lunes, 21 de julio de 2008

Venciendo el pudor

Capitalismo 


El no tener es echar

en falta todo lo que no se tiene. Es

verse obligado a tener constantemente lo que le falta a uno.



Tener es miedo a perder

todo lo que se tiene. Es

verse obligado constantemente a echar de menos lo que se tiene.




(Traducción de Francisco J. Uriz)



Väinö Kristinä




Venciendo el pudor. Así hoy me cambio de ropa y no quiero saber nada de palomas ni de geranios. Me acuclillo junto al yonqui con los ojos abiertos que no ven. Grito al compañero que esparce su verdad y su locura por una Gran Vía escandalizada, o indiferente. Furtivo, vendo en los portales lo que robé anoche. Toco la flauta o canto, pido unas monedas. Soporto mi borrachera tumbado en un charco de la plaza de San Vicente, las personas que salen de la misa de doce me ignoran. Increpo a los paseantes, les insulto desde el paseo. Lloro con los brazos abiertos en cruz, un pañuelo sin monedas a mis pies. Hundo la cabeza entre las manos y pienso. Corro, camino, me detengo, giro, errático voy y vengo sorteando automóviles y guardias que quieren preguntarme. Inmóvil, sufro delante de las luces del Corte Inglés. Sólo, mudo ahora, recuerdo cuando hablaba, era, cuando tenía un trabajo, familia, amigos, sé que no volveré a encontrarme, cuanto tenía, perdido ahora. Veo insectos brotando de la botella de vino que me calma el alma y rompe el hígado. Estoy triste, enfermo de acostarme, alucinado y pobre. Busco un refugio para este tiempo de lluvia, tengo frío, hambre. Hastiado, busco un puente que no me venza, que me deje saltar a la nada, a la ausencia transparente. Nadie me ve, nadie me oye, nadie sabe, nadie entiende, nadie repara en mi, solo alguna anciana me da un euro y un consejo. Vencido, solo me queda la huida a ninguna parte, a ningún lugar. Sin amigos, sin recursos, sin más deseos que calor para esta noche, algo de comer y una sonrisa.



Corría el siglo III a.C., aproximadamente en el año 250 a.C., y en el corazón de Asia varios estados combatían entre sí. En aquélla época, conocida como la de Los Estados Combatientes, se luchaba por la hegemonía con dureza, con crudeza, con crueldad. Pero en uno de los reinos más pequeños y marginales, Qin, vivía un pequeño jóven de 13 años, Qin Shi Huang, que se encargaría de unificar al país y convertirse en el primer emperador de la China.

Siete eran los estados imperantes en aquellos momentos: Han, Zhao, Yan, Wei, Chu, Qi y el mencionado Qin. Todos juntos conforman lo que hoy es la actual China, desde el mar de la China hasta la Gran Muralla.

Qin Shi Huang vivía en un reino regentado por su madre y controlado por el canciller Lu Buwei, de quien se decía era su padre natural. El nuevo amante de la reina, Lao Ai, era el tercero en discordia que aspiraba a alcanzar el poder dentro de la corte imperial. Sin embargo, la determinación y fortaleza de Qin Shi Huang se hizo patente al cumplir los 22 años y ser nombrado rey de Qin. Ejecutó a Lao Ai, el amante de su madre, quien se había levantado contra él, y a los dos hijos que éste había tenido con su madre, la reina. Confinó a su madre, y finalmente se deshizo de su principal rival, el canciller Lu Buwei.

Y así, con todo el poder a sus espaldas, Qin Shi huang se dirigió contra los reinos que le rodeaban, dirigiéndose en primer lugar hacia las llanuras del Este. Poco a poco, fue consiguiendo pequeñas victorias, que acompañaba del soborno a que sometía a personajes destacados de los otros reinos. En el año 236 a.C. inició una gran guerra contra los otros seis reinos que duró doce años.

Fue tal su rectitud y al mismo tiempo crueldad, que no se detuvo en su avance contra el reino de Wei a cuya capital, Daliang, sometió a asedio, e incluso desvió el curso del río Amarillo para inundar la ciudad. Sin embargo, su gran rival lo encontró en otro reino, el de Chu. Los 200.000 soldados que llevó al frente fueron derrotados, pero, lejos de rendirse, reunió un ejército aún mayor, de más de 500.000 hombres. en el año 221 a.C. consiguió la gran victoria, y al tiempo, la unificación de todo el país. Curiosamente, uno de los más famosos recuerdos que han quedado de aquel Emperador ha sido todo el ejército de terracota (casi 8.000 figuras de tamaño natural) que se encontraron en la región de Xi’an en 1974, muy cerca de su lugar de enterramiento. Aquellos guerreros, conocidos como los “Guerreros de Xi’an” fueron parte de la última voluntad del gran Emperador.

Sólo los hunos, procedentes de Mongolia, podrían derrotarle, y así decidió restaurar y mejorar la Gran Muralla.

Mientras, con mano dura y hábil, Qin Shi Huang consiguió dominar tan vasto imperio de un modo sistemático y organizado. Su nombre quedó para la Historia, no sólo por haber logrado la unificación, sino por lograr mejoras importantísimas para la sociedad china, como una moneda única, o una lengua única para todo el país. Facilitó las comunicaciones, unificó las medidas y los pesos y creó un ejército a su altura, dotándose a sí mismo de un poder superior. Dejó su condición de Rey para convertirse en Emperador, dejando bajo él tres cargos importantes, el de primer ministro (chengxiang), el de ocmisario responsable del ejército (taiwei) y el censor que supervisaba todo el trabajo funcionarial (yushi). Al mismo tiempo, el Estado se dividió en 36 prefecturas, cada uno con su propio Gobernador.

Por último, y como símbolo de su inmenso poder, se dedicó a construir palacios por todo el país.

Pero paralelo a todos estos grandes logros, fue la tiranía que demostró en todos sus actos: casi dos millones de personas realizaron trabajos forzados en la Gran Muralla y en los palacios que fue levantando… Su dinastía, Qin, apenas le sobrevivió quince años más después de su muerte, ocurrida en el 210 a.C. a la edad de 49 años.

Este Emperador tiene tal importancia en la Historia del Imperio, que su nombre, Qin, que se lee “Chin”, ha dado nombre al país que aún hoy conocemos como China.



• Posted by Javier Gómez






10 comments :

gaia07 dijo...

Nadie desea estar así. Acaso el dolor, la pena, la impotencia ante lo que ocurre delante de ti, el hastío de ver que pocos son lo que muestran, no poder olvidar… supera cualquier resistencia a caer en un abismo insalvable. Necesitamos de otros, siempre.
Un beso siempre.

mirada dijo...

Anoche pensaba en estas situaciones de vida...
Y Gaia07 lo ha dicho, necesitamos los unos de los otros.
Un abrazo enorme.

Pedro M. Martínez dijo...

gaia07, si ya lo decían en la Bola de Cristal: “sólo no puedes, con amigos, sí”.
Un beso siempre a pesar de este nunca.

Pedro M. Martínez dijo...

Mirada te da tiempo para todo.

Estas son páginas parroquiales, ay señor, un agnóstico metido en estos líos.
Un abrazo tan grande que te estrujo (anda, no te rías, que sí)

Margot dijo...

Hay veces que sienta de maravilla vencer el pudor y entonar otras notas (al menos a quien te lee) y chapotear, porque sí, porque existe, en la mierda (lo siento, hay veces que también yo venzo el pudor y me niego a utilizar eufemismos).

Y por supuesto no hablo del vencido de tu texto. Ya, imgino que está de más decirlo.

Un beso, electroduende.

Magnolio dijo...

A lo mejor pudor, falta de imaginación, miedo a ponerme en sus ropas, a echar en falta lo que ¿tengo?, pero yo no puedo.

navegar.es.preciso dijo...

Bueno hay gente que es
impúdica y justamente
tiene que vencer ésto
y no cargarse permanentemente
con ello.
Por cierto que preciosa foto,
esa maravillosa mariposa
que antes fue oruga.
Un beso

Pedro M. Martínez dijo...

Margot, este medio da ya una medida.
Hay otras.
Con menos luces, menos música.

Buenas intenciones
Un beso, Bruja Avería

Pedro M. Martínez dijo...

Magnolio nutrido con regaderas de plata, siempre he buscado huecos en las calles por si un día debo dormir al raso.
Curiosamente a mi buen amigo Javi le ocurre lo mismo.

Somos afortunados.

Pedro M. Martínez dijo...

navegar.es.preciso, mis mariposas son famosas.
Mis orugas, no.

Y lo que escribo lo voy dejando aquí.
Me gusta que alguien lo lee.
Un beso

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