sábado, 5 de febrero de 2011

Michelangelo.



San Pietro in Vincoli está en Roma, cerca del Coliseo.

En mi primer viaje romano busqué esa iglesia pero me perdí entre callejuelas. Mi insuficiente manejo del italiano no me ayudó a realizar las preguntas oportunas para encontrarla.

Después de un absurdo rodeo llegué a la puerta del templo, entré y caminé extasiado en la penumbra.

El Moisés de Miguel Ángel me dejó inmóvil, incapaz de asimilar tanta belleza, fuerza y perfección.

En aquellos días mi cabeza estaba rota en pequeños fragmentos, mi cerebro era un puzle alborotado.

Delante de esa magnífica escultura bastantes piezas ocuparon su lugar.

Y el paisaje fue tomando forma.

Un amanecer.


2 comments :

Arantza G. dijo...

Tú diste un rodeo. Yo subí unas interminables escaleras para luego darme cuenta de la tontería que había hecho.
Metáfora de mi vida.
La segunda vez fuí derecha, sin escaleras ni laberintos que valiesen.
Así se aprende; los errores son buenos maestros.
De todos modos salí con el síndrome de Stendhal.
Besos y buen fin de semana.

cristal00k dijo...

Perderse en esas callejuelas, es una experiencia inolvidable. No hay más que leerte.

Por otra parte, el arte, el paisaje, o la metereología en "soledad deseada" son un recurso, de los que no fallan y al alcance de todo el mundo, para hallar un cierto confort cuando todo lo demás "parece" que se ha hecho humo... Antonioni sabía de eso.

Y siempre hay un momento para entrar de nuevo dentro de uno mismo, por más lejos que se esté.

Un amanecer, sí. :)

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