miércoles, 26 de diciembre de 2012

Competencia.



Recuerdo que en un tiempo leía a Fernando del Paso en su  Palinuro de México y entendía cada línea, cada coma, cada suspiro.

Hacíamos el amor compulsivamente. Lo hacíamos deliberadamente.
Lo hacíamos espontáneamente. Pero sobre todo, hacíamos el amor diariamente. O en otras palabras, los lunes, los martes y los miércoles, hacíamos el amor invariablemente. Los jueves, los viernes y los sábados, hacíamos el amor igualmente. Por últimos los domingos hacíamos el amor religiosamente.
O bien hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres, por favor, por supuesto, por teléfono, de primera intención y en última instancia, por no dejar y por si acaso, como primera medida y como último recurso. Hicimos también el amor por ósmosis y por simbiosis: a eso le llamábamos hacer el amor científicamente. Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí: es decir, recíprocamente. Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo y yo, con el miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla, entonces hacíamos el amor lastimosamente.
Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me imaginaba que no iba a poder, y no podía, y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía, o bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de los dos alcanzaba el orgasmo. Decíamos, entonces, que habíamos hecho el amor aproximadamente.
O bien Estefanía le daba por recordar las ardilla que el tío Esteban le trajo de Wisconsin y que daban vueltas como locas en sus jaulas olorosas a creolina, y yo por mi parte recordaba la sala de la casa de los abuelos, con sus sillas vienesas y sus macetas de rosasté esperando la eclosión de las cuatro de la tarde, y así era como hacíamos el amor nostálgicamente, viniéndonos mientras nos íbamos tras viejos recuerdos.
Muchas veces hicimos el amor contra natura, a favor de natura, ignorando a natura. O de noche con la luz encendida, mientras los zancudos ejecutaban una danza cenital alrededor del foco. O de día con los ojos cerrados. O con el cuerpo limpio y la conciencia sucia. O viceversa. Contentos, felices, dolientes, amargados. Con remordimientos y sin sentido. Con sueño y con frío. Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida, y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro, entonces hacíamos el amor inútilmente.
Para envidia de nuestros amigos y enemigos, hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente. Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente. Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente.
Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente. Y, sobre todo, hacíamos el amor físicamente.
También lo hicimos de pie y cantando, de rodillas y rezando, acostados y soñando. Y sobre todo, y por simple razón de que yo lo quería así y ella también, hacíamos el amor voluntariamente.
"

Entonces era capaz de acaparar palabras como fresas,  juntar frases sin tiempo para respirar, plegarias submarinas y  osados poemas de aire. Alguien al final de la calle soleada lo leía y me llegaba un aleteo de golondrinas y vencejos que migraban. 

Vino, paso a paso, otro tiempo Lewis  Carroll y  La caza del Snarjk.

Perseguirlo armados de dedales, perseguirlo
armados de precaución, perseguirlo con
tenedores y esperanzas, amenazar su vida con
una acción del ferrocarril, atraerlo con sonrisas
y jabón.

Y no entendía nada, no era necesario, me subí a la metonimia y cabalgar dragones verdes de silencios en túneles de viento y voces me divertía.

Después llegó la crisis al blog, también a este.

Me gustan la música y las fotos.

'Retrato del escritor Max Herrmann-Neisse', 1925. George Grosz.


Supe que además del lamento cíclico es necesaria una revisión de métodos y maneras, de guiones y expresiones, de dar vuelta a los colchones, ya lo insinuaba Karmelo C. Iribarren.

No sé si soy
feliz,
si verdaderamente
lo he sido
alguna vez;
aunque creo que no.
Y a ti te ocurre
otro tanto,
me consta.
Pero no es esto
lo peor.
Lo peor del caso,
lo más triste,
es que ya
ni siquiera
nos importa.

Lo entiendo, con tanto twiter, facebook, pinterest, tumblr, instagram y otros inventos el blog tradicional, el de toda la vida se ha pasado de moda, de rosca, de exceso, de falta.

Me encanta la música, ¿de dónde la sacas?  

¿A qué te parto la cara?       

   
                                                        
Cada uno hace lo que sabe hacer y si no, pues no, pero esa frase de adelante sobre viento y marea es aplicable a esta situación y ya pueden caer chuzos de punta o serenos cabeza abajo que esto sigue, faltaría más, no sé si les he contado que cambié mi soledad de nadador con el único y monótono horizonte del fondo de la piscina por otro de coloridos trajes de baño ceñidos en los cuerpos de mis compañeras de entrenamiento, que me gritaba el coach, ¡esos brazos!, ¡Pedro saca menos la cabeza! y llegó un momento en el que solo pensaba en sacar no solo la cabeza sino el tronco y extremidades de aquel agua tan fría y comprobar si aquellas turgencias, músculos, redondeces, senos incipientes, labios húmedos, ojos enrojecidos por el cloro y otras alteraciones de ellas eran realidad o la película que me hacía mientras trataba de coordinar respiración y movimiento de piernas, la vuelta, mejorar mis marcas, ganar, pues no, me perdí, llegué a subcampeón y lo dejé, esta vida es un atrapar (el instante) y dejar (lo), de optar por una senda o por otra, hay veces que uno está en un cruce de tantos caminos que lo mejor es no escoger ninguno y volar alto, a las nubes, imaginar, tanto va el cántaro a la fuente, etc, etc, que sí, que no es cómo lo dices ni etc, que es lo que dices y etc, pero está la música, claro (si no, no entraría ni dios) y las fotos (lo mismo), que no me mire usted así, que eso no me lo dice en la calle, que si tal, que si cual, el blog pero no solo, que ya lo dice mi amiga Juana, eres un osado por escribir después de, por ejemplo Idea Vilariño (esta vez es antes, pero sí, lo soy, un beso, se acaba el año)
.
    
"Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte."

Y tiene razón, es una osadía (que poema tan maravilloso).



2 comments :

mirada dijo...

Estoy enamorada. Gracias por escribir así. Bueno, bueno, bueno ;-)

Pedro M. Martínez dijo...

Gracias, mirada,eres tú que me lees con buenos ojos y mejor corazón. Un beso.

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