miércoles, 21 de diciembre de 2011

Nadador.



A veces ganaba, a veces, la carrera solía ser contra mí mismo, el premio era nadar, el aplauso tímido de los desconocidos, la velocidad de mis brazos y piernas, la agilidad de mi cuerpo en los virajes, el entrenamiento, la entrega, el cloro que enrojecía mis ojos, el poder presumir con las sombras de los ausentes, jamás fui seleccionado, no tuve padrinos, ni carnet, nadaba para poder nadar, mi padre no estuvo nunca en la grada.






7 comments :

Tempus fugit dijo...

Eso es ser un auténtico nadador. Y aprendiste a nadar contra corriente.


Un abrazo

Pedro M. Martínez dijo...

Sí,De cenizas, y a guardar la ropa.

Joselu dijo...

Miro hacia atrás y no consigo recordar cómo aprendí yo a nadar. Recuerdo cosas sueltas y el sabor del agua salada en la que flotaban algas en Santoña, de donde era la abuela Ramona. Quizás un episodio en que mi padre se hizo el gracioso tirandome a la piscina en la finca de unos amigos en Logroño y que ahora malrecuerdo con desagrado. Siempre envidié la elegancia y parsimonia de mi madre al nadar. Se ponía su gorro de baño y empujaba el pelo hacia adentro con la llema de sus dedos mientras se acercaba a la orilla llena de olas. El gorro era como de erizos en la cabeza. Mi padre filmaba con una Súper 8. Yo tendría siete años. Si algo me ha dado envidia siempre ha sido esa gente que nada metiendo la cabeza dentro y que uno no sabe còmo respira. Y también me da envidia nadar temprano por la mañana. Un largo. Dos largos...¿En que se piensa?¿se piensa en algo? Un beso

Pedro M. Martínez dijo...

Joselu, cuando nadaba travesías, a mar abierto, entre olas gigantescas, solo pensaba en una cosa ¿qué hago yo aquí?. Y seguía nadando.

Elizabeth dijo...

Nadar, en el segundo mar. El seco, polvo viajando en venas sin regreso. Allí las burbujas son rocas, granizo desordenando cielos.

Tu voz siempre descubre el otro lado del hambre. Y de sus besos.

Pedro M. Martínez dijo...

Elizabeth, esto no es un comentario.
Es un lujo.
Beso tus manos.

cristal00k dijo...

Aprender a nadar o a ir en bicicleta, es como la primera vez, no se olvida.

Yo lo hice sola (nadar) en las aguas gélidas de La Lanzada un verano (es un decir) en que las olas eran tan fuertes, que o nadabas o se te llevaban. Si lo pienso, creo que fue la primera vez que me enamoré... (del mar, claro) tenía unos 7 años y "dominar" eso... fue toda una iniciación.
Curiosamente (o no..) por ese hábito que tengo de no estar casi nunca donde "toca", estaba sola. Pero a mí me encanta. Dime rara.

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