domingo, 4 de julio de 2010

Gustos y disgustos.

‘Io sono l’amore’

(Mi opinión: me ha gustado mucho)

La opinión en: jenesaispop.com

“Io son l’amore, io son l’amor, l’amor”, cantaba Maria Callas al final de la célebre aria ‘La mamma morta’. “I am… love. I am…” traducía Tom Hanks en ‘Philadelphia’ mientras la escuchaba emocionado. “Ya lyublyu” parece estar diciendo la rusa Emma Recchi, protagonista de la película de Luca Guadagnino, cuando contempla dicha escena en la televisión. Este juego hipertextual está en la base de la viscontiniana ‘Io sono l’amore’ (y podemos seguir, claro: la Callas fue la musa operística de Visconti, el lema “Todo cambiará para siempre” recuerda al “Algo debe cambiar para que todo siga igual” de ‘El Gatopardo’, novela adaptada por, sí, Visconti; y así hasta aburrirnos).

Guadagnino edifica su película sobre los pilares de los clásicos europeos del melodrama, pero acaba alicatándola con la ironía y la caligrafía posmoderna. Empieza como Antonioni, sigue como Visconti, continúa como el Todd Haynes de ‘Lejos del cielo’ (aunque sin su emulación retro) y acaba como Almodóvar.
Pero aparte de malabarismos multirreferenciales para ciné(fagos)filos, ‘Io sono l’amore’ destaca por su radiografía de la alta burguesía milanesa. A través del personaje de Emma Recchi, “la señora de la casa” (una fabulosa Tilda Swinton), asistimos a las celebraciones, ritos, protocolos y demás modos de relacionarse de una tradicional familia de industriales marcada por las apariencias, la represión y la ocultación de los sentimientos. Una vez que Emma descubre cuál es el verdadero amor de su hija y conoce al amigo cocinero de su hijo, comenzará un proceso de liberación y conocimiento, una huida hacia la sensualidad que también se traslada a la puesta en escena, liberada de ataduras narrativas y desahogada de corsés formales. Una fuga que se consumará en un desenlace arriesgadísimo, que huye de convencionalismos y bordea el ridículo, pero acaba resultando un brillante broche final. 


(Mi opinión: apasionante)


Diario De Berlín. 1936-1941
WILLIAM L. SHIRER 

Diario de Berlín es un clásico, la mejor crónica de la Europa de entreguerras, un libro que sigue siendo de lectura obligada para conocer el período más oscuro y fascinante del siglo . Publicado por vez primera en 1941, la clarividencia, la pasión y la tensión de sus páginas encontraron un público ávido de información y lo convirtieron de inmediato en un texto de referencia sobre el torrente de acontecimientos que se sucedían en Europa. La férrea censura de los nazis obligó a Shirer, corresponsal en Berlín de la CBS, a reservar lo mejor de su lucidez e inteligencia para su diario personal. Sus extraordinarias anotaciones constituyen la crónica periodística que no pudo transmitir. Iluminado por un profundo conocimiento de la vida alemana y europea de la época y la comprensión de las corrientes más profundas de la política internacional, en sus páginas presenciamos el arrogante avance del Tercer Reich y la imparable marcha de Europa hacia la guerra. Diario de Berlín demuestra que el periodismo a veces no solo es el primer borrador de la historia, sino su mejor versión.

(Mi opinión: interesante)






Declaraciones-de-la Ministra de Cultura Gonzalez Sinde

(Mi opinión: sonrojante)

3 comments :

Nikté dijo...

Pues opino, que, que, que, la peli tiene tintas de, de, de ser más que, que, que, interesante, si, si, ¿no?
La ley del aborto, pues, pues.
Ese libro no, no, no, me lo pienso leer, pues, pues, estoy de la guerra, que, que, que...

mabel g. c.© dijo...

No he visto la película, ¿me mandarías una copia a mi mail?:
iosonolamore@teresa.com

La ministra debía de tener un día un poco espe, espe, espe, espeso...

Feliz Domingo, ¿ya te han dado el "pan para los patos"?

gaia07 dijo...

Tiene razón, cada día está más claro quienes son los que tenemos que reflexionar y encontrar soluciones, sobre todo en la dejar de delegar, o permirtir que lo hagan, en incompetentes.

Parece ser que basta con ser buena en alguna cosa relacionada con una cartera ministerial, ni se molestan en prepararle un discurso coherente, ni siquiera la propia autoestima importa, hasta aquí casi que ellos mismos se infravaloran, pero lo realmente indignante es que se permitan el lujo de creer que le hablan a una población catatónica, indiferente y falta de sensibilidades.

Si la cultura define a un pueblo, a una época, al mundo, está señora debería dedicarse a ser sencillamente una protagonista más, jamás a dirigirla.

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