de las
habitaciones.

Traíamos de aquellos límites -siempre frágiles- descalzos
los pies, una peligrosa tristeza y extrañas imprecisiones en
el vocabulario.

Y, cerrando los ojos, volvíamos a ver con claridad lo que
habíamos penetrado
y descansábamos, como dormidos, en el regazo de nuestra
madre
que nos creía y jugaba con nosotros, otra vez, a retirarnos
de la muerte.






Disipación de la magia


es inútil besarse la boca
la saliva brota
como un orgasmo a destiempo
es inútil rebosar de meado
las escupideras de nácar
ya no hay tiempo
para el beso sosegado
ni para el silencio de las alondras
en las álgidas tardes de verano
el lenguaje se desnuda
en los escaparates del olvido






Alabanza tuya

Es malo que haya
gente imprescindible.
No es muy buena
la gente que a sabiendas
se vuelve imprescindible.
La fruta
ha de continuar atesorando sol,
no ha de menguar la fuerza del torrente
si por acaso un día
se pierden unos labios.

Pero
         -y este pero me abrasa-
no puedo
decir que sea malo
que tú seas imprescindible.


Jorge Riechmann 





Joel Dicker

“«Me gustaría enseñarle a escribir, Marcus, no para que sepa escribir, sino para convertirle en escritor. Porque escribir libros no es nada: todo el mundo sabe escribir, pero no todo el mundo es escritor.

—¿Y cómo sabe uno que es escritor, Harry?

—Nadie sabe que es escritor. Son los demás los que se lo dicen.»”

 “La Verdad Sobre El Caso Harry Quebert.” Joel Dicker.


(Léanlo, se lo recomiendo encarecidamente)

31. En los abismos de la memoria

«El primer capítulo, Marcus, es esencial. Si a los lectores 
no les gusta, no leerán el resto del libro. ¿Cómo tiene pensado em­
pezar el suyo?

—No lo sé, Harry. ¿Cree usted que algún día lo conseguiré?

—¿El qué?

—Escribir un libro.

—Estoy convencido de ello.»

 “La Verdad Sobre El Caso Harry Quebert.” Joel Dicker.



Tanto tiempo dejándome llevar por la corriente del blog y resulta que este lleva varios malherido y aún no me he dado cuenta. 

 No vienen (tantos) visitantes, no hay comentarios, ni siquiera aquellas alabanzas a la música y las fotografías, que ya es decir. 

 Es un problema de (mi) pituitaria. 

 El interesado siempre es el último que se entera (ciego, las estadísticas me avisaban). Aún así, dado mi elevado grado de inconsciencia, de obstinación y cómo no, de necesidad de contar, seguiré intentando asomarme aquí cada día, pues estaríamos buenos, no se dan cuenta que lo necesito, esto es una terapia, y gratis, además quizás alguna vez consiga escribir algo bueno. 

 Pues eso. 

 Hasta mañana.



sábado, 29 de junio de 2013

Barroco exuberante



Barroco de ayer y de hoy en el Guggenheim


El concepto de "barroco" se aleja de la pompa y el exceso y deja paso a una vitalidad precaria, exaltada, redescubierta, perdida y amenazada por la muerte. Bajo el título Barroco exuberante. De Cattelan a Zurbarán, el Museo Guggenheim recoge una selección de pinturas contemporáneas junto a obras del siglo XVII que reflejan cómo el pasado y el presente de esta corriente, con sus diferencias y similitudes, conviven para enriquecerse mutuamente y generar nuevas (y sorprendentes) interpretaciones.


















viernes, 28 de junio de 2013

Traqueteo en el estilo tardío.

“Tocada por la muerte, la mano del maestro libera los materiales que usó para darles forma."  (Theodor W. Adorno)






 El estilo tardío, creador, aún, no repetitivo, no senil, abierto, no recluido, no exiliado en el recuerdo de toda una vida, fecundo, aún, libre de obligaciones formales, de la propia obra anterior, contradictorio a veces, desasosegado, con esfuerzo, aún, apasionante, sin/con anacronismos, lleno/vacío de anomalías, dentro de una estructura estética, o rompiéndola, pirueta, con memoria, tachando lo anterior, o reafirmándolo, otro estilo, consciente del presente, reconciliándose con el pasado, o rompiéndolo, haciéndolo saltar por los aires, dinamitando lo que fue, dejando constancia de lo que es, aún, el estilo tardío.

Y después te mueres.


jueves, 27 de junio de 2013

Conversaciones, sí.



Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu
 al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu piel,
 tus pétalos vivientes. 

Atravesando los aniversarios, a veces viajan las palomas ebrias
Venga desnuda tu misericordia, ah paloma mortal, hija
 del campo.

(Antonio Gamoneda)


 –¿Nunca habías visto una mujer desnuda?

Nunca, antes he visto mujeres sin ropa, el breve tiempo de entrar a la habitación en una penumbra absurda. Además siempre voy medio borracho. No es contemplación lo que busco.

Te conozco, esta te ha marcado, no dejas de pensar en ella.

–No digas tonterías, vamos a tomar otra copa.

–Como quieras.

(Su piel es de marfil, de porcelana, es blanca, de la substancia de la que están hechos los dioses. Flota sobre las sabanas, sin peso, es perfecta. Ríe y me llena de luz, me abraza y el mundo se detiene.)

Tenemos que volver al hotel, mañana salimos temprano.

Vete tú, me tomo otra y voy.

(Me mira y siento que ve todos mis pecados, que me absuelve, con un dedo hace cruces en mi frente y olvido quién soy, qué hago en el mundo, oculta mis abismos.)

Etc, etc.


miércoles, 26 de junio de 2013

Obstinación

Tuve un amante que ensalzó mis caderas
 y mi forma de amar intensa y silenciosa. 
 Podría ser aún como un río de luz en tus brazos. 
 No sé qué te retiene, si furtivo, he visto 
 un destello de ardor en tu gesto al pasar. 

(Clara Janés)




No es obstinación, quiá, es ni más ni menos rutina (Conjunto de instrucciones que en un ordenador sirven para controlar una función o realizar una operación que se repite con mucha frecuencia), todo lo hace la máquina, es decir, no hay que pensar, imaginar, escribir, escoger, no, usted toca un botón (a veces dos) y la máquina se encarga de la tarea, funcional, mecánico, automático, zass, plom, crack, el puente diario construido en el ardor de la noche desapasionada, nada por aquí, nada por allá y qué me está contando, pues eso, buenos días, es verano pero llueve, que usted lo pase bien. 


(Zurbarán)

Jeanette Winterson

NACIDA en Manchester e hija adoptiva de una pareja de escasos recursos económicos, Jeanette Winterson creció en un entorno donde escaseaban los libros y abundaba el fervor religioso.

A los dieciséis años la autora abandonó el hogar para estudiar en Oxford y vivir su primera aventura de amor con una chica. A los veinticuatro años publicó Fruta prohibida, que en su día ganó el Whitbread Award a la mejor primera novela y fue llevada al cine. En 1986 apareció La pasión, a la que siguieron Espejismos (1989), Escrito en el cuerpo (1992), Art & Lies (1994), el libro de ensayos Art Objects (1995), The PowerBook (2000) y, en 2004, La niña del faro, la novela con la que Lumen inauguró una biblioteca dedicada a las obras más destacadas de la autora.

En 2012 se publicó ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, un libro de memorias extraordinario, y ahora llega La mujer de púrpura, su novela más reciente.




http://nuriavarela.com/la-mujer-de-purpura-nuevo-libro-de-jeanette-winterson/

Hoy también, Rayuela

‘Rayuela’ y la iglesia cortazariana

La novela creó seguidores, adeptos, creyentes. Ese carisma tiene una probable explicación: fue una tremenda propuesta vital, un modo de vivir y entender las relaciones humanas



Imagen del escritor Julio Cortázar en la exposición del Intituto Cervantes de París. / ANTONIO GÁLVEZ
Leer Rayuela hoy, 30 años después de la primera vez, me deja algo perplejo. Es, de un lado, una novela muy contemporánea, pero al mismo tiempo una narración sorpresivamente clásica. Me intriga que a pesar de su deseo explícito de dinamitar el concepto tradicional y autoritario de novela decimonónica, Julio Cortázar haya usado para los capítulos de argumento, en los que se sigue la vida de Oliveira, precisamente un narrador en tercera persona (¿por qué no desde el yo del personaje?). El mismo omnisciente de las novelas de Galdós del que Oliveira se burla. El resultado es que el espíritu juguetón del lenguaje acaba siendo un atributo del narrador, y con frecuencia ahoga a Oliveira y a los demás personajes. Hay aquí y allá primeras personas "engastadas" (las Morellianas, por ejemplo), voces y citas cultas y música y poesía e ideas, pero el tono general es el de la omnisciencia.
De otro lado, es en la fragmentación y en su carácter aluvional dondeRayuela sí es una novela muy contemporánea. O al revés: una parte de la contemporaneidad, por ese motivo, es cortazariana. La relectura que Roberto Bolaño hizo de Cortázar, por ejemplo, fue y sigue siendo una de las claves de la novela actual, en lengua española, por la búsqueda de estructuras más originales y expresivas.

Es en la fragmentación y en su carácter aluvional donde Rayuela sí es una novela muy contemporánea
Pero lo más llamativo, visto desde hoy, es lo que podríamos denominar la "iglesia cortazariana", ese ejército de lectores-muyahidines de España y América Latina (con excepción de Francia, donde vivía, Cortázar tuvo poca repercusión en otras lenguas) que daban la vida por él, que juraban en su nombre y se sabían de memoria pasajes de Rayuela. Más que lectores, Cortázar tuvo seguidores, adeptos, creyentes. Ese carisma tiene una probable explicación y es queRayuela fue en su época una tremenda propuesta vital, un modo de vivir y entender las relaciones humanas. La gran revolución de Cortázar enRayuela fue proclamar que la vida cotidiana debía considerarse bajo presupuestos estéticos, y en esto sí que fue un adelantado de su tiempo. Artistas como Sophie Calle, cuyas obras son "intervenciones" sobre su propia vida, parecen haber surgido de él.

La gran revolución de Cortázar fue proclamar que la vida cotidiana debía considerarse bajo presupuestos estéticos.
Recuerdo a mis compañeras de la Universidad Javeriana de Bogotá el día de su muerte, 12 de febrero de 1984. Eran las viudas de Cortázar, todas vestidas de negro. La "iglesia cortazariana" de mi ciudad estuvo abierta y en vela toda la noche, y ahí nosotros, tan lejos de todo aquello que nos parecía importante, en nuestra esquina provinciana y lluviosa del mundo. Yo no adopté el luto, pero me mantuve en silencio por 24 horas en señal de disgusto cósmico, y cuando recuperé el habla dije que iría a vivir a París. Tenía 17 años. También hubo una proclamación universal de dolor por parte de la internacional de "cronopios" unidos. En la "iglesia cortazariana" todos éramos cronopios, por supuesto, y esto es algo que, con el tiempo, señala una diferencia de época: hoy Rayuela es sólo una novela (ya no un texto sagrado), y a pesar de su enorme carisma la verdad es que el entusiasmo reblandece ante ciertos aspectos argumentales, como eso de que un grupo de varones desprecie intelectualmente a una mujer, La Maga, porque se pierde en los retruécanos culteranos del Club ("esto es el Meccano 7 y vos apenas estás en el 2", le dicen), pero siguen con ella porque todos, grosso modo, quieren llevársela al huerto. Según el narrador, Oliveira la ama, pero ese amor no se percibe más que en los celos sexuales o en la nostalgia que siente cuando al fin La Maga se va. Talita tampoco sale muy bien librada. Este machismo primario, que hoy produce algo de sonrojo, era invisible en los años sesenta. También el exhibicionismo intelectual sonroja un poco.
Lo que Rayuela cuenta es bastante clásico y reiterativo: el exilio y la escisión de dos mundos a través de una proclama libertaria y estética, con un argumento de amor tradicional en el que la mujer desaparece y el hombre la añora y busca. Como en Los novios, de Manzoni o en La Vorágine, de José Eustasio Rivera. Pero lo tremendamente moderno deRayuela es su escritura. No por los saltos de capítulos y la supuesta "posibilidad de elegir" el propio camino (esto es más un artificio teórico que algo real, pues para hacerlo habría que leerla antes al menos tres veces). Es el modo de narrar lo que la hace moderna, lo que aún hoy sigue siendo deslumbrante e hipnótico. La escritura de alguien inmerso en la música y la poesía, con un oído magistral para el diálogo y una sensibilidad fuera de lo común. El episodio de Berthe Trépat contiene todo esto y es de lejos lo mejor del libro.

Es el modo de narrar lo que la hace moderna, lo que aún hoy sigue siendo deslumbrante e hipnótico
Me pregunto si hoy una editorial se atrevería a publicar una novela como Rayuela de un desconocido llamado Julio Cortázar, y la verdad es que lo dudo. Le dirán que es muy larga, que los capítulos prescindibles, en el fondo, sí que son prescindibles (y en muchos casos lo son), y que las referencias cultas dejan por fuera al 95% de los lectores. Si no le envían una carta estándar de rechazo, seguro que le dirán algo así. Porque Rayuela fue uno de esos libros que no buscó adaptarse al gusto de la masa lectora de su época, sino todo lo contrario: oponiéndose a ese gusto, lo que pretendió fue modificarlo, enriquecerlo, hacer que fuera más complejo y exigente. Y sin duda lo logró, lo que ya es mucho. Pero justamente por ese riesgo sus posibilidades editoriales, hoy, serían casi nulas.

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/06/24/actualidad/1372086726_657169.html

martes, 25 de junio de 2013

Muerte de un crítico en martes.

 "¡Están locos estos romanos! (Asterix




Con la nostalgia huida, o en barbecho, una mujer está tumbada bajo la urdimbre de palabras tentadoras que se balancean en un árbol poblado de pájaros dormidos.


Un hombre repetido, sin memoria, olvidado el que fue, agita ramas de sauce al paso de la comitiva del amor. ¿Se puede recordar lo desconocido?


El deseo como problema, el amor como utopía, pasajeros perdidos en una estación vacía, ausencia que silencia, aire sin sonidos, la separación abrió un espacio desierto.


Aún es posible encontrar luz en lo fortuito.



De hoy mismo

Las mil vidas de la ‘Rayuela’ infinita

La obra maestra de Cortázar cumple 50 años.

Una reedición actualiza un libro con un inagotable poder de seducción entre escritores y lectores de varias generaciones

Julio Cortázar, en el Pont Neuf sobre el Sena, en París. / ANTONIO GÁLVEZ
Antes fueron Bestiario y Las armas secretas, dos libros que tuvieron una recepción muy limitada en Buenos Aires, igual que había sido limitada la aceptación del primer libro de Jorge Luis Borges. Pero aquellos dos primeros libros de Julio Cortázar le abrieron al gran escritor de Rayuela,que entonces era un muchacho todavía, las puertas de un conocimiento excepcional que marcaría su trayectoria editorial y la propia existencia de su novela más famosa. Ese editor era Francisco Porrúa, trabajaba en Minotauro, pero pronto se asoció con Sudamericana, donde Cortázar acabaría publicando esa novela hace ahora, esta semana, 50 años.
Rayuela empezó a crecer en seguida. Pero para llegar a ser la novela más exigente de Julio Cortázar, este tuvo que cumplir algunos requisitos muy exigentes consigo mismo. En primer lugar, como él le contaría poco tiempo después a Luis Harss (Los nuestros, recientemente reeditado por Alfaguara), tuvo que desprenderse para escribir esa novela de modos y de precipitaciones que eran habituales en sus libros anteriores, y sobre todo en Los premios, un divertimento que precedió, hasta en ciertas estructuras, a la Rayuela que lo hizo escritor de culto en todo el mundo, para jóvenes y no tanto. Hasta entonces, concedía Cortázar en su conversación con Harss, se fijó poco en las personas y más en su propia imaginación, en las figuras que poblaban su mente y por tanto sus libros. Rayuela iba a ser rabiosamente humana; en otras palabras, era una novela del ser más que una novela del estar.
En sus conversaciones epistolares incesantes con Francisco Porrúa (que figuran en un apéndice de la edición de Rayuela con la que Alfaguara conmemora ahora el cincuentenario de la primera edición) Cortázar hizo evidente esa preocupación existencialista de su obra y quizá de su pensamiento de la época, en el tiempo en que aún mandaban en la estructura intelectual contemporánea las consecuencias de la guerra en Europa. No solo eso, también las heridas elementales que causaba en los emigrantes argentinos la lejanía de su patria. Era una novela extraña entonces, pues en ella cabía todo el mundo, como en las obras de Shakespeare, y había ritmos y canciones y conversaciones sincopadas como el jazz. En esas conversaciones, así como en las notas editoriales, que eran asimismo abundantes, Cortázar dejó muy claro que él no quería engañar al lector, sino escribir una contranovela, un libro que no se pareciera a las novelas y que tampoco se pareciera a nada de lo que había escrito hasta entonces, aunque sería inevitable que los rayuelitas (como dice Harss) se sintieran tambiénrayuelitas leyendo la extraordinaria colección de cronopios en los que Cortázar se hace eco de cosas que oye en la calle o en su casa.
Rayuela no nació para ser un libro cualquiera; no es una colección de narraciones, tiene una estructura natural, que se lee de corrido, o bien tiene la estructura que Cortázar quiso reglar a sus más audaces seguidores; los capítulos se podían suprimir o seguir en el curso que el autor indicaba. Ese juego (como todos los juegos de Cortázar) tenía una alta graduación poética, le permitía romper, él lo decía, con la solemnidad de discurso que a veces tienen los libros y, además, estaban concebidos para hacerle hueco a la enorme capacidad de dialoguista que ya había ensayado con maestría en Los premios.Fueron juegos que combinó con momentos extremadamente solemnes o duros de la novela, cuando muere el niño Rocamadour (alrededor hay un ruido que no se entiende) o cuando Olivetira, el héroe de la novela, requiere en Buenos Aires ciertos materiales de fontanería que ha de entregarle la mujer a la que ama desesperadamente, sobre todo porque duerme con otro.
Es un libro genial que la gente recuerda como un emblema. Del amor (capítulo siete), del existencialismo (la muerte, la conversación sin límite, el destino) y de la poesía. Quien toca este libro toca a un hombre, y no solo toca a su autor, que es el médium en realidad de un aire que flotaba entonces, la extrañeza de la vida trasladada a la extrañeza de la literatura. ¿Por qué cautivó a tanta gente (y por qué indignó a algunos)? Porque era esperada. Y se convirtió en un lento éxito mundial. Una joya que aún se degusta como si no hubiera pasado medio siglo. Algunos creen que pasó de moda, que el tiempo la sepultó hasta convertirla en una reliquia de exquisitos. Hace 20 años ya se decía eso, sobre todo en España, donde hubo entonces una reticencia suicida con respecto a lo que hizo posible el boom de la literatura latinoamericana. Entonces, un grupo de editores de Alfaguara, que ahora reedita Rayuela, decidió, con la complicidad del artista Eduardo Arroyo (que dibujó el capítulo siete) y la Fundación March, Aurora Bernárdez y Carmen Balcells organizar una campaña para elevar el espíritu del conocimiento de Cortázar. La campaña se llamó Queremos tanto a Julio y consistió en una serie de actos en la fundación. Un grupo enorme de jóvenes se acercó, como para ir a un concierto. Fue entonces la resurrección española de Cortázar y, sobre todo, el regreso solemne, o divertido, de una novela que quien la leyó, no solo la leyó dos o tres o más veces, sino que ahora querría leerla nuevo. No para saber cómo era, sino para saber cómo es.

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