viernes, 15 de febrero de 2008

Inseguridad.

Discurso del Método Para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las ciencias:

Si este discurso parece demasiado largo para leído de una vez, puede dividirse en seis partes: en la primera se hallarán diferentes consideraciones acerca de las ciencias; en la segunda, las reglas principales del método que el autor ha buscado; en la tercera, algunas otras de moral que ha podido sacar de aquel método; en la cuarta, las razones con que prueba la existencia de Dios y del alma humana, que son los fundamentos de su metafísica; en la quinta, el orden de las cuestiones de física, que ha investigado y, en particular, la explicación del movimiento del corazón y de algunas otras dificultades que atañen a la medicina, y también la diferencia que hay entre nuestra alma y la de los animales; y en la última, las cosas que cree necesarias para llegar, en la investigación de la naturaleza, más allá de donde él ha llegado, y las razones que le han impulsado a escribir (Descartes)



Lo peor fue la inseguridad, el darse cuenta que ya no, el inicio del miedo mordiendo los bordes del estómago.
Hasta aquella noche nunca le había ocurrido, o no lo recordaba.
Y cuando ella le llamó gordito fue definitivo.
Se mira al espejo una y otra vez, hace flexiones, junta las manos y marca pectorales, quizás haya engordado un poco, pero apenas se nota.

Solo quiso ser amable, ni siquiera le gustaba, no era su tipo, estaba allí, en una esquina, todas sus amigas hablando con hombres apuestos y ella sola, por eso se acercó. Después del tercer trago le empezó a parecer atractiva y la invitó a su casa. No le gustó que ella aceptase a la primera, prefería un regateo, que sí, que no, pero ella dijo sí, sin dudar.
El apartamento estaba desordenado, como siempre, sobre la alfombra el elefante que regaló a Oscar cuando cumplió cinco años, su tigre preferido, los juguetes de su hijo. Ella ni siquiera miró alrededor, preguntó por el cuarto de baño y entró apresurádamente mientras él colocaba un libro en su sitio, limpiaba los ceniceros y recogía varios periódicos del suelo.


Salió desnuda. ¿La cama? preguntó. Él señaló el cuarto y allí se fue con sus nalgas breves, sus pechos breves, sus piernas delgadas. Ven, quítate la ropa, susurró ella. Y torpemente se quitó la camisa y los pantalones, se quedó con aquellos calcetines negros casi hasta las rodillas, se sintió ridículo, se los bajó con dificultad y supo que había bebido más de lo que acostumbraba.
Sobre las sábanas era ágil, activa, le besaba el cuello, bromeaba, le acariciaba el escroto, él estaba desbordado. Quiso besarla y eludió el beso, riendo. Quiso lamer sus pezones y ella se giró, fóllame, dijo autoritaria. Él lo intentó una vez, dos, se dio cuenta que no era su noche, que aquella vez no, que el ron le paralizaba, que estaba haciendo el ridículo. Además no era su tipo, demasiado delgada.

Entonces dijo aquello de no puedes ¿no? venga, otra vez será, se levanto, volvió al cuarto de baño a vestirse y desde la puerta sin mirarle siquiera se despidió con un chao, gordito, eso le dolió.

Mañana de domingo, el mes que viene cumplirá cuarenta años, cambio de número, el cuatro ya, sin Marta, un hijo al que ve cada quince días y con una resaca de mil demonios.
Bah, estaba muy delgada la estúpida esa, seguro que era feminista. O lesbiana y sigue haciendo flexiones, resoplando, se levanta y el espejo le devuelve un señor serio, con mala cara pero con pectorales de nadador retirado. No me había ocurrido nunca, bueno, dos veces, quizás tres. Se vuelve a mirar y sí, quizás esté engordando un poco.

Henri Salvador falleció el 13.02.2008 a los 90 años de edad.




13 comments :

Carmen dijo...

Pedro...
Crueldad intolerable.
No me lo puedo explicar.
Cuando a una le ocurre algo así, no puede por menos, que creer que la culpa es de una, que no es lo suficientemente atractiva, que no está a la altura, y un largo etc... inseguridad a fín de cuentas. Y a pesar de ello, besé sus labios, acaricié su pelo, y volví a invitarle con los ojos, para que él no tuviera inseguridades.
¿por qué está tan mal repartido todo?
Me quedo triste esta noche.
Besos.

Єѕтnoм dijo...

Esta tía tiene toda la pinta de ser una (hija de) puta. Lo que no me cuadra es que no dijeras eso tan clásido de que antes de marcharse cogió el dinero que él había dejado en la mesilla de noche.
Será que es tarde y lo he entendido mal. O quizás no cobraba y es tan fácil como quitar los paréntesis. Mejor lo leo otra vez después de haber dormido.

Pedro M. Martínez dijo...

Carmen, comunicación. Comentas y dices “la culpa” ¿Ves? Durante generaciones nos han educado en la culpa. Y así nos va. Asumimos culpas imaginarias ante cualquier situación, hemos sido nosotros, la culpa es nuestra, el otro –pobre- ¿qué va a hacer?.
Este cuento de hoy –ya veo- es apto para el contraste de pareceres.
Gracias por empezarlo.
Un beso,

Pedro M. Martínez dijo...

Léelo bien ondina, léelo bien.
Al menos yo lo he escrito diferente.
Buenos días

gaia07 dijo...

Me doy cuenta que lo normal es que todos queramos ser cómo éramos o estar siempre mejor. No hemos aprendido a vivir el momento tal y como estamos. O quizá ella si, estaba sola, quería follar, él estaba allí y le resultó atractivo, ya no necesitaba más. ¿La ética hay que buscarla siendo consecuente o siguiendo a la masa?
Me encanta cómo consigues hacernos pensar jeje. Besos Pedro

Pedro M. Martínez dijo...

gaia07 no sé dónde está la ética en esta historia pero entiendo la actitud de “la chica”.
Siendo “chico”, también le entiendo a él (y no sabes cómo).

Ser como éramos es complicado, sobre todo porque llega un momento en que se te olvida como eras y eres como eres y no hay más y lo que eras es una recreación de lo que no has sido y sublimamos, inventamos y falseamos los recuerdos y al final no hay más cera que la que arde y “la chica” se va, aburrida. No me extraña.

Jajajajajajaja.
Muchos besos, cielo.

Churra dijo...

Pues vale,la chica le abrió los ojos a la verdad verdadera , habia engordado , si bebia no funcionaba, como no funcionaba ella se fué, al fin y al cabo ¿para que iba a quedarse ?. Lo que habia estaba claro con solo mirar la habitacion ...
Besos

Syl dijo...

Como en toda historia, siempre hay dos perspectivas distintas...una, la de ella, que simplemente quiere sexo...y otra, la de él, que necesita reafirmarse acostandose con una mujer.

Ella, se las podría haber arreglado con un vibrador...
Él, con un psicólogo, quizá...

pero ninguno es culpable de ser como es y de actuar como actuaron...

Aceptaron el encuentro sin apenas conocerse, quisieron correr el riesgo y no resultó..simplemente.

Me gustó leerte Pedro (glup).

Besitos.

Margot dijo...

Pues no sé, por más que leo yo sólo veo dos seres solitarios, perdidos cada uno en su burbuja y sin posibilidad de encontrarse en ningún punto medio. Ni en el sexo y mucho menos en el afecto aunque fuera pasajero.

Dos adultos en la misma situación, en igualdad de condiciones y saliendo mal parados. Nada más.

Me gustó, Pedro, me gustó el tono y la descripción tal cual.

Margot dijo...

Se me colaron los besos!!!

Buen finde, bicho!

Pedro M. Martínez dijo...

Entre tú y yo, Churra, el capullo este estaba como una foca, se forraba a cervezas, no hacía nada de ejercicio (miente como un bellaco), no funcionaba y no se atrevía con el viagra porque, además, es un hipocondriaco.
Si le conoceré yo.
Besos

Pedro M. Martínez dijo...

Sí señora, Sylvie, bien visto.
Y no hay más.

No hay culpables (hay víctimas, los dos)
Me gustó que vengas.
Besos sin diminutivo (para una vez que vienes)

Pedro M. Martínez dijo...

Margot, me gusta que te guste.
Es solo un cuentito.
Ah, ya echaba en falta los besos.

Van los míos (que te duren hasta el lunes)

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