jueves, 22 de marzo de 2012

Lo corporal/lo espiritual.

  

 Señora de mis pobres homenajes.
                                                     Débote siempre amar aunque me ultrajes.
                                                                                                                         Góngora

Mi amiga María es un espectáculo. Por dentro. Es dulce, sensible, tierna, enérgica, con las ideas claras, inteligente, obstinada, sentimental y otros muchos valores.

Mi amiga María es un espectáculo. Por fuera. Si no resultase incorrecto diría que es bella a rabiar. Lo es, guapa, alta, de ojos azules, rubia, de piel morena, esbelta, imponente.

Mi admiración por su fuera y su dentro.

A veces desearía columpiarme una y otra vez entre sus brazos, caminar y parar, hablar, compartir, tomar un café o bañarme en él junto a ella, disfrutar de abrazos en solarios solitarios o en catacumbas, en camas o piscinas, en playas o bosques, en su casa o en la mía, María, que llena de alegría el jardín al que llegan los buscadores de aves del paraíso, pájaros y hombres que se abrazan y yo, iluso, pobre hombre pensando que me lee, como los muchos que entran y pasan a esta página y ven o no ven, que seguro que a veces abominan de estos textos cándidos de canciones tan de amores y furores, qué sería esta página sin el misterio de los mares del sur desde  este brumoso norte que es de donde también es María, ay, qué mujer, qué regalo de ser humano, que uno es mayor para esas emociones tan fuertes y tenían que verme con la baba cayendo sobre el teclado cuando pienso en ella, que me emociono y solo falta que me cante/baile por bulerías y qué daría yo por empezar de nuevo, una jota, un tango, yo qué sé, que escucho la voz de María y se me alteran los pulsos y entiendo y me toca tanto,  qué pena que no haya un camino submarino para recorrerlo a pulmón libre de este a oeste, buscándola, peregrinando a su cama de algas o a su húmeda cuna, de rodillas y con cilicios haciendo ganas para perderme en su catedral de sal, si la hubiera,  en su ermita, qué sé yo, poniendo velas o compartiendo mesa y peces, amores y sed, lenguados y sardinas, que tiro los platos con espaguetis a manotazos y nos amamos como italianos frenéticos sobre los cuadritos azules y blancos del mantel hasta que se nos quede el culo a colorines, que nos comemos uno al otro en un festín interminable, ay que sí, que se me pasa la hora de comer, que me está entrando un apetito que no veas, flor, tiritritán, tan, tan ea, que aquí va la segunda, María.

Mi amiga es ingenua.

O se lo hace.

Que me cuenta el proceso de compra de un sujetador rosa. Cómo entra a una tienda y le atiende una amable dependienta que le sugiere modelo y copa, que se quite la ropa y  se vea, que se vean, cómo le queda, le tira aquí, y se acercaba, le sugiero este, pasemos al probador y uno no es de piedra y escucha estas cosas y las que siguieron, la descripción de pechos y acosos, de transparencias y sedas, de marcas del botón y la presilla en la piel, de ropa interior y mujer contra mujer y la intuición de fondo es el encuentro con la realidad, el encuentro con uno mismo, con los demás, es absurdo creer que la realidad se aparece así, sin más, como una virgen sobre una zarza ardiente y qué tendrá que ver esto con los pechos de María, pues todo, o nada, la realidad es esa, la que imagino. 

¿Ven?, la palabra sirve, también, para decir lo incorrecto, para desfigurar la coherencia, que todo iba bien, en la línea y se me ocurren  cosas de lo íntimo y María, si existiera, estaría sonrojada o maldiciéndome, llamándome por teléfono,  si lo supiera, la palabra, lo que pienso, lo que siento, lo que miento, lo que imagino, este blog, tú, yo qué sé, total no has llegado hasta aquí, bú. 

Ya está dicho/escrito. Ahora lo subo y se puede leer. Aquí y en Pernambuco. No es una obra de arte pero es. Lo del jueves. Las palabras dicen hasta donde permite la palabra. Sé decirlo mejor. Quizás, si supiera qué quiero decir. Pero quiero estar hoy también aquí y digo. ¿Vale? (con acento pijo). Pues eso, expresión entre horas, entre que voy y vengo. Escribir necesita calma. No la tengo. Sale así. Abstracto. Como que sí o que no.  Tractatus lógico-philosophicus 5.6, pues bien, lee a Wittgenstein y terminemos.

Por hoy.

Me estoy buscando.

¿Qué?



6 comments :

Magnolio dijo...

Señor, dame mi café, tostadas con arándanos y Glup de cada día. Amén.

Pedro M. Martínez dijo...

Amén, Magnolio.

Oye, si tienes influencia con ese Señor que dices pregúntale si puede interceder en lo mío

Magnolio dijo...

Wittgenstein en el 5.63 se pregunta "dónde descubrir en el mundo un sujeto metáfisico" que me suena a algo parecido a tu María. No sé si con lo "tuyo" te refieres a ella - encontrar una María - o de una búsqueda más trascendente: de tí, contigo, en tu mismo cuerpo (mismiedad que diría Ludwig).

Pedro M. Martínez dijo...

"En lugar de decir que la ética es la investigación sobre lo bueno, podría haber dicho que la ética es la investigación sobre lo valioso o lo que realmente importa, o podría haber dicho que la ética es la investigación acerca del significado de la vida, o de aquello que hace que la vida merezca vivirse, o de la manera correcta de vivir. Creo que si tienen en consideración todas estas frases, se harán una idea aproximada de lo que se ocupa la ética. La primera cosa que nos llama la atención de estas expresiones es que cada una de ellas se usa, de hecho, en dos sentidos muy distintos. Los denominaré, por una parte, el sentido trivial o relativo y, por otra, el sentido ético o absoluto. (...) Supongamos que yo supiera jugar al tenis y uno de ustedes, al verme dijera: "Juega usted bastante mal", y yo contestara: "Lo sé, estoy jugando mal, pero no quiero hacerlo mejor", todo lo que podría decir mi interlocutor sería: "Ah, entonces de acuerdo". Pero supongamos que yo le contara a uno de ustedes una mentira escandalosa y él viniera y me dijera: "Se está usted comportando como un animal", y yo contestara: "Sé que mi conducta es mala, pero no quiero comportarme mejor", ¿podría decir: "Ah, entonces, de acuerdo"? Ciertamente no; afirmaría: "Bien, usted debería desear comportarse mejor".
Aquí tienen un juicio de valor absoluto, mientras que el primer caso era un juicio relativo. En esencia, la diferencia parece obviamente ésta: cada juicio de valor relativo es un mero enunciado de hechos y, por tanto, puede expresarse de tal forma que pierda toda apariencia de juicio de valor. En lugar dedecir: "Esta es la carretera correcta hacian Granchester", podría decirse perfectamente: "Esta es la carretera que debes tomar si quieres llegar a Granchester en el menor tiempo posible". "Este hombre es un buen corredor" significa simplemente que corre un cierto número de kilómetros en cierto número de minutos; etc.
Lo que ahora deseo sostener es que, a pesar de que pueda mostrar que todos los juicios de valor relativos son meros enunciados de hechos, ningun enunciado de hecho puede nunca ser ni implicar un juicio de valor absoluto. (...)
Nuestras palabras, usadas tal como lo hacemos en la ciencia, son recipientes capaces solamente de contener y transmitir significado y sentido, significado y sentido naturales. La ética, de ser algo, es sobrenatural y nuestras palabras sólo expresan hechos, del mismo modo que una taza de té sólo podrá contener el volumen de agua propio de una taza de té por más que se vierta un litro en ella."


Wittgenstein's Lecture on Ethics

Pedro M. Martínez dijo...

Magnolio bajo este radiante cielo de jueves azul, vamos a ver, Wittgenstein decía cosas muy jugosas pero no conocía a María. De María puedo decirte que me la he fumado (eso que tú sabes que no he fumado nunca pero me quise hacer el moderno y en vez de alucinaciones me dio un corte de digestión). María no es metafísica que yo sepa, es una señora bella por fuera y por dentro. Afectivamente siempre estoy dentro y hay veces que físicamente estoy fuera pero quisiera estar dentro, ese rato, bueno, todo el rato, el pre, el durante y el post (orgasmo incluido). Rezaba a otra María (nada que ver) cuando era creyente, básicamente por mi corta edad, por mi corta experiencia, por influencia de mis tías solteras que rezaban el rosario, amén. Con lo mío me refiero a esa famosa frase de “¿cómo va lo mío?”. En cualquier caso, encontrar a una María es un privilegio, sí, pero hay que estar en disposición de buscarla, intentarlo, quitarse velos y lanzarse de cabeza a la amistad o al lío del montepío, tú sabes, que lo mismo acabas en el diván o en el abogado. A veces acabas en una cama, yo qué sé. ¿Merece la pena? La misma palabra lo dice, pena. No, buscamos la felicidad. ¿Dónde está la felicidad? Pues eso, que no tengo ni idea pero, como tú, la busco hasta debajo de las piedras. ¿María es un camino empedrado? ¿Alguien quiere lapidar a María? ¿María del alma mía? Demasiadas preguntas para una sola respuesta: sí (o no, o ya veremos, o algo). Qué te voy a contar que tú no sepas.

Magnolio dijo...

Otro día (cuando llueva) me leo Wittgenstein's Lecture on Ethics.

Ahora me lo salto y te leo a tí y a tu desmadre mariano, jajajajaja, sí, cuéntamente, cuéntame lo que sea limeño: mi felicidad se ha quedado ahí, agazapada a la espera y captura de una sonrisa, dos carantoñas y tres (o así) parrafadas como esta tuya de arriba.

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