sábado, 30 de noviembre de 2013

2º festival del grabado contemporáneo.



Creaturas



Darío de Regoyos


, de

Darío de Regoyos (1857-1913)

La aventura impresionista
Sala BBK
07|10|13  26|01|14
Organizada con ocasión de la conmemoración del centenario del fallecimiento del principal representante español del impresionismo, la exposición Darío de Regoyos (1857-1913). La aventura impresionista reúne en una gran muestra retrospectiva más de 130 obras –entre óleos, pasteles, acuarelas, dibujos y grabados– que dan a conocer las formas de expresión, los intereses temáticos y la evolución estética de su trayectoria. Presenta, además, documentación original con el propósito de poner al día aspectos poco conocidos de su personalidad, sus relaciones profesionales y su perfil biográfico.

La originalidad cromática y la audaz representación de los fenómenos lumínicos y atmosféricos hacen de los paisajes de Regoyos uno de los episodios más innovadores del panorama artístico español del momento. Se suma a ello el contrapunto de los aguafuertes y óleos que representan la tradición cultural española más sombría, que formularía en la estética de la “España negra”. Por otra parte, sus relaciones con pintores, músicos y literatos belgas y franceses, y su activa participación en los círculos artísticos de vanguardia –primero en el grupo L’Essor y más tarde en Les XX– configuran el perfil más internacional de la pintura española de finales del siglo XIX.

De origen asturiano, Darío de Regoyos (Ribadesella, Asturias, 1857–Barcelona, 1913) mantuvo, además, una estrecha relación artística y familiar con el País Vasco a lo largo de toda su vida y desempeñó un papel fundamental en la modernización de la pintura vasca en el cambio de siglo. Por este motivo el Museo de Bellas Artes de Bilbao ha producido esta exposición, siguiendo la estrategia de los últimos años de profundizar en el conocimiento del arte vasco a través de exposiciones, publicaciones y nuevas adquisiciones. Para esta ocasión, ha contado con el comisariado de Juan San Nicolás, experto conocedor del pintor.

Tras su presentación en la sala BBK del Museo de Bellas Artes de Bilbao (134 obras), la muestra viajará, en versiones reducidas, al Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid (un centenar de obras), a comienzos del año próximo, y, más tarde, al Museo Carmen Thyssen Málaga (cerca de 60 obras). Los tres museos han contribuido a la exposición con obras destacadas de sus respectivas colecciones, a las que se han sumando otras instituciones relevantes, como los Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique, el Musée d’Orsay de París, el Museu Nacional d’Art de Catalunya y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, entre otros, y numerosas colecciones particulares.

Al catálogo de la exposición aportan textos Juan San Nicolás; Javier Barón, jefe del Departamento de Pintura del Siglo XIX del Museo Nacional del Prado; y Mercè Doñate, hasta este año conservadora de Arte Moderno en elMuseu Nacional d’Art de Catalunya, que actualizan la biografía del pintor y ofrecen un profundo análisis sobre su aportación artística.

Distribuida en diversos ámbitos, la exposición comienza con la etapa inicial de Regoyos, marcada por el descubrimiento de la pintura de paisaje y sus primeros viajes. Continúa con las obras que dedicó al tema de la España negra, y entre ellas su famosa serie de grabados. Le siguen las experiencias puntillista e impresionista, esta última, el hilo conductor de la muestra. Para finalizar, se ha reunido diversa documentación original y retratos del pintor.



DARÍO DE REGOYOS (1857-1913). LA AVENTURA IMPRESIONISTA



Tras unos estudios iniciales en Madrid, Regoyos se trasladó a Bruselas, donde pronto entró a formar parte de los grupos europeos de vanguardia L’Essor y Les XX. Su aprendizaje se enriqueció en contacto con los artistas belgas y franceses James EnsorCamille PissarroGeorges Seurat y Paul Signac, y el norteamericano James McNeill Whistler.

A lo largo de su vida realizó numerosos viajes por España, Bélgica, Holanda, Francia e Italia en busca de motivos pictóricos. En 1885 se trasladó a Londres con su amigo el poeta Émile Verhaeren para visitar a Whistler, autor de un retrato de Regoyos hoy desaparecido. Pocos años después recorrió con Verhaeren la geografía española, experiencia que daría origen al libro España negra (1899).

Durante este periodo Regoyos participó habitualmente en muestras colectivas en Bruselas, Amberes, Gante, Ámsterdam, París, Madrid o Barcelona. Por mediación de su amigo Pissarro en 1897 comenzó a exponer individualmente en París. Con el cambio de siglo, se vinculó al grupo de artistas vascos –Manuel LosadaAdolfo GuiardFrancisco IturrinoPablo UrangaIgnacio Zuloaga– que desde Bilbao trataba de renovar el contexto artístico local. En 1907 se desplazó con su familia a Bizkaia y se instaló en Durango y, más tarde, en Bilbao y Las Arenas.

A lo largo de su amplia producción, la pintura de Regoyos tuvo varias etapas. Un primer periodo belga, en el que aparecen retratos y paisajes y el interés por los efectos de luz. Le sigue lo que él mismo denominó la serie España negra, más filosófica y simbolista. Otro periodo está marcado por la técnica puntillista, que conoció gracias a su amistad con los pintores Seurat, Signac y Pissarro. Está, por último, el Regoyos impresionista, al que la exposición presta especial atención al reunir un importante número de óleos que dan cuenta de las novedades que aportó a la pintura de paisaje de la época.


Primeras obras. 


En 1879 Regoyos viajó por primera vez a Bruselas, donde conoció a los artistas más innovadores del momento. Testimonio de estas relaciones internacionales son los paisajes brumosos de Bruselas y Retrato de Miss Jeanning(1885), en donde pinta a una modelo de Whistler, que conoció en una visita a Londres. Pero, además, ya en esta etapa inicial manifestó el interés por los efectos lumínicos –pinta sus primeros nocturnos– que mantendrá a lo largo de toda su carrera. En Place à Ségovie (Plaza en Segovia, 1882) refleja una pintoresca vista castellana bajo la potente luz del sol. Los fenómenos atmosféricos le dan también ocasión para experimentar con la pincelada y el color, tal y como aparece en Viento sur (Salida de misa con siroco) (1885).


España negra


En 1888 conoció los paisajes y rituales de la España provinciana, más tradicional y en ocasiones sombría, en un viaje junto al poeta Émile Verhaeren, quien a su regreso a Bélgica publicaría en una revista sus impresiones. Diez años después fueron traducidas y Regoyos las ilustró con xilografías, dando como resultado el conocido libroEspaña negra. El pintor dedicó numerosos óleos y obras sobre papel a este mismo tema, que hasta comienzos de siglo alternó con los paisajes impresionistas. Noche de Difuntos (1886), fragmentado en tres cuadros aquí reunidos, Víctimas de la fiesta (1894) y Vendredi Saint en Castille (Viernes Santo en Castilla ) (1904) son, con su crudo simbolismo, obras paradigmáticas de este momento.


Obra gráfica


Regoyos aprendió la técnica del grabado en contacto con los artistas belgas del grupo Les XX. Realizó sus primeros aguafuertes en 1887 y después trabajó también la litografía. Una de sus series más conocidas es el álbum de 15 litografías País Basco (1897), de las que aquí se exponen 11, que regaló a pintores amigos y a algunos de los artistas españoles más importantes de su época, como Joaquín Sorolla o Santiago Rusiñol.


Puntillismo


En 1887 Regoyos se interesó por el puntillismo, o divisionismo, tras conocer en París y Bruselas sus primeras formulaciones de la mano de Georges Seurat, Paul Signac y Camille Pissarro. Las redes (1893) es una obra maestra de este periodo, que fue breve debido a que esta nueva técnica le impedía pintar al aire libre. Después, emplearía ocasionalmente, aunque de manera parcial, el característico toque puntillista para conseguir nuevas texturas y matices de luz en sus paisajes.



teorías impresionistas y que, a pesar de la incomprensión de una parte de la crítica, se mantuvo fiel a ellas a lo largo de toda su carrera. Con los maestros Carlos de Haes, en Madrid, y Joseph Quinaux, en Bruselas, descubrió la paleta clara y la pincelada de toque aplicadas al paisaje, género por entonces aún poco apreciado, pero que, sin embargo, captó toda su ambición como pintor.




Quiso expresar en sus obras la impresión inmediata que produce la apariencia de las cosas y la fugacidad de los efectos de la luz y la presencia rotunda de las sombras. Trabajaba directamente del natural, au plein air, con rapidez y sin bocetos previos, y por ello en su obra abundan los formatos pequeños y medianos, más fáciles de transportar.

El paisaje le permitió investigar sobre la luz y sus efectos fugaces y sobre el color. Las salidas y puestas de sol, los días nublados, la luz crepuscular y los nocturnos, los vendavales y aguaceros fueron sus temas preferidos.En obras como Aguacero. Bahía de Santoña (1900), Lumière électrique (Luz eléctrica, 1901), El Urumea (1904) o La Concha, nocturno (c. 1906)se hace evidente este interés por reflejar distintos fenómenos relacionados con la luz –el arco iris, la luz diurna o nocturna, de gas o eléctrica, la nieve…–, que alcanza su máxima expresión en la representación de un mismo motivo en dos momentos distintos del día: Plaza de Burgos por la mañana y Plaza de Burgos al atardecer, ambas pintadas en 1906.

El humo y el movimiento de los barcos y trenes, propios de la vida moderna, también aparecen a menudo en su obra, tal y como refleja en la estampa bilbaína El puente de El Arenal, fechada en 1910.

Viajero incansable, sus campañas de trabajo en el País Vasco fueron regulares entre 1884 y 1912, y durante largos periodos de tiempo residió en Irun, San Sebastián, Las Arenas y Durango. Prefería trabajar bajo la luz fina del Cantábrico, aunque pintó también en otras latitudes más meridionales, como en Salida del sol en Granada (1911) oAlmendros en flor (c. 1905), captada en Castellón.

Taureaux à Passages (Toros en Pasajes, 1898), El baño en Rentería (1900) o La salida de la fábrica (1901) son buenos ejemplos de estos años de plenitud. Representan también elementos compositivos característicos, como las escenas a vista de pájaro, las diagonales en profundidad y los encuadres fragmentados que derivan del uso que los impresionistas hicieron del conocimiento de la estampa japonesa y de la influencia de la fotografía.

En toda su obra es escasa la presencia individual de la figura humana, no así la de los grupos y multitudes, que Regoyos representa de una forma indefinida y sin detalles para dotar de vida y movimiento a las escenas de mercado, festejos o procesiones. Mercado de Dax (1909) es buen ejemplo de este aspecto.

En 1912 Regoyos se estableció con su familia en Barcelona. Aunque ya gravemente enfermo de cáncer, celebró allí dos importante exposiciones e incluso trabajó al aire libre, incorporando a su pintura el paisaje de diversas comarcas catalanas y otras escenas que, como Los polluelos (1912), captaba en su entorno más inmediato. Pintó también varias vistas de la ciudad, en la que falleció tempranamente, a los 55 años, un año después.

Retratos y documentos


En esta sección se presentan cartas, fotografías, libros y catálogos que contribuyen a establecer la semblanza profesional y personal de Darío de Regoyos. Los retratos que le hicieron sus amigos, como Guitarrista. Retrato del pintor español Darío de Regoyos, pintado por Théo van Rysselberghe en 1882, nos acercan el lado más humano del artista que mejor representó al movimiento impresionista en la pintura española.




viernes, 29 de noviembre de 2013

Gallina de Guinea.



En esta Arcadia de la red es posible poner rostro y voz a nuestros deseos, vestir a nuestro gusto lo que no son sino líneas torcidas y buena voluntad. Los milagros mienten y cuando la lluvia repetida de los días deja ver el auténtico color del edificio sabemos que la ventana camuflada daba a un patio trasero donde se apilan los cachivaches grises del tedio, del miedo, del hambre de los otros, de la fachada del otro.

Pero nos hemos vuelto expertos en la nada y nadamos por líneas paralelas que tienden al infinito y cortan el tiempo en planos no miscibles, en historias que nunca han ocurrido, como sueños que olvidamos al despertar, como pesadillas que vamos sustituyendo, nombre a nombre, todos ficticios, todos lobos que nos acorralan en el bosque nocturno del mismo día, repetido, siempre es lunes y además está lloviendo a mares.

Me aburro, queridos míos estoy harto de tanto ayer que no es, de tanto disimulo, de tanta falsedad disfrazada de poemas de otros, de fotografías de otros, de sentimientos fotocopiados, de nivel uno coma uno y de tener que cerrar las contraventanas para que no entre el humo de los bostezos. Se me está llenando el río de cocodrilos, que ríen, lloran, abren sus enormes mandíbulas, hablan en un lenguaje que no entiendo, brrr, no tengo el diccionario del Nilo, no sé, ni quiero traducir, a mí que me cuentan, que prueben en la siguiente ventanilla.

Eso, que no quiero caminar sobre las aguas no transparentes, este pantano está lleno y los ahogados se han bebido el agua.



jueves, 28 de noviembre de 2013

Pheniletinalamina.



Ariadna ha perdido el hilo y el Minotáuro acecha al personaje que invento en esta esquina del pretendido relato. Las Variaciones Golberg suenan como música de fondo, aunque Gillespie. El sarcasmo muerde a quien se acerca demasiado. Si no nos apresuramos llegaremos tarde a nuestro propio funeral. El mandril informa que está harto de sus posaderas rojas, hinchadas y despellejadas, quiere cambiar de asiento, o de culo. El feo Caligari de la derecha, acunado en Góngora, opina que solo del Amor queda el veneno. Los transeúntes le escupen, uno le roba el pañuelo, otro le desprecia con un silencio de cieno.
Los caballos han salido del plano y sobre la hierba quedan sus excrementos humeantes. La tierra solloza. Los pájaros han cambiado de escenario. La poesía huye hacia el cercano cementerio frecuentado por ladrones de bicicletas y cadáveres.

¿Y? -

Zoloft los martes, Paxil los miércoles, Remeron los viernes, psicofármacos como serpientes deslizándose por la enfermedad y los errores. Elogio de la ira. Un cuchillo cortando el azafrán y convirtiendo en una fiesta trágica la filosofía de lo imposible. El personaje que invento no entiende nada, sabe, como Dickinson, que una carta encierra la inmortalidad, porque es la mente sola, sin amigo corpóreo. Y escribe sobre lo que no pudo ser, sobre lo que no podrá ser. A veces alguien le entiende y le envía suspiros y claveles, orgasmos antiguos en cajitas de plata, testimonios desgarradores, revelaciones surcando su sosiego, gotas de sabiduría, un disco de los Byrds, un poema como una antorcha, la lengua de un ahogado, el infortunio manchando con un garfio los muslos de cristal de la Belleza.

Pasan los días como un torpe payaso que tropieza en las aguas dormidas. Entre las horas colgadas como ahorcados se desliza la voz del personaje que invento acariciando un cuerpo sombrío envuelto en silencio y rencor. Pasan los años con su cargamento de avenidas a ninguna parte, con la calavera de relojes asesinos, rauda se desliza la vida río abajo y el barquero es ciego.

¿Para qué me sirve todo esto que escribo si Ella ya no quiere leerlo?



miércoles, 27 de noviembre de 2013

Suspiro (2)


 La familia sale de la playa cuando acaba la tarde. Los pájaros marinos vuelven lentamente a sus escondidos nidos. Los surfistas apuran las últimas olas.

En el momento mágico en que el sol se esconde entre el acantilado y la isla de Izaro, los esposos caminan tomados de la mano, miran las mejillas sonrosadas de sus hijos sonrientes. La bendición de una familia.

En la arena sobresalen los dedos ensangrentados del enemigo mal enterrado.




martes, 26 de noviembre de 2013

Desazón de un boxeador en la madrugada.



Hablar por hablar sin espacio para la reflexión, para la idea, solo imágenes circunvalando el yo como único eje, más rápido, más alto, más fuerte, la mano borrando los dibujos amarillos de la pared, los anteriores, instagram y twitter por las mañanas, blogger como obligación mientras el gin-tonic y aquí estamos, pinterest y tumblr por las tardes, la habitación iluminada con pequeñas bombillas de árbol de navidad enredadas en gatos que se mueven de un lado a otro, que arañan a los invitados pánfilos que intentan acariciarlos, la lluvia arrastrando hojas secas y rastros de domingos aburridos con huellas de discusiones frente a la ventana de no ser o sí o esto es lo que hay, hoy, lunes con palabras diminutas formando nada y monsergas, Bilbao, mi ciudad como límite de lo que sé, de todo lo que ignoro, un collage de recuerdos, desamores y música de los 60, diálogos de chats erróneos, amigos detrás de un cristal de distancia y mentira y creer lo que no vemos, eso debe ser la fe, poemas sobre la belleza de no entender pero sentirlos tan hondo que se ve el hueso del euro, narraciones para comer, agua, gas en esta era digital con faltas de ortografía hasta en el pensamiento, somos tan honrados como todos, la misma mierda, una marea de mierda, de mentiras, de falta de arrestos para colgar a esta jauría por las patas, cabeza abajo, como escarmiento, no sabe usted con quién está hablando, les voy a meter un puro que se van a enterar, amenazas cuarteleras, de cabo chusquero, resabios de vencedores de guerras aún no olvidadas, ensayo de la pobreza, no pueden aguantar que seamos iguales, ellos son más, tiene más, merecen más, saben más, hablan diferente, roban con bendiciones de los benditos, solo hay ahora, Paul McCarney tiene setenta años, Julio Cortázar nació en 1914, no sé qué edad tienen los artistas novísimos, no conozco los nombres de nadie, he olvidado hasta el mío, Olga volvió a mi cabeza después de quince o veinte minutos de ejercicios mentales, eso debe ser la decrepitud del cerebro, el olvido, la cara de Javier esperando la limosna de un regreso, mi cara aterida de frío en una esquina del mundo y ella no venía, no vino, sigo en otra esquina y la verdad está disfrazada de rutina y miedo, lo cotidiano vestido de rojo y soledad y quién me mandará a mí esta columna diaria que soporta una voz que no dice nada, zzzzh, crunnk, grrrr, lo gutural, plamm, onomatopeyas para llenar el modernismo, la divergencia, un juego cruel en el que siempre pierdo y nadie entiende aunque nadie sea ese perro diminuto tumbado a mi lado en una cama de sábanas húmedas en el cuarto con una ventana abierta al mar y a las dudas de intentar paisajes y gentes nuevas, ¿estará el amor escondido en el camino?, à bout de soufflé, esto no da para más, todo va demasiado rápido, lo moderno no existe, todo es viejo en el mismo momento de nacer, violencia en la imposición de los políticos, mentiras en el altar, obscenidad de la moralidad, desengaño en los escaparates,  no sé nada, debo mantenerle los más lejos posible con el brazo izquierdo, intentar cazarle la mandíbula con el puño derecho, moverme a su alrededor, girar, evitar el cuerpo a cuerpo, ya, pero cómo,  ha vuelto a darme, otra vez, me pesan las piernas, el alma, es demasiado para mí, girar, girar, moverme rápido, la izquierda, agacharme, cómo gritan, ay, ya amanece.  



lunes, 25 de noviembre de 2013

Ladrona.




Soy una ladrona y estoy atenta.

En invierno desvalijo los chalet vacíos de las urbanizaciones de la costa. Microondas, televisores, pequeños electrodomésticos que puedo transportar sola y vender después. Casi nunca hay dinero, ni joyas, solo silencio y casas amuebladas con un barato mal gusto. Y frío, hace mucho frío en esas casas.

Soy una ladrona y soy culta.

También robo libros, es difícil encontrar bibliotecas en estas segundas viviendas, como mucho hay algún best seller, novelitas de amor o del oeste, revistas del corazón, cosas así. Cuando encuentro algo interesante lo leo antes de venderlo en el mercado de la Ronda.

Soy una ladrona y estoy sorprendida.

En un adosado de los de ventanas azules, los últimos que construyeron junto a la playa del faro, entre otras cosas ayer encontré un ordenador portátil, un bello objeto tecnológico Estos aparatos se venden bien. Por curiosidad lo encendí y jugué con su teclado negro - una ha hecho cursillos de Word y Excel en el módulo y sabe- , rebusqué entre los programas, escogí fotografías. El dueño debía ser trabajador, el trasto estaba lleno de fotos de casas, de perros, de niños, de la costa al amanecer, por la tarde, las luces de la noche y un archivo: Ella. Lo abrí. Una foto. Era yo forzando una ventana, se me distinguía perfectamente. En otra rompiendo un cristal, tan cerca que se me veía el color de los ojos. Otra escalando un balcón, de espaldas. No entendía nada, había muchas más, ese cabrón me conocía, me había seguido muchos días. Me fui de allí, rápida, y de vuelta a Barcelona tiré el ordenador a un río.

Un coche se ha estacionado frente a mi casa y ahí está, lleva tres horas parado con las luces apagadas. Seguro que él sabe que estoy aquí. ¿Quién será?

Soy una ladrona y estoy asustada.



domingo, 24 de noviembre de 2013

Pirelli







...

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sábado, 23 de noviembre de 2013

Para Ana, que está bien y me alegro tanto, tanto.




Querida Ana en la distancia y en la cercanía, uno nunca sabe, pero imagina, uno camina sin miedo pero con prevención razonable en las esquinas, mira a izquierda y derecha en los cruces no se lo vaya a llevar por delante un conductor levantisco, a veces levanta la cabeza y mira más allá de lo que ve, y ve, un día uno mira en esta esquina y te ve, una mezcla de retrato y radiografía, una pintura al oleo y un diario con páginas amarillas, doradas, con letras brillantes, una voz que se cuela por los laberintos de entender y sentir y dar vueltas por lo que siempre ha sido, por lo que es y de pronto se apaga el ruido y solo hay dos seres humanos, tú y yo en un universo brillante, azul, entre nubes, algo así como pintaban el paraíso, un cielo de almas puras, yo no lo soy pero sí me rindo y te abrazo y me alegro infinito y te toco para saber que eres real y te acaricio asustado, aliviado y como esto es un tema de almas es complicado besarte sin que se alteren tus cicatrices, se salten los puntos o cualquier complicación ahora que sabes que estás bien y, escucha, aplauden, tantos, aplaudimos sinceramente alegres, partícipes, a tu lado, ocupando tu cama y el razonable espacio que nos dejes mientras te recuperas de los tajos , pones flores en cada uno de los catorce puntos, recompones el espejo y te peinas para seguir con tu prosa poética y tu energía, bella, lejos pero cerca, no solo te abrazo, soy tú y me alegro tanto, tanto, que vas a tener que consolarme porque me emociono y me quedo ahí, a tu lado, a los pies de la cama, pendiente de llevarte un vaso de agua, una rosa, o contarte, o cantarte bajito Alfonsina y el mar o bajar rápido a comprar los diarios, caramelos, aquello que te apetezca mientras seco tu frente y me pierdo en tu mirada y te regalo mi ombligo, tuyo es y mío no, lo compartimos y como un eco solo puedo añadir, te quiero, Ana.



viernes, 22 de noviembre de 2013

Doríforos eufóricos.

Hace ya, bastante al norte de Moscú, busqué por las vastas estepas un animal moribundo. Trataba de comprobar la antigua creencia que dice que respirando el estertor de un ciervo macho, su fuerza, su vitalidad, su espíritu pasa al cuerpo de quién lo recibe.


Como ahora, era noviembre y nevaba, después de caminar durante kilómetros y kilómetros me topé con un impresionante ejemplar de ciervo malherido que se apoyaba en un tronco seco. La magnífica bestia con la cabeza erguida me miró desde más allá de una muerte presentida. Como si me hubiera estado esperando, se levantó y comenzó a caminar, vacilante, cojeando pero sin perder la defensa, con su cornamenta enhiesta. Seguirla me llevó entre matorrales, lejos de los caminos, con el cansancio enredándome las piernas entumecidas por el frío. Varias horas después dobló las patas delanteras y reclinó la imponente testuz. Acostado, a su lado, prevenido, esperé su final sin perder de vista su hocico tembloroso. La agonía se prolongaba. El frío era muy intenso. El animal intentó un último bramido desde su garganta rota. El esfuerzo venció su resistencia. Conmovido, acerqué mi nariz a su boca y respiré justo el último aliento que salía de aquel cuerpo poderoso.

El regreso al punto de partida fue lento y duro, caminé sin energía, ausente. Aquella respiración final me había transmitido algo más que la fuerza, que la potencia. En aquel momento, con el cansancio, no supe determinar que había sido. En los bancos de madera de una estación de tren perdida entre la niebla tampoco pude hacer otra cosa que racionar mi tristeza. Volví a casa envuelto en melancolía.

Hoy, tiempo después, no logro sacudirme la patética sensación de …



Las siete y media, no vas a llegar.
Voy.
No se te olvide que mañana Andrea tiene dentista.
Vale.
Y tienes que ir a buscar a Diego a la estación.
Si, ya.
Por cierto, ¿quién es ese ciervo que está desayunando en la cocina? 






jueves, 21 de noviembre de 2013

Inseguridad

Discurso del Método Para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las ciencias:
Si este discurso parece demasiado largo para leído de una vez, puede dividirse en seis partes: en la primera se hallarán diferentes consideraciones acerca de las ciencias; en la segunda, las reglas principales del método que el autor ha buscado; en la tercera, algunas otras de moral que ha podido sacar de aquel método; en la cuarta, las razones con que prueba la existencia de Dios y del alma humana, que son los fundamentos de su metafísica; en la quinta, el orden de las cuestiones de física, que ha investigado y, en particular, la explicación del movimiento del corazón y de algunas otras dificultades que atañen a la medicina, y también la diferencia que hay entre nuestra alma y la de los animales; y en la última, las cosas que cree necesarias para llegar, en la investigación de la naturaleza, más allá de donde él ha llegado, y las razones que le han impulsado a escribir (Descartes)





Lo peor fue la inseguridad, el darse cuenta que ya no, el inicio del miedo mordiendo los bordes del estómago.
Hasta aquella noche nunca le había ocurrido, o no lo recordaba.
Y cuando ella le llamó gordito fue definitivo.

Se mira al espejo una y otra vez, hace flexiones, junta las manos y marca pectorales, quizás haya engordado un poco, pero apenas se nota.
Solo quiso ser amable, ni siquiera le gustaba, no era su tipo, estaba allí, en una esquina, todas sus amigas hablando con hombres apuestos y ella sola, por eso se acercó. Después del tercer trago le empezó a parecer atractiva y la invitó a su casa. No le gustó que ella aceptase a la primera, prefería un regateo, que sí, que no, pero ella dijo sí, sin dudar.

El apartamento estaba desordenado, como siempre, sobre la alfombra el elefante que regaló a Oscar cuando cumplió cinco años, su tigre preferido, los juguetes de su hijo. Ella ni siquiera miró alrededor, preguntó por el cuarto de baño y entró apresuradamente mientras él colocaba un libro en su sitio, limpiaba los ceniceros, recogía varios periódicos del suelo.

Salió desnuda. ¿La cama? preguntó. Él señaló el cuarto y allí se fue con sus nalgas breves, sus pechos breves, sus piernas delgadas. Ven, quítate la ropa, susurró ella. Y torpemente se quitó la camisa y los pantalones, se quedó con aquellos calcetines negros casi hasta las rodillas, se sintió ridículo, se los bajó con dificultad y supo que había bebido más de lo que acostumbraba.
Sobre las sábanas era ágil, activa, le besaba el cuello, bromeaba, le acariciaba el escroto, él estaba desbordado. Quiso besarla y eludió el beso, riendo. Quiso lamer sus pezones y ella se giró, fóllame, dijo autoritaria. Él lo intentó una vez, dos, se dio cuenta que no era su noche, que aquella vez no, que el ron le paralizaba, que estaba haciendo el ridículo. Además no era su tipo, demasiado delgada. Entonces ella dijo aquello de no puedes ¿no? venga, otra vez será, se levanto, volvió al cuarto de baño a vestirse y desde la puerta sin mirarle siquiera se despidió con un chao, gordito. Eso le dolió.

Mañana de domingo, el mes que viene cumplirá cuarenta años, cambio de número, el cuatro ya, sin Marta, un hijo al que ve cada quince días y con una resaca de mil demonios.

Bah, estaba muy delgada la estúpida esa, seguro que era una feminista de esas, o lesbiana y sigue haciendo flexiones, resoplando, se levanta y el espejo le devuelve un señor serio, con ojeras, con mala cara, con pectorales de nadador retirado. No me había ocurrido nunca, bueno, dos veces, quizás tres. Se vuelve a mirar y sí, quizás esté engordando un poco, vale, bastante.





miércoles, 20 de noviembre de 2013

Carmen Echevarría.


Nos hemos demorado en las estancias marinas
junto a ninfas ornadas con algas bermejas y pardas,
hasta que voces humanas nos despierten, y nos ahoguemos.

(T. S. Eliot)

“Carmen Echevarría se tiró al mar por primera vez en Elantxobe.

Fue en agosto, en vacaciones, recibió la visita de Javier mientras tomaba el sol sobre las piedras del muelle. Javier era su amigo, ella le consideraba más que un buen amigo.

Las gaviotas chillaban detrás de los arrastreros que volvían de alta mar. Meciéndose sobre los botes, pacientes, los jubilados intentaban pescar calamares en la bocana del puerto.

Sentados cerca de unas mujeres que remendaban redes, Javier le dijo que la noche anterior se había acostado con su amiga Cristina. Ella se lo había pedido como un favor, no soportaba el fastidio de ser virgen pero no quería hacerlo por primera vez con un desconocido.

Sin querer escuchar más, Carmen, despacio, se quitó la ropa y de un salto se lanzó al agua. Al alejarse entre las olas, junto al acantilado, la corriente de Ogoño golpeaba su costado izquierdo, presentimientos submarinos rozaban sus muslos desnudos. Siguió nadando hasta dejar atrás la isla de Izaro y brazada a brazada disolvió en los bordes de la espuma todos los momentos que había compartido con Javier, todos los recuerdos. Incluso olvidó aquella noche en la que se abrazaron sobre la arena de la oscura playa de Ereaga. Mientras él intentaba bajarle la falda y ella le susurraba que ahí no, dos grandes perros negros les asustaron, dejándoles sin ganas de otra cosa que no fuera buscar un lugar seguro y con luz.

La noche estaba avanzada cuando regresó a otra costa, cansada pero serena; ya no recordaba quién era Javier, pero sabía muy bien quién era ella.




La vida siguió – es curioso que la vida sigue, tan rápida, indiferente a estas cosas, - y pasaron más de veinte años hasta la segunda vez que Carmen Echevarría se lanzó al mar.

Era invierno y al anochecer se dirigía al faro del brazo de Manuel, buscaban lugares apartados para pasear. La temperatura era baja, caminaban rápido, no se cruzaron con nadie. Manuel le hablaba de su trabajo, de sus hijos adolescentes, de su coche nuevo. Ella sabía que algo quería decirle y que no se atrevía. -Vas a dejarme ¿no?- preguntó, secamente. Sin mirarle a los ojos él contestó que sí. Esta vez Carmen se desvistió rápido, saltó entre los bloques de cemento del rompeolas y se perdió entre las frías y negras aguas. Manuel corría asustado, gritando su nombre,  no sabía nadar, pidió ayuda pero nadie acudió. Veía la cabeza de su amante entrando y saliendo en la revuelta corriente de la dársena, luego la perdió de vista y volvió a su casa acobardado, hundido, con el remordimiento mordiéndole las piernas y el alma.

Carmen, aterida, regresó justo al punto desde donde había saltado. Tiritando se puso la ropa y mientras regresaba a su presentida soledad recordaba todos y cada uno de los días que había compartido con Manuel. Se juró que nunca más.”



Mientras escribía este breve cuento no acababa de encontrarle sentido. No me parecía interesante, la narración no tiene ritmo y el argumento es mínimo, no se entiende por qué esta mujer se tira al agua obstinadamente, en vez de afrontar las situaciones. Lo guardé en un cajón.

Hoy lo vuelvo a leer y me sorprendo de los escenarios que escogí. Rebuscando en mis recuerdos, coloqué a la protagonista en los mismos lugares en los qué, el día que Javier me confesó su infidelidad, me lancé al agua y fui nadando en busca de mi horizonte.

Y Manuel, sé que jamás dejará a su esposa. No me lo dice pero lo noto en un alejamiento progresivo, en sus llamadas con voz desganada, en las visitas cada vez más espaciadas. Esta noche hemos quedado para ir a caminar desde el puerto viejo hasta el faro. No puedo soportar su abandono, si no es mío, de nadie. Le empujaré por el rompeolas, será él quien caiga al agua. Y no saldrá.



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