viernes, 8 de junio de 2012

Carta del amante premonitorio.

"Soy un caprichoso usador de palabras,
no un poeta. Ésa es la verdad."
(Dylan Thomas)

Cuando ya no me quieras, tango, vas a empezar a odiar esta manera mía de mirarte con ojos de lejos y musgo, esta manera de acariciarte entre horas, como si los días estuviesen compuestos de humo entre los árboles de este bosque donde ahora estamos gozosamente perdidos.
Cuando ese momento llegue preferiría estar dormido o de viaje, huido, con los párpados cubriendo la realidad de tu desdén, de tu mirada fría, de tus manos inmóviles, de tu labio inferior que ya no tiembla. Como un gnomo que anda de noche, mis brazos se hunden en la tierra de nadie de volver a estar solo y castillos heridos, ejércitos de melancolía y ya sé que no soportas mis analogías grises, mis esforzados intentos de metáfora, mi mezcolanza pueril de poetas y libros de bolsillo, extractos de artículos de prensa y citas decadentes. "Ya no se escribe así, que no te enteras", me dices, me dejas la camisa llena de reproches, me viertes cafeteras de desprecio sobre mis pantalones indefensos. Y sé que antes te gustaba. Es un lío esto del antes y ahora, no recuerdo cómo te llamas, tu rostro se confunde con otros rostros, bofetadas, dialécticas de momento, y desplantes.
Cuando ya no me quieras habrá un desierto con tres soles, un mar abierto con cangrejos bocabajo y peces que discuten, habrá un no saber qué hacer con tus regalos en paquetes -¿donde los envío?-, tus cartas atadas con una cinta amarilla, tus reproches numerados, tu mirada de tundra. Ay, amor de ahora, mujer viajera por mis territorios de ultramar, paseante de mis arrabales, filósofa buscando argumentos con el candil de tu lógica de lo posible, el resto no existe, solo lo que se puede tocar vale, y los dichos. Guardas mis dichos como una prueba irrefutable de mis pensamientos, de mis deseos, de mi pretendida distancia. Te mueves de un vértice a otro de este triángulo que no suma, ni resta, ni siquiera es un triángulo pero ya sabes que yo no sé.
Te cuento todo esto desnudo, tumbado a tu lado, con mi mano en tu muslo, con la sorpresa agazapada detrás de la puerta, con un dragón de deseo jadeando sobre nosotros. No sabes cómo adoro tu cuerpo, cómo disfruto de esa lenta manera de acariciarte, de buscarte en tus esquinas y rincones, rendido a esa respiración junto a mi oído. Hasta aquí hemos llegado pero no hace falta que me empujes, ya me voy, no necesitas ponerte tan seria, tan fría, tan llena de miradas congeladas.
Y deja el cuchillo.
(Fotografías: Bogdan Jarocki)

9 comments :

Daltvila dijo...

Cuando ya no tiembla el labio inferior... Qué bueno me parece, qué símbolo inequívoco, marcador incontestable, de si las palabras de desdén son auténticas o fingidas...

Siempre me resultará incompresible cómo se puede pasar de un estado al otro... ¿Cómo?




Me ha gustado mucho este texto (también)

virgi dijo...

El triángulo: el más pequeño y posible polígono. ¿Por qué complicarnos? Elijamos más vértices, más posibilidades.

Besos, Pedro

Pedro M. Martínez dijo...

Daltvila, no sé si te refieres a pasar del estado líquido al gaseoso, del sólido al líquido, de estar perdidamente enamorada/o al desdén. El caso es que a ella dejo de temblarle el labio inferior y ya nada fue lo mismo. Hay un momento en el que ya nada es lo mismo. Incluso uno se mira en los espejos y no es el mismo (o él). Uno quiere engañarse pero es inútil. Entonces a uno le tiemblan las piernas y desfallece en un camino de símbolos. Justo entonces ha muerto para lo sublime y pasa a ser uno más. Qué cosas. Besos de viernes nublado.

Pedro M. Martínez dijo...

virgi, el dodecaedro está muy bien, pero es cansado. Hubo un tiempo que viví en un octógono, un lío de camas y corazón. No te acostumbras, un aire demasiado puro, al no haber contaminación lumínica se ven nítidas las estrellas. Y asusta, claro. Ahora vivo en un círculo, dentro, mi pasión choca y siempre vuelve al centro, mis radios no se tienen envidia y mi diámetro define este pobre soñador que se deja lo que no tiene en palabras y palabras. Ay, señor.
Buen fin de semana. Y mi beso, así.

Anónimo dijo...

Bello... tú, sabes que nunca será así. Buen fin de semana. Marie :*

Pedro M. Martínez dijo...

Marie, tu ausencia es el cuchillo.

Daltvila dijo...

Ese instante en que todo cambia no tiene vuelta a atrás... Cualquier intento de retrotraerlo todo al momento anterior, como si nada hubiese sucedido, es completamente inútil...

Pedro M. Martínez dijo...

Lo sé, Daltvila, lo sé.

mariawo dijo...

Hace mucho que no me tiembla el labio inferior, pero aun así se me derraman los ojos.
Gracias.

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