jueves, 17 de enero de 2013

El complicado oficio de mirar

Curriculum vitae.

Acabé los estudios con facilidad y honor.
Empecé a trabajar sin la mediación de mi padre.
Fui a Londres y volví. Encontré a mi padre
más callado que nunca, más
enmudecido y más mutante,
avergonzado
de envejecer, de haber envejecido.
Esperaba en la puerta
del Hotel Alhambra: le había
caído encima una sombra, igual que cambia
la luz de un día espléndido por un
movimiento invisible de una nube
casi invisible, aunque la nube
desaparece y vuelve el esplendor, y la sombra
de encima de mi padre no se iba.
-No queda en ti nada de ti -me dijo.

Justo Navarro.



Pierrot’s Embrace by Guillaume Seignac


El complicado oficio  de mirar el derecho y el revés de aquello que no se ve con el  microscopio de los invisibles sentimientos, verter emociones en el cuenco del pecho con palabras quietas como grandes pájaros frente al acantilado de la indiferencia, voces en sinople y oro en el escudo que defienda el aprendizaje de tener paciencia, esperar, soportar el silencio como parte de la madurez en el trabajo de conquistar la acción diaria del decir.

¿Qué dices?

Que sé que aquí está bastante de lo que sé, el pálpito, las premoniciones, la inquietud saltando como no sé qué, los recuerdos tamizados sobre el paño verde del regato manso de saber que no, que sí, que aquí no se queda nadie y mientras tanto ¿qué?, un día no llegan barcos ni grita el cartero –please, mister postman-, que es subir y subir sin cima, que es bajar y bajar y a veces  parece que esto es ya el infierno con el manual de las aventuras entre los muslos ensimismados y la piel aprendiendo las últimas lecciones de la soledad. Renuncio a los jardines y a las excursiones fuera de la cuadrícula, al aliento maquillado y a los besos como una condena gris. Arrecia el viento y no para la lluvia, guarecido en este alpendre en el que me acumulo como otro trasto más, se me está escapando la sensibilidad por el desagüe del silencio.

¿Ya?

Sí, me pongo la túnica y nos vamos, quiero aprender a ser otro.


2 comments :

Magnolio dijo...

Ten cuidado con lo que deseas, no sea que sí, que aprendas a ser otro y no quede nada de ti, como el del curriculum. Además ¿alguien da más? Hoy empeñado en ser mirón, otro día en reportero, o en estar aburrido, o en prisionero de guerra, o en suicida de amor.

Otra cosa es lo del cartero, normal que eches de menos aquellos sobres con su sellitos alineados, llenos de cartas, fotografías, dibujos… Cómo no vamos a ser el segundo país europeo en adicciones virtuales: o nos decimos “las voces en sinople u oro” en este (u otro) “alpendre”, o como dices tú, que dices tanto diciendo que no dices, se nos va a escapar algo más que la sensibilidad por “el desagüe del silencio”.

Pedro M. Martínez dijo...

Magnolio, mis deseos son diversos (virgencita, virgencita, que me quede como estoy), tú sabes.
Y solo se aprecia aquello que se pierde. Muchas veces ni eso. Hay demasiado personal con la sensibilidad en el culo (estoy pensando en gente concreta, nada que ver con este rincón, pero me ha salido, me brota la mala leche por tanto alexitímico de los huevos, que parece que tiene una piedra en el pecho, una piedra aburrida además, sé lo que me digo)
Lo siento, un desahogo. No viene a cuento pero necesita decirlo aunque sea aquí.
Gracias, comentadora oficial, muchas gracias por tanto.

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