viernes, 14 de marzo de 2008

De lo invisible.

“Escribir aminora el dolor. Pero no mata el mal. Y el revés de la moneda es que el dolor o sufrimiento gratuito de quién escribe produce inmediatamente un placer. El escritor es un peregrino de lo absurdo, siempre estará insatisfecho, siempre vivirá en la duda, en el desencanto y en la amargura del no es esto, no es esto.” (Pablo Antoñana)



Escribe con las tripas, me decía. No es fácil. He vivido mucho tiempo en el centro de la luz, ciego, gozosamente ciego, viendo por sus ojos, apoyándome en su mirada, viviendo para ella. He sido un prisionero del amor que siempre dudé pudiera existir. Pues bien, existe, lo proclamo: he estado enamorado, tan enamorado que mi cabeza y mi corazón están heridos. Tanto la admiraba.(Esta vez no tomaré pastillas, te lo aseguro).

Puedo verla ahora, de pie bajo una bombilla colgada en el centro del techo de esa habitación forrada de plomo, en Barcelona, los ojos cerrados, lúcida, obstinada, segura de su decisión. (¿Estás grabando?)

Rebusco en libros, leo, anoto citas ¿quién leerá lo que escojo?. Me coso los labios para no llamarla Ato mis tobillos para no salir a gritar su nombre en los bosques que tantas veces atravesamos. Clavo mis manos a un madero para no escribirle súplicas. Muerdo con rabia el deseo de volver a hablarle cada mañana, como antes, la voz lenta cayendo como gotas cálidas de cera que salpican la mesa donde me siento y miro. (Mis ojos, oh, la mirada recuperada).

Abro la puerta, temeroso, pálido regreso al aire, con llagas en las muñecas, en los tobillos. Camino por el monte, la piedra reluce, el sol al traspasar la cima atraviesa las hojas verdes y rojas de la primavera, los árboles brillan. Y ahora, este espectáculo mágico ¿a quién se lo cuento? (El tiempo pasará. Un día, lo sé, borraré todas tus cartas, un día no recordaré quién eras)

Se me olvidará su rostro, su sonrisa, el gesto serio, los ojos que me miraban al trasluz. Se me irán diluyendo sus palabras, todo aquello que decía, su cuerpo que gemía junto al mío cuando temblábamos de placer, henchidos, acoplados por un genial carpintero invisible. (Ah, ¿recuerdas nuestros cuerpos en dulce batalla?)

Hoy es lunes, solo ha pasado un día (justo ahora cierras la verja)

Sé que sus tijeras de podar están dejando todo esto en una sola palabra (No).

Me amordazo. Intento vivir con el silencio.(Tú sabes que no voy a resistir)

Y a los que leen, ¿qué os importa todo esto? ¡Marcharos! No traspasar la línea. Fuera de mi frontera. Dejarme tranquilo, ¿qué buscáis aquí? No os he invitado (¿o sí?)

No, no cerréis la ventana, vosotros no.
Por favor, no me dejéis solo.
Por favor (la vida imita a la vida).

Saltó el viento de levante y no sabe qué hacer con el aire. Le entra por la nariz, por la boca, no le deja respirar, se ahoga, alborota sus cabellos, la ropa, las ideas le andan temblando. Camina cerca de la playa y la arena se le clava en la frente, en las orejas. Es hora de regresar a casa pero no recuerda donde está su casa.

Ese hombre se habla, camina en círculos, muerde el aire, tiene los ojos enrojecidos, corre, se para, babea, gesticula, ahora se ha quitado la ropa y, desnudo, nos mira (te está mirando a ti)




”.La palabra ha de llevar el lenguaje al punto cero, al punto de la indeterminación infinita, de la infinita libertad (De un diario anónimo)

Javier Ruibal


10 comments :

Nikté dijo...

Que duele, dices, con las tripas, dices, que nos vayamos, que no dejemos solo y la veo a ella bajo esa bombilla y él arañando la madera.
Secuencias no cotidianas o si, me dejo llevar por un aire plomizo.

¡Joder! en el buen sentido

Margot dijo...

Escribir con el tuétano, con la médula... a veces sucede, a veces sale como si tal cosa, como a tu prota...

Aunque también el no es esto, no es esto.

Libertad e indeterminación sobre la cuerda del equilibrista.

Y un beso de viernes!

Anónimo dijo...

Nikté, era una exposición en la Caixa, en Barcelona, un lugar magnífico, una sala recubierta de plomo, paredes, techo, una bombilla con luz mortecina en el centro, una sensación terrible, de desamparo, claustrofóbico, de encierro, de angustia, ella a mi lado pero lejos, pensando, el plomo no dejaba salir los sentimientos, nos abrazamos, nos sentamos cada uno en una esquina, nos miramos, luego llego el bedel y nos obligó a salir.
¿Y dice que escriba con las tripas?

Solo conozco un buen sentido de ese ¡Joder! (aunque conozco definiciones más suaves)

Anónimo dijo...

Mi prota, querida, siempre soy yo.
O ese yo que escribe.
Bella Margot tú sabes de esto.
Y de lo otro.
Tú sabes.
Besos primaverales.

ana p. dijo...

- Se me llenó la piel de ojos y manos -dijo-.
Quería ver hasta el fondo. Quería tocar el aire guardado en Adán. Quería otra manera de decir que fuera más cierta que las palabras, una manera de hablar como la del gato que se roza contra nuestras piernas para que sepamos que nos reconoce. Su padre sentía lo mismo. Empezamos juntando la boca, la lengua, porque de allí sale lo que hablamos. Exploramos la saliva, los dientes y de pronto un idioma caliente, como si hubiéramos encendido un fuergo en nuestra sangres, pero sus palabras no tenían forma. Parecían quejidos largos, pero nada nos dolía. Eran suspiros, gruñidos, que sé yo. Las manos se nos llenaron de señas, de ganas de dibujarnos cosas ininteligibles en el cuerpo. A mi el sexo se me puso húmedo. Pensé que orinaba, pero no era igual. A Adán, el pene, eso que cuelga entre las piernas de los hombres, le creció mucho. Era una mano que apuntaba hacia mi centro. Por fin atinamos a comprender que era parte suya tendría que alojarse en mí para nos volviéramos a juntar [...]
Creo que Adán pensaba que podía tocarme el corazón. Se hundía buscándome el fondo. Nos mecimos, igual que el mar sobre la playa. Después sentí que mi vientre quería apretar esa mano suya, estrecharla, salir a su encuentro. Entonces, un destello se extendió por mis piernas, me subió por el vientre, el pecho, los brazos, la cabeza. Después temblé toda igual que la tierra cuando caen los truenos. Adán dice que para él fue un desborde, un río que salió impetuoso, derramándose hacia mi. Él tembló también -dijo Eva sonriendo-. Gritó. Creo que lo mismo hice yo. Eso fue todo[...]
Así nos consolamos. Algo ganamos al perder la eternidad del Jardín. Amor, lo llamamos.
"El infinito en la palma de la mano". Gioconda Belli

Anónimo dijo...

ana p.
¡Qué delicia!
Me ha encantado.
(Escuché a Gioconda en una entrevista por la radio, el sábado pasado)(una mujer plena de sensibilidad)
Besos.

gaia07 dijo...

Yo me quedo porque también estoy desnuda de todo mirándole. La locura, desde la locura se comprende. Besos.

ybris dijo...

Curioso contrapunto tus paréntesis.
Debe de ser el efecto de hablarse y caminar en círculos.

Abrazos.

Anónimo dijo...

gaia07, qué belleza.
Tu cuerpo.

Anónimo dijo...

Eso debe ser ybris

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