sábado, 10 de noviembre de 2007

Oficina en llamas.

Al principio no me importaba a pesar de las frecuentes repeticiones. Era su punto de vista contra el mío y en el fondo podían tenerme cariño – la envidia, ese cariño inverso-. Luego se enfrentaron la dialéctica, los subterfugios, Julio entraba en temas que no y ahí te enredas, que tú, que yo, que el camino es largo, vete, que nos encontraremos. Esas cosas.
Después vinieron las complicaciones con las notas, anónimas aunque Luis, y aquellas llamadas imprevistas con risas y carraspeos. Fingía ignorarlos y dibujaba en la esquina de la mesa mientras silbaba ese tango tan lindo del Polaco Goyeneche. Incluso eso les molestaba y rodaban las plumas, alguna banqueta caía en el archivo y en delineación los tableros se agitaban con rítmicos tamborileos.

Cesé los silbidos, los suspiros, respiré menos, pero mis omisiones alimentaban aún más su oscuridad y el ataque se hizo directo. Se concretó en bolas de papel secante mojado que se estrellaban a mi alrededor. Luego tinteros, gomas de borrar, pisapapeles con formas diversas pusieron en juego mi agilidad. Aunque esquivaba, alguno me alcanzó, y porque tengo paciencia soporté las heridas con estoicismo. Hasta aquella tarde en que encontré a mi canario Clip degollado en el fondo de su jaula. Ahí rebasaron mi tolerancia. No lo soporté más. Rodeé mi mesa con sacos terreros, ochenta, y lo rematé con varios metros de alambre espinoso. La oficina presentaba un curioso aspecto, bélico decían los jefes, pero nadie puso objeciones, al contrario.

El ambiente se calmó y las mañanas discurrían plácidas entre el rasgueo de las plumillas y toses. Pensé que al no verme su odio perdería fuerza, se diluiría. Pasaron las semanas pero no. Aquel jueves llovía, por los cristales de las ventanas centrales se deslizaban las gotas de agua augurando un fin de semana sin playa, con televisión. No sé, quizás eso les excitó. Detrás de mi barrera protectora percibí un rumor de voces en complot, después nada, silencio. Me puse en guardia, el momento había llegado, venían a por mí. Sobre mi cabeza, a la derecha, aparecieron unos dedos, alguien quería sorprenderme, con rapidez clavé un bolígrafo y un compás en aquella mano exploradora que se retiró entre sangre y gritos.- No hay derecho- gritaba Luis mientras sus pantalones y sus piernas se desgarraban con el alambre mientras trepaba. Cuando vi su rostro desencajado fue una obligación calmarlo con un silletazo que le abrió la cabeza. La hostilidad crecía, mas oficinistas anónimos se sumaron al ataque. Las secretarias del segundo piso calentaban el aceite de las ensaladas del almuerzo y los ordenanzas acumulaban memorias atrasadas en una pira que prendió en las cortinas produciendo una humareda irrespirable. Esto me molestó bastante, no voy a negarlo, tantos años cuidando mi asma, lo sabían, lo hacían para molestarme. De no haber ocurrido esto no hubiera disparado mi revolver sobre un copista del negociado, ni sobre aquel oficial de segunda, rubio, que me vendía café y calcetines de nylon. Con los estampidos, las sirenas de las ambulancias que se llevaban los heridos y mis gritos de batalla llegó el Director General que debía estar en antecedentes. Entre nubes de pólvora, chillidos y lágrimas suspendió la refriega. También hizo retirar las armas, los muertos y los alambres con òrdenes muy estrictas y prohibiciones para lo sucesivo.

Ahora, el tiempo transcurre con aburrimiento, los planos en tres colores se amontonan y nadie discute de política económica. Óscar comparte conmigo sus bocadillos de jamón y lechuga. A menudo asisto a las conferencias de su partido y les regalo terciopelo para las pancartas. Todos sonreímos y parecemos felices pero, en realidad, añoramos aquellas mañanas de insultos y sobresaltos.


7 comments :

Anónimo dijo...

Dios mio! jajaja!
Espero que no llegue a tanto!
Aunque tienes razón, la rutina a veces es una batalla más pesada y tediosa que el ataque.
Me quedo con tu forma de contarlo, que es genial. Me he divertido, me ha gustado y me voy con una sonrisota :D

Besos!


Äfrica

Anónimo dijo...

Ay, por favor, la foto!
Me duele ver un piano destrozado...
Yo hago la carrera superior en la especialidad de piano, y resulta que acabo de comprar uno que me ha costado un güevo!
Por dios, qué mal trato!

xDDDD!!!

Y ahora que lo pienso, no sé por qué estoy aquí, ni en qué blog te vi y por eso vine...
Ayy, mi cabeza...



Äfrica

Pedro M. Martínez dijo...

¿Importa? Äfrica, ¿de dónde viniste?.
Me alegro que te haya gustado mi cuento de hoy.
Eres una persona de muchas facetas y matices.
Besos de sábado.

gaia07 dijo...

El desafío del rebelde… valiente para defender su puesto, su postura, su forma… pero cuando acaba la batalla, se une a la masa obediente.
Un beso Pedro, ya estoy de vuelta.

Pedro M. Martínez dijo...

gaia07, ya era hora, uno se acostumbra a tus palabras y las echa en falta. Bienvenida en tu regreso.
La masa obediente...ay, si yo te contara (más de lo que cuento en estas historias light).
Bueno...

Nikté dijo...

Y hablamos de lo cotidiano

Pedro M. Martínez dijo...

Nikté esto no es mi cotidiano. El tuyo ¿sí? ¡que divertido!

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