martes, 21 de octubre de 2008

Oxitocina.

El loco mirando desde la puerta del jardín.

Hombre normal que por un momento
cruzas tu vida con la del esperpento
has de saber que no fue por matar al pelícano
sino por nada por lo que yazgo aquí entre otros sepulcros
y que a nada sino al azar y a ninguna voluntad sagrada
de demonio o de dios debo mi ruina.

(Leopoldo María Panero)



No llovía, nunca llovía.

La última vez que vi a Teresa, los bomberos ya habían apagado el fuego, por lo que pude regresar al pueblo atravesando el bosque.

Al despedirme no sentí ninguna emoción especial, ni siquiera volví la cabeza como otras veces. Pero sentí el ruido de la puerta cerrándose como una guillotina.

La noche palpitaba en rumores de insectos, aves nocturnas y sapos en celo.
Recuerdo que un avión volaba muy alto, parpadeaban sus luces de situación junto a la Vía Láctea.
Entonces no sabía que la amenaza de no volver a verla nunca más podía convertirse en realidad. Qué tontería, ¿cómo iba a saberlo?

Al llegar al Storm me concentré en la cerveza y en la señorita rubia de la esquina de la barra. Julián tenía su local adornado con diversos instrumentos musicales y cuadros con fotografías de músicos de jazz. No era una decoración con demasiado sentido, Julián tampoco lo tenía, pero su cerveza estaba siempre fría. La señorita del fondo, por el interés que me demostró, no.

Me dirigí a ella y cuando nos habíamos investigado todo lo que la decencia de un tipo como yo permitía en un local público, propuse a Elena, que así se llamaba, continuar en otro lugar.

No podía llevarle a mi casa, no podía decirle que mi madre me esperaba con su cargamento de besos, amor infinito y cena en la mesa de la cocina. ¿Qué hubiese pensado ella?, los amantes no tienen madre.

Con una mirada fría me preguntó - ¿No hay hoteles en este pueblo? –.

Le miré con todo el desprecio aprendido de los protagonistas de las películas de serie B que había visto en tardes y tardes de cine en sesión continua. Tiré de su brazo. – Vamos, nena – y mi voz sonó como una cicatriz en una cebolla.

Nos perdimos por los callejones del vicio.

Ella sonreía y su mirada estaba llena de cimitarras, de gélidos deseos.
Quiso saber dónde íbamos y su voz sonó como un géiser, como un escape de gas. No respondí, tratando de pintar con misterio mi absoluta falta de iniciativa. No sabía dónde llevar nuestros deseos, aunque si sabía cómo.

Caminamos entre los ruidos de las calles, apartando gatos invisibles y olores de sopa de ajo saliendo por las ventanas. Justo al doblar una esquina me agarró de las solapas la silueta de mi nostalgia por Teresa, pero quién piensa en nieve cuando se está en el desierto. La breve falda de Elena se ceñía a sus nalgas generosas como mi mano se ceñía al apetecible espacio desnudo entre esa falda y la blusa, su carne estaba mullida y caliente.

Dios, si hubiese tenido mi coche todo sería más fácil.

Entonces recordé el apartamento de Juan, si este seguía en Madrid estaba salvado.
Bajo el felpudo estaba la llave.

En la pequeña habitación se alternaban flores de plástico, una cortina con pececillos dorados, y tres muñecas vestidas de gitana andaluza. Una joya de la decoración de principios de siglo.
Bajo mi cuerpo estaba Elena, su boca abierta, sus piernas abiertas, su corazón, si lo tenía, cerrado.
Un reloj despertador, ruidoso y anacrónico, daba ritmo a nuestros movimientos acelerados. A lo lejos se oían los grandes camiones atravesando la autopista en dirección a quien sabe dónde.
El reloj se cansaba, nosotros no.

Entusiasmados, no escuchamos los pasos subiendo por la escalera, ni la llave girando en la cerradura, sólo escuchamos ese – No, Teresa, espera, mi piso está ocupado -.

Y después desde la ventana vi a Juan y Teresa entrando en el coche, los semáforos parpadeando, Elena pidiendo que continuásemos, su pubis llamándome, un zumo de frustración saliendo desde ese maldito adagio de Albinoni que suena una y otra vez, mi mundo explotando en fuegos artificiales, y después ducharnos, vestirnos, limpiar la alfombra y a la banda sonora de mi vida se había incorporado un nuevo y triste bolero.

Volví a casa limpiándome las lágrimas a manotazos.




18 comments :

Anónimo dijo...

Me seduces con tus palabras.. Me entusiasma entrar aqui, me gusta ver como mi ratón se desliza por las imagenes y luego me sorprendo lentamente. Hummmmmmm. Increible....
Swett sleeps!!!!Because.

mjromero dijo...

¿Y el título del cuadro?
me encanta ese cuadro.

Lena yau dijo...

Qué buen texto, Guapo de la Ría!!!!

Eso de la voz sonando a cicatriz en una cebolla me mató.

También el desamor que llora sobre un cuerpo hueco...

También.

Besos muchos, Peter!

a-escena dijo...

Qué bella y triste historia. Como la vida.

gaia07 dijo...

Tan maravillosa como peligrosa esa sustancia. Quizá el peligro solo esté en el exceso.

Común historia, tan bien contada que lloras con él.
Pero así somos, la necesidad provocada por el exceso de la hormona maternal, confianza, ternura, te lleva a "yacer por nada". Lástima que la generosidad no sea tan latente como la posesión, y está si que no tiene nada que ver con la hormona, más bien con el lamentable estatus social de cada sexo.
Se que no estoy muy clara estos días, lo intento. Es evidente porqué no vuelve a ver a Teresa, y eso no acaba de cuadrarme. Aunque cuadra perfectamente en la forma de actuación social, te veo con otro, ya está todo dicho. Solo queda yacer “entre otros sepulcros”. Cuestión de azares (me remito a tu post sobre el azar).

Un beso a tope de oxitocina natural (la farmacológica es casi mortal).

Pedro M. Martínez dijo...

La oxitocina es una hormona relacionada con los patrones sexuales y con las conductas maternal y paternal que actúa también como neurotransmisor en el cerebro. En las mujeres, la oxitocina se libera en grandes cantidades tras la distensión del cérvix uterino y la vagina durante el parto, así como en respuesta a la estimulación del pezón por la succión del bebé, facilitando por tanto el parto y la lactancia.
También se piensa que su función está asociada con la afectividad, la ternura, el contacto y el orgasmo en ambos sexos. Algunos la llaman la "molécula de la monogamia" o "molécula de la confianza". En el cerebro parece estar involucrada en el reconocimiento y establecimiento de relaciones sociales y podría estar involucrada en la formación de relaciones de confianza y generosidad entre personas.
(Wikipedia)


Lobito, perdóname, pero este comentario es demasiado erótico para este blog infantil, o con acceso a niños.
Seducciones, entusiasmos, ratones deslizándose por vaya usted a saber qué imágenes, lentas sorpresas, grititos de júbilo, rotunda frase final.
Que estas cosas, tan de mañana, no me dejan concentrarme.
Jajajajajajajajaja
Un beso.


alfaro ¿Cuál de ellos? Dejo aquí tantos.
El de la cabecera es de Mattotti.
(enseguida será era)


Lena, cuento las cosas que me ocurren en días normales. Mi vida es así de aburrida.
Aunque Teresa no vuelva.
Muchos besos Penélope del seguro.



gaia07 es cierto que vamos dejando aquí jirones de nuestra realidad. Lo hagamos como un pretendido texto de novela negra, como intentos de poema, como juegos con luces y colores o como sea.
En cualquier caso no pretendo mezclar mi situación actual con mi imaginación. Si alguna vez me confundo o alguien al leer se confunde será por mi falta de capacidad.

Niña, necesito un poco de calma, sentarme y no hacer nada.
Ayer a las 8,30 de la mañana estaba en el alto de Sollube; en una curva apareció el mar, inmenso, el cabo Ogoño a los lejos, el sol naciendo, la isla de Izaro, no paré, pasé de largo ya que había quedado a las 9.
Eso quiero, poder saborear todo lo que me estoy perdiendo por esta maldita prisa.
Pero ahora toca lo que toca.
Y que no falte.
Un beso como sería.

Єѕтnoм dijo...

Buashhh, qué bueno, chico!!!
Me ha entusiasmado este relato.
Te hace unos chupitos de oxitocina?

Pedro M. Martínez dijo...

Van esos chupitos Єѕтησм.
Pero hoy no me pongas limón que llueve mucho.
b/esos.

a-escena dijo...

Y a mí no me deja ningún comentario...en fin...! Menos mal que esta vez no le mandé besos...:(

Pedro M. Martínez dijo...

Mis disculpas a-escena, un olvido imperdonable.
Sin beso o con beso, gracias,

Y es que he tenido un día con muchísimo trabajo, no sé de dónde saco tiempo para el blog, para escribir, para tantas cosas.
Para colmo he tenido reunión de la comunidad de vecinos ¡help!
Aquí hoy ha llovido muchísimo, llueve ahora.
Puff, mañana miércoles.
Otro beso.

Anónimo dijo...

Uufff Pedro Glup, no veas el ejercicio que he hecho hoy, no puedo ni con el culo... Pero he llegado a tiempo y me he llenado de "Oxitocina" ( menos mal).
Me gusta la historia.
"La puerta cerrándose como una guillotina" ZAS! Vaya H. "El reloj se cansaba, nosotros no" ( eso es F. hasta que te salgan agujetas, qué bueno!)Se me han quedado estas dos frases. Boas noites y mucha oxitocina.

Sol - Estaré siempre dijo...

Creo que despues de leer esto mejor me voy a dar una ducha!!! Que ingenio por Dios!!! Bueno no lo llamaria ingenio... Estuvo G E N I A L!!! Besotes desde el corazon!!!

ybris dijo...

Tan bello como triste.
Excitante y peligroso como la oxitocina.
Purificador y húmedo como la lluvia.
Precioso relato.
Eres un genio.

Un abrazo.

matrioska_verde dijo...

¡Que relato tan intenso! Me ha mantenido en vilo para darme un mazazo final certero y aciago. Muy bueno.
Bicos.

Pedro M. Martínez dijo...

Dama shandy,espero que ya esté restablecida tu calma “física”.
Con o sin oxitocina.
Besos de miércoles.

Pedro M. Martínez dijo...

SOL, muchas gracias.
¿Qué tal te sentó la ducha?
Besos y besos.

Pedro M. Martínez dijo...

ybris tu comentario me halaga.
Menos mal que achaco a tu buena educación.
Así puedo seguir escribiendo.
Mi abrazo, chaval.

Pedro M. Martínez dijo...

Gracias Aldabra, contar estas experiencias me hace (re) vivirlas.
Algo así.
Bicos.

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