miércoles, 1 de febrero de 2012

Crear



Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de poseer la realidad. (Clarice Lispestor.)



Henri Cartier-Bresson definió el cine como la imagen siguiente. Según decía, el cine es siempre lo que viene después, no tanto la imagen vista, la proyectada en la pantalla, como lo que viene luego, aquella que está capturada en la sucesión. La imagen siguiente es aquel “disfrútame” que me susurraba al oído, tendidos sobre su cama en la casa cerca de la playa. Y nos disfrutábamos con lentitud, sin saber cómo había empezado aquella comunión, pero bendiciéndola entre suspiros, caricias y movimientos suaves. Me sorprendió su pregunta: “¿a qué mujer has querido más?” Respondí sin vacilar: “a mi madre”. Ella replicó: “no, me refiero a otro tipo de amor”. Hice memoria y noche a noche fui dejando sobre su piel la corta historia de mis amores, algo así como lo que hizo Carole Mallory, que vendió a la Universidad de Harvard siete cajas con fotos, manuscritos y cartas relacionadas con Norman Mailer. “Me daba clases de escritura, hacíamos el amor y luego nos íbamos a comer…en cualquier orden”, reconocía la ex alumna y amante del escritor. Entre ese material vendido figuraban dos relatos de alto voltaje escritos por ella. El más largo nació de una apuesta: Mailer le retó a detallar en 50 páginas cómo hacían el amor. Ganó ella: “Norman era un verdadero hombre y sabía lo que hacía”. Aprendí mucho de Norman, por eso Ella se sorprendió cuando le pedí un pañuelo. de seda. Es posible que no estuviera acostumbrada a esos juegos pero no opuso resistencia, al contrario, cuando até con suavidad sus manos me miró sonriente, dejándome hacer. Lo hicimos, sin pensar en Mélich que define la finitud como algo muy distinto a la condición mortal. Según él la finitud es la asignación de un tiempo para la vida: nuestro tiempo, el fragmento de eternidad que, feliz o infelizmente, nos ha sido deparado. La finitud es la contingencia que se traza entre los hitos del tiempo humano, entre nacimiento y muerte. Para Mélich entonces no es la desdicha de una naturaleza caída o la penumbra de un cuerpo que poco a poco se va descomponiendo, sino el trayecto que lleva al final, aunque no el final mismo. No es pues una cuestión religiosa la que se juega en la finitud, sino que es ética. La finitud sería la vida misma, puro trayecto, transito, devenir, transcurrencia y avatar. Al menos esto interpreta Enrique Lynch mientras estoy en mitad de una escalera, no recuerdo si subo o si bajo, sí recuerdo cuando pisé el primer escalón. En aquel momento supe que no había vuelta atrás. Es como la infidelidad, siempre hay un primer escalón, después de eso todas son escaleras mecánicas, algo parecido a las que pinta Escher, lo malo es si en un tramo te cruzas con tu pareja y no la reconoces, la ceguera del desamor, como Katrine Madsen canta: La mirada de amor está diciendo mucho más que lo que las palabras podrían decir. Por eso busco su  mirada, y la tuya, recomponiendo el gesto me quedo así, aquí, leyendo esas tragedias del ya no más amor, las soledades, el dolor anónimo, el del otros. Leo a Cortázar, a Coetzze, a Neruda, a Dylan Thomas y rompo en carcajadas. No se pongan tan serios. Codazos, egos empujando, hay sitio al fondo, pasen y vean, en estas fechas ya se sabe, menos mal que esto no se paga, ni se cobra ¿o sí se cobra?, ¿alguien nos lee?, ¿alguien critica? Walter Benjamin dice que los tontos lamentan la decadencia de la crítica. Pues su momento hace mucho que pasó. La crítica es un asunto de distanciamiento correcto. Estaba muy cómoda en un mundo donde las perspectivas y prospecciones contaban y donde era todavía posible adoptar un punto de vista. Ahora las cosas presionan demasiado estrechamente a la sociedad humana. Exacto ¿hay alguien ahí? Nadie critica. Tantas palabras, tanto silencio. Yo sufro más que usted. No, yo sufro más. Ya, que se lo cree. Pues mira quién habla. No me gusta como escribes. Ni a mí como lees tú. Oiga, no me tutee. No es un tuteo, es una afrenta. Un momento, que es la hora del informativo en televisión. Ay. Disculpe, estoy leyendo los diarios, pero esto ni hay que leerlo todo ni en secuencia particular: los párrafos no son simples referencias, son estructuras que incorporan formas espaciales de percepción y de conciencia. Oh. Perdone ¿qué decía? es que se me ha roto la risa. Juegos de niños. Sí. Aquí. Estómagos contentos. Dos mundos. Millones de mundos. Un ojo invisible mirándonos. Ja. No me creo nada. Escribir no es vivir. Escribir es mentir. Escribir es imaginar. ¿Escribir es dar? no, es recibir, lo que yo te diga. Escribir es escribir. Escribir es amar. Escribir... Amar... Eso, sigan leyendo (me), les deseo paciencia para continuar con esta lectura. Si escriben...que sepan leerles...que sepan que el uróboros u ouroboros (del Griego "ουροβóρος") es un símbolo ancestral que muestra a un gusano, una serpiente o un dragón engullendo su propia cola y formando así un círculo. Según la Enciclopedia Británica, el Uróboros u Ouraboros, es la emblemática serpiente del Antiguo Egipto y la Antigua Grecia, representada con su cola en su boca, devorándose continuamente a sí misma. Expresa la unidad de todas las cosas, las materiales y las espirituales, que nunca desaparecen sino que cambian de forma perpetua en un ciclo eterno de destrucción y nueva creación, al igual que representa la infinidad. ¿Ves? Como un uróboro nunca desaparece mi gusto por escucharte, me hables de tejados con aguas, de playas o de sentimientos. Me gusta acariciarte, ya sea la espalda, un pecho o esa línea debajo del ombligo, tocarte, besarte, morderte, abrazarte, hablarte al oído, reírnos desnudos, tapar tus ojos, lamer tu piel, seguir hasta no sé dónde (“pero…bueno…”) , escuchar tus gemidos apenas contenidos, ver tus ojos que chispean, notar que te descontrolas, que pierde los papeles, que te abandonas, que te gusta, entrar en ti y desvanecernos juntos, ignorar que al principio, sólo se fusilaba a hombres judíos, pero partir de agosto de 1941, también a mujeres y niños: “No tenía derecho a exterminar a los hombres y dejar que los niños crecieran y se vengaran de nuestros hijos y nietos”. Suceden escenas increíbles. Himmler ordena a las SS en Bielorrusia “arrojar a las mujeres judías a los pantanos”. Ellos notifican:”No tuvo el éxito esperado; los pantanos no son suficientemente profundos para permitir que se hundan”. Ahí el viento gritaba María y no recuerdo si en ese año había nacido pero tenía el LP “Are you Experienced” y a Gloria y a Sol les horrorizaba y eso me hacía diferente por una parte y por otra me preocupaba ya que no veía la forma de encontrar gustos comunes y no tenía experiencia - creo que ahora tampoco- para sorprenderles con otras músicas ya que estaba enganchado a Gerry and the Pacemakers y a Electric Prunes, entre otros grupos y ellas eran más de Mina y “Ciudad solitaria” –todas las calles llenas de gente están- y estaba Carmen que ni siquiera sé si le gustaba la música y que ahora se ha vuelto amnésica según para qué cosas o soy yo el que ha cambiado los recuerdos grises por azules y así no hay quién lleve un riguroso estudio de lo que no era, aunque sigo intentando cenas nostálgicas, reuniones en las que hablamos de todo y todo es esto y esto es nada y escribo para, siendo el mismo, ser otro y salir a ver, a escuchar, a decir, a estar a la sombra de un árbol y sentir la vida, así, toc, toc, con el corazón en una canción de Jimi Hendrix, que no les gustaba a Gloria ni a Sol y que a mí, entonces, sin haber nacido todavía, me hacía intuir un mundo diferente mientras el viento gritaba María y Marshall McLuhan sonreía al decir que "El explorador es un ser absolutamente ilógico. Jamás sabe en qué momento va a hacer un descubrimiento extraordinario. Y la lógica es un término que carece de sentido cuando se aplica al explorador". No explico nada. Exploro". Esto no es ni siquiera un acercamiento al borde de una exploración, te lo digo, no creas que se me han agotado las palabras, que mis fuentes del Nilo se han secado, que no sé ya qué decirte. Puedo llenar pirámides con tanto como me inspiras, con tanta pasión como levantas en mi alma, si me lo decía David Hume: una razón evidente de que muchos no tengan un sentimiento apropiado de la belleza es la falta de esa delicadeza de la imaginación necesaria para ser sensible a las emociones más sutiles. Cada cual pretende tener esa delicadeza, habla de ella y quisiera regular a partir de ella todo gusto o sentimiento. No regulo mi delicadeza contigo, tentadora, virtuosa, atractiva, monja, pecadora, con tu lado canalla, con tu lado oscuro, con tu lado brillante, con tu represión, con tu comprensión, con tu curiosidad, con tus deseos de ser tú, la que eres, la que no has podido ser, la que siempre has sido, con tu dulzura, con tu cara B, con tu genio entre tanta suavidad, con tu firmeza, con tu miedo, con tu fortaleza, con tu necesidad de que te quieran, con tanto como eres, tú sola, sin necesidad de nadie, de demostrárselo a nadie, tan sexy, voz mimosa, posturas provocativas, domesticadora de gallos, domadora de tigres machos, tanto, que estoy de acuerdo con Pablo Antoñana en que escribir aminora el dolor. Pero no mata el mal. Y el revés de la moneda es que el dolor o sufrimiento gratuito de quién escribe produce inmediatamente un placer. El escritor es un peregrino de lo absurdo, siempre estará insatisfecho, siempre vivirá en la duda, en el desencanto y en la amargura del no es esto, no es esto” y quizás no lo sea pero mire usted, vacíe los prejuicios que sobre mí tiene como si fuese un crustáceo al que se come los adentros, un centollo sabroso que fue y ya no es, míreme, doña, como a un hombre que conociste hace ya y al que la vida, como a todos, transformó en este que es. Es decir que somos y no somos, que fuimos y somos, los mismos pero otros. Y no quiero dejarte aquí un revoltijo de sí pero no, sino de esto es, o algo así. Ya no sé cómo, si tú estabas asomada en la proa del barco o si yo lo embarranqué en algún arenal costero, sé que naufragamos. Aquí estamos, confundidos, en la isla de desearnos con miedo, de sentir los gritos del alma, de la carne, de querernos comer y no atrevernos. Puede ser que nos falten bendiciones, normas, reglas, consentimiento moral, el libro que diga esto sí, que permita, el visto bueno de quién no puede darlo. Puede ser que nos sobren ganas, de principiantes, de ávidos vigías del placer, que pensemos, pienses, que algo tan dulce deber ser malo por fuerza. Porque, ay, algo nos grita y nos impulsa, un diablo nos tienta, nos tienta mucho, nos hablamos en susurros y el día comienza, aún no ha amanecido, con promesas que esto es lo que tenemos, la vida, las obligaciones, los secretos, este hilo tan frágil, tan fuerte, un bramante que no podemos cortar aunque no nos convengamos, seamos amigos, primos o habitantes del país de todas las ilusiones. Mis besos atraviesan las marismas y se posan en tu frente, buscan tu boca, aunque las escondas, hasta que seas tú y busques la mía, desvergonzada y tú, dueña de tus deseos y de satisfacerlos, deseo del Otro y falta de ser:" No sólo hay que buscar (en el síntoma) el significante inconsciente sino también la expresión del deseo que ese significante elucida. La duración del deseo inconsciente es inextinguible; pero el deseo está sometido a las figuras del significante. Material finito. El inconsciente no está en lo recóndito, sino ahí en la intemperie del lenguaje. "Et je me révéle dans le langage a travers l’Autre. " El Otro. El lugar de Ya-Nadie. Inscrito en la demanda de amor: la falta de ser, cuyo lazo es el Otro. El deseo inconsciente, el deseo del Otro. ¿Quién habla? El Otro. Wo es war soll Ich werden dijo el Maestro Freud. Una frase célebre de difícil traducción. "El yo debe desalojar al Ello", propone Marie Bonaparte. "Yo debo advenir allí donde estaba el Ello", prefiere Lacan. Yo debo advenir allí donde estaba el Inconsciente. El origen. Se escabulle un sujeto al que nada puede satisfacer. Se vocifera que el Universo es un defecto en la pureza del no-ser. Metáfora: ser. Metonimia: falta,” por eso esta metonimia es que me faltas, son cortos los días, llenos de acasos e incertidumbre, de gozo, de miedo, de pasar a planos desconocidos. También son largos, mirando por la ventana, esperando que llegue quién quizás ni siquiera ha partido. Esperamos lo que no tenemos, caminamos por senderos conocidos, nadie va de excursión a la Luna, somos como somos y la única esperanza es pintarnos el alma de verde. Bostezamos en la madrugada, nos miramos dentro preguntándonos donde estuvo el principio y porqué seguimos vestidos de esperanza. Somos como éramos y los viernes se retuercen entre vientos de cambio y árboles mecidos por un fuerte viento del este. Un día hay nubes y otro llueve, eso debe ser el paso por el desfiladero que salva las montañas del miedo. Y no pasa nada, excepto este 2009 tan largo, tan lleno de ansiedad por escuchar tu voz, te regalo este poema de Juan Antonio González Iglesias: Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte/ Pero lo que presiento no se parece en nada/ a la común tristeza. Más bien es certidumbre/ de la totalidad de mis días en este/mundo donde he podido encontrarme contigo. Bello, pero no lo suficiente ¿qué demonios se necesita para sentir? ¿Saaabes? pregunta con gesto lánguido la madre de la hija de un torero, una rubia oxigenada con cara demacrada y nariz achatada mientras la audiencia sube ante tamaño sufrimiento, es una víctima reciclada en triunfadora y “a por ellos, oé, a por ellos, oé” gritan las masas mientras unos cuantos mocetones con camisetas uniformadas saltan, se abrazan, se empujan, ríen, seguramente pensando en el dinero que se están metiendo al bolsillo. Qué nivel, Maribel. País. ¡Viva la cultura! Y la experiencia propia, como la de la escritora Mary Roach que en su libro Bonk sobre la investigación científica de la cópula, se quiso aproximar tanto a la ciencia que estudia el placer sexual que acabó metiendo un sensor en su vagina para medir sus reacciones mientras veía una película porno. Sin sensor, espero, ya no sé si es casualidad o intuición, pero te llamo por teléfono y siempre te pillo en un antes, durante o después, quitándote las medias, cambiándote de ropa para salir o porque entras, medio vestida, o en la ducha, desnuda. No me lo digas, miénteme, di que estás con abrigo, con un gorro de astracán. Ay, olvidas que he acariciado tu cuerpo, que te he besado sin brújula, que me quedo extasiado cuando te abrazo, que sueño con estar acostado al lado de tu cuerpo desnudo. Y Amy Winehouse y tú me decís que no, eso no, no, no. Por eso Jean Baudrillard y yo debemos Recobrar la ilusión radical, ya que la ilusión no tiene historia. La forma estética sí. Pero por tener una historia tiene además solo un tiempo, y es ahora, sin duda, cuando asistimos al desvanecimiento de la forma convencional, de la forma estética del simulacro incondicional, es decir, en cierto modo, de una escena primitiva de la ilusión por la que retrocederíamos a los rituales y fantasmagorías inhumanos de culturas anteriores a la nuestra. Pero así, ¿dónde vamos? Tirar cabras desde un campanario, ver películas codificadas, un campeonato de escupitajos, o de quién mea más lejos, quién la tiene más larga, una carrera de zafiedad, una increíble escalada del mal gusto, una competición de brutos, supervivientes que adelgazan hasta no caber en sus bikinis de marca, comer carne cruda, rebozarse en sus propios excrementos, programas extremos, emociones extremas, placer inmediato, se nos ha ido la olla. “Anunga ranga, andaua, andaua” lo próximo es la comunicación por gruñidos, ugh, grrrf, grrrf, brrhch. Ya en Corintios se lee: cuando era niño hablaba y pensaba como un niño. Cuando me hice mayor aparqué mi infancia. Y ya que estaba aparcada, ayer estuve en Rusia con Javier. Hablamos y hablamos. Después vinieron M y otras muchas personas conocidas. La tarde noche formó un tapiz de humanidad tan bello que regresé a casa sintiéndome partícipe de la gran aventura de estar vivo. Aunque conocí tantas historias reales que las que imagino aquí se quedan en cuentos para niños y es tiempo para que Ana Rosetti y yo te recitemos al oído eso de dime, en dónde, en qué avenida tus pies,/ por dónde el rastro, en qué sendero/Tus piernas, esas cintas que el vello deshilacha / y en la ojiva, el pubis, manojo de tu vientre,/la dovela./Crece en tu torno el gladiolo,/llave anal, violador perenne,/ y tres diosas/quieren morder contigo la manzana./La negra mariposa se entretuvo en tu pecho,/en la brizna más rosa ya tiernamente liba./Y tu rostro, en lo alto, ignora todo el fruto/que tu mano contiene./ No lo ignores, pero relájate que, sí, de tanto encogerte por frío y recuerdos malos te vas a absorber por el ombligo y te vas a dar vuelta, una madeja de señorita, un recuerdo de la chica que reía con la cara iluminada, de la mujer hacia la que se volvían todas las miradas playeras, con burka o bikini, con pamela o con el pelo al viento de no saber que estamos de paso, que la tensión se sube a la cabeza y lo mismo se te va el santo al cielo y esto es un infierno imposible de salir sin guía o báculo, sin mapa o piedras blancas dejadas por el último caminante del bosque en que se convierten los pensamientos negros, esos que te muerden algunas noches cuando dejas en la balanza que dos horas gozosas no compensan semanas de espera de no saber qué, o quién, si ya todo está dicho, escrito y ni te imaginabas que de una llamada iban a salir tantos problemas, este agobio de un macho en celo, que no celoso, que te requiebra y quiere prender la hoguera mientras tú aplicas extintores de sentido común y calma, mordiéndote los hígados, ya lo sé, pero en tu puesto, digna como una abadesa de un monasterio burgalés, estoica como una santa Teresa del Niño Jesús, señora como la que más, estaríamos buenos si nos dejásemos llevar por nuestros más bajos instintos, quiá, prudencia y serenidad, cilicios y codos en el pecho del bailarín, distancia y alambres de espinos si hace falta, que no lo hará, pero por si acaso, el amor en un pedestal, la amistad en una urna, nosotros tonteando como chiquillos sin saber donde nos lleva y tú, ahora, dentro de un rato, a yoga, a relajarte con Meyrowitz que se preguntaba: ¿Por qué y cómo las tecnologías que crean nuevos vínculos entre lugares y personas pueden llevar a un cambio fundamentalmente en la estructura de la sociedad o en el comportamiento social? Y es que esta tecnología no impide que cambie el viento de los días, hoy sopla fuerte, mal, torcido, raro, bullicioso, se mete por las orejas, por la nariz, nos despeina el alma, nos llena de presagios, de inquietud, de algo negro ahí sentado, esperando, inquietante, una presencia intuida detrás de la pared del tiempo. Caminamos con la cabeza entre los hombros, las manos en los bolsillos, la bufanda cubriéndonos la boca del sentir, los pies esquivando los charcos de la tormenta interior. No quiero que hoy sea una de esas veces porque no es extraño que John Cage dijera de McLuhan: En sus escritos me gusta el modo en que salta de un parágrafo al sucesivo sin un nexo lógico (...) deja un espacio, un intervalo que permite al lector, estimulado, razonar por su propia cuenta. Saltando así llegué a la conclusión de que esto es muy fuerte para la mente, en serio. Sin decir nada del cuerpo, desmadejado y tenso, frío y caliente, lleno de contrastes, mi cabeza luchando con mis muslos, con mis manos que acarician el aire. No entiendo cómo se puede desear así. Y es que, Bella, cuando nos amamos, de forma natural se juntan en ti la imagen de una niña ávida de sensaciones nuevas, la mujer experimentada que me acaricia sin pudor, la hembra que gime, la experimentada que selecciona posturas, la dulce que musita ternuras, la recatada que junta sus muslos sin querer mostrar sus tesoros, la descarada que obedece a mis dedos ansiosos que te surcan y tocan, que te llevan del espejo a las sábanas, del borde de la cama a la almohada conteniendo tus pechos que beso con tanta ternura que no sé cómo no me desmayo. También está la generosa, la que me pide que goce con ella, que la disfrute, ay, sin saber que estar a su lado, así, es el máximo disfrute, eres un regalo de los dioses, un privilegio, un milagro de los que ocurren una sola vez en la vida, un problema para este pobre hombre que sueña con besar tu cuello, seguir con mis labios hasta tu ombligo y de ahí que sea lo que dios quiera. Pero tu NO de ahora es mi NO y uno es un caballero –lástima- y me quedo con este velo de deseo en la garganta, este cuerpo alborotado y la cabeza dando vueltas a los recuerdos de tu cama. Lo peor es que te has vuelto mala y me tientas con voces tiernas, siguiéndome la corriente, dándome alas para después cortarlas, dejando que me haga ilusiones, doy un paso, dos y me cierras la puerta ¿Quién te ha enseñado estas cosas? ¿En qué manual has aprendido? Seductora. Por eso con Marguerite Duras pienso con frecuencia en esta imagen que sólo yo sigo viendo y de la que nunca he hablado… Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde. Para que no se haga tarde y podamos regresar a casa -en eso andamos- por si os habéis aburrido de este intento, lo seguirá recitando en la televisión un presentador con voz gangosa, cada día más gangosa, está claro que este buen hombre ya no cree nada de lo que lee, aunque si Pawels y Bergier piensan que las ondas magnéticas atraviesan la Tierra ¿por qué no puede viajar un pensamiento? Si todos los cuerpos emiten fuerzas invisibles, ¿por qué no pueden emitir un cuerpo astral? Si existe una cuarta dimensión, ¿será ésta del dominio de los espíritus?. Madame Curie, Crookes, Lodge, hacen bailar los veladores. Edison intenta construir un aparato para comunicarse con los muertos. Marconi, en 1901, cree haber captado mensajes de los marcianos. Simon Newcomb encuentra perfectamente natural que un médium materialice conchas frescas del Pacífico. Un temporal de irrealidad fantástica derriba a los buscadores de realidades. Eso es, buscar realidades, lo decía Clarice Lispestor al principio de este intento entre puentes: crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de poseer la realidad. ¿Lo es?




(Roberto Ferri)



3 comments :

Joselu dijo...

Vengo subido en el tobogán de tus palabras hasta aquí donde me dispongo a robar un par de minutos a mi angustia de hoy para agradecerte tanta letra, tanto sabor de texto, así, por la cara. Comparto en el Facebook, pero lo haría con cada párrafo, con el texto entero. Te doy las gracias. Te doy las gracias muchas veces.

Maria dijo...

Copioso escrito Pedro. Y me da por la escritura automática ;)

“No regulo mi delicadeza contigo...”

Y yo contigo tampoco, que lo sepas, que cada día me sorprendes, y eso me conmueve, qué digo, eso me fascina, que me atrapas, con tus frase, en tus comas, y me pierdo en tus espacios, que no hay, pero los creo, para leerte más, y lo que es más importante, mejor.

Feliz miércoles. Un abrazo.

Ana March dijo...

Un texto intenso y suave que se desliza por mi mañana como los rayos de sol por una ventana. También yo te doy las gracias.
Me quedaré en algún rincón, de esta, tu casa, para seguir disfrutando. Un gusto leerte.

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