miércoles, 31 de octubre de 2007

Vida más allá del blog.

Dos piernas, dos rodillas, dos tobillos,
perfecta simetría con que el cuerpo
busca no estar tan solo y se consuela
del lunes y su abrazo envenenado
tan solo los impares desiguales
-el sexo, el corazón, la cabeza-
exigen de algún modo compañía.

(M. Ángeles Pérez.)


James Salter.
Pascal Quignard.
Herman Broch.
J. M. Coetzee.
Georges Perec.
Peter Sloterdijk.
Gabriel García Márquez.
Y uno que empieza, un tal Cortázar.

&

Con cariñosa franqueza nos lo digo,
estar aquí es perder el tiempo,
si es que alguna vez lo hemos tenido.

Sobre la mesa, manzanas,
cuatro nueces en un cuenco,
en la jarra mi corazón, aún vivo,
buscando, oh, buscándonos.

(Tu no me ves desde donde yo te miro)



martes, 30 de octubre de 2007

Escher (y 2)


…saco una carta, el nueve; me voy con un baúl de tentaciones, con un afán saltando entre mis muslos y a lo lejos se adivina la sombra de una mujer fascinada por el silencio porque estos días son distintos, sin himnos de oboe, sin rayos de luna, sin murmullos de luz y nadie sabe, nadie sabe, como saber si hasta Dalí titulaba sus así cuadros: “El perverso polimorfo de Freud (o niño búlgaro comiéndose una rata)” y jirafas ardiendo de melancolía y mañana es aún una fecha perdida en calendarios que vuelan, pero los enanos invisibles no descansan y construyen túneles bajo los mares, puentes sobre los árboles, jardines en el desierto y aún les sobra tiempo para barrer los rezos de alguna ermita perdida en los montes de la infancia perdida donde los bosques están negros de noche, los caminos cerrados, los pájaros dormidos, solo tú y yo velamos, tú ahí, leyendo, yo en la inopia hasta que llegue el momento de salir a las calles del caos para buscarnos, entrar en cantinas donde el vino nos iguala, nos hace olvidar y encontrar la verdad en el fondo del décimo vaso, en la espalda de la última mujer, en las cerezas del valle del Jerte, en el faro del fin del mundo donde un jilguero vigila los escapes de grisú entre las grietas del infierno; oh melancolía de los jubilados con boina en el alma, impudor de vivir, caricias con el dedo índice, ese con el que se apunta al corazón, el que marca el sendero del amor, el camino junto al depósito de agua desde donde se otea el horizonte, visto y no visto, desde el acantilado donde despegan los aviones de juguete, los hombres pájaro, los suicidas, desde las cañas donde se esconden los amantes y los niños y Muñuzuri, Lefranc y Ripolín eran unos fabricantes de pinturas industriales que se anunciaban con un cartel en el que un pintor con sombrero de paja y blusón blanco escribía esos tres apellidos en la espalda de otro pintor vestido igual, que a su vez los pintaba en la de otro pintor, gemelo del segundo, que a su vez la pintaba en la del primero, émulos inconscientes de Escher, trabajadores circulares, laboriosos artífices del pincel llenando las paredes de colores brillantes, amarillo veneciano, rojos cereza, azules Bilbao, negro y blanco del espíritu de ese hombre a quien el corazón se le pudre de melancolía, del dolor de vivir, de la angustia de los días pasándole por encima como reptiles de Mauritania, como silencio, y el resto ya solo es silencio hasta que el mar mudo le llame, ahí, donde las gaviotas rozan las rocas con sus atrevidas alas, con su vuelo desde las nubes donde tiene la cabeza ocupada en dejar sitio a la muerte que a veces se sienta a su lado y burlona, mirándole sin ojos, le recita, quedo: “Poder vivir sin miedo,/ ignorarla./ A pesar de la certeza,/ no nombrarla./ Fascinados por su / enigma, /abrazarla./ Y saberlo, / al fin: / la muerte habla.”. Eso.

Creer es igual de fácil e igual de difícil para todos. Creer es siempre el mismo "a pesar de", el mismo inaudito, la misma osadía. Creer significa para todos la misma zozobra y la misma promesa. Creer es para todos el mismo salto al vacío. Creer es posible para todos porque es igual de imposible para todos. (H.R.D.)


lunes, 29 de octubre de 2007

Escher (1)

¿Cómo preservar la mirada salvadora de la persona humana y de su universo? ¿Cómo ofrecerle algo que no sea la muerte, la religión, la indiferencia o el miedo, otra opción que son sea bajar la cabeza y apartarse sin mostrar su rostro? La respuesta está aquí, magnífica. (Carlos Fuentes).


Maldición, se ha roto mi pluma y no quedan gansos en la granja, deberé saltar la valla, escoger uno en el jardín del vecino, retorcerle el cuello para que no grazne, arrancarle la cuarta pluma blanca del ala derecha -izquierda si el ganso es zurdo-, dejarla reposar en una caja de madera de boj, cubrirla con arena que me traje de Muxía, fría, esperar dos horas, ya, la pluma se ha endurecido y después del tajo que afila su punta puedo utilizarla para continuar escribiendo lo de hoy, mañana ya veremos, y la mojo en una tinta que preparé con sangre de cerdo, alcohol y añil y dejo correr la mano sobre el papel para no decir nada especial, excepto que estamos vivos, aquí y ahora y esto es bastante para festejarlo con pólvora o sin ella, para reírnos y enviar toda suerte de ideas, chanzas, palabras viejas y hermosas letras retorcidas que expresen amor, fácil de decir, difícil de sentir, mágico cuando se produce y hoy quiero añadir algo más, un descubrimiento: pasión; un día aparece en mitad de la cama, de la alfombra, de la nube, la pasión, poderosa, enérgica, atrapándonos con una mano gigante, dejándonos temblorosos de placer, débiles, indefensos, felices; podría también añadir que en la refriega de cuerpos y deseo, un objeto punzante hiere casualmente la pierna de ella y una gruesa gota de sangre seca se desliza hasta el tobillo y él, otro, la ve, y a partir de ahí se produce la sospecha, la presunción de culpa, la sombra y la advertencia, el cuchillo, el miedo; hoy es el día después y de momento los ejércitos están detrás de las alambradas, no se escuchan zumbidos de bombas ni silbidos de balas perdidas, la niebla se extiende por el campo de batalla y no deja ver los heridos de ayer, los muertos de siempre, la paz imposible ahora que la gran puta ha hablado al oído a Mati Klarwein, ahora que los días no pueden ser un lunes continuo, ni siquiera una lechuza blanca en el hombro del hombre que se esconde, ni los sábados serán ya un viaje con barrios obreros al extremo del camino, con bares oscuros mientras recuerdo a ML o L o questión mark o Lila Downs cantado con mayúsculas y plumas de alondra en su melena negra, también canta este río que nos lleva, mientras llueva y quizás escribo todo esto por no escribir, como un cíngaro buscando chatarra de la mañana a la noche, trabajando para no trabajar, o la belladona ha dejado mis ojos tan abiertos que no puedo ver y perros hambrientos mirándonos bajo la mesa y mi rana azul que nadie conoce porque esparzo semillas de sésamo y espuma marina para no decir lo que quisiera; me disfrazo de vendedor de reliquias; entro y salgo por las puertas amarillas; bailo sobre granos de sal; recojo los pasaportes en ventanillas cegadas por funcionarios dormidos;... (sigue)



domingo, 28 de octubre de 2007

Doble.


Hay una leve luz caída
entre las hojas de la tarde.
Dame
tu mano y cruza
de puntillas conmigo
para nunca pisarla,
para no arder tan tenue
en sus dormidas brasas
y consumirte lenta
en el perfil del aire.

(Valente)


Doble, somos un doble de alguien, de otro. Ella es tres, yo soy dos ¿no será más fácil ser sólo uno? Uno y uno igual a uno. Basta. Mi ángel bronceado extiende sus alas, mi demonio pálido afila sus garras. En la mitad, ella, tú, yo, mirando a derecha e izquierda. Música, llenar la habitación de música, que se escuche el silencio, Björk o Mozart, Beatles o susurros, fuera de estas paredes, volar sobre el mar. Ven, que las rupturas se encadenan. Cadena de locos. Los que escriben en blogs no son diferentes a los que no, todos escriben, hasta los que no han vuelto a escribir desde aquello, rencorosos como un jabalí. Necesitamos amor, amor sin medida, amor rodando cuesta abajo, amor como un veneno dulce, amor de nuestros cuerpos sudando en la cama, temblando, gimiendo, mordiéndose los labios, amor que necesita otro cuerpo, el que contiene ese corazón herido, ausente. Pobre, pobres de nosotros los amantes, San Judas nos bendiga, Santa Margarita del Amor Perdido, rupturas reventando como abscesos creciendo en una viscosa marea. ¿Quién entiende el dolor?. ¿Quién entiende el amor?. Maldita guerra de inocentes. Un débil rayo de sol entra y rompe en dos la habitación. Llorar. Dar fuego al bosque y saltar dentro del círculo número trece, el de las velas, consumirse en el dolor y luego salir a caminar por el lado amable de la calle. No tirar nada, ni libros, ni besos, ni periódicos viejos, ni los de mañana. Escuchar música -ya te lo dije-, soportar cada recuerdo estrangulándonos mientras Yo-Yo-Ma, Coltrane o boleros. Cortar el cable del teléfono. No cortarnos las venas. Guardar los cuchillos. Ilusiones volando como mariposas ciegas. “A la que va conmigo”. Salir con los gatos al tejado a mirar la luna -estos días está especialmente bella- ; escupir a su centro como un golfo de barrio. Y ahora, desnudos, saltar al mar blanco de las palabras, entrar en ellas y nadar mil brazadas más allá. Aquí las noches son ya más frías.


sábado, 27 de octubre de 2007

El intelectual y la bestia en el bosque atrevido, o al revés.

Tengo una enfermedad, veo el lenguaje.

(
Roland Barthes)


Contarnos cuentos cada día es un vano ejercicio de torcer la cintura a derecha e izquierda, el que se mueve no sale en la foto, ir del coro al caño y viceversa.
Un engaño, chicos, un engaño.

Creerse el personaje es ser nadie, lluvia, polen, burbujas en el barro, dulces hechiceros ardiendo en fuegos sin humo, sin hogueras, sin censores que delimiten las miradas, mirada hacia ese lado donde no pasa nada interesante excepto el tiempo, el que no es nuestro.
No es deportivo salir a las riberas cuando llueven oropéndolas con la cola amarilla, no lo es, aunque enseñar las piernas en Sanlucar no está bien visto y sin embargo he corrido esta mañana –es sábado- sin más apuro que el jadeo, la frente roja, algún aplauso, dos zumos de tomate y no podía domar a las rodillas que ya....no se arrodillan.

Palabras de ceniza, perdí el pasado, perdí allí la palabra. Eso sí duele, no lo otro, perder la sexual lengua del decir, de contar, de abrir hasta la puerta del infierno, el mío, y los cielos, miedo, sueños, recuerdos de infancia, mis tías, las calles del barrio, dos amigos, una novia a la que no besé jamás en el ombligo. La palabra, chicas, zumbando en los oídos como un intenso ariete entrando y saliendo en el cerebro con alambres y caminos, cuadriculado, con señales de stop, así nos luce, una blanca nube, luego negra, después la lluvia, la tormenta, inundaciones, hasta aquí llegó la riada hace unos meses, el barro sepultó el jardín de voces.
And.
Giulio Cesare, Haendel y un discurso roto aún me llena de llanto.
Sábado, dije.

...oigo aún aquellos pasos, vivo en aquella noche...

(Pere Gimferrer)



viernes, 26 de octubre de 2007

Carta del amante impío.

Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo.
(
Borges)


Impío, arrancando la piedra herida por el rayo, comienzo a golpearme el corazón, dudando entre saltar a un hoyo, al volcán, o romper la lira de Anfión para que cada frase sea una selva, cada palabra una bestia rabiosa, cada perfume rancio un motivo de desprecio y aún así, purgándome la bilis en su otoño, solazándome en mi canto en elodio, para ella, sin requerir sus alabanzas, ni el aplauso del coro de labradores, ni la aprobación de los invisibles pero ruidosos coturnos del anfiteatro, alborotando la esperanza de escuchar las flautas, el ladrido de los perros, de ver las golondrinas del verano, las frutas con que adorna su cabeza, llena de rencores, de cólera, de maquinaciones en el muelle mientras espera mi regreso sin saber que no vuelve aquel que no se ha ido, ignorando que hasta las estatuas de bronce conocen su virtud perdida, mi odio insensato y el desprecio que esgrimo como abubillas que pican su rostro, como lobos furiosos acosándola en el bosque en el que perdimos la esperanza de mañana, la mirada oscura entre las viñas, la piedad de acuchillarla por la espalda para no ver sus ojos, nunca más, sus ojos de nieve, codiciosos, mirando ahora las olas y el tiburón que gira, el gesto de olvidar, bajo las aguas, la traición, el fango de su nombre odiado mientras me alimento de achicoria y uvas, vago entre los hombres escépticos, me abraso en el incendio de no vivir entre sus brazos de leche y tortura, orino en su recuerdo y lanzo a todos los vientos las cenizas de nuestro amor arrasado.
Maldigo su nombre, una vez más. Que así sea.


jueves, 25 de octubre de 2007

Lluvia, más o menos.

Entre otras cosas esa frase terrible: “Con razón no te llamaba el otro flaco...”



Lluvia, es decir un día triste.
Las predicciones eran para la tarde pero los meteorólogos no han acertado, los pesimistas sí.
Los paraguas se han adueñado de las calles. También los agoreros invocando inundaciones y riadas.
Sobre la ría se deslizan hojas muertas de los árboles del campo de Volantín.
No termino de saber cómo se hace, lo intento de norte a sur y no paso de la raya.
Quizás sea el momento del cambio.

Sigue lloviendo.
El pastor del Gorbea ve a sus ovejas nadando bajo los robles.
Las aguas han invadido el atrio del Guggenheim y los primeros Kandinsky flotan ante la asustada mirada de las azafatas vestidas de rojo. Los Chillida no flotan.
Un remolcador se afana en transportar el buque insignia que cabecea frente al puente de Deusto.
Hubo un momento en que toqué el conocimiento con la punta de los dedos.
Fue una ilusión, un instante, sigo donde estaba.
No veo el horizonte con tantas nubes.

Recuerdo los cielos azules, la brisa, el sol poniéndose detrás de los montes.
Antes de esta lluvia continua.
Han desalojado varios barrios ribereños, han habilitado barcas frente a los semáforos, han soltado a los patos del parque, han vuelto a levantar la protección contra los tiburones.
El puente de Euskalduna ya no existe, ni el de Portugalete, apenas se ve el tejado del museo moderno.
No iba a los entrenamientos, ahora me arrepiento. Cincuenta metros, me parecía una piscina corta, me ahogo, los pulmones no responden, el tabaco era una forma de comunicación y esta esfera apenas me defiende. Las agallas sí.
No he avanzado ni un metro.
Y lo de los peces, increíble.

Anuncian que se intensificarán las precipitaciones, no sé si esto es posible.
Me deslizo, nado, tengo frío pero nado.
Dicen que el estilo mariposa es exagerado, no sé hacerlo de otra forma.
Siguen soltando botellas con mensajes, se estancan en el recodo de san Antón pero lo intentan. Nadie los entiende, nadie los lee, nadie sabe.
Los barrenderos se sumergen frente a cloacas obstruidas, algunos vuelven a la superficie.
El máximo peligro es que encuentren el tapón del sumidero, las coordenadas están claras, sé que hay varias patrullas intentándolo.
Y la selva, ahí.
Es lo que hay y no puedo contarlo de otra manera.
Se ha cortado la comunicación.

Lo de hoy, que llueve.



miércoles, 24 de octubre de 2007

Regreso.



Si no te quisiera tanto, o por eso, te haría el amor en los portales.



Regreso de Londres. Atravesamos un pueblo llamado Zheng Zhu, creo que el conductor del autobús se ha perdido. A los lados del camino polvoriento, entre la maleza, nos saludan sonrientes niños casi desnudos. Comienza a llover. Toso sin cesar. Alcanzo a ver un cartel, Cao Xueqin. Decididamente, en Heathrow he subido a un avión equivocado.




martes, 23 de octubre de 2007

Tiempo normal.


El muerto estaba en un cruce de caminos; no llevaba uniforme; tenía la cabeza destrozada; su sangre se había secado en el polvo. Nuestro perro ladraba y corría arriba y abajo por el prado. Juan lloraba y Susana nos abrazó. Me gustaba el olor de Susana, tenía unos pocos años más que nosotros y su cara era como la de una virgen de misal.

Para alejarnos de la ciudad, nuestra madre nos llevó al caserío del abuelo y nos dejó al cargo de los guardeses. Apartándonos de las calles pretendía ponernos a salvo de los saqueos, de la violencia y de la brutalidad de la guerra en la capital.

Nuestra habitación estaba sobre el establo. En una esquina, por un agujero entre las maderas del suelo podíamos ver las vacas, los bueyes, resignados, casi inmóviles, a veces mugían y nos despertaban. También nos despertaba el canto del búho, los chillidos de los cerdos y los pasos en el altillo. Hacía frío y hasta la incómoda y ruidosa cama de muelles nos llegaba el fuerte olor de los animales. Juan añoraba a mamá y no entendía por qué nos habían dejado solos. De nuestro padre no hablábamos nunca. Los asalariados nos ignoraban: el hombre pasaba el día en el monte; la mujer, siempre seria, tosía entre el alboroto de las gallinas; era su hija Susana la que nos cuidaba y preparaba la comida, la acompañábamos cuando llevaba a pastar a las vacas.

Los días eran largos y aburridos. Nos daba miedo el bosque, la oscuridad, el graznido de los aguiluchos, los conejos, el gallo grande, bajar al prado junto al arroyo, el barbudo vecino de la casona en la hondonada y las sombras de los árboles detrás del granero. Sobre todo temíamos al hombre que venía a veces a cortar leña; procurábamos no tener ninguna relación con él, un individuo mal encarado que una mañana me riñó porque me había subido a un manzano, blasfemaba y dijo no sé qué sobre los niños ricos.

El grupo de hombres armados caminaba hacia la cantera, gritaban. Susana nos escondió detrás de unas zarzas y allí estuvimos tumbados mucho tiempo, con la cara entre la hierba, atemorizados. Entre temblores, sentí algo especial con la mano de ella en mi cabeza.
Sentados junto a la fuente, mientras los animales abrevaban, vimos pasar varios aviones en dirección norte. Susana no sabía lo que era el norte y se lo expliqué. A cambio ella nos habló de cómo orientarse en la oscuridad siguiendo las estrellas. Esa noche, asomados a la ventana, a lo lejos, desde detrás de las montañas nos llegó el resplandor de los bombardeos sobre nuestra ciudad. Nos dormimos muy alterados.

De madrugada me despertaron unos sonidos que no podía reconocer. Me tumbé junto a la pared y por el agujero del suelo miré entre las maderas. En la oscuridad, sobre un montón de paja seca y hierba cortada, distinguí unas piernas blancas, abiertas, desnudas. Después pude escuchar unas palabras groseras del leñador mientras se acercaba y pude ver sus nalgas moviéndose arriba y abajo sobre los gemidos y las risas nerviosas de ella; el hombre, al cabo de un rato, soltó una imprecación y quedó quieto sobre Susana que miraba al techo con ojos tristes. Estoy seguro que ella pudo verme.

A la mañana dije que me encontraba mal y me quedé en la habitación, no subí a los pastos. Desde entonces los días fueron aún más largos y más tristes. No volví a hablar con Susana. El sábado siguiente, nuestra madre vino a buscarnos y un tren lento nos llevó hasta Barcelona, donde vivían los abuelos.

Han pasado tantos años y aún recuerdo aquella madrugada y la mirada de Susana cruzándose con la mía.

Y además perdimos la guerra.


lunes, 22 de octubre de 2007

Carta del amante generoso.

Ojalá yo, compuesto igual que ellos de Eros y polvo, atormentado por la misma negación y desesperanza, muestre una llama afirmativa. (W.H.Auden)

Que esta no estaba escrita, pendiente de pensar, traspapelada entre tantos estudios de tantos, lo suyo, lo que ella es, lo mío era eso otro, la actividad de un amante generoso, que pasé el umbral de lo prohibido y entré tan dentro, en lo oscuro, ciego, tanteando la encontré, en el reposo de sus caderas, en el rumbo de sus labios semiabiertos, sin reparar en el peligro, sin haber respirado su aliento de ida y vuelta, lo digo, escribo, en este otoño que hiere de tristeza, ahora que los traductores extienden la equivalencia a lo largo del poema y Jerry Ehman, atento, espera captar todavía otro código GEQUJ5, inútil intento en el monótono murmullo del cosmos, como ella, mujer detrás del muro, en un sexto piso que mira a la plaza donde tanto jugué de niño, cuando mi tía L me llevaba de la mano y me contaba todos los cuentos, cuando me vestía de ternura y me paseaba por los jardines transformados ahora en semicírculos de cemento y rosas solitarias, flores de pascua, charlatanes del fin del mundo e inmigrantes ensimismados, que todo está cambiando y no nos damos cuenta, que las calles se llenan de colores y seguimos como si nada, indiferentes al sunami de gentes que nos van a integrar, comunidades nuevas, mezcla, otras voces, costumbres, sonidos, comidas, olores, que seguimos debajo del Árbol, cantando himnos que apenas entendemos, manteniendo fronteras imposibles, levantando los brazos en saludos a lo que no será, guardando la heredad sin saber que todo pasa y sólo tenemos ahora, como ella, digo, quizás ya ni siquiera el motivo de esta carta que no sé escribir, que me pierdo en carreteras nunca transitadas, que ya no recuerdo ni su perfil, ni sus gemidos, ni su desnudo abandono, los mensajes que quemé en una hoguera de dolor insoportable, perdida la cabeza y la esperanza, perdidos los retornos, en el borde de un precipicio con los brazos abiertos, que me tiré sin alas, sin saber volar, que aún hay milagros, que pasé de iluso amador a mutilado de guerra, a dependiente de emociones ajenas, a equilibrista sin cable caminando sobre rayas que inventaba en las aceras, que aprendí a hablar de nuevo, otro lenguaje, o el de antes de, prehistoria del sentimiento, lenta recuperación en hospitales del alma, eso fue ayer, eso fue hace un siglo, eso no fue nunca que me he instalado en este rincón 2.0 y hablo y hablo sin cesar, para que me lean y sepan, para que no sepan, juegos de manos y voces, nada en esta mano, nada en esta otra y aparece un poema donde menos te los esperas, poemas de otoño, los posos de Cortázar, de Neruda, de Dylan Thomas cantando en una habitación donde acumulo objetos de diez habitaciones, recuerdos como espinas, libros, una hélice, un barómetro, fotografías de una carrera de motos, una lupa, una navaja suiza, una taza con pétalos de las flores del último ramo, un cierre de esta metonimia al calor del lunes, de nostalgias no bien curadas, de necesidad de airear el corazón ahora que no llueve y soy capaz de mirar por la ventana que da a una avenida que lleva a carreras de domingo justo ahora que solo quiero bañarme de música, descansar de batallas mal asimiladas, estrenar una camisa blanca y pasear de la mano de aquella a quién amo, aunque a veces, ay, recuerdo cuando fui un amante generoso.


domingo, 21 de octubre de 2007

Un día sin Glup 2.0.

Ah, lectores y lectoras, ayer no Glup 2.0. Se fue. Lo siento. Disculpen. Otro día será. De alguna manera el hilo se ha roto antes siquiera de que la araña hubiese llegado a la zarza. Un signo de interrogación gigante golpea, una y otra vez, en cada frase, en cada palabra que he escrito. También golpea un puño anónimo en lo que no he escrito. Estoy aquí, así, contrito, dolorido, desconcertado, silencioso como ese perro oscuro tumbado a la puerta de los sueños, con una M de tiza pintada en la espalda me escondo y huyo mientras continuo silbando ese Peter Gynt que causará mi perdición.

Ahora perdonen, dejen paso libre, que escriban otros, que vengan los poetas. No se amontonen en las puertas de emergencia porque a las cuatro pasará la estampida de las cinco. Por favor no tiren poemas por los suelos, que se pone todo perdido, así no se puede tener nada limpio. Señor, deje ese cuento donde estaba ¡que le veo!, léalo y márchese. Oiga, no sea tan agresivo, pero... bueno, me lo encuentro golpeando esa pared blanca con un pico de prosa caducada hasta dejarla hecha cascotes. Eso es prosa, sí señor. Y pico. Estos blogs son de todos y hacen falta más ventanas, más miradas. O pintura, o carpinteros, o meterse pronto a la cama, solos o en compañía de otros, de otras.

Se lo advierto, cesen en sus llantos. Con esto seré implacable. Si se ha ido, él/ella busquen otra/o, pero no lloren más que la humedad está dejando los sillones hechos una pena. Además es malo para el reuma. Si aman no conduzcan. Si aman condúzcanse siempre en la misma dirección. No planten un árbol, planten un bosque. Llenen bibliotecas con sus propios libros, no los roben. No tengan hijos, comen. Aprovechen los días sin lluvia para visitar su propia tumba. Ríanse sin parar hasta que crean que están cuerdos. O no, eso, enloquezcan, total son cuatro días. Y ya llevamos tres. Lo del tiempo, también. Si no tienen tiempo no lean esto, dedíquense a los clásicos, lean las noticias, las cotizaciones de Bolsa, las personas que murieron hoy. Lo importante. Déjense de ficciones locas, de tantos dolores de bolsillo, de tragedias domésticas. O no. A su gusto. El gusto es mío, pero salga de este portal que está ya lleno de náufragos, además la portera tiene cara de pocos amigos, si se mira al espejo es posible que ni ella misma sea su amiga. Luego está lo del puzzle. Si todos se empeñan en llevarse una pieza de recuerdo, así no hay quien lo termine. A usted le hará gracia pero a mí, maldita la gracia que me produce estar aquí, torcido sobre el enigma. Y no se las coman. Las piezas. Debe ser la fiebre de otoño. Estoy escribiéndonos aunque ayer no Glup 2.0. No es obligatorio que se crean todo. El resto es mentira.

sábado, 20 de octubre de 2007

Poema de otoño.


Un poema, quiero escribir un poema de otoño, hablo y me invento este parlamento atropellado desde un mirar de gavilanes, colgado cabeza abajo de un puente sobre un paisaje ciego y sentimental, hablo y cuento para que no llenen mis palabras las arcas aburridas, quiero escribir este poema pero los poetas están en conciliábulo, reunidos en una esquina rimando y discutiendo, no me hacen caso, les pido una frase sobre la aurora, sobre las lágrimas del pelícano, sobre buques partiendo de muelles convertidos en alamedas, ni me miran, siguen buscando palabras como incendios, frases estremecidas, iluminadas, propagándose en rumores, consumándose en temblores, placer de atrapar una mirada atenta, retorciéndose las manos con suspiros, los que yo busco, una mirada en un habitación iluminada por velas, ella recostada sobre la cama que ocupa el centro, mi poema como algo que no es, como algo que no sabré dibujar, mi cabeza en un túnel, al extremo de una canción griega que no entiendo, que habla de caricias entre mujeres, laguna sensual en una voz ronca y sin embargo clara como una cascada, excitante brazo desnudo que levanta la sábana y descubre el mundo, mi memoria se convierte en piedra, se despiertan vientos de magnolias y jaulas, mi poema no será nunca un poema hasta que no me quite la venda de los ojos y me acerque a la verdad, delicado como un acróbata, como un equilibrista avanzando por el cable de acero de mi deseo, un cuerpo insinuado a los puntos cardinales, sin norte, sin este, sin oeste, solo el sur de su sexo, bebiéndome el rocío de sus muslos, deslizándose mis dedos por el aire manchado de gemidos rojos, ven, me decían y quiero llevar el himno del hambre, de mi ansiedad desde el cenit al nadir, de mis manos acostumbradas a modelar la soledad de las noches sin ella, de la agonía sin ella, resbalando en estrellas que murieron hace siglos, bordando amaneceres a su lado, con cantos de pájaros desconocidos rompiendo la mañana, con una espalda sudorosa acunada en mi pecho, con nuestros destinos atrapados por cadenas que nos impedían subir a respirar el aire sobre la tinta del mar de jibiones, el mar de Elantxobe, olas como tarjetas postales, rincones bajo la roca donde no cae la lluvia, barcos anclados, marineros jugando al mus en la taberna de R, con sirenas pintadas en los brazos, con blasfemias saliendo por las ventanas que dan al puerto, peces hirviendo en la pleamar de la madrugada cuando todos duermen, ella y yo amándonos en la habitación junto al frontón, con cuadros de dirigibles alemanes y las velas consumiéndose, la gramola con discos que compré en Florencia y tangos que canta Goyeneche, cubrir su cuerpo con pañuelos de seda, besar cada flor pintada en ellos, acariciar su espalda, sus cicatrices de amores perdidos, invisibles tatuajes en el alma de los hombres que la hirieron, mutaciones de exaltación, besar sus pies de escamas, lamer su cuello como un caballo excitado, prisionero en su ombligo, en el hueco de su nombre, no sé como se llama, le llamo ella y escribo este poema de otoño que nunca será, que no es, que no sé, que perdí la voz en despedidas azules, la verdad, que decía verde y era verde y ahora digo aurora y llueve, digo manzana y las palabras se rompen en jirones, apenas sostenidas por bramantes dorados, geografía de su boca que puedo dibujar en el aire con los ojos cerrados, puedo coser las líneas de sus caderas como si fuera el contorno de la isla donde busco a Viernes, beber licores de frases y verterlas en su boca abierta, ansiosa, su lengua en mi lengua con alcohol, ordenarle que abra las piernas, frase ritual, enérgica, aprisionar su cuerpo pintado a lápiz, tomar su rostro entre mis manos, decirle altares y casullas, palabras sucias y dientes mordiendo la blancura de sus hombros, sus labios finos como una equivocación, entrar en ella, esclavo vertiginoso, braceando en el cauce entre sus piernas que me atan y me atraen, que me aprisionan con ternuras hasta que el deseo es tan intenso que deliro y veo en ella una diosa, un animal ahíto de gemidos, la mas alta criatura, un milagro arrodillado, que se tumba y turba, que se inclina, que me succiona y besa, que se vuelve doncel, que se ofrece, pide, ruega, exige, otra vez, aquí, sin reposo, que señala, que dirige, que toma mis sienes y me rompe la cabeza en tres pedazos, que no me importa ya que lea este poema o teja rayos de maldiciones sobre el recuerdo de mi garganta con su nombre atravesado, nombre que he olvidado, que he borrado de las paredes, de los mármoles, tiro una a una las columnas, tiré el templo, no miro atrás, sobrina de Lot, y puedo ya sentarme en el sepulcro y pintarlos de plegarias a los vivos, a los que corren conmigo en las riberas, compañeros acuáticos, nadadores de piscinas abiertas al recuerdo adolescente, mi padre nunca venía a verme, bañadores ceñidos y me gustaba mas el pliegue junto al ombligo que las marcas en cien metros, los record, imán de cuerpos mojados, tablero de un ajedrez donde siempre gana la muerte, esfuerzos inútiles por saber, saltos desde un tablero que se borra y ya no hay reglas, paracaidistas ametrallados antes de llegar al suelo, pasillos con candelabros y camino descalzo junto a príncipes agrícolas, labriegos sabios disfrazados de magos, pensamientos colgados de un cuerno de la luna, caer por un acantilado de rocas transparentes, un cable que lleve electricidad hasta la arena, entre caracolas y estampas de vírgenes mojadas por la pleamar, regueros de sangre, idiomas olvidados, barcos hundidos frente a la isla, ancianos desmemoriados, digo poema y digo no puedo, digo poema y digo cabalgata de frases como rosas blancas esparcidas en las cabelleras de vírgenes sacrificadas en el altar de la conveniencia, huérfanas vendiendo cerillas en los portales de mi voz de hombre, me besas ¿me quieres?, y no era eso, no lo era, alambres de dedos poco hábiles, la hija de la panadera, la sobrina de la portera del doce, la hermana del gordo Juan, golondrinas en llamas, colchones en el cuarto de atrás, boxeadores que murieron en África, hermosura de las nostalgias arrastrándose como toros majestuosos después de la pica, galopando como corceles con sudor en el lomo, con espuma en los belfos, con mi garganta herida de gritar en dialectos nuevos el nombre imposible, el que he olvidado, botellas de vino enfriándose en la ventana para cualquier celebración imprevista, paraguas defendiéndonos del sol que no calienta, cerebros girando en el ojo de un huracán, un termómetro de mercurio en la axila, enfermo por comer tantas cebollas, todos los secretos guardados bajo la barba blanca que define al pastor herido junto al abrevadero, vacas junto al arroyo helado, bueyes escépticos conversando con astrónomos, los recuerdos atropellados en un almacén con las puertas descerrajadas, fatiga en los párpados, un planeta escribiendo nuestro destino y perdiéndose después en los archivos del nigromante siniestro, las amigas (las amigas de mis amigas no son mis amigas) echando sal en mis campos, la enfermera amaestrando vendajes en el alma mientras el diluvio nos obliga a construir un arca nueva, mas grande, inmensa, no caben tantas emociones que se ahogarán sin remedio, no caben las monedas falsas, los sentimientos equivocados, los amores que no fueron y se pierden como estelas en el amanecer del abra, paseos románticos junto al abismo y aquel perro negro que nos impedía pasar, no ladraba, nos miraba con ojos de fuego y rencor, una mirada siniestra como la de un diablo hirviendo entre cazadores extraviados y pájaros con el pecho rojo ¿cómo escribir un poema? ¿cómo sacarlo de mi alma llena de preguntas? mi poema imposible, el que nunca escribiré, abrir el silo de agravios, rebaño de gacelas sensibles saltando entre las zarzas, vendimia apresurada en las viñas de lo que era, del orgasmo de anoche como un astro colgando en un cielo nuevo, cosecha de ternuras, lavar mis manos impuras en la mirada que perdona, con jazmines en el balcón perfumando las noches de Bilbao, explorador entre el campo de espigas de lo imposible, recolectando un amor sin testigos, ocultos, escondidos, tumbados entre la mesa y la ventana cerrada a los murmullos del patio, a los ladridos del parque, a los párpados de la mañana, se me ha cerrado el pecho, se me ha cerrado, ha muerto mi poema, ha muerto y son vanos los esfuerzos para insuflar vida a estos versos tristes, suspiros y relámpagos, aerolitos que dibujó en el cielo el dedo de un dios ahora dormido, este poema es una fuga, es huir sin testigos benevolentes, correr hasta donde la tierra se acaba y comienza la nada, ahora que acabo entiendo que esto es también una queja, un ejercicio diestro con el bisturí, una oración, meses agitados que se posan en un tonel y respiran, un agujero en el pecho, una cuchillada en el vientre, estar otra vez desnudo en el borde de un intento, un rebaño de bocas hinchadas de besos, un meteoro que se estrella en la pared, ay, la poesía estaba antes que este poema de otoño que no sé terminar, que releo y veo que me quito la camisa y se me marcan los huesos, no el alma, que me pierdo en preciosismos y no digo, que me miento, que no grito, que es un juego de luces, un engaño, un querer y no saber, un artilugio, un intento fallido con juguetes, con mentiras que me creo de tanto repetirlas, vaho en espejo, cortinajes, reflejos en el agua turbia, impotencia, carrera absurda por mantener este espacio cada día, pueril orgullo, pavos reales, laberinto de ideas contrapuestas, soplar el candil, que nada cambie, refugiarme en lo que sé, no asumir riesgos, continuar sentado en lo cómodo, dejar los cajones cerrados, tener miedo, en fin, brujulear por no enfrentarme, por no mirarme a los ojos y hasta aquí, otro día, otro, el tiempo pasa, quizás haga falta morir para estar vivo, todo está dicho, ser o no ser ¿ves? no hay nada nuevo, se ha roto mi poema y no sé seguir, se ha roto, es hora de empezar el final, aquí os espero.

Fin



viernes, 19 de octubre de 2007

Poema de otoño (y 6)

Sexto

Pero acúsome también de ser tribuna de orgullo. Acúsome de toda la vanagloria que me asiste al comprobar que vos, capaz de convocar con una divina fórmula la Carne y la Sangre de Ntro. Señor, jamás poseeréis la palabra que hiciera nacer el tacto de µ cuerpo entre vuestros dedos consagrados. Y acúsome, reverendo padre, del sentimiento de rebeldía y de triunfo con que me embriaga esta crueldad. Amén (Virgo Potens - Ana Rosetti)



...ha muerto mi poema, ha muerto y son vanos los esfuerzos para insuflar vida a estos versos tristes, suspiros y relámpagos, aerolitos que dibujó en el cielo el dedo de un dios ahora dormido, este poema es una fuga, es huir sin testigos benevolentes, correr hasta donde la tierra se acaba y comienza la nada, ahora que acabo entiendo que esto es también una queja, un ejercicio diestro con el bisturí, una oración, meses agitados que se posan en un tonel y respiran, un agujero en el pecho, una cuchillada en el vientre, estar otra vez desnudo en el borde de un intento, un rebaño de bocas hinchadas de besos, un meteoro que se estrella en la pared, ay, la poesía estaba antes que este poema de otoño que no sé terminar, que releo y veo que me quito la camisa y se me marcan los huesos, no el alma, que me pierdo en preciosismos y no digo, que me miento, que no grito, que es un juego de luces, un engaño, un querer y no saber, un artilugio, un intento fallido con juguetes, con mentiras que me creo de tanto repetirlas, vaho en espejo, cortinajes, reflejos en el agua turbia, impotencia, carrera absurda por mantener este espacio cada día, pueril orgullo, pavos reales, laberinto de ideas contrapuestas, soplar el candil, que nada cambie, refugiarme en lo que sé, no asumir riesgos, continuar sentado en lo cómodo, dejar los cajones cerrados, tener miedo, en fin, brujulear por no enfrentarme, por no mirarme a los ojos y hasta aquí, otro día, otro, el tiempo pasa, quizás haga falta morir para estar vivo, todo está dicho, ser o no ser ¿ves? no hay nada nuevo, se ha roto mi poema y no sé seguir, se ha roto, es hora de empezar el final, aquí os espero.

Fin



jueves, 18 de octubre de 2007

Poema de otoño (5)

Quinto

Y decirle: Acúsome, reverendo padre. Acúsome del descuido que os reveló mi rostro, de la negligencia de mi velo en ocultar mi codicia. Acúsome del lazo que tendí a los pies de vuestra reverencia, de la tela de araña emboscada, del grillete que aprisionó vuestra mirada en mi sombra. Acúsome de ser lanza en el vientre, medusa entre las piernas, desvelo de vuestra reverencia y sed. Acúsome de clavaros la aguda y persistente dentellada de los rosales del remordimiento. (Virgo Potens - Ana Rosetti)


...vacas junto al arroyo helado, bueyes escépticos conversando con astrónomos, los recuerdos atropellados en un almacén con las puertas descerrajadas, fatiga en los párpados, un planeta escribiendo nuestro destino y perdiéndose después en los archivos del nigromante siniestro, las amigas (las amigas de mis amigas no son mis amigas) echando sal en mis campos, la enfermera amaestrando vendajes en el alma mientras el diluvio nos obliga a construir un arca nueva, mas grande, inmensa, no caben tantas emociones que se ahogarán sin remedio, no caben las monedas falsas, los sentimientos equivocados, los amores que no fueron y se pierden como estelas en el amanecer del abra, paseos románticos junto al abismo y aquel perro negro que nos impedía pasar, no ladraba, nos miraba con ojos de fuego y rencor, una mirada siniestra como la de un diablo hirviendo entre cazadores extraviados y pájaros con el pecho rojo ¿cómo escribir un poema? ¿cómo sacarlo de mi alma llena de preguntas? mi poema imposible, el que nunca escribiré, abrir el silo de agravios, rebaño de gacelas sensibles saltando entre las zarzas, vendimia apresurada en las viñas de lo que era, del orgasmo de anoche como un astro colgando en un cielo nuevo, cosecha de ternuras, lavar mis manos impuras en la mirada que perdona, con jazmines en el balcón perfumando las noches de Bilbao, explorador entre el campo de espigas de lo imposible, recolectando un amor sin testigos, ocultos, escondidos, tumbados entre la mesa y la ventana cerrada a los murmullos del patio, a los ladridos del parque, a los párpados de la mañana, se me ha cerrado el pecho, se me ha cerrado, ...(sigue)


miércoles, 17 de octubre de 2007

Poema de otoño (4)

Cuarto

Apoyar la frente enfebrecida en la nublada celosía del confesionario. Enumerar los inasibles recorridos de la serpiente. Buscar un nombre para hacer cada crimen discernible. Dibujar las noches; las llagas de las paredes encaladas en la oscuridad, brillando; los colibríes enzarzados, enredando sus lenguas de pistilo bajo los rígidos almidones de mis tocas. Apoyar la frente. Abandonarse. Sentir cómo el anillo que atenaza mi corazón, se me resbala por el pecho como un crisantemo decapitado. (Virgo Potens - Ana Rosetti)



...tablero de un ajedrez donde siempre gana la muerte, esfuerzos inútiles por saber, saltos desde un tablero que se borra y ya no hay reglas, paracaidistas ametrallados antes de llegar al suelo, pasillos con candelabros y camino descalzo junto a príncipes agrícolas, labriegos sabios disfrazados de magos, pensamientos colgados de un cuerno de la luna, caer por un acantilado de rocas transparentes, un cable que lleve electricidad hasta la arena, entre caracolas y estampas de vírgenes mojadas por la pleamar, regueros de sangre, idiomas olvidados, barcos hundidos frente a la isla, ancianos desmemoriados, digo poema y digo no puedo, digo poema y digo cabalgata de frases como rosas blancas esparcidas en las cabelleras de vírgenes sacrificadas en el altar de la conveniencia, huérfanas vendiendo cerillas en los portales de mi voz de hombre, me besas ¿me quieres?, y no era eso, no lo era, alambres de dedos poco hábiles, la hija de la panadera, la sobrina de la portera del doce, la hermana del gordo Juan, golondrinas en llamas, colchones en el cuarto de atrás, boxeadores que murieron en África, hermosura de las nostalgias arrastrándose como toros majestuosos después de la pica, galopando como corceles con sudor en el lomo, con espuma en los belfos, con mi garganta herida de gritar en dialectos nuevos el nombre imposible, el que he olvidado, botellas de vino enfriándose en la ventana para cualquier celebración imprevista, paraguas defendiéndonos del sol que no calienta, cerebros girando en el ojo de un huracán, un termómetro de mercurio en la axila, enfermo por comer tantas cebollas, todos los secretos guardados bajo la barba blanca que define al pastor herido junto al abrevadero, ...(sigue)


martes, 16 de octubre de 2007

Poema de otoño (3)

Tercero

En sus dedos la ostia lunar amanece, se alza desde el vaso sagrado, brilla sobre el carmesí de la casulla. Y cómo ir, cómo prosternarme, cómo abrir la herida de mi boca a la luz si en mis entrañas anidan los petreles y mis venas son astas de ciervo y mi cuerpo es batalla con sus brechas y minas. De la lámina blanca que él me ofrece depende mi perdición, pero mi lengua, avanzando con rojos destellos, recibe de su mano el sacrilegio y la muerte. (Virgo Potens - Ana Rosetti)



...geografía de su boca que puedo dibujar en el aire con los ojos cerrados, puedo coser las líneas de sus caderas como si fuera el contorno de la isla donde busco a Viernes, beber licores de frases y verterlas en su boca abierta, ansiosa, su lengua en mi lengua con alcohol, ordenarle que abra las piernas, frase ritual, enérgica, aprisionar su cuerpo pintado a lápiz, tomar su rostro entre mis manos, decirle altares y casullas, palabras sucias y dientes mordiendo la blancura de sus hombros, sus labios finos como una equivocación, entrar en ella, esclavo vertiginoso, braceando en el cauce entre sus piernas que me atan y me atraen, que me aprisionan con ternuras hasta que el deseo es tan intenso que deliro y veo en ella una diosa, un animal ahíto de gemidos, la mas alta criatura, un milagro arrodillado, que se tumba y turba, que se inclina, que me succiona y besa, que se vuelve doncel, que se ofrece, pide, ruega, exige, otra vez, aquí, sin reposo, que señala, que dirige, que toma mis sienes y me rompe la cabeza en tres pedazos, que no me importa ya que lea este poema o teja rayos de maldiciones sobre el recuerdo de mi garganta con su nombre atravesado, nombre que he olvidado, que he borrado de las paredes, de los mármoles, tiro una a una las columnas, tiré el templo, no miro atrás, sobrina de Lot, y puedo ya sentarme en el sepulcro y pintarlos de plegarias a los vivos, a los que corren conmigo en las riberas, compañeros acuáticos, nadadores de piscinas abiertas al recuerdo adolescente, mi padre nunca venía a verme, bañadores ceñidos y me gustaba mas el pliegue junto al ombligo que las marcas en cien metros, los record, imán de cuerpos mojados, ...(sigue)


lunes, 15 de octubre de 2007

Poema de otoño (2)

Segundo

Si con Noviembre un penetrante nardo ahogara los temblores de mis sábanas. Si lágrimas de lluvia diluyeran sucesos anteriores, y de mis ojos cayeran como hojas de otoño, desnudándolos. Si el tiempo desandase hasta cuando era inocente todavía y quieto y transparente. Y si, además, pudiera apresurarse, desplegar el velo que mi mirada contuviera, antes de que la suya alcanzara. Antes de que sus ojos sorprendieran en los míos el hechizo de Lucifer. (Virgo Potens - Ana Rosetti)



...y quiero llevar el himno del hambre, de mi ansiedad desde el cenit al nadir, de mis manos acostumbradas a modelar la soledad de las noches sin ella, de la agonía sin ella, resbalando en estrellas que murieron hace siglos, bordando amaneceres a su lado, con cantos de pájaros desconocidos rompiendo la mañana, con una espalda sudorosa acunada en mi pecho, con nuestros destinos atrapados por cadenas que nos impedían subir a respirar el aire sobre la tinta del mar de jibiones, el mar de Elantxobe, olas como tarjetas postales, rincones bajo la roca donde no cae la lluvia, barcos anclados, marineros jugando al mus en la taberna de R, con sirenas pintadas en los brazos, con blasfemias saliendo por las ventanas que dan al puerto, peces hirviendo en la pleamar de la madrugada cuando todos duermen, ella y yo amándonos en la habitación junto al frontón, con cuadros de dirigibles alemanes y las velas consumiéndose, la gramola con discos que compré en Florencia y tangos que canta Goyeneche, cubrir su cuerpo con pañuelos de seda, besar cada flor pintada en ellos, acariciar su espalda, sus cicatrices de amores perdidos, invisibles tatuajes en el alma de los hombres que la hirieron, mutaciones de exaltación, besar sus pies de escamas, lamer su cuello como un caballo excitado, prisionero en su ombligo, en el hueco de su nombre, no sé como se llama, le llamo ella y escribo este poema de otoño que nunca será, que no es, que no sé, que perdí la voz en despedidas azules, la verdad, que decía verde y era verde y ahora digo aurora y llueve, digo manzana y las palabras se rompen en jirones, apenas sostenidas por bramantes dorados, ...(sigue)


domingo, 14 de octubre de 2007

Poema de otoño (1).

Primero

Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, tened misericordia de mí, pues el enemigo ha conseguido entrar en la ciudadela; cautamente, ha derribado hasta el último bastión, como cera ha fundido toda vigilancia y ha alcanzado mis ojos para asomar sus oriflamas desde ellos. Mi mirada ha conducido sus anzuelos velo. Apoyar la frente enfebrecida es, sedal han sido, segura trayectoria de su reclamo. Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, tened misericordia de mí.

(Virgo Potens - Ana Rosetti)


Un poema, quiero escribir un poema de otoño, hablo y me invento este parlamento atropellado desde un mirar de gavilanes, colgado cabeza abajo de un puente sobre un paisaje ciego y sentimental, hablo y cuento para que no llenen mis palabras las arcas aburridas, quiero escribir este poema pero los poetas están en conciliábulo, reunidos en una esquina rimando y discutiendo, no me hacen caso, les pido una frase sobre la aurora, sobre las lágrimas del pelícano, sobre buques partiendo de muelles convertidos en alamedas, ni me miran, siguen buscando palabras como incendios, frases estremecidas, iluminadas, propagándose en rumores, consumándose en temblores, placer de atrapar una mirada atenta, retorciéndose las manos con suspiros, los que yo busco, una mirada en un habitación iluminada por velas, ella recostada sobre la cama que ocupa el centro, mi poema como algo que no es, como algo que no sabré dibujar, mi cabeza en un túnel, al extremo de una canción griega que no entiendo, que habla de caricias entre mujeres, laguna sensual en una voz ronca y sin embargo clara como una cascada, excitante brazo desnudo que levanta la sábana y descubre el mundo, mi memoria se convierte en piedra, se despiertan vientos de magnolias y jaulas, mi poema no será nunca un poema hasta que no me quite la venda de los ojos y me acerque a la verdad, delicado como un acróbata, como un equilibrista avanzando por el cable de acero de mi deseo, un cuerpo insinuado a los puntos cardinales, sin norte, sin este, sin oeste, solo el sur de su sexo, bebiéndome el rocío de sus muslos, deslizándose mis dedos por el aire manchado de gemidos rojos, ven, me decían, ...(sigue)


sábado, 13 de octubre de 2007

Cuadros en una exposición.

¿Me contradigo?
Muy bien, me contradigo
(soy inmenso, contengo multitudes).
Me reúno con los que están cerca de mí, los espero
en la puerta.
¿Quién ha terminado su trabajo del día? ¿Quién
terminará más rápido su cena?
¿Quién desea caminar conmigo?
¿Hablarás antes de que me vaya?
¿Lo harás cuando
sea demasiado tarde?

Walt Whitman (11. Song of Myself)

Me dijeron que estabas escondida en esa sala, en la primera.
En el lienzo, un demonio rompe la ventana y transmite la peste con su aliento ponzoñoso. La ciudad, abandonada, sólo contiene a los muertos y a los locos que vagan por las calles. Y a ti, espero.

Con gestos exagerados te busco en el paisaje de óleo y sombras, un personaje más entre las figuras inmóviles. Descubro en una pared, en el extremo del cuadro, una inscripción: Mené, Tequel, Faras. El pintor nos engañó con esos cuerpos alargados.

No puedo encontrarte. A mi espalda se han concentrado turistas japoneses, estudiantes de arte, visitantes ocasionales, jubilados, niños. Miran el cuadro, me miran, tratan de ayudarme aunque no entienden mi búsqueda.

Pero el amor todo lo vence – amor vincit omnia- y al fin apareces junto a esa hermosa campesina, con una cofia negra, arrodillada frente a un moribundo.
-Ahí está, ahí está- se alegran en diferentes idiomas.

Paso a otra sala, ahora te buscaré en un cuadro de Goya.


viernes, 12 de octubre de 2007

Ella.


Leo,
mientras ella
da vueltas por la casa,
alisa un pliegue en la cortina,
arregla las flores del jarrón,
tiende una camisa,
enciende una luz, la apaga,
sabe que no es ella.

Escribo,
y ella pasa los dedos
por la esquina de la mesa,
abre una revista,
la cierra,
prueba la comida
en la punta de una cuchara,
no sabe quién es ella.

La miro, tantos años a su lado,
sé de cada huella de su cuerpo,
su mueca triste,
como mueve las manos,
su agudo tono de voz,
el giro del cuello cuando la llamo,
cómo se aparta el pelo de la cara
y esas lágrimas, esas lágrimas.


jueves, 11 de octubre de 2007

Mentiras y verdades.

Y pasa el toro. ¿Y qué pasa?
Sólo pasa que, al pasar,

quisiera encontrarse al paso
el río y el olivar.

(Benítez Carrasco)


Hay un guerrero anónimo que defiende el alba, con la cara blanca, malhumorado sin saber la causa. En el aire un aroma, no de yodo, no, más fuerte, un ácido olor a distancia. Hay un combate donde todos perdieron, hay una absurda complacencia en decir sin decir. Otro día que escribo por escribir, por mentirme, por mantener el espejismo, por continuar la farsa de una sonrisa (mi sonrisa es como un insecto prehistórico en ámbar), la suficiencia, la barbilla erguida, la mirada desafiante, el falso orgullo de mantener el reto, de probar el miedo al silencio, el sagrado ritual de contar quién, de dónde, bah, en vano, cada día el muro está más alto y ya ni siquiera tengo fuerzas para intentar el salto.


miércoles, 10 de octubre de 2007

Mentiras en Madagascar.

¡Que mansa pena me da!
El puente siempre se queda.
Y el agua siempre se va.

(
Benítez Carrasco)


Mañana se va, lo ha decidido, lleva demasiado tiempo en tierra de nadie y es hora de volver al levante, a los pinares. Deja atrás un tiempo de sobresaltos, bello, lleno de júbilo, también de dolor. Deja, sobre todo, la línea trazada desde los brazos de una mujer hasta el horizonte donde nadan sumisos cachalotes en el embelesado paisaje de ondas repetidas bajo el aire quieto. La tripulación se ha reunido en el puente, se escuchan algunos llantos, preparan los pañuelos, ensayan gestos de adioses tristes, se esconden en la proa y saben que estarán solos, aún más solos. Sin ruido el barco zarpa y él se queda en el puerto, mareado y confuso, sin la más mínima idea de donde le llevarán sus pasos. En el agua salta un sí.


martes, 9 de octubre de 2007

Mentiras marinas.

Mira si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.

(
Benítez Carrasco)


La ficción es un territorio minado sobre el que un hombre pasea a su perro y a su inconsciente. Camina y con su mirada amuebla una parcela indefinida donde no ocurre nada, sino todo. Por la ventana pasan las luces de un barco y el cielo está poblado de estrellas rotas y ecos de cantos de sirena. Justo en la sien se le aloja un hambre de infinito, lleva en las manos un gladiolo con serpientes enroscadas mientras la tierra gira y olas ciegas están arrasando la eternidad. Pensaba que el siempre era suyo y hoy recolecta ausencias y soledad, días huecos, perdió el futuro entre las altas hierbas de una apuesta. Mira el horizonte desde una torre de cristales verdes y acero, vigilante con un catalejo, con lanzas de luz, con remordimientos que pinta de colores, con rencor que no disimula, con ojos que apenas ven más allá de las almenas. Abrigado con plumas de golondrinas, así, ¿cómo llegará al mar sin viento?. Se detiene justo al borde del no.


lunes, 8 de octubre de 2007

En un anillo dorado

Importa el hecho de que mi amiga S
haya construido las olas para mi,
que vaya a ser yo la mariposa
que me quede un solo día
para decirle que ya no.

(Eli Tolaretxipi)


Mujer que yaces a mi lado, inmóvil como la esposa de Lot, salada tú también, dulce como el moscatel de Chipiona, picante como un pimiento, dorada tu espalda en el peregrinaje por las costas del sur, adoro ese contraste de piel blanca en tus nalgas, en tus pechos que me envían mensajes como palomas cómplices; tus brazos cansados de desbrozar con el almocafre las malas hierbas de mi pensamiento único, esparciendo polvo en mi camino a ti, tan transitado, tan amado, tu cuerpo entero lleno de atajos al baúl de tus suspiros, de tu corazón vencedor en nuestra batalla, en la que siempre, sometido, derrotado, me postro con mi alfanje roto, mis lanzas, mi adarga que entrego en una rendición sin condiciones.

Oh, mujer que sabes que mis naves de recreo sólo quieren arribar a tu puerto de luz; que trazas, traviesa delineante, mi única carta de navegación; que sabes que un cíclope ciego de deseo me lleva de la mano hasta tus altas almenas; qué náyades con tu rostro me acarician mientras avivo y soplo la hoguera de esperarte.

Escapan los pájaros de mi jaula, vuelan por campos de tréboles en los que tu no transitas desde que los trenes dejaron de pasar por nuestra ventana abierta al murmullo del otoño que viene, los mismos que guardamos en fotos enmarcadas, en textos que reservo solo para ti, que no regalo, nostalgia no controlada de tu cuerpo, no numerada.

¿Duermes, amor?, tu rostro está escondido por la melena que agitas a veces para espantar ese deseo que se posa en la misma piedra con musgo, en los pies que huyen sin saber dónde. Déjame que calme el desasosiego, que nos abracemos como lo hicimos bajo el agua de aquella piscina azul, los mirlos esperan en su rama, cuantos minutos llevamos así, las burbujas nos delatan, me falta oxígeno, necesitamos el mar o la tormenta, que llueva o qué de una vez por todas se sequen todas las fuentes, que se caiga el campanario de la iglesia del cerro o que se cumpla el sueño de pasear por esa playa casi desierta – solo esa pareja que envidiamos y que inventan el amor cada atardecer-.

Algo debe ocurrir y los gemidos, algo debe pasar y mi ansiedad calmándose como un caballo después de una carrera – la figura es torpe, pero está llena de notable parecido-. ¿Sueñas, mi reina?, no sueñes, deja que la noche nos lleve abrazados hasta el alba, hablándonos como adolescentes, como turbios adictos a querernos, como los feroces amantes que somos, como las fieras que podemos ser, como el milagro de nuestros cuerpos enroscados, palpitantes, sudorosos, enemigos, cómplices, uno.

Verte así, desnuda, hace brillar el anillo de mi dedo, llena mis ojos de lágrimas de alegría fluyendo como un arroyo del monte entre la niebla de anhelo, delicada hembra tumbada a mi costado como una hurí pintada por Vargas, mi faz de Buck vibra y vibra, altera la vena dorsal profunda y mis nervios se llenan de minúsculas esferas de energía brillante que saltan bajo los músculos tensos, prestos, atentos.

Sudo, bien, sudo y de entre los labios, sin control, cae mi baba mientras te miro y remiro y mis manos inventan alfabetos, dibujan estrofas que conozco y repito, como una letanía, como perlas negras en una sarta que desgrano entre los dedos que se deslizan ahora a milímetros del planeta incandescente de tu cuerpo bajo las sábanas que me llama y llama...


Querido, lo siento, esta noche me duele la cabeza, mañana...
Vaya, otra noche qué no.


domingo, 7 de octubre de 2007

Cocktail number two (y 3)

No crean que trato de juntar frases y frases para el deleite de quién me lee, no lo crean. Trato de vaciar mi cuaderno de las tareas pendientes de sensibilidad. También dar distancia a mis escritos sin distancia y como este puente de aluminio y titanio brilla al sol declinante de octubre que empieza, aprovecho para saltar a esa ribera y contarles al oído que lo sabemos todo, que es inútil que se disfracen o se escondan, que este otoño que aún está empezando nos lleva a fines de semana que parece que nunca van a llegar y mírenlos, dando vueltas en su líquido amniótico de casi ocio.

Ay, como quisiera ser capaz de contar las cosas más simples, prestar la mirada de niño, pedir que me guarden bajo llave esta falta de fe en aquello que me dijeron que era cierto. A estas alturas cómo olvidar tantas bajezas, cómo olvidar que me dijeron que casi todo era pecado, sacerdotes en nombre de un dios rencoroso, si eres malo irás al infierno, y ahora el alemán jubiloso dice que no existe, que es un estado mental, a veces los arqueros de cangrejos están ciegos, y cómo continuar vacíos en esta comarca envenenada que termina en silencio y humo. Las sirenas siguen cantando y este barco ha perdido el rumbo. Estarán de acuerdo conmigo en que ya no tenemos edad –al menos Ybris y yo- para empezar otra revolución. Además siempre las perdemos. Por hoy me conformo con poder desterrar, por un minuto, esa sombra de la frente, esta amargura que se me quedó en la garganta porque mi torpeza me impide escribir lo más simple y lo más doloroso: necesito que me lean. ¿Puedo ser más sincero?


sábado, 6 de octubre de 2007

Cocktail number two (2)

Y aquí quería hacer un contraste entre la aparente tranquilidad del personaje, la complicación posterior de su vida y su ingreso en prisión por un desfalco. También quise intentar, antes, un guión contrastando la placidez de este individuo con la precariedad de existencia en otros lugares menos favorecidos. Un escrito moralizante que diese dimensiones, la distancia entre el tercer mundo y los países más desarrollados. Entonces se me produjo un escape de clorhídrico ingenuo en el depósito de la tinta y no me sale, que quieres que te diga, no me sale. Se me rebela. El cuento se me encabrita, salta, no soporta la silla de montar, intenta morderme las orejas, como un lagarto del cieno, como un cocodrilo de aguas profundas, como un colibrí de pico afilado, como un robusto temporero de los que limpian el barro en las inundaciones de China, los damnificados por los tifones caribeños, la retirada de las aguas dejando al descubierto lo efímero de la tranquilidad, flor delicada, rigor de los malos olores, de la pestilencia. Y las teclas escriben solas, tortugas de carreras, no hay quien las pare, están frenéticas. Escriben y escriben y tengo que controlar la ortografía y la prosodia, la ética, la estética está perdida ya en este relato de quien sabe qué. Aunque me gusta, como el rock and roll o el jazz plácido de Bill Evans, como el ron cubano, como las cartas de Cortázar, como los juegos de estrategia, como los cuentos Borges, como M cuando se despierta y cuando se duerme, cuando come, cuando ríe, cuando me ama, cuando me grita, también cuando me grita porque recibo cartas de mujeres de verbo encendido e incendiario; mujeres de fuego y ojos de lumbre; de palabras que brotan de volcanes que no se apagan ni en invierno; con cartas que me hacen cerrar asustado los ojos con tentáculos de lo posible. Mujeres que quieren verme, hablarme; quieren jugar al escondite; quieren confirmar que mis palabras se corresponden con el físico que ellas me han atribuido; quieren medir a palmos mi espalda; quieren, y sus ojos de terciopelo y almendras lo dicen, aventuras de capa y espada. O no. O todo me lo imagino, porque soy un estúpido y presuntuoso gato crédulo y la mente se me llenó de salamandras y prodigios y esa mujer de rostro con geometría brutal me escribe con la lengua verde y mágica de sus sortilegios, de los conjuros que aprendió en abril, cuando gritaban las hadas sus orgasmos pre-primaverales y las vírgenes enanas se llenaban de escándalo bajo los arbustos de boj y los geranios... (sigue)


viernes, 5 de octubre de 2007

Cocktail number two (1)

En una coctelera se añaden unos cubitos de hielo, una sexta parte de vermouth blanco seco, otra sexta parte de vermouth rojo y cuatro sextas partes de whisky. Se agita y se sirve en copa fría con una guinda al marrasquino.


Vertí este brebaje en una copa que brillaba con pequeñas gotas luminosas. Mi esposa y mis hijos habían salido, no regresarían hasta la hora de cenar. En el estéreo sonaba el Fammi combattere del Orlando de Handel. Me senté en el sillón frente a los diarios y suplementos dominicales. Si existe la felicidad, esta situación estará entre los primeros puestos del hit parade. Subí el volumen de la música. Miré alrededor, el salón atestado de muebles, la gran biblioteca rebosante. Vi mi reflejo satisfecho en una de las láminas enmarcadas. Una mañana de domingo feliz, me sentía muy satisfecho Comencé a leer las noticias deportivas. Mi equipo ganó anoche, 2-0, bien. Pasé a noticias internacionales, grandes fotografías de la explosión de un coche bomba en el Líbano. En un recuadro se exponía la situación del hambre en el mundo. Me cambié rápido a los anuncios de coches. Lo de Alonso. Pasé las hojas. En la sección de necrológicas, una fotografía hizo detener mis dedos. Juan, Juan Aguirre. No puede ser. Mi socio. Sigo leyendo. Falleció ayer, sábado, en la paz del Señor. Y no me han llamado. No puede ser. Suena el teléfono. Sí. La Policía judicial. Claro, no, no me marcho, les espero aquí. Suena la puerta. (Sigue)


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