lunes, 31 de marzo de 2008

Cenicienta.

Aquella noche pasó de la más completa ignorancia al más exhaustivo conocimiento del acto amoroso. Cuando oía sus gemidos de placer y veía aquella expresión de extático alivio en su rostro, sintió que a partir de entonces su vida cobraba una nueva finalidad: liberar a aquel joven músico de sus sufrimientos. (Los reyes del mambo tocan canciones de amor. /**/Oscar Hijuelos) .



Aquella primera vez Cenicienta se marchó del baile cuando sonaban las doce. Su hada madrina le había dado precisas instrucciones sobre eso. Abandonó el palacio con el temor de la decepción. Después, de vuelta a casa, cuando comprobó que sus vestidos seguían relucientes, la ostentosa carroza reposaba en el jardín y los lacayos zascandileaban por la cocina o los cuartos de abajo, se tranquilizó e incluso se permitió canturrear, tan contenta estaba.


El príncipe, entusiasmado desde aquella ocasión, no dejó de invitarla a cuantas fiestas se preparaban en la corte. Así, Cenicienta asistió a la recepción por Primavera, a la verbena del Verano, al baile de la Vendimia, a la solemne cena de Navidad y en todos estos festejos brilló y fue muy feliz sintiéndose agasajada por el príncipe que la colmaba de atenciones y detalles.

Y el tiempo pasó, tal parecía que aquella felicidad sería perpetua, que nada ni nadie iba a cambiar la emoción cuando comenzaba a sonar la música y se abrazaban en secreto en el balcón que daba al río o cuando se besaban detrás de las cortinas al abrigo de las miradas indiscretas.
Solo la sombra del reloj enturbiaba aquellos días magníficos. Y es que al aproximarse la medianoche Cenicienta cambiaba de color, se retorcía las manos con nerviosismo y miraba su reflejo en los espejos temiendo que su lujoso traje se convirtiera en el modesto vestido que usara antes que su hada madrina fuera tan generosa al terminar con su monotonía, con los días grises y largos, con su vida entre fogones. Alguna noche intentó salir a toda prisa del concurrido salón donde todos daban vueltas con la música de valses. Si no lo hizo fue porque el príncipe, que estaba enamorado de ella como solo se enamoran los príncipes, le tomó de la mano cuando comenzaba a pisar la inmensa escalinata y con dulces palabras le llevó entre chanzas y risas al lugar que le correspondía, el centro de la fiesta.

Pero los cuentos son solo cuentos y los escriben aquellos que sueñan y se engañan. Se celebraba la despedida del embajador de Francia y todo el palacio estaba engalanado con banderas tricolores; candelabros sostenidos por fornidos criados envueltos en lujosas casacas amarillas llenaban de luz el pabellón del jardín preparado para albergar a los invitados; pámpanos de oro colgaban de las columnas; las fuentes manaban vino y moscatel. Cenicienta acudió radiante, un ajustado traje de terciopelo negro marcaba su figura adolescente, el cabello recogido en un delicado moño hacía destacar la belleza de su sonriente cara. El príncipe la miraba arrobado y solícito. Aquella noche bailó y bailó y parecía que nunca iba a terminar su dicha. Pero cuando dieron las once se inquietó y un murmullo de bajamar le silbaba en el interior del pecho. Fue una hora atroz, los más negros pensamientos le vendaban los ojos, le empujaban haciéndole confundirse en los pasos, tropezar en las vueltas. Cuando el reloj dio la primera campanada de las doce no pudo soportarlo más y eludiendo las manos del príncipe huyó a toda prisa, saltando de escalón en escalón. A cada salto su ropa perdía brillo y al llegar al jardín volvió a estar vestida con un humilde sayo, la carroza se había convertido en una calabaza y dos ratoncillos chocaban entre sí, aturdidos. Cenicienta huyó llorando, se internó en un bosque cercano y desapareció para siempre de la vida del atribulado príncipe.

Los años pasaron y aunque las fiestas y bailes en palacio continuaron, jamás volvieron a recobrar el esplendor de aquellos en los que Cenicienta dejaba su estilo y alegría.
Por cierto, para los curiosos, Cenicienta se trasladó a Portugal donde ganó varios premios en diversos certámenes sobre recuperación de cenizas en cocinas de leña, siendo agasajada por expertos de todos los países. En la actualidad está jubilada y vive en la residencia Charenton.

¿Y el príncipe? Ay, el desdichado príncipe dejó la corte, abandonó el reino y nunca jamás regresó. Hay quién dice que le ha visto aquí y allá, acompañado del chambelán de la corte, pero nadie ha presentado pruebas. Solo una, dudosa, su fotografía en un conocido club sadomasoquista de Nueva York. Las agencias del periodismo rosa siguen buscándolo.


Cada día son más increíbles los cuentos de hadas.
Como siempre las comadres aciertan.


Al Kooper & Mike Bloomfield


sábado, 29 de marzo de 2008

Con mi propia medicina.

Creo haber encontrado el eslabón perdido entre los animales y el Homo sapiens: somos nosotros. (Konrad Lorenz)

Leo un relato en el blog de mi amiga J, una señora respetada de una edad respetable, con el pelo azul. Mientras leo, sin querer, trato de distinguir la ficción de la posible realidad. Si no supiera que es de una amiga ni siquiera me lo plantearía.

Me explico. Entro en un blog cualquiera, uno de nombre sonoro, original, leo y ni me preocupa si lo que allí se cuenta se lo han inventado, les ha pasado a su prima la de Cuenca o si está preparando oposiciones para los juegos florales de Baracaldo. Me gusta o no, y ya.
Pero, ah, leo a J y la duda me corroe, ¿es un recuerdo de juventud?, ¿le ocurrió la semana pasada? Se lo ha imaginado, bueno, pero ¿en qué se ha basado?, ¿se lo han contado?, ¿siente así por alguien?, ¿le ha ocurrido a alguna conocida común?

Por supuesto eso es ya un logro de la escritora, ha enganchado al lector, le atrapa, le interesa, le confunde, le llena de curiosidad, de dudas, de misterios, de magia. Sobre todo se nota en esa sensación cálida en el paladar, ese vaya-vaya, esas ganas de coger el teléfono y llamarla a las cuatro de la mañana, su marido sobresaltado, sus hijos en el pasillo -¿qué pasa, mama?- y yo, casi gritando: J. estoy cardiaco ¿es ficción o no?. Pero mejor me voy a la cama y ya se lo preguntaré cuando nos veamos paseando por Ondarreta del brazo de nuestras parejas, civilizados, inclinando la cabeza al cruzarnos, quitándonos la boina (los hombres) Agur. Agur.

No escarmentamos en cabeza ajena, pero leer este relato me ha hecho tomar mi propia medicina y reflexionar. Saco conclusiones ¿qué pensarán mis nietos Ihintza y Gorka si leen mi blog glup 2.0?, ¿creerán que su abuelo se ha vuelto loco?, ¿recortarán mis salidas de la residencia?, ¿me desconectarán del ordenador?, ¿cancelarán mi cuenta de ADSL con Wanadoo?, ¿llenarán de virus CWS/AboutBlank el restore?, ¿dejarán de comprarme el Zoloft?, ¿devolverán la reserva del hotel de Benidorn para abril?, ¿se olvidarán de abonar mi suscripción al Club de la Serpiente? No quiero ni pensarlo. Además todavía no he escrito mi post de hoy. Esto es un sin vivir.

Los Tres Reyes.


viernes, 28 de marzo de 2008

Gallina de Guinea.

Tú estabas oculto detrás de la puerta
yo me frotaba los senos desnudos, y tú me entreviste.

En esta Arcadia de la red es posible poner rostro y voz a nuestros deseos, vestir a nuestro gusto lo que no son sino líneas torcidas y buena voluntad. Los milagros mienten y cuando la lluvia repetida de los días deja ver el auténtico color del edificio sabemos que la ventana camuflada daba a un patio trasero donde se apilan los cachivaches grises del tedio, del miedo, del hambre de los otros, de la fachada del otro.
Pero nos hemos vuelto expertos de la nada y nadamos por líneas paralelas que tienden al infinito y cortan el tiempo en planos no miscibles, en historias que nunca han ocurrido, como sueños que olvidamos al despertar, como pesadillas que vamos sustituyendo, nombre a nombre, todos ficticios, todos lobos que nos acorralan en el bosque nocturno del mismo día, repetido, siempre es lunes. Y además está lloviendo a mares.
Me aburro, queridos míos estoy harto de tanto ayer que no es, de tanto disimulo, de tanta falsedad disfrazada de poemas de otros, de fotografías de otros, de sentimientos fotocopiados, de nivel uno coma uno y de tener que cerrar las contraventanas para que no entre el humo de los bostezos. Se me está llenando el río de cocodrilos, que ríen, lloran, abren sus enormes mandíbulas, hablan en un lenguaje que no entiendo, brrr, no tengo el diccionario del Nilo, no sé, ni quiero traducir, a mí que me cuentan, que prueben en la siguiente ventanilla. Eso, que no quiero caminar sobre las aguas no transparentes, este pantano está lleno y los ahogados se han bebido el agua.



jueves, 27 de marzo de 2008

Carta a la amante enferma.



Qué es la magia, preguntas
en una habitación a oscuras.
Qué es la nada, preguntas,
saliendo de la habitación.
Y qué es un hombre saliendo de la nada
y volviendo solo a la habitación.


(Leopoldo María Panero)




Antes de empezar a leer a André Gide ya me ha enganchado. Tú también me has enganchado, bella, que me haces culpable de tus males internos, que me haces sentir como un corruptor de ancianas desvalidas, de inocentes damas otoñales, de infantiles mujeres que caen en los brazos del pecado, del mal, del vicio en compañía que deja tus riñones con habitantes negros, no deseados, víctima precisamente de tus deseos más oscuros, un hombre joven, fornido, de pelo en pecho, que te bese y te toque, que te someta a sus bajos instintos de macho, de gallo, de minotauro hocicándote el sexo, de centauro hablador y festivo que te lleve a su grupa sobre el río que arrastra los interrogantes mientras todos los herreros del mundo te miran con ojos que reprueban y tú viajas en trenes franceses, en aviones que despegan en aeropuertos perdidos en tu mente, que aterrizan en mi alma y ahí te quedas, bicho tú también, enajenada, habitante de mis sueños, mujer fatal que me llenas de urgencias, que me bañas de un deseo creciente, como una marea que me lleva, nadando en tu bajamar, sirena tumbada, desnuda sobre la alfombra llena del germen invisible del dolor, de los microbios suicidas que te transitan, afortunados ellos que te ven por dentro, que te hacen sentir un suplicio, que no te dejan indiferente, aunque sea para eliminarlos con antibióticos nuevos mientras te ruego una mirada, me arrodillo ante ti como un fervoroso amante, beato, pío, devoto admirador, te rezo, te imploro, te beso las sienes, te oprimo los muslos, pobrecita mía, cansada, dolorida, sudorosa, llena de incomodidades, traspasada por los puñales de la infección, como una virgen andaluza, como una mártir romana, santa Águeda con sus pechos en un plato, ofreciéndose en sacrificio de amor a un hombre en permanente deseo, mujer sometida a ese rol, niña-mujer-señora sorprendida en su sorpresa, ven, hembra, déjame que te cante otra vez como un trovador desobediente, Dama dejando sus trenzas colgadas de la almena, ¿de verdad crees que siempre debo desearte?, ¿de verdad siempre te ofreces en el altar de ese cuarto a oscuras?, ¿de verdad estás seducida?, ay, veo ahora la línea fría de tus ojos entornados, chinos, mirándome pícara, engañadora, que sí pero no, que no es esto qué es lo otro, pero mi peso sobre ti, mis palabras en tu oído, mi aliento en tu espalda, mis dedos en ti, con tantas preposiciones como imaginarte puedas, fantasía para hacernos el amor, para inventarlo entre nosotros, prisioneros los dos, silenciando al ángel de la guarda, llamando al diablo que nos lleva por mazmorras y pasadizos confusos, llenos de noche y gritos, de temblores, de algo que antes no había, de algo más, presencia, presentimiento, sensaciones de manos húmedas que te recorren, suaves tejidos envolviéndote, sedas vistiéndote, cuartos de hotel donde te desnudas, emoción de sentirte atrapada por otro cuerpo, sometida al tuyo, acariciada hasta el borde, elevada al abismo de "no puedo más", conteniendo el mordisco, atada por la pasión, la pasión sí, marcándonos con su mirada de fiera, roja, implacable, arrolladora, magnífica, dragón de oro que nos atrapa en sus fauces, que nos lleva en sus garras, pensándonos hasta la jaqueca, deseándote ahora que sé que estás débil, indefensa, inerme, mimándote con palabras que te engañen, que te acechen, que te dejen entregada, sobre las sábanas, abiertos tus brazos y tus piernas a la embestida de este hombre diverso y cierto, de sangre y huesos, de mente abrazada a la tuya, pugna de saber tú, de saber yo, de sabernos y temernos, de imaginar otros paisajes, otro horizonte, otras noches o la misma y te esperan y mis amigos me llaman y tú y yo jugamos a que jugamos detrás del espejo. Y sin embargo.

Domenico Modugno


miércoles, 26 de marzo de 2008

Córdoba, por ejemplo.

Deja siempre vagar la Fantasía
pues el placer nunca está en casa.

(John Keats)
Gusto: tomate, sal y aceite de Jaén.

Que sales de tu casa y contrastas. Que somos muchos. Que somos iguales pero diferentes. Que por dentro somos parecidos pero por fuera no. Que atraviesas España y cada cien kilómetros cambia el paisaje, el olor, el acento, las gentes, los gustos, el viento, el vino, las costumbres, la mirada. Que vayas donde vayas se come bien.

Olfato: el olor a azahar por las calles de Córdoba.

Que sales de tu casa y te quedas tan a gustito. Menos la cartera. Que dices buenos días y te cobran cinco euros, así, sin despeinarte. Que la crisis nos ataca. Aunque estén las autopistas llenas, y los bares, aunque no haya ni una mesa libre en los restaurantes, ni en la playa, ni sitio en los museos, ni un hueco para el coche. Aunque no pasee nadie sin hablar por su móvil último modelo, sin sacar fotos, sin sacar vídeos, sin parar de acumular recuerdos para las largas tardes en las que tendremos que ahorrar sentados en la cocina, revisando las papeletas de la visa. Y algunos todavía están pagando aquella semana de mayo del 2003 en República Dominicana.

Vista: Sevilla desde la Giralda.

Que sales de tu casa y aprendes. Que hay muchos todo terreno, negros, grandes. Y BMW. Y Mercedes. Y como el mío, menos. Que todo el mundo conduce por la izquierda. Que nadie va a 120. Que no nos matamos más porque las carreteras están llenas de ángeles protectores, de milagros, de chiripas. Que hay mucho descerebrado. Que las multas llegan al regreso. Que no sé cómo pueden vivir tantas personas en Madrid.

Oído: la risa de un niño espantando gorriones en el patio de L.

Que sales de tu casa y lo mejor es la vuelta. Tu almohada, tu cama, tu ducha, tu baño, tu mesa, tu fruta, tu café, cambiarte de camisa y que esté sin arrugas, tu correo sin leer, las comidas a su hora, poder cambiar de canal, tu emisora favorita, tu música, el libro que dejaste a medias, tu periódico, los amigos que aún están de vacaciones y te llaman diciendo que ahí hace sol y que están tumbados en la playa.

Tacto: siempre, un abrazo a M.

Barry Lindon.


martes, 25 de marzo de 2008

El personaje G (4)

El poeta es un fingidor
finge tan completamente
que finge sentir dolor
del dolor que en verdad siente.

(Pessoa)


Afiliado a su sobrenatural bono de vidas (tarjeta de oro), G vuelve de las vacaciones y se reencarna en un ejecutivo de la ONU en misiones de paz por el ancho (que no alto) mundo. Marzo del 2008 le sorprende en una convención en Córdoba. En su callejeo es sorprendido por la procesión del Perpetuo Dolor y la Misericordia y la Caridad y el Prendimiento y la Santa Faz y el Buen Suceso y –ay- debe refugiarse en la sociedad de Plateros. Aún así los cofrades y los costaleros le siguen con sus capirotes y sus cirios, con sus pies desnudos y sus quejidos. Corre y en la calleja de las Flores una saeta desde un balcón cercano rompe la noche y su estabilidad. Absorto escucha y ,después, sólo, en la oscuridad del patio de los Naranjos se quiebra su resistencia y llora. G es un blando y los monaguillos le consuelan con salmorejo y flamenquines, con manzanilla de Sanlúcar hasta que el sueño borra las huellas, apaga las velas y azuza a los barrenderos que salen de los portales de la madrugada.

El espíritu del personaje G está aburrido (y un servidor de ustedes), quiere estabilidad, quiere vivir dentro de una profesión tranquila, sin sorpresas, dentro de un cuerpo sin alteraciones. Deambula (el espíritu) bajo un azul ríspido que hiere como un alfanje marroquí, el aire tiene una densidad mineral, la oscuridad duele (no me digáis que este párrafo no es bonito ¿a que sí?). La verdad, no sabe ya donde caerse este G. Como soy yo el que escribo (sí...¿no?) lo reencarno en un anciano decrépito, me planto ante él y con sonrisa sádica lo estrangulo dulcemente con mis propias manos (los más listos dirán ¿cómo se puede estrangular a un espíritu ¿eh? pues esa es la gracia, escribo lo que quiero). Expira en paz y con esto se agota su cupo de vueltas a la vida, al menos en este relato de hoy, martes, agotado después de unos días en los que menos descansar he hecho de todo (o casi).


miércoles, 19 de marzo de 2008

Carta con poema de José Hierro.

VIDA
No sé cómo empezar. Habitualmente sé. Hoy no. Me sobran las palabras. Quizás no son necesarias. Pero no se puede llenar una carta con suspiros y miradas, con silencio. Por eso lo intento. Temo que ni la lea. Es decir, que la lea sin leerla. Conoce demasiado los hilos metálicos que sostienen el decorado, los clavos que apuntalan las palmeras de cartón, las fachadas sin vida detrás. Aún así, otra vez, busco las frases que expresen lo que siento, lo que no puedo dejar de sentir. Y los temores.

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.


Hay un hábito literario en mis cartas, casi de circo, un retorcer las palabras, girarlas, subirlas en un trapecio que va y viene hasta que saltan o se estrellan en la pista central, cuando el público grita y el médico diagnostica que no hay nada que hacer, que el equilibrista debe dedicarse a otra actividad, que salgan los payasos y siga la fiesta.

Grito "¡todo!", y el eco dice "¡nada!".
Grito "¡nada!", y el eco dice "¡todo!".
Ahora se que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.

Por eso y por tantas y tantas cosas, escribir sin escribir es un ejercicio doloroso, estéril, es dar vueltas alrededor de una noria aburrida, como un animal domesticado y ciego, resignado a un destino absurdo. Lo presentía, estaba allí, escondido en la oscuridad, podía olerlo. Lo supo desde que cerró la puerta tras de sí y al pulsar el interruptor no se encendieron las luces. Se quedó con la espalda apoyada en la pared, tenso, sin atreverse a dar un paso. Gruesas gotas de sudor empapaban el cuello de su camisa. No escuchaba nada pero sabía que él estaba dentro de la casa. Seguro que armado. No podía pensar. No sabía cómo había llegado a una situación tan absurda, tan peligrosa.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

Ella no necesita desmenuzar lo que digo, lo que intento decirle, lo que repito para que vuelva, que me escuche, que me entienda. Me pierdo en palabras. Las dilapido, las esparzo por su falda y ella las sacude con gesto de fastidio, sin mirarme, sin verme. Están los comentarios. Cuando empecé en esto no los contestaba. No por pereza, por pura timidez. No entendía que cuatro estúpidos escritos pudieran interesar a nadie. Me abrumaba la amabilidad, incluso el cariño. Luego empezó el diálogo. Contestar era una parte del juego. Daba otra dimensión a la página, a la escritura. Me sorprendía que lo que yo había escrito verde se leyera como rojo, la angustia como risa, la risa como desafío. Me acostumbré. Al dejarlo aquí ya no es nuestro, es un territorio libre donde el que lee pone sus normas, su interpretación, su curiosidad o su indiferencia. Es mentira. Se lo inventa. Pobre hombre. No es mi historia. Entiendo. Pues vaya. No me gusta. O sí. Tres segundos. La música. Esa foto ya la he visto. Salto mortal de cabeza. Doble vuelta en el aire y caer de pie, sin doblar las rodillas, la cintura, sin perder el gesto ni la compostura. Una búsqueda. ¿De quién?, ¿de qué? Por fortuna no lo encuentro y seguimos aquí, charla que charla.

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

Esta es una despedida a pie de andén, de aeropuerto, de muelle, con el pie en el estribo. Unas cortas vacaciones. Nos las merecemos, ¿no? Me voy. Al Sur. Durante años me he ido al sur. Aunque haya viajado al norte. Cambio de ritmos y ritos, de rutina, de paisaje, de miradas. Esta es otra prueba del nueve, una propuesta, tres reyes y un cuatro, órdago a juego, de mano, ¿Cómo debo seguir? ¿Cómo te gustaría? ¿Le mato? ¿Qué se casen? Cartas escritas a la carta. Dejemos el sentimiento de lado, esta es una profesión, de fe, ustedes mandan, se escribe a deseo del que lee, ¿quiere que me desnude?, acabo de quitarme la camisa, ¿sigo? De frente, a ambos lados de una mesa, mirándonos a los ojos, los codos bien asentados, las manos unidas, un pulso. Sé que lo entiendes. Aaaaaaaah. Esta es una improvisación calculada. Hasta la vuelta.



José Hierro
(Del libro Cuaderno de Nueva York.)

Alberto Conde Trío


martes, 18 de marzo de 2008

Marea de palabras.(2)


Y me asomo a la ventana. Fuera se desliza la tarde del domingo, aburrida, con presagios de lunes. Del monte baja el color del crepúsculo, olvido que aún no es primavera y me entristezco. Hoy no me ha llamado y temo que siga tumbado en la cama con una aguja de nostalgia clavada en su alma, alimentando con crueldad su historia imposible. Esta vaga noción de final de una época, sin música, sin bailarines tomados de la mano, sin cíclopes amenazando la siesta, sin cocodrilos deslizándose por las cloacas de este Bilbao -amo mi ciudad cuando llueve- que cuenta votos para los próximos cuatro años. Recuerdo cuando acodados en el JK me contaba al oído su pasión por ella, sus mañanas de amor y de zozobra, de sus cuerpos entrelazados levitando sobre la alfombra con restos melancólicos, con polvo de neurosis, con gotas de psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, Aimée amada, citas frente al 5 de la rue de Lille, la sesión ha terminado y sé que ya no me llamará, que nunca más me hará su confidente.

Y soplo caracolas marinas y silbos, lanzo piedras y cascabeles contra los muros de su tristeza antigua, agito ramas, imito los sonidos de la flauta de un sátiro, pellizco el extremo de una nube y lo arrastro para inundarnos de un vaho evanescente, para rodearnos de una intimidad que nos es ajena. Dos mas uno son silencio o la caricia que dejo en la cabeza plana de ese perro negro y viejo cuando los amantes se reúnen en oscuros cuartos al fondo del pasillo mientras en el patio canta una niña y la luna va y viene entre las nubes.

Esa sensación de que la vida se acaba, esa sed de luz, ese querer llegar con la palabra a la matriz del tiempo, el putrefacto olor de la muerte, el diablo, el ángel más bello montado en un aburrido perro de días estériles, iguales, no sé distinguir un martes de un sábado, camino sobre un torrente de aguas dibujadas, mis amigos han muerto y una hechicera lee sin entender que aquí no hay serpientes, aquí no hay más inquietud que esa puerta cerrada, que nunca se abre y lo que haya detrás es un misterio y marzo camina con semanas como párpados, él sigue ausente y ya empiezo a dudar que ella existió alguna vez, los perros husmean el miedo de los álamos, los hombres hablan lenguas que no entiendo, las mujeres llenan mis ojos de regalos, al otro lado de la frontera las gentes han huido, los fotógrafos esperan el amanecer entre la niebla y ahora él soy Yo y los Otros son nosotros y ato mi esperanza a sus pestañas, pruebo mil llaves en la cerradura, se encoge mi corazón, pobre poeta analfabeto, si solo fuera posible escapar, irse, cambiar de nombre, de país, de mundo, gritar bajo el puente del ferrocarril, bajar corriendo hasta el puerto, rescatar al pescador de la madrugada, bucear hasta el recuerdo de la hilandera amada, quitarme el disfraz y que me veas, tú que ahí enfrente, con paciencia, has llegado hasta este final qué, no te engaño, es otro principio, el mismo, este escrito es un collar y lo importante está en lo que no digo, quizás porque no sé o no me atrevo o ya no importa o “No lo destruyas todo” o su cuerpo suspendido sobre una cama iluminada, el corazón acuchillado por su infancia, su nombre musitado por mis labios secos como insectos traicionados o con esta marea de palabras trato de reinventar aquellos días.

... algo he aprendido desde entonces, no mucho, pero ahora sé apreciar que te escribo desde mí hondura, perdido otra vez, ahora en ti, pero mirándote a los ojos, frente a frente.


Si ustedes creen haber comprendido, de seguro se han equivocado.
(Lacan. El seminario. Libro 1)

Jabier Muguruza


lunes, 17 de marzo de 2008

Marea de palabras.(1)

Al principio se trataba de lo que decía, ni siquiera tenía relevancia cómo lo decía. Después comprendió que lo que importaba era lo que no se decía y que sus palabras no transmitían sus deseos sino que escribía justo para esconderlos, para disfrazarlos. Comprendió que el inconsciente está estructurado como un lenguaje y aún así tuvo tiempo para regalarse el soroche, el mal de altura en el que se ahogo al final de una historia de la que se han perdido las huellas, lo que fue. Por eso trato de guardarlo ahora que él me llama por teléfono y angustiado me cuenta y cuenta y lo anoto para que nunca se olvide, para que lo lea en esas noches de Orfidal y sin embargo, insomnio y miedo.

Añoro la dulzura de tus manos sobre mi cuerpo, tanto, tus labios besándome los párpados, tu voz bañándome en aguas claras, como cuando con marea baja buscaba percebes en las rocas lisas, atento a las olas traidoras. Tantas cosas ignoras aún de mí, tantos cuartos en los que he dormido, tantos pájaros, animales oscuros y música. No, no te escondas detrás del abanico, no cierres las puertas, no levantes paredes imaginarias, agravios reales, silencios o despedidas, no bajes al subterráneo, no te pierdas en tus viajes. Sigo aquí, anhelándote, confuso, hambriento, seguro, con las heridas abiertas, con la memoria a flor de piel, con el cuerpo esperando el bálsamo de tu cuerpo de niña, de tu mente de anciana.

Dejé el auricular y corrí al teclado, no quería perderme ni una sola de las frases que escuché de su voz grave, como la de un caballero cubierto de hierro y cansancio que vuelve de una batalla, la de un ermitaño absorto en su rezo circular, plagado de vírgenes sobre una roca o una encina, vuelo de un pájaro de mayo sobre el horizonte infinito del amor - ¿quién dijo que el amor es justo?- oscuridad apaciguada, su voz disolviéndose en la nada del silencio estéril ahora que ella no escucha, figura inmóvil sentada entre velas resistiendo el viento del olvido, sé que es capaz de quemar el granero, la casa de la colina, el bosque de mirtos para que ella repare en el resplandor y gire su mirada, sé que es capaz de darse fuego para que ella reciba sus cenizas en una urna de mármol, de enviarle una oreja en un sobre blanco para que ella advierta la cicatriz en el lóbulo, el delicado contorno que acariciaban sus palabras de antaño, cuando él escribía estas cosas que encontré en un papel perdido entre las hojas de un libro que me prestó ayer.

... tú saliendo de un mundo que desconozco, sin saber que soy tan vulnerable que cada una de tus palabras dulces, de tus frases amables, me llenan de perplejidad, de ecos en la piedra, de cuadros

(sigue)


...y si o que sé no les sirve
no he dicho nada, sino todo.

(Neruda)

Biyouna


domingo, 16 de marzo de 2008

Aquella noche junto a Moneo.

Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.

Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.

(Lorca)

Su hermana pequeña jugaba la final de un torneo provincial de baloncesto.
Era la hermana favorita de C y C era mi amiga favorita. Digo amiga y quizás no sea la definición precisa, pero con mi experiencia de entonces no conozco otra forma mejor de concretar cual era nuestra relación.

Marta, compañera de trabajo de C, también tenía una hermana jugadora y el caso es que allá nos fuimos, Marta con su nuevo amigo Luis, C y yo. En tren, un interminable tren que daba vueltas y vueltas, se inclinaba y parecía que iba a volcar en cada curva.
El partido fue a la tarde y ganamos, ganaron. Las niñas estaban muy contentas y aunque nunca me ha gustado el basket disfruté sobre todo con sus pantalones cortos y sus piernas largas.
Después nos fuimos los cuatro a cenar, risas, buena comida –se come muy bien en Moneo- y gin tonic.

Lo reconozco, me gustaba:
uno) C.(era seductora, bella, sensible, inteligente, tenía unos labios muy dulces, ay)
dos) el gin tonic.
tres) divertirme.

La cuestión es que pasamos unas horas entretenidas, bailamos, discutí con un pesado que empujó a C, bailamos mejilla con mejilla, nos abrazamos detrás de unas cortinas y en algún momento de la noche me pasé al cubalibre en recuerdo del Che.
Volvimos al hotel de madrugada y en mi mareada cabeza –también- estaba la firme determinación de pasar la noche con C.

El hotel tenía unos largos, silenciosos y poco iluminados pasillos. C y Marta entraron en una habitación y Luis y yo en otra –C no quería demostrar demasiada intimidad conmigo delante de su amiga Marta y esta aún no se sentía muy segura con Luis-. Me desvestí, duche, limpié los dientes, puse la televisión, leí y mi compañero no se dormía. Creo que hasta le canté una nana. Cuando escuché su respiración acompasada decidí que era la hora. En calzoncillos –pijama, que cosa tan absurda- que marcaban, salí al pasillo dejando la puerta sin cerrar del todo. Los residuos de ron en mi organismo ayudaban. Y el deseo por C, sobre todo. El 606, toqué con los nudillos en el paso a la gloria y nada; volví a tocar, suavemente, nada; insistí con más energía y la voz de C ¿qué quieres?, vete a tu cuarto, duérmete”, (yo) abre, quiero contarte algo, (ella) no, vete, vas a despertar a todo el hotel, (yo) como no abras sí, seguiré tocando. A pesar del calor interno comencé a sentir el ridículo de mi situación, allí, medio desnudo en mitad del pasillo. Volví a mi habitación y la puerta se había cerrado, lo que me faltaba. No quise despertar a Luis y volví a la 606. Abre, por favor. Y abrió las puertas del cielo. Marta dormía plácidamente, o lo parecía. Me acosté junto a C y hablamos. Hablamos y nos besamos. Nos besamos y nos amamos silenciosamente. ¿Marta dormía plácidamente? Nos amamos y nos amamos ruidosamente. Marta no se movía. C y yo sí. Amaneció y, sin un gramo de exageración, el amor seguía acunándonos (la edad ayuda mucho). Con los últimos besos prendidos de mis labios y de mi alma volví al 604 y al absurdo trance de explicar al bueno de Luis de donde venía de esa traza, desvestido, despeinado, desapasionado, destrozado después de una noche mágica de...

-Un momento, me llaman por teléfono.
Nada, mi señora esposa, me pregunta que si la amo.

Decía que ha pasado el tiempo y he recordado esa noche porque justo ayer me encontré con C. Paseaba con su marido por el parque y un niño rubio jugaba a su lado. Desde el banco, mientras cuidaba a mis dos hijos, la mire con disimulo, ha engordado un poco, sigue igual de atractiva. Ella no me vio o fingió no verme. Creo que yo también he cambiado en estos nueve años. Quizás un día cuente que ocurrió a la vuelta de Moneo y...

-Un momento, me vuelven a llamar por el móvil.
Si. Si, Si. Si. Si. Vale. Claro que te quiero.

Otra vez mi querida esposa.
Decía que quizás un día cuente que ocurrió después de aquella noche, pero ahora, al volver a ver a C se han despertado los fantasmas y están bailando alrededor.

Dormi amore la situazione non è buona


sábado, 15 de marzo de 2008

Ese chico no te conviene.

El loco al que llaman rey


Bufón soy y mimo al hombre en esta escalera cerrada
con peces muertos en sus peldaños
y una sirena ahogada en mi mano que enseño
mudo a los viandantes pidiendo
como el poeta limosna
mano de la asfixia que acaricia tu mano
en el umbral que me une al hombre
que pasa a la distancia de un corcel
y cándido sella el pacto
sin saber que naufraga en la página virgen
en el vértice de la línea, en la nada
cruel de la rosa demacrada donde
no estoy yo ni está el hombre.
.
"Poemas del manicomio de Mondragón"

(Leopoldo María Panero)


"Ese chico no te conviene", decían ya entonces. Lo decían tus hermanas, tus amigas, en la calle, en la plaza, cualquier vecina estúpida se atrevía a opinar, lo comentaban en la panadería. "Ese chico no te conviene", repetían, convenciéndose unos a otros. Nunca he sabido la causa.

Me escrutaban, me juzgaban, levantaban murallas de incomprensión en un mundo nuevo, hostil. Apenas sabía defenderme, tampoco me dejaban. Miradas reprobatorias. Desprecio. ¿Qué sabían ellos?, ¿qué derecho tenían ?, si sólo era un niño asustado, enamorado, que me moría por ti, por verte, por estar contigo; sólo era un pobre niño lleno de sueños y emociones que te esperaba en todas las esquinas, satisfecho con verte pasar, sin saber qué decirte ni qué palabras emplear. Te quería con toda la fuerza del primer amor, lo más bello que había ocurrido en mi vida.

"Ese chico no te conviene". Fueron muchos años, ¡años! Luego la vida se lleno de paisajes y aprendí a vivir sin ti ¿aprendí?

Más tarde todo ha pasado demasiado deprisa y ya nada es lo mismo. Pero hoy también opinan. Todo el mundo opina: tus amigas del alma, tus amigos, los que te quieren, los que te protegen, los que te cuidan, los que te desean. "Ese señor no te conviene", "no debes volver a verle", "no seas tonta, no le mires, no le hables, aléjale". Todos han evaluado, analizado, juzgado, dictaminado, te han dado consejos. "Peligro, peligro, aléjate, ¿estás loca?". Claro, es la vieja canción, me la sé de memoria. Además tienen razón, son juiciosos, serios, reflexivos, realistas, conscientes, hacen lo que deben, pero no tienen esta historia de amor tan poderosa que nos inflama, no tienen esta pureza en nuestras miradas. Tienen razón, cambiarían toda su vida, toda su vida por un minuto de nuestra pasión, de nuestra historia de amor, pero eso sí, tienen razón. Faltaría más. Voy a regalarles espejos, cardos y aunque no puedo, acaricio su frente, su buena voluntad, su intención. Regálales de mi parte un minuto de nuestra espera para que lo guarden en sus cuartos oscuros junto con lo que no entienden, con sus misterios, para que lo lean, si saben, si pueden, cuando estén solos, cuando un día, hoy, mañana, se les caiga el mundo encima y no tengan respuestas, cuando sólo tengan dudas y este dolor intenso en un lugar impreciso del pecho, junto al corazón, en los pulmones ¿qué sé yo? ahí, donde duele, cuando duele. Entonces, sólo entonces, diles que me llamen, tengo la solución de los enigmas, he aprendido a leer desde el final de la desesperación, y además, sin rencores, les regalaré una sonrisa, una mano tendida, un camino, algún poema que encuentre, les guiaré lejos del precipicio. Aunque no creo que quieran porque tampoco a ellos les convengo.

En el fondo sé que tienen razón, corro para detener el tiempo pero no hay quien lo pare. Por muy anormal que haya sido mi conducta tantas veces, en tantas historias, ahora mi cupo de locuras está agotado y esto sería una guerra demasiado cruenta, mi reserva de sueños prohibidos se quedó en una playa de Cádiz y esto es tan imposible que no admite mas disculpas pero ¿Por qué será que a pesar de todo quiero besarte?

Y el resto es silencio...

Hilario Camacho


viernes, 14 de marzo de 2008

De lo invisible.

“Escribir aminora el dolor. Pero no mata el mal. Y el revés de la moneda es que el dolor o sufrimiento gratuito de quién escribe produce inmediatamente un placer. El escritor es un peregrino de lo absurdo, siempre estará insatisfecho, siempre vivirá en la duda, en el desencanto y en la amargura del no es esto, no es esto.” (Pablo Antoñana)



Escribe con las tripas, me decía. No es fácil. He vivido mucho tiempo en el centro de la luz, ciego, gozosamente ciego, viendo por sus ojos, apoyándome en su mirada, viviendo para ella. He sido un prisionero del amor que siempre dudé pudiera existir. Pues bien, existe, lo proclamo: he estado enamorado, tan enamorado que mi cabeza y mi corazón están heridos. Tanto la admiraba.(Esta vez no tomaré pastillas, te lo aseguro).

Puedo verla ahora, de pie bajo una bombilla colgada en el centro del techo de esa habitación forrada de plomo, en Barcelona, los ojos cerrados, lúcida, obstinada, segura de su decisión. (¿Estás grabando?)

Rebusco en libros, leo, anoto citas ¿quién leerá lo que escojo?. Me coso los labios para no llamarla Ato mis tobillos para no salir a gritar su nombre en los bosques que tantas veces atravesamos. Clavo mis manos a un madero para no escribirle súplicas. Muerdo con rabia el deseo de volver a hablarle cada mañana, como antes, la voz lenta cayendo como gotas cálidas de cera que salpican la mesa donde me siento y miro. (Mis ojos, oh, la mirada recuperada).

Abro la puerta, temeroso, pálido regreso al aire, con llagas en las muñecas, en los tobillos. Camino por el monte, la piedra reluce, el sol al traspasar la cima atraviesa las hojas verdes y rojas de la primavera, los árboles brillan. Y ahora, este espectáculo mágico ¿a quién se lo cuento? (El tiempo pasará. Un día, lo sé, borraré todas tus cartas, un día no recordaré quién eras)

Se me olvidará su rostro, su sonrisa, el gesto serio, los ojos que me miraban al trasluz. Se me irán diluyendo sus palabras, todo aquello que decía, su cuerpo que gemía junto al mío cuando temblábamos de placer, henchidos, acoplados por un genial carpintero invisible. (Ah, ¿recuerdas nuestros cuerpos en dulce batalla?)

Hoy es lunes, solo ha pasado un día (justo ahora cierras la verja)

Sé que sus tijeras de podar están dejando todo esto en una sola palabra (No).

Me amordazo. Intento vivir con el silencio.(Tú sabes que no voy a resistir)

Y a los que leen, ¿qué os importa todo esto? ¡Marcharos! No traspasar la línea. Fuera de mi frontera. Dejarme tranquilo, ¿qué buscáis aquí? No os he invitado (¿o sí?)

No, no cerréis la ventana, vosotros no.
Por favor, no me dejéis solo.
Por favor (la vida imita a la vida).

Saltó el viento de levante y no sabe qué hacer con el aire. Le entra por la nariz, por la boca, no le deja respirar, se ahoga, alborota sus cabellos, la ropa, las ideas le andan temblando. Camina cerca de la playa y la arena se le clava en la frente, en las orejas. Es hora de regresar a casa pero no recuerda donde está su casa.

Ese hombre se habla, camina en círculos, muerde el aire, tiene los ojos enrojecidos, corre, se para, babea, gesticula, ahora se ha quitado la ropa y, desnudo, nos mira (te está mirando a ti)




”.La palabra ha de llevar el lenguaje al punto cero, al punto de la indeterminación infinita, de la infinita libertad (De un diario anónimo)

Javier Ruibal


jueves, 13 de marzo de 2008

Politólogos.

Inútil escrutar tan alto cielo
inútil cosmonauta el que no sabe
el nombre de las cosas que le ignoran
el color del dolor que no le mata
inútil cosmonauta
el que contempla estrellas
para no ver las ratas.
(Manuel Vázquez Montalban)



Después de treinta días, entre las rejas de la ventana apenas entraba ya luz de esperanza.
Salga, está libre”. Y el miliciano tenía una pistola entre las manos.

Me senté en el suelo en una esquina de la celda, con la cabeza cubierta por las manos. Sabía que me había llegado el momento de morir, allí, sin motivo, inocente, sin juicio.

Le he dicho que salga. Váyase”. Se alejó unos pasos y guardó la pistola.

Me levanté y dudé al traspasar la puerta, temía que al salir me disparara por la espalda. Subí, tropezando, una escalera oscura, crucé el patio, el portón y corrí por las calles húmedas y desiertas, coches ardiendo, sonaban tiros lejanos.

Al llegar al portal de mi casa rompí en lágrimas, lloré y lloré como un niño. Entonces sonó la explosión...

Abuelo, abuelo, cuéntamelo otra vez
Vale. Después de treinta días...



miércoles, 12 de marzo de 2008

Carta del amante nocturno.

Permanecer en la inquietud, no quiero ser sorprendida. Apaciento mi sombra en los lugares más inseguros del pensamiento. Oigo crecer mi osamenta cada día, mi infancia no ha terminado.(Julia Otxoa)


En este limbo sin viajeros, busco huellas de aquel que he sido, invisibles pasos en los senderos con nieve.
El guardián sigue sentado bajo el reloj.
Me invento triquiñuelas para espantar a los segadores.
En un plato, sobre la mesa, las manzanas.
La puerta abierta o cerrada, la puerta.
El jilguero con sus alas mojadas de aceite.
Y esta melancolía anegando la tarde, sin remedio.
El sembrador de estrellas no viene.
Husmeo el aire para encontrar el viento del norte, aturdido aún por el inoportuno observador de aquel febrero.
Después, la tarde se calma, se vuelve noche, se llena de noche, y yo también quiero llenarme de tus noches, esconderme en un pliegue de las sábanas que te envuelven y sentirte dormida, soñando.

Mi amada, ¿con qué sueñan las mujeres como tú? Quiero dormirme y soñarte despierta a mi lado, mirándome, besándome los párpados, espantando las pesadillas, aún es pronto para despertar y tengo tanto por soñar, pero las manzanas. También quiero seguir en vela, desvelado, no quiero dormir porque estoy asombrado de que me quieras y sigo así, con los ojos abiertos al silencio de la madrugada, antes de que canten los gallos y el jilguero vuele lejos, con la espina en su pico leve manchado de sangre.

Quiero contradecirme, quiero símbolos que digan aquello a lo que no me atrevo, lo que pugna por definirse, lo que lucha aquí dentro sin saber dónde termina el camino, sin saber siquiera si hay camino y solo podemos andar, ciegos, desorientados, tanteando los bordes de los ríos, los límites de la decepción, tocando con los dedos el cauce de los recuerdos, besando en la distancia el rastro pálido de aquel verano lleno de risas, aferrándonos, ya vencidos, a la luz irreparable de mañana. Porque, más tarde, la noche se volverá día y cuando llegue esa mañana quiero llenarme de tus días, esconderme entre tu piel y sentirte viva, viviendo.

Amada mía, ¿cómo viven las mujeres como tú? Y al saberlo, soltar el nudo que detiene mi barca, envolver los paisajes y las constelaciones, el mármol, las tempestades y la certeza de que hay aquí un intento, otro, de acercarme, sigiloso, a tu corazón y quedarme allí, para siempre.


Javier Bergia


martes, 11 de marzo de 2008

Tampoco es para ponerse así.

Llega, toca, y lárgate
Es inútil, le dije.
Escribir.
Escribir es inútil.
Ya, me contestó.
Ya lo estaba yo pensando
el otro día.
¿Y a qué conclusión llegaste?
Pues eso. Lo que dices
tú. Que carece por completo
de sentido.
Sólo que...; bueno,
también poner ladrillos
es inútil.
Sirve para construir casas...,
y paredes. Paredones, también.
Quizá se trate de eso.
¿De qué?
Un oficio, joder, un
oficio. Ni más ni menos
que un oficio.
¿Como decía Pavese?
No, como Pavese no. Como ese músico
de jazz. ¿Te acuerdas?
Freddie Green.
Llega, toca, lárgate.
Roger Wolfe


Estos días -casi siempre, la verdad- estoy bastante ocupado por el trabajo y otras variadas ocupaciones. Tanto que ni siquiera recuerdo que, como muchos, me voy de viaje. Mi deseo de colgar post poéticos lo frustro cuando dejo opiniones o hablo de lo cotidiano. Pero en la variedad está el secreto. Además no tengo tiempo ahora para pensar en cuentos, rimas ni fantasías.

Hoy, mientras conducía mi coche de un lado para otro he pensado en un fenómeno curioso dentro de la relación entre las personas que estamos en esta historia de los blogs. No sé si os pasará lo mismo y viene como consecuencia de post anteriores y de sus respectivos comentarios.

Cada uno construye su blog y se acerca a los otros según su personalidad, expectativas, curiosidad, deseos, edad, tiempo libre, capacidad, formación, experiencia, etc, etc. Vamos, lo normal. Como la mayoría utiliza un sobrenombre, nick o apodo es difícil adivinar quién y cómo es esa persona que deja sus escritos en un blog. Sin querer, como cuando leemos un libro, nos lo imaginamos, le damos apariencia, cara, incluso carácter. Con algunos, por esa extraña atracción y cariño que genera lo cotidiano, logramos una confianza especial, un grado mayor de afinidad, de simpatía, de afecto. Pueden surgir incluso las cartas privadas, llamadas telefónicas, confidencias, contar nuestra historia (que curiosamente tan celosamente reservamos ante los cercanos, los de alrededor). Y aquí quería llegar.

Ejemplos:

1.-Si soy soltero e imagino que X es una mujer de 25 años, espectacular, que vive cerca de mi ciudad y que puedo tener con ella una historia –me refiero a sexo, claro- y a la tercera carta me dice que tiene 48 años, que es viuda, que tiene dos hijos y que quiere comprensión y ternura...pues eso, que le contesto por compromiso y fin, no la escribo más.
2.- Si con 50 años me he separado recientemente y me encuentro solo, viviendo en un apartamento de 30 m2, viendo a mis hijos los fines de semana, me refugio en los blog, en el chat, hablo con alguien que parece un espejo, me ilusiono, nos carteamos, un día nos citamos en Madrid, o en Cuenca, y resulta que ella tiene 25 años, me ve, se marcha corriendo y no la escribo más.
3.- Si resulta que soy muy grueso, o cojo, o tengo unas gafas de culo de vaso, o soy tan tímido que me pongo rojo cuando me hablan, o soy joven, o viejo, o me falta una pierna, o estoy con una depresión de caballo, o no tengo dinero, o soy feo, o tengo las orejas grandes, o tartamudeo, o visto mal, o soy gay,o bisexual, o polisexual, o soy una mujer que se siente hombre, o viceversa, o si me gusta que me peguen, o vestirme de gitana, o si tengo otro color de piel que el tuyo, o si soy más raro que ni sé, si soy diferente, si no soy aunque ay, queridos míos, escriba de puta madre, o de puto padre ¿cómo coño me voy a relacionar con nadie? en cuanto diga quién, cómo soy, se acabó, nadie me escribe más.
4.- Si soy mujer y encuentro alguien sensible que me escucha, que me escribe cosas bonitas, si me hace sentir diferente, importante, única, si me excita leer lo que escribe para mi, escuchar su voz por el teléfono, si temo decirle que jamás he estado con un hombre desde que mi X (que cabrón) me dejo hace ya, si me da pavor pensar en tener una nueva relación, si algún día me dice que quiere conocerme...ay, dejaré de escribirle, con mucho dolor, pero que apuro, qué puede pensar de mi, cómo me verá, no le escribo más.
5.- Si soy una persona normal, vulgar, del montón, si estoy en la cárcel, en un hospital, si trabajo en un turno de noche y tengo horas libres, si mis días están llenos de tedio y me refugio en la red, si vivo en un pueblo remoto, en el centro de una populosa ciudad, si no tengo tratos con mis vecinos, si no tengo vecinos, si ni siquiera me dan los buenos días en el ascensor, si parece que nadie me ve, si tengo la sensación de ser invisible, si me refugio aquí, o Aquí, para ser alguien, algo y cualquiera, tú mismo/a dice que viene a Bilbao de vacaciones y quiere una cita, me asusto y no escribo aquí más.

Como estos casos podemos estar hablando hasta mañana y seguro que todos tenemos el nuestro (que suele ser el que nos duele). Es decir que en cuanto el otro no responde a lo que nos hemos imaginado, lo desechamos, plis plas. ¿O no? Se admiten vuestros ejemplos.

Por si acaso, mis queridos y suspicaces amigos, mis adoradas amigas, mis ejemplos son sólo ejemplos que nada o muy poco tienen que ver conmigo qué –modestia aparte- soy un tío cachas, mazorcas y (90-60-25) con las facultades en plenitud (o casi) y me refiero tanto a las físicas como a las mentales elementales y algún día lo comprobareis con mi fotografía en relieve y a todo color o con mi compañía ante un humeante café.

¿Os iréis de vacaciones en semana santa? Yo espero irme a Córdoba y Sevilla.
Si alguien quiere que le traiga algo que avise.
Como soy afectuoso, os beso, una a una, os abrazo, uno a uno.

(je, je, me encanta armar líos)
Amantes, no toquéis si queréis vida,
porque entre un labio y otro colorado,
Amor está de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
(Góngora)



lunes, 10 de marzo de 2008

Éxito aplazado.

Flores.

Cuando dejó caer su combinación al suelo, yo ya había encendido el cigarro. Se tumbó en la cama y aspiré por primera vez, tranquilo. Se dio la vuelta y pude verle la cicatriz que cruzaba sus riñones como sonrosadas flores que hablaban de una primavera pasada en un hospital. "¿Quién te hizo eso? pregunté. "Ven a la cama .y calla". Apagó la luz. Tumbándome a su. lado comencé ,a acariciarla. Pude adivinar que su cuerpo estaba cruzado por pequeñas cicatrices que lo recorrían por todas partes cómo ciempiés locos. Asustado, encendí la luz. "¿Qué te pasa?". La miré descompuesto mientras ella sonreía. "¿Quién te hizo eso?", le pregunté mientras mis ojos se fijaban en la única cicatriz, visible, dos filas de florecillas sonrosadas. "¿Cuál de todas?". Apagué la luz y, si hicimos el amor, fue tratando por mi parte de evitar pensar en ellas. No lo conseguí. Cuando salí del edificio pude notar cómo, por mí espalda, se movía una, o uno.

(Valeriano Olivares Álvaro)

Como dije que dijo nuestro amigo Mc Luhan, en medio de este mensaje se confunden medio y mensaje y se mezclan afectos espontáneos, extrañas afinidades emocionales, emocionantes comentarios que se cruzan en idas y venidas por las avenidas del aire, atracciones fatales por el incomprensible (para mí) poder de la palabra escrita y bastan un apodo, dos o tres fotografías, constancia y quizás unas gotas de la sentimental destilación de noches en vela, amores rotos, soledad, pasión, un soplo erótico, coincidencias, la misma historia contada de otro modo, el espejo, cortar y pegar la lección uno del libro elemental de primer curso y encima no aprobamos –éxito aplazado se llama ahora- pero repetimos sin apuro y esta es otra vuelta de tuerca al garrote vil de los días mientras algunos amigos de siempre enferman por las calles sin que nos enteremos –ojalá que A. y JM. mejoren-, otros piden en la puerta de los supermercados –como sustento-, otros sonríen y siguen y el futuro cada vez es más corto.

Usted que lee este blog a menudo cree que aquí ha entendido algo, pero no, no ha entendido nada. Le agradezco que me lea pero ¿seguro que ha leído? Cada uno se disfraza como puede y sabe, pero hoy no quiero salpicar mi post con personajes que invento ¿Para qué? bastante tiene uno con inventar su propio personaje, con pasar los días como puede y sabe. Hoy intento otra manera.

Ahora ponerme al frente de la tropa del lunes, la espada señalando el norte y perderme por las calles oscuras, con gentes oscuras y usted ahí, frente a este rectángulo blanco. Usted ¿es oscuro? Usted ¿sabe leer? Usted ¿por quién daría la vida? (La vida, la vida, los muertos saben todo de la vida) Pero usted y yo estamos vivos – lo estaba cuando escribí esto, ahora que usted me lee no lo sé- y podemos intentar no morirnos de pena, de impotencia, de pasar, de no vivir, de no ser. Empieza la semana, vamos a ello.


Una sugerencia: lean otra vez Rayuela.
Otra: y a Valente, lean la poesía de José Ángel Valente.
Una orden: lean "Vida y destino". Ya.
Un ruego: no dejen de volver a Glup 2.0"

Lesbian Film Favorites



domingo, 9 de marzo de 2008

Elecciones Generales





El libro que estoy leyendo (y me gusta):

La elegancia del erizo. Muriel Barbery.




Un libro que leí (y me impresionó)

Disgrace J.M.Coetzee

(Deshonra, que no Desgracia)





















Una película que he visto esta semana (magnífica):

Deseo, peligro (Lust, Caution) de Ang Lee



El último capítulo de Perdidos: The constant
(el 5º de la 4ª temporada, impresionante)


Un poema de Concha García

Una especie de mí que no soy yo
deja perpleja la estela de la tarde
en esos extraños recorridos
donde el labio estanca su decir.
Una canción…


Eso, una canción.
Muchas, hoy, esta de Nelly Furtado:

Promiscuous

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