miércoles, 22 de junio de 2011

Ticket to Ride.


Ticket to Ride. Ella tiene su ticket para pasear por cementerios de elefantes, esparciendo gotas de rocío desde sus caderas doradas. Ay, quisiera vivir en su cintura. Pienso en ella con constancia, ausente, solitario, obsesivo cuando camino cabeza abajo sobre mis manos buscando las piedras menos filosas, mendigos en los soportales de la ciudad melancólica, con mujeres en la proa de barcos varados, venden su sonrisa por la seguridad de la sopa y una pulsera para el reuma. Ella no vende nada, no compra, permanece estática sobre la línea que separa, mirando, organizando su memoria desde la A a la Z, los ritos, las ceremonias, me la sorbería como a una sopa de cebolla, la amo y no la amo, mis brazos se cansan de tanto abrazo seco, me duelen al recordar sus muslos que se escondían como pájaros taciturnos, tímidos, sin atreverse al estío, a enloquecerme, a instalarme en la taquicardia. Me besaba como un avestruz, ya, pero ahora lo sé, era realmente bello verla quitándose la seda y las sandalias, las bragas y la vergüenza, perdía el aliento, yo. 

Estoy derrotado, soy Tersites arrollado por los brutales caballos de su belleza. Es inútil engarrarse, azufrarse, ella tiene su ticket para pasear y no está dispuesta a olvidar el paisaje como dientes, pinos y zarzaparrilla al atardecer. Ella sabe que hay trenes que no vuelven a pasar, que incluso hay trenes que no pararán jamás en su estación, no le importa, tiene su ticket de ida, paseará sin renunciar a la manta de lana inglesa cubriendo su siesta, al cuadro con preceptos sobre la chimenea, al arroz de los jueves, a los bellos atardeceres de Troya. 

No escribo más, soy un hombre sin piernas que traduce a Shakespeare al amanecer, que traslada su amor y veneración en un carro de supermercado, que va de acá para allá sin definir una ruta, sin billete de regreso, con briznas de hierba en la barba, con admiración por los diversos, Alex Steinweiss y Walter Benjamin, por Hölderlin y Messi, gentes con piernas y mentes que corren y piensan mientras me deslizo por el tobogán de amores imposibles y sed. Todo es tan real, tan cierto que no puedo imaginar conventos ni cárceles, no me inspira palabras de laboratorio de ensayo saber que ella tiene su billete, que se irá, se me ha dormido la ternura en los dedos, me los corto, como pétalos, se los doy de comer a los perros, pobre hombre mínimo, ensangrentado, sin viajes ni nostalgia, rutina del no, muletas como parapetos, guerra con un solo muerto, un Aquiles perdedor, un extranjero con la espada rota, sin radiantes laureles ni cabezas coronadas, lo peor, un mindundi, el menda, que el jazz me bendiga. 

Eso es.



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4 comments :

Anónimo dijo...

Olé tú.

virgi dijo...

El camino de la belleza lo recorren tus dedos cada día. Y ella con su pelo de fuego no cogió el tren, no, te espera, sí.

Besitos, Pedro.

Magnolio dijo...

Por ejemplo:

“… que traslada su amor y veneración en un carro de supermercado…”

“… era realmente bello verla quitándose la seda y las sandalias, las bragas y la vergüenza, perdía el aliento, yo.”

Hipérbole, hipotenusa, prosa poética del yo que escribe, del tú que le lee, de los otros que él ha leído, de nosotros que le/s leemos.

Yo que sé, pero sí señor: esto es un ticket to ride.

Jezabel dijo...

UF, qué buenossshaval. Gracias.
Beso

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