sábado, 31 de marzo de 2007

Carta del amante meticuloso.



...y ve aquí este pequeño órgano,
capaz de excelentes voces y armonía,

que tú no puedes hacer sonar. ¿Y juzgas

que se me tañe a mí con más facilidad

que a una flauta?"

William Shakespeare.


Ahora sentarnos aquí y revolver, ver, volver, estremecernos detrás de esa mirada de antracita, mirada alrededor y dentro y fuera, las manos buscando, alcanzando, apretando la añoranza como un pájaro negro que pugna por volar, irse, no saber, un recuerdo avariento, apenas un reflejo de lo que pasó y ya. Música atroz de aviones despegando, catástrofe de barajas incompletas, griterío de caníbales, sofisticados gastrónomos, ese hombre se pregunta ¿qué pasó? y el silencio de ojos cerrados, espuma de sidra, olores amoniacales y la traílla del hurón ante la madriguera de la duda, no hay mas trámites, preguntas, silencio, aleteo de urracas y el volcán, a lo lejos.

No debes beber, le dicen, y él apenas puede ver la silueta del ánfora, la túrgida frente sobre la boca que se abre y se cierra, aguardiente, antes fue orujo, escribir con los dedos mojados en vino las paredes de los días, largos como funerales de desconocidos, breves como céfiros, azacanear por las horas para conseguir nada y comida fría sobre la mesa, la cama desierta. Desconfiar de los buenos, de los piadosos, de los trascendentes, esa pregunta y los espejos, conocer, mirar el interrogante, extático, concentrado en no enturbiar la mirada como un hilo a lo infinito, un puente transparente, un desafío a saberse, a conocer el final, se acabó el juego y perdimos, desgracia de la derrota no compartida, soledad de volver en autobuses sucios, rompiendo la noche, concitar el sacrificio de no verla, por cierto ¿volverá el martes o el miércoles?.



viernes, 30 de marzo de 2007

Un mono que se come a otro mono que se come a otro mono.



Nada más trágico para quién creyó morir que una lenta convalecencia...Después de que el ala de la muerte te ha tocado, lo que parecía importante ya no lo es; lo son, en cambio, otras cosas que no parecían importantes o que incluso no sabía que existieran. El montón de todos los conocimientos adquiridos que gravita sobre nuestro espíritu se desconcha como una capa de pintura y aquí y allá deja ver la carne misma al desnudo, el ser auténtico que escondía...(André Gide)

Un cielo sin nubes ni luna, pero amueblado de estrellas, un mundo sumergido bajo el agua rota de un lago, la imagen de una escalera de bambú que desciende a las profundidades dónde viven oscuros animales de piel fría. Alguien lanza una piedra a ese lago y los círculos concéntricos llegan hasta el borde de emociones apresuradas.

En un país con dos lenguas, hasta los mudos pueden hablar, nadie dice nada por si acaso el otro no, el otro siempre puede ser que no y entonces. En un país con alambradas –quizás sea una imagen hiriente- no se entiende de vinos de Jerez, hay unos que van con dos detrás, otros que ya no van y muchos que van y vienen saltando de baldosa en baldosa. En un país de fronteras ese ve, una mariposa amarilla, una avioneta pintada de blanco y verde sobre la muralla de China y todos los matices intermedios mientras el gorila del miedo baja del rascacielos y es recibido en Bilbao con vítores en las aceras que pisan con garbo y salero mujeres morenas e incluso dos rubias. Una ambulancia llena de aprensión las calles del anochecer y Walsh sigue borracho en el quicio, aggr.

Hay un hombre contento en pleno proceso de metamorfosis, un erizo se mete en su zapato -el erizo de la duda- hoy Björk, ahora Oceanía play, un camión de mudanzas pasa a su lado y los caballos de vapor le despeinan, desde la esquina de un árbol unas yeguas de cenizas le miran y sonríen -qué taimadas ¿qué estarán pensando? ¿leerán sus cartas?- y ahora descubre que es el nieto de Lindberg y los fotógrafos se agolpan en la puerta, un ballet ruso al completo baila aurreskus en su frente y se va a dormir con Valente, página 185, o así, que se duerme y sueña en cambiar palabras por miradas, compartir silencios, satisfacer a una mujer de pelo blanco – ardua tarea -, ella frente a los felinos desconfiados que ya no arañan a nadie, absortos en su monte de placer, asimilando leyendas y gruñidos, hablar frente a un café y dedos intentando manos y de ahí, sin estridencias, besarla como se besa la primera vez, estrenar los labios y buscarla como nunca, intentarlo en caricias inventadas, no sirven las gastadas, las que ya, otras, estas serán nuevas o no serán, aunque sea difícil o gaviotas, o inventos - ¿dije intentos?- de renacer desde el último viernes, de llamar a su puerta y gritos en la nieve, clinc, clinc, una cucharilla golpea la copa y el ron se agita, hielo, Coca Cola, limón y con la boca mojada recorrer su espalda hasta hacer del rictus una cara sonriente, la que le mira ahora y –gracias- sabrá que es la hora de despertar en la madrugada de la emperatriz donde es posible que vuelva al proceso de dormirse y soñar con un serio caminante que les persigue con un ensangrentado cuchillo en la tormenta de celos mientras la superficie del lago se agita con la zambullida de un mono que se come a otro mono que se come a otro mono.



jueves, 29 de marzo de 2007

Paseando por la calle de la Soledad Antigua, en Cádiz.



Una mujer con flores en el pelo me está mirando el alma. Desbroza esa prosa atropellada que antes leía con desgana. Busca ocultos significados en perdidos textos que aventé, quizás al acaso de otros ojos.

Al filo del equinoccio de otoño, entre mareas vivas, algas y pesares, escribo de nuevo certidumbres y desafíos, medusas y sollozos para que entienda, para que sienta, para que cuando termine, un residuo de ternuras agite su corazón y le conmueva, un tropel de escarabajos, de arañas sentimentales recorra los rincones oscuros de su corazón que hace tanto no ilumina para no encontrar una mancha de humedad y ausencia en la pared, un nombre de plata colgando de un clavo en el pasillo.

Una mujer con flores en el pelo, amarga, lejana, sola, por sola vestida de certezas estériles, con un aliento de acidez en la mirada perdida. En el intervalo entre lo que es y lo que era, un sigilo antropófago se comió su alma y su alegría. De tanto sumergirse en si misma perdió el color de sus ojos, errantes detrás del balcón sobre un patio con ladrillos colorados. Ella sabe que escribo obligado por sus amenazas: el gas, la ventana al vacío, las vías del tren. Ella sabe que jamás regresaré al desierto de su cocina, a su cama de sapos de hielo, a su rencor creciendo como mala hierba en cada esquina de las conversaciones.

Ay, mujer ilusa que cree divisar las luces del pasado regresando a su estación en un tren nocturno sin paradas. Ay, mujer marchita que quemó sus naves, los bosques, los mapas, que dinamitó los puentes, que borró los caminos, que desde una silla negra saltó al centro de nuestra historia y la rompió. Ay, mujer taimada dando cuerda al reloj del odio, ni siquiera llora porque sabe que ya no la escucho como en aquellas noches de reproches, tragedia y basta. No sé si podrá entender todo esto en su infortunio de coleccionar agravios inútiles porque hace tres años no la hablé, porque hace catorce meses no me fijé en su nuevo peinado, porque no sabía por quién suspiraba yo.

Una mujer con flores en el pelo y musgo en su autoestima cuenta pastillas blancas y azules sobre el mármol de la mesa: quince, veinte, treinta, una dosis suficiente para romperse el estómago, para llenarse la boca de espumarajos de odio. Y el teléfono – ven, me muero – y no fui y no murió y sin embargo, después, el río, y ahora si está muerta y enterrada bajo una losa atroz de indiferencia y espero que los caracoles y gusanos me libren para siempre de su voz de cabra, de la imagen de su cuerpo hinchado y flotando en las aguas sucias persiguiéndome como una maldición. Clavo alfileres en su fotografía iluminando esta celda y el calendario con los días tachados en rojo, aburrimiento hasta el juicio porque me acusó en una carta de venganza póstuma, de postrera y refinada revancha por yo qué sé que recoveco de su mente enferma y retorcida.

Pero, Dios, cuanto la amaba....


miércoles, 28 de marzo de 2007

Cineccitá

Brinda por la tristeza.
Por la luz.
Por los barcos sin rumbo
que cruzaban el mar y las puertas de casa.
Brinda por el amor y su rara costumbre.
(Elsa López)


Mi amada, este soldado romano con casco, penacho de plumas y músculos de roca suspiraba por pasearte en su cuadriga entre las gentes que aullaban con piedras en las manos; salvarte de la lapidación, cristiana dócil, obediente, escondiendo entre los brazos, contra tu pecho, el misterio que envidiaban, el enigma que odiaban: nuestra mutua atracción.

Este soldado romano sin domesticar, que lucho en Nubia, en Tracia, estaba ansioso por mirarte a los ojos, por llevarte entre sus fornidos brazos, por defenderte del martirio de la chusma injuriosa, por calmar los rumores de tu cuerpo como un sagrario, sagrario tú misma, urna de mi esencia transubstanciada, receptáculo humano de mi ternura.

Cuando murió el Emperador, esas mismas gentes invadieron nuestros jardines agitando ramos de olivo y gritando “all you need is love”. Era curioso ver a los ciudadanos de Roma con sus túnicas, sus flequillos alborotados, sus coronas de laurel y hablando inglés con acento del Trastevere.

Pero ahora la película es de náufragos. Y no sé nadar.



martes, 27 de marzo de 2007

Influencias misantrópicas.


Y oyendo los violines del gusano,
oliendo a espiga y a laurel y a uña,
y en mí el insecto boca
a boca,
el hueso que está a punto de ser flauta,
y el cerebro de ser panal o mimbre,
entre mitras, coronas, cetros, joyas,
misterio ardido que se quema o nace.

(Claudio Rodríguez)


Ayer por la mañana leía un texto colgado por Misántropo.
El narrador contaba que va al teatro, a un concierto, con su mujer.
-Qué lapsus levantino-, me decía.
Sigo y resulta que el texto era de Cortázar.
Qué alivio-, me he dicho.

Y es que en este bendito mundo del blog parece ser que nadie tiene pareja, mujer, marido, hijos, padres, tíos, abuela, parientes, etc.
Parece que estamos todos viviendo debajo de una berza, únicos, irrepetibles, incontaminados con estas minucias de la parentela, singulares y magníficos, en nuestras torres marfileñas, escribiendo soledades y bellezas, rotos por el desamor, abrasados por tórridas pasiones más allá de lo inconcebible, hadas y hechiceras, príncipes azules en caballos blancos, mocetones hercúleos, bellezas de ensueño, dueños de nuestros destinos, sin otras ataduras que este elevado afán de contar cada pliegue de nuestras almas atribuladas pero brillantes cual amanecer, a veces arrasadas por el dolor pero firmes en la proa de este trasatlántico que rompe el océano de los días esplendorosos aunque llueva, que navega a toda máquina por un gélido mar de soledad, de apodos y sobrenombres, de disfraces y caretas de cartón que ocultan rostros normales como el tuyo o el mío, los de Paco, María, Juan, Ángeles, Luis, Sonia, Eva, Andrés, Carmen, Evelio, Dolores, Manolo, Paquita, Rubén, Mikel, mujeres, hombres, personas.
Nadie sabe que a Fede le ha salido un grano en tal parte, Chari tiene incontinencia urinaria, Rubén soporta unas molestas almorranas, Chelo debe operarse de varices, Pedro es feo como un pecado, Amaya tiene en su página una fotografía de hace veinte años, la cara de Montse es de antes de la separación (1975), el culo de Fran está retocado con photoshop, las tetas de Isabel son de plástico, Charli suda (pero mucho, mucho), Ángel es tartamudo, Julio tiene un acusado estrabismo, Sandra es bellísima, Rocío está embarazada y feliz (más etc).

La verdad, a quién demonios le importa todo esto. Desde este blog glup digo que me parece perfecto, cada uno a su aire, cada uno se fabrica su propia realidad, irrealidad o lo que le plazca. Sólo hay una condición: tener al menos un espejo en casa.

Por cierto, ahora que lo digo, no recuerdo si tengo esposa, hijos, primos, padre sí que tengo, no tengo perro que me ladre, ni vecinos, ni pájaros, ni amante, ni gato que maúlle, ni nostalgias, ni amores rotos, ni flequillo, ni ganas de idilios escritos por nadie que no sea yo mismo, es decir pura masturbación literaria, autosatisfacción, autogestión, autoabastecimiento emocional, yo, mi, me, conmigo.
Ya sabéis, colegas -con permiso-: el singular mundo blog.

Conclusión:
Se practica poco sexo (me refiero a sexo con, no sola/o).
Vamos, que no se folla (que diría Bukowski).



lunes, 26 de marzo de 2007

Agüita clara.

No me importa que llores.
Pero debes hacerlo solamente conmigo,
oculto entre las sábanas,
mordiéndote mi nombre y su cadencia.
No hagas grandes alardes de dolor y tristeza

(Elsa López)

Agüita clara para ella que también estaba ahí ese día. O eso quería creer. O eso se repetía para convencerme. Pero a mí me llegaba su voz detrás de una cortina de reproches que caía incesante. Ella y yo dentro de una pecera, dando vueltas en el agua, pegando la nariz al cristal y viendo los objetos, los rostros deformados, se agrandaban, se empequeñecían, son así, no son así. Dudas, razonables, nos han engañado tanto que apenas sabemos donde empieza lo real, donde está la frontera. Y están los magos y los expertos en mentir, los profetas y el amor que todo lo emborrona, lo altera, lo cambia. También está la muerte, pero eso es el final de la calle y tocar madera, gatos negros no, ni sal derramada, miedo por que se mueren cada vez más cerca. Ayer mismo he muerto y ahora que ha terminado el espectáculo y las discusiones, el público sale comentando las jugadas, el entierro, mientras pálidos obreros recogen las sillas y el marcador ya no se mueve, ella no vuelve de entre los ausentes, Lázaro sin revivir, madre amantísima cuidando la fiebre de todos sus hijo, mujer con antídotos, perros corriendo bajo la mesa y que no daría yo por tenerla otra vez entre mis brazos y acunarla, frotar su frente, borrar los miedos, cortar con una tijera de plata los hilos malvados de la araña reina, la peluda araña del amor roto y después besarla tanto que los cristales estallen y debamos tapiar las puertas a los envidiosos pájaros de la vecindad. Agüita clara para mi niña, para la gitana morena que baja a lavar al río los pecados del mundo. Aceite, sal y vinagre para la domadora de los demonios nocturnos, de los duendes de la melancolía que me muerden el culo con sus dientes afilados. Me contagio de vida.



domingo, 25 de marzo de 2007

Extraña canción.


Bilbao. Yo, cuando era joven, / te ataqué violentamente, / te demacré el rostro, / porque en verdad no eras digna de mi palabra, /sino para insultarte, / ciudad donde nací, turbio regazo / de mi niñez, húmeda de lluvia / y ahumada de curas, / esta noche / no puedo dormir, y pienso en tus tejados, / me asalta el tiempo huido entre tus calles, / y te llamo desoladamente desde Madrid, / porque sólo tú sostienes mi mirada, / das sentido a mis pasos / sobre la tierra. (Blas de Otero)

Nena, dicen que esta canción es extraña - no lo entiendo- pero sólo es el primer peldaño y las monedas se han detenido en el aire, inmóviles, no puedo pagar y las manos quedan tendidas esperando el premio o la limosna, el justo precio o el cumplimiento de lo pactado, ignorando que en el silencio frente a la isla quedó todo dicho, nada hay que añadir.

Y el regreso por carreteras húmedas que ya nunca, el chalet sobre la playa negra, el tiempo contando días monótonos, esos días apilándose en el cuarto oscuro de no recordar, la despensa en casa de mis abuelos, mi madre en el puerto, tejiendo, hilandera de la perpetua espera, siempre esperando, mi madre sembrando amor mientras esperaba; mi padre, solo, en la proa de esa barca que cabecea en la bocana del puerto; la atalaya desde donde le regalé a ella cincuenta estrellas y un poema; euskera comanche y partidos imaginarios de cesta punta en el frontón. ¿Cómo volver a ese pueblo triste y frío?


Mermelada amarga, tomates rojos, ciruelas, hoy es uno de esos días en los que uno se esconde para llorar el recuerdo de los ausentes, tapia sus ojos, se cierra con candados y clavos y voy a escribir su nombre por todas mis paredes- sigo sin entender- para no olvidarlo, para salir a las calles y cantarlo con ecos en los portales, nostalgia del futuro si esto es posible, caminar las horas como si fueran la última, aferrarse al optimismo como ceguera, gritar para no escuchar los gritos y, nena, dicen que esta canción es extraña.

No lo entiendo.



sábado, 24 de marzo de 2007

Deriva.



Me sacaré los ojos si miro
lo oscuro, cuando termine
la espera de aguas turbias,
líquenes, brocados que
ocultan una daga en los
labios abiertos del pecho.

Pureza tenaz atada a la columna,
sumergida pasión que se evapora,
hundiré las manos entre brasas
si dibujo en el aire el dilema,
río que nadé antes de ahogarme,
lamento de relojes no dormidos.

Saldré de la bruma del prodigio
flotando en el espejo del otoño,
los húmedos barcos al zarpar
equivocan la estela del retorno,
llueven libélulas ciegas, leones
duermen en tejados de mercurio.

Sonaban mirlos, en la ausencia
llegó un tren en equilibrio oscuro,
gemí con la flor entre los dientes,
la marea del amor descubre ahora
un lecho de algas silenciosas,
detrás de las frágiles vidrieras.

Azotaré la nostalgia con jazmines,
uno a uno borraré los ecos,
sacrificaré el áncora en la hoguera,
sepultaré en el vacío los recuerdos
que como jilgueros tristes tiemblan
en la dársena gris del espejismo.

Odioso final como un insulto que
arranco de mi piel, espina fiera
clavada en lo hondo, dónde duele,
dónde nuestras voces dejaron,
conmovidas, una tibia sombra
en el ebrio tapiz de la memoria.

Me cortaré la lengua si su nombre
se posa en cenizas demoradas
perdidas en el eléctrico azul de
otra mañana, enredando el ayer
cuando aún no era este hombre
taciturno, preso en su quimera.

El dolor del frágil camino hasta el olvido.



viernes, 23 de marzo de 2007

Hombre en cuclillas.


En el aire roto por el amanecer hay polvo detenido,
entre las parras, un hombre en cuclillas
lleva la cabeza cubierta,
se oculta el rostro con las manos.

Este podría ser el inicio de un poema, no lo es, apenas es un vano ejercicio de jueves por la noche, un rechinar de codos abriéndose paso entre el griterío de loros de tantos colores que me aturden. Nunca fui capaz de distinguir el amarillo del verde.

Ese hombre está humillado,
sí, por sentirse culpable,
por añorar la voz en su oído.
Con esfuerzo educa el corazón,
el cuerpo no se deja, su cabeza gira,
choca con las paredes del laberinto de sí mismo.

Escribo de lejos, convertido en otro, un personaje de Coetzee, Ganapathy, máster en ciencia computacional, paradigma del contraste alimentándose de plátanos, mirando fijamente la pantalla que devuelve brillos y ausencias. Escribo disfrazado para confundirme, para reconocer a ese hombre, para sacarlo del reflejo, para que sea, quizás para recordar sus labios heridos en la cavidad poplítea de lo que tanto amó. Escribo ahora desde un recuerdo fúlgido, empavesado para no caer en paráfrasis, sentado bajo el tragaluz cuando escuchaba a Bessie Smith, su canto, pietista, que trae camas de hospital vacías, la voz junto a un saxo roto en espesas notas de jazz.

Escucha el bufido del Minotauro.
viene, no está preparado,
acorralado, se defiende, a mordiscos,
mirando a los ojos de la soledad eterna.
Se irá, la hoguera de la muerte
brilla en el monte.

Escribo algo que no entiendo, que llevo clavado en las tripas, algo de lo que no puedo desprenderme, palabras que me obsesionan, pegadizas, que se repiten dentro de mi cabeza, que me hieren, que me tocan con dedos ásperos, que me turban. Frases sin sentido, surrealistas, viento simio, absurda forma de expresión que no coincide con la realidad que me duele demasiado. Solo así puedo esbozarlo.

En el aire roto por el amanecer hay polvo detenido,
entre las parras, un hombre en cuclillas
lleva la cabeza cubierta,
se oculta el rostro con las manos.


Ese hombre murió el martes.
No sé, no puedo contarlo.



jueves, 22 de marzo de 2007

Jueves de rayuela.


El hombre se equivoca de lector. El mismo lee y sobre todo escribe. Pero tiene una marcada incapacidad para el acierto; aquello que le piden, ese deseo momentáneo y caprichos no ha llegado a coincidir con su palabra. Equivocarse de lector, piensa el hombre, es como equivocarse de destino. "Mi vida es un error", se dice, pero no se resigna y narra su tragedia bajo la vigilante espera del deseo del otro. (Cristina Grisolía)

Desde el camino de los nombres perdidos saltar descalzo a la rayuela, empujar la piedra de casilla en casilla, puntera y talón, del infierno al cielo y vuelta, del seis al nueve, a la pata coja, con los ojos vendados, cerrando la puerta a los gansos guardianes, llamándonos a gritos desde las cimas con dólmenes y recuerdos.

¿Cómo será amarla? o bien ¿cómo será tenderme a su lado y deshojarnos? incluso ¿cómo será buscarnos a tientas por un desierto de sábanas y gemidos? termino ¿cómo será su mirada cuando nos perdamos en el laberinto del deseo?

Digo rayuela y digo misterio, digo rayuela y digo puertas abriéndose con abrazos de ramos de flores, niñas temblorosas cantando bajo la ventana, una luna de naranja, lluvia de peces, fiesta con guirnaldas, bandas de música y su curiosidad. ¿Cuál será su curiosidad? quisiera que me lo explicara, quisiera saber que motiva esa tentación de escalar el muro, de mirar al otro lado, de conocer el murmullo del bosque, de sentir los pasos siguiéndola por esa calle oscura en la caliente noche de sus muslos.
Digo misterio y digo rayuela, digo saltar de casilla en casilla empezando por la uno, digo imaginación y digo días desperezándose en este jueves gris de primavera que no es.

Sigo sentado, mirando por encima de las gafas. Lo que veo es lo que no veo.




miércoles, 21 de marzo de 2007

La mujer que se convirtió en pájaro.

En fin, este es un cuento que hay que contarlo en voz baja, sin nombres, para no ofender a los que se sientan junto a la lumbre en las noches de invierno.

Es sencillo, no vayan a pensar nada raro. Trata de una mujer que se convirtió en pájaro. Así, sin más.

Pero no es tan simple, no, lo que ocurre es que ustedes no conocían a esta mujer.

Esta mujer era tan inteligente que te miraba y quedabas desnudo y transparente, como de cristal, con las tripas al aire, se te veía el corazón, los pulmones hinchándose, los pensamientos subiendo y bajando, el miedo sentado junto al hígado.

Esta mujer era tan dulce que te tocaba con un dedo y te derretías, literalmente te derretías, como una candela, gota a gota, en cálida separación del cuerpo y del alma.

Esta mujer estaba tan llena de futuro que consultabas el calendario y entrabas en un agujero blanco que te transportaba a otro lado, más allá del ahora, del mundo. Mirabas al reloj y las agujas giraban al revés, cada segundo eras más joven, cada minuto estabas más feliz por estar vivo y a su lado.

Y resulta que se convierte en pájaro. Es realmente una contrariedad.

Para más fastidio lo descubrí por azar. Caminaba un día junto a los tilos, pensando en mis cosas y la veo llegar, a lo lejos, con esos andares tan suyos. Me alegro, se acerca, me fijo y ¡cáspita! se había convertido en un pájaro. Venía piando, a saltitos, tímida, asustadiza, revoloteó, se posó en una rama, acarició los tejados con sus alas y se perdió entre las nubes, para siempre.

Claro, sin una jaula a mano me quedé pasmado, solo, triste. Aunque ella no cantaba, los días pasan, y pasarán, tremendos, oscuros, largos, vacíos, sin luz.

Pero, con todo, esto no es lo peor. A partir de esta mudanza, abúlico y solitario, entraba a los bosques a consolarme llorando, teniendo cuidado, eso sí, con los leopardos y el águila real. Y no se lo van a creer, descubrí que los bosques están llenos, llenitos de pájaros de todos los colores, con plumas variopintas, con picos acerados, con trinos melodiosos, con vuelos majestuosos, con gorjeos a la luz de la luna. ¿Serán todos mujeres disfrazadas? Y si lo son ¿cómo distingo a la que era? Y si no lo son ¿es mejor añorar a un pájaro o buscar otra mujer? Y si sí o si no ¿quién me puede diagnosticar si me estoy quedando ciego y sordo?

Se acabó el cuento, a dormir, ahora apago la luz y nos dormimos.
Mañana mismo me compro una escopeta de caza.


martes, 20 de marzo de 2007

El reciclaje del cosmonauta.


Érase una vez...uno entró de puntillas en este Blogspot, sin saber qué era, hasta donde llegaba, si era ciénaga, estructura subyacente o eficaz horizonte de labios. Buscó colores y láminas, fotografías, dibujos, flores secas y lo envió junto con lo que escribe, de forma imprudente, inconsciente, ilusionada. Desde entonces –hace nada, en febrero- los airea, los esparce, los deja al peligro de malos ojos, al abrigo de buenas miradas, desnudos, desarmados, expuestos al sí y sobre todo al no.

Uno recuerda cuando era dos. Incluso recuerda cuando era. Uno no recuerda nada.

Un día te leen tres, otro día cinco, otro día no te lee nadie y te preguntas qué demonios has enviado o si han cerrado las fronteras. Un día escribes lo que a ti te parece una maravilla (dentro de un orden) y te dicen puaff (o no te dicen). Otro día escribes un texto de aliño y te dicen oh (te dicen). No sabe uno como acertar. Uno no acertó cuando dijo sí y cuando dijo no puedo, también cuando como ahora habla por no callar para que esos señores vestidos de negro se vayan y dejen de hacer huuu y el miedo, leer a los otros, saber que hay otros (además tan buenos), salir del ensimismamiento, compartir, enterrar la tragedia (¿de qué hablas?), olvidar la loa a los dichosos amantes, hipnotizados, luchando contra viento y marea, ellos, que sostuvieron con sus brazos el peso de los mares, buscan ahora botellas verdes con mensaje en las playas, cada uno por su lado. Quedar a salvo de la riada, desatar el nudo del dolor, taparse los oídos al estruendo del mundo, voces de lluvia, silencio de amores rotos, silencio, silencio (¿aún así?) y es fácil esto, si has llegado hasta aquí es fácil.

La Hechicera dice que al final todos se van (que se vayan, ingratos). Mientras tanto vamos a aprovechar este tiempo de compartir, de leernos, recopilando lenguas y gritos, murmullos, presentimientos y tatuajes, olvidos, un nombre en una pared, ese gato que no se calla sentado en el kilómetro cero, geometría invisible de manos tendidas y piernas quietas, de jadeos al subir las escaleras que conducen al ático oscuro de la soledad, a estar cada día mas solos entre tantos, eso y el temor a no decirlo bien, a que entiendas (si entiendes, esto no tiene ya sentido) las máscaras, el disfraz, el sobrenombre, los vericuetos.

Uno recuerda todo. Incluso recuerda cuando no era. Uno no recuerda cuando éramos.

Este camino viene de otro en la estrella Blogia y empezó antes, cuando no quise vivir domesticado y me fui, nadie lo supo, ni yo, pero ahí estaba, por calles que nunca, negras hasta que vino la luz de su mirada, ni entonces, tan ciego que no supe verla, la vi un minuto antes de que se fuera (seré gilipollas) y para entonces ya era demasiado tarde, como ahora que se echa la noche encima y además no han encendido las farolas, los serenos están jubilados, las alfombras enrolladas, los reproches en sus frascos, las caricias disecadas y en el claroscuro aparecen los viejos amores en la tibia ternura del ayer.

Puff, vaya primavera tan intensa viene.



lunes, 19 de marzo de 2007

El estrabismo del Cíclope.


El arte contemporáneo apuesta a esa incertidumbre, a la imposibilidad de un juicio de valor estético fundado, y especula con la culpa de los que no entienden, no entendieron que no había nada que entender. (Jean Baudrillard).

El Cíclope, en un hábito triste, busca el amor cada mañana sin saber que el amor no se busca, no se inventa, que no ve con ojos de gato, que aparece de pronto como un pájaro ciego, que atraviesa fugaz el alma en una convulsión, que enajena, que viene, que viene.
Para encontrarlo se obstina en mirar alrededor, arriba, gira el cuello en contorsión cómica, se agacha, busca bajo las piedras del estanque, entre las ranas y los barbos de colores, interpreta las húmedas señales del musgo, espanta a las libélulas de día a los murciélagos de noche.
Su ojo, bailando en estrabismo, le impide ver más allá del acá y no llega, no encuentra el gozo, ni siquiera cuando está sentado en el centro del escenario bajo la luna y observa como fluyen por sus venas los ríos inversos de la memoria.

El Cíclope está pensando en tapiar las ventanas con girasoles, cerrar la cueva del eco, habituarse a la sangre blanca de los delfines, dormir con la cabeza apoyada en el vientre de su caballo, apostarse a la salida de los túneles amarrado a la aguja del reloj, pero las sirenas le gritan que resista, que espere ahí, oculto tras la roca, la que separa lo nuevo de la fantasía. Y aún así.

Ese hombre con un ojo en la frente me mira, pero no sé si me ve.
Sigo la dirección de su mirada, estoy entre él y el infinito.
Hay días que no.
Hoy.

El estrabismo del Cíclope.



domingo, 18 de marzo de 2007

Mariposas.


Ella inclinó el cuerpo sobre el mío y bajo su piel voló una mariposa. Yo tenía una mano entre sus muslos y con nuestros suspiros apenas pude ver los aleteos. Después, tendidos uno al lado del otro, cansados, hablamos de esto y aquello y se me olvidó.

Fue el viernes siguiente, ella volvía de un viaje a Bruselas y cada noche yo la había anhelado como si no nos quedasen más noches. Le quité la ropa despacio y acaricié su espalda, sus caderas, sus mejillas, me perdí en su mirada distraída. Ven, dijo, y mientras abría las piernas un remolino de mariposas azules giró alrededor de su sexo. Entré en ella como en la noche y sentí los mordiscos de la sospecha mientras nos amábamos. Estaba tan atado al deseo que no pude sino derramarme en dulces espasmos que disolvieron cualquier sensación ajena a nuestro abrazo.

El tiempo ha pasado y me he acostumbrado a las mariposas de la duda, que ya han traspasado su piel y giran sobre nuestras cabezas, nos acompañan en nuestras ternuras, se posan en sus nalgas, en mis hombros, en su pelo. Sé que algo me quieren decir pero aún no entiendo su lenguaje, no tengo tiempo, sigo enfrascado en descifrar este amor.

Anoche ella dormía, levanté la sábana y admiré su cuerpo. Justo debajo del omoplato las mariposas formaron con sus alas un rostro serio que me miraba. Distinguí con nitidez a Pedro.
Creo que él también me reconoció.




sábado, 17 de marzo de 2007

Real gone(*)


Esta propedéutica trata de tomar una orquídea por los pétalos, sacarle la espina y convertirla en una figura de tanagra que nos turbe con sus brazos sobre la cabeza, dejarla sobre la alfombra de nudos, oh añoranza, pálpito ante esa imagen con turbante color de antimonio, electrodos amorosos en mis genitales, soy un rehén de sus labios fríos como ese río en Burgos donde golpean las nieblas de la alborada.

La película 2046 en un cine de (mi) barrio, caderas que ondulan en quimonos ceñidos, chinos que aman y no aman, zapatos de tacón danzando sobre el polvo, fotografía tan bella que marea, música de Bellini y Lecuona, Casta diva y Siboney.
Decididamente Bilbao es una trampa para los poetas, ciudad llena de ñaques, compañía de dos, un artista y una pasión, ángeles melancólicos golpeando en la ventana incrédula, Blas aburrido, Miguel amordazado, Bernardo (que no es) brillando en el verso y viviendo de la prosa, rosa; esta tarde me juntaré con los que apedrean las cristaleras de las bibliotecas (por tedio, no creas).

Barahúnda de frases en parterre, fascinación por las palabras: apología, mesocrático, patraña, almidonar, légamo, alquería, plausible, inhumano, titilante, traición, hipérbole (te las regalo). Escribir ahora como un pastor de esas palabras, llevarlas al aprisco del poema, prestidigitador en una cámara de espejos, desde el triforio arzobispo en paro que no bendice, olvido de mi mismo, pagano, transeúnte desde y hacia, humano que mira arriba y abajo, alrededor, siguiendo el cordel perdido por una Ariadna del páramo.
La vida se fue en siestas vespertinas de domingo, afán del duelo por lo que no, labor perdida, estériles preguntas al anochecer hiriente, riesgo de esconderse de la luz, mejor llenarse los bolsillos de piedras y caminar en el mar.

Esto es una confabulación, la verdad, he olvidado al estudio de qué disciplina corresponde esta ardua enseñanza preparatoria


(*)
En la jerga del jazz: músico arrebatado.
En el habla coloquial: forma sarcástica de indicar que alguien ha muerto


viernes, 16 de marzo de 2007

Algo ocurre bajo los puentes.



No quiero contemplar el mundo racionalmente
para que me devuelva la mirada racional;
no quiero ningún equilibrio.
(Imre Kértesz)




Algo ocurre bajo los puentes, algo ocurre y ella y yo estamos viendo correr el agua.

Este era un mundo automático donde el interruptor rojo abría una puerta y el verde cerraba el cielo. Ahora la niebla no nos deja ver el bosque y esa vaca blanca se ha perdido, escuchamos los gritos de los vecinos, pero no vuelve. Demasiado fácil, demasiado, ese camino que sube y baja nos deja anhelantes, confusos frente al mar sin aroma, frente al mar que era mío, frente a la soledad de no saber y gritar a la nada, de saber que solo hay una verdad, o varias, o qué.

Nadie sabe lo que ella sabe, nadie, lo escribo por las paredes con los dedos aún mojados por su saliva. Busco sus manos, ay, busco sus manos, estoy perdido en esta fuerza que me ahoga, que me hace correr por la noches de puente a puente hasta sentirme ahora tan triste, tan oscuro, tan frágil, tan irremediable, prisionero de una fábula.

Falta demasiado para la próxima cita, sólo me queda la esperanza de tropezarnos en mercados y plazuelas, coincidir refugiados bajo la misma marquesina anegada de lluvia, cruzarnos mientas paseamos por los montes que rodean nuestra ciudad de bruma, justo antes de escuchar los pañuelos que nos reciban, desde Artxanda, desde donde se acostumbre a otear la primavera, el cerro desde donde nos lanzaremos con los brazos abiertos al vacío de amarnos, locos, sí, pero con los ojos brillando de alegría.

Me disfrazaré de monje, de juglar, con una máscara de polvo de arroz, de triste. Ahora lo sé, algo está ocurriendo ahora en el corazón de una alondra y en los gemidos de esa mujer que viene de un territorio lejano. Sin saberlo, el deseo nos lanza manzanas, hierbabuena, caracoles y rocío. Sin saberlo, digo, algo ocurre bajo los puentes y ella y yo estamos dormidos, soñándonos.





jueves, 15 de marzo de 2007

Lluvia al borde de pensar un luego.


Quiero escribir y el agua se va hacia
su costado, mientras espero las frases
que me lleven desde su umbral, adentro.

Las páginas se estructuran con paisajes,
cuando araño el papel de la pared
buscando aquel color, el de antes.

En esta casa donde entra la noche,
a puñados, por una ventana que da
a ninguna parte.

Epifanía en el decir, desorden,
desde el fondo de la búsqueda
hasta el linde entre memoria y olvido.

Lo que de mí recuerdo,
el pasado de este ahora
que me pesa a veces, solo a veces.

Porque los días pasan tan rápido,
vuelve, sin saber si se ha ido, si regresa,
si alguna vez, o nunca, si mañana.

Frente a ella dejo tendida, desnuda,
la palabra encendida como un salvoconducto
en este tránsito entre la voz y el sentimiento.

La tristeza, celosa, se ha quedado
y comparte la alegría de mirarnos,
y aún, o ya, estamos en invierno.

Veo llover, sin verla.


miércoles, 14 de marzo de 2007

Vestal.


Como a una vestal velluda y magnífica alimento tu altar con palabras de fuego que enredo y lanzo a tu crítica sólo suavizada por un velo sutil y adolescente, por amarillas cortinas de tolerancia.
Tú no lo necesitas, mi fuego brota de forma natural, volcánico e impetuoso, adánico, fértil, pródigo en deseos ardiendo como zarzas en los montes de mi infancia. Tú lo azuzas con tu belleza detrás del cristal de Tántalo, detrás de las rejas, detrás de piedras de no y no. Y no.
Témeme, ahora sé, con un rayo inesperado, cierto y novedoso, con un fugaz chispazo de entendimiento que ilumina los páramos anteriores. Ahora sé.
Y te llamo, te aviso de la lluvia que viene desde el mar. Te acojo de la tormenta bajo el tejado, bajo la cornisa de ternura que preparo para ti, para tu desamparo, dudas, miradas, extravíos, distracciones, renuncias, vuelta a los usos antiguos.

¡Eh!, te grito para que no caigas en los agujeros de la pradera del olvido mientras la noche de la distancia nos cubre, nos separa.
¡Eh!, y liebres iracundas, incómodas, nos rozan las piernas mientras caminamos en círculo, casi ciegos, tanteando los bordes de un camino que ignoramos.
Sin embargo los lebreles de la certeza corren por ese camino, cierto; la madrugada difumina otras huellas, gastadas; el rocío alimenta a los insectos endogámicos, hambrientos.
En el cruce antes de tu casa hay un rudo altar con una virgen triste de cabeza inclinada, un ramillete de flores, una papel bajo una piedra. Un pájaro se ha posado sobre la tosca imagen y gorjea. No tengo paciencia y golpeo en tu puerta, avasallador, imperioso, conteniendo con dificultad el impulso de utilizar la espada contra la madera que separa, que me impide verte, que te protege detrás de una seguridad inútil ante mi ira, ante mi profética visión del paraíso.

Ahora que abro los ojos la campiña transcurre plácida ahí afuera. Solo dentro luchan los demonios y ese ángel solitario que resiste en la colina. Le envío cestas con promesas, higos dulces y almendras, le animo con gritos que atraviesan las altas hierbas de la ribera. Cintas coloradas ondean en la flecha clavada en el cadáver del emisario. Nada ha cambiado y la guerra continúa sangrienta y larga, los contendientes resisten detrás de los muros del error.
Podría decírtelo de otra forma pero un águila de fantasía me lleva en sus garras y me siento incapaz de hacer otra cosa que dejarme transportar hasta su alto nido, hasta los riscos donde no llegan ni las tribus de hombres con lenguas desconocidas. Eso me obligará en el viaje de regreso a vadear ríos, dormir en pajares tristes, alimentarme con raíces y nueces, beber el agua retenida en los agujeros de las rocas, correr y correr sin descanso para huir de los celosos moradores de las tierras oscuras, de los feroces hombrecillos grises, envidiosos, vengativos. Puedo escuchar ya sus gritos rabiosos y tengo miedo aún antes de haber traspasado mi portal.
Los melancólicos se retiran a sus cuevas.

Eso, mi amor, que te recuerdo en esta mañana azul y triste.
Anda, cielo, llámame.



martes, 13 de marzo de 2007

Moon in Merlo (canción).


Puedes contarme cualquier cosa
creer no es importante
lo que importa es que al aire mueva tus labios
o que tus labios muevan el aire
que fabules tu historia tu cuerpo
a toda hora sin tregua
como una llama que a nada se parece
sino a una llama
(Blanca Varela)


(para Mon, flor argentina, de cuando era mi amiga)

Estoy en el lado oscuro de la calle, llévame al río, Mon, llévame al río.

Try a little tenderness.
Apaga la radio, deja ya esa triste música soul.
Que se vayan al diablo los cantantes que cantaron en tu reja y nunca rompieron la guitarra, los que una y otra vez repiten melodías desafinadas de amores imposibles, los que duermen con los ojos abiertos, los que se fueron en un tren de madrugada y todavía esperan en andenes perdidos en estaciones perdidas, tan lejos. Que se vayan al diablo.
Nunca he conocido una mujer como tú, tan llena de flores, con gatos y toros paseando por tu cielo, con un ángel y un demonio luchando sin espadas. Déjame verte dentro de ese espejo, limpia el vaho, déjame mirarte detrás de los gestos desnudos. Me tienes preso en un extremo de esta cadena de locos que hablan y hablan en las noches transparentes.

Estoy en el lado oscuro de la calle, llévame al río, Mon, llévame al río.

He bebido de una jarra de palabras y quiero susurrártelas ente las cañas, hablarte del otoño en tu primavera.
Nos mintieron, no hay ayer, no hay mañana, solo tenemos ahora, ahoguémoslo en esa corriente perezosa, indiferente.
Quemaremos el puente, vamos a arder tú y yo en la ribera.
Busquémonos entre las sombras y el fuego, recordando a los poetas que esperan turno en Buenos Aires, a las musas de Bilbao, a los niños con cestas repletas de manjares.
Juntos nos reiremos en cada giro del mundo.
Te prometo que antes del amanecer nos habremos devorado el corazón y tocaremos con el dedo esa gorda luna de Merlo.

Estoy en el lado oscuro de la calle, llévame al río, Mon, llévame al río.



lunes, 12 de marzo de 2007

¿Encontraría a la Maga?

¿Encontraría a la Maga? se pregunta Cortazar. Y los grillos.
¿Te perderé? se pregunta un pobre poeta asustado que apenas osa calificarse así.
Lina, orgullosa, dice: "soy poeta" y lo imprime en sus tarjetas de visita, incluso en sus libros. Bien.
Sucede que todo sucede tan rápido que no nos queda tiempo para ordenar eso que está ocurriendo. Y lo desperdiciamos. Como en un festín de palabras.
Por un lado está lo cotidiano: escoger la corbata de hoy, revisar el libro de citas, llegar al número sagrado. Tonterías. Vivir. El sarcasmo se me engancha bajo el labio. Como una medusa.
Luego se abre la ventana y la música viene como un gato enroscándose entre las piernas.
Sí, perdí la cabeza.
También perdí el corazón.
Quizás yo mismo me haya perdido.

Esto es un laberinto de perdidas y encuentros, una trampa de sentimientos al borde de un balcón que invita al salto. Tú, de momento, no saltes. Aunque vivas en un primer piso.
Y tú, signo de interrogación en verde, me mientes, con tus mentiras de porcelana inglesa, con tus islas rodeadas de nada, con tus mapas equivocados, con tu sonrisa amenazando romperte la mandíbula. Y el hospital más cercano está a tres estrellas. Tú veras.
Y vacas asustadas.

Cortazar fuma. Boris Vian toca la trompeta. Dylan Thomas orina en un florero en la habitación de Chaplín. ¿quién conoce el espectrógrafo?
Y tú, puntos suspensivos, ten cuidado porque la puerta de esta habitación no tiene llave pero.
Ese punto rojo me mira como un Maiakovski que nunca fue niño, como don Quijote, como tantos hombres y mujeres a los que la infancia les sobró. Un transito doloroso.
Según me cuentan, que yo no.
Y toros de Osborne en la carretera al paraíso.
En Viena hay diez muchachas,/un hombro donde solloza la muerte/y un bosque de palomas disecadas, canta Lorca, Federico, en su pequeño vals vienes.
Y tú ¿qué cantas en las noches solitarias?. Qué canción de esperanza o de rocío, que trémula melodía porque todos se han ido y las luces siguen encendidas en el salón desierto.
La Virgen de Lourdes habla francés. La Virgen de Fátima, portugués. ¿Hablará euskera la Virgen de Begoña?
Estas son las dudas que me obsesionan.
Mas que esa mierda de quiensomosdondevamosdedondevenimos.
Como si no lo supiéramos. Somos tú y yo. Vamos a la nada. No hemos venido.
Todavía.
Y locos de atar atados a una canción de Bob Dylan retorcida como una canción de Bob Dylan.
Como si la entendiésemos.
Aunque parece que es cierto que los tiempos están cambiando. A peor.
Lluvia de pestañas suicidas.
Yo te presto mi guitarra.
No te asomes/ al cementerio/ que no hay nada entre esos huesos./ Asómate a mi cuerpo. Miguel Hernandez, pastor, poeta, muerto en una España en blanco, negro y sangre.
Añoro esperarte frente a tu colegio. Aunque ya no lleves trenzas.
Albañiles con su carga de ladrillos y poemas para el puente. Alec Guinness muriendo en el río Kwai.
Entre las viñas y las rimas y Gandhi admirando a Mussolini, Benito. La historia para quien la escribe. El viento y Jimi Hendrix gritan Maria. ¿Are You Experienced?

Y ahora vamos a ir terminando y te escribiré mil veces: Debo escribir para que me entiendas. Debo escribir claro para que me entiendas. Debo escribir claro para que me entiendas mejor. Debo escribir para que no me entiendas. Debo escribir ¿para qué?. Debo escribir para que te entiendas. ¿Debo escribir?. Debo escribir para que te entiendan. Debo escribir porque me entiendes. Debo escribir porque no me entiendes. Debo escribir para que no se me entienda. Debo escribir para que me quieras. Debo escribir porque me da la gana ¿entiendes?. Debo escribir porque no nos entendemos. Debo escribir porque este otro me obliga. Debo escribir porque algo aquí dentro pugna por saltarte a los ojos, aunque no lo entiendas. Debo escribir para amortizar este derroche de entendimiento. Debo dejar de escribir porque ya me has entendido. ¿O no?








domingo, 11 de marzo de 2007

Poema del cuerpo desnudo.


Miro tu cuerpo desnudo junto al mío,
también miro al horizonte,
desde la playa, en Cádiz,
Ayer dijiste que amas a otro,
o, mejor, me confesaste
que desde haces dos años.
te acuestas con otro,
que ya no me quieres,
que a él, le deseas.

Miro tu cuerpo desnudo junto al mío,
también me miro dentro.
El sol calienta mi cabeza,
toco tu piel, fría.
Lejos, una vela corta el viento.
De un hotel cercano llegan bañistas,
un paseante hunde sus pies en la espuma,
nos mira mientras unos niños juegan.
Pasan gaviotas, pájaros marinos;
las olas monótonas golpean la arena.
Los curiosos comienzan a rodearnos.
Escucho las sirenas, acercándose.
Por el agujero de tu cuello
aún sale un hilo de sangre.
He enterrado la pistola.

Miro tu cuerpo desnudo junto al mío.



sábado, 10 de marzo de 2007

El perfil que no dejo aquí.


...por esos sotos, antes de nosotros,
pasaba el viento cuando había viento.
Pessoa

Glup escribe desnudo. Hasta en invierno. Los que leen sus escritos se quitan la ropa y se tiran de cabeza a la metonimia, a la poesía, dentro. Por eso se resfrían. Y entonces no, entonces nos hablamos entre océanos, con las cabezas juntas, confundiéndonos de corazón, de boca. Entonces es tan bello que podemos vernos de ventana a ventana, tocarnos, ahí, donde se forman los sueños.

Glup no sabe escribir. Algunas personas creen que los que escriben saben algo. Y no, por ejemplo, Glup no sabe nada. Algunos escritores comprenden ya que no comprenden nada. Por ejemplo, Glup no sabe nadar. Algunos mares son más difíciles que otros y en esos crece el número de ahogados en proporción alarmante. No sabe, está feo decirlo, pero Glup tampoco sabe volar, esas alas están pintadas. Pero ahora es el momento perfil y Glup no tiene perfil. O no lo sabe. (Haber empezado por ahí)



viernes, 9 de marzo de 2007

Repoblación forestal en Liverpool.


Ella llegó con sus imprevistos enroscados en la cabeza, como un peinado imposible.
Él esperaba que el mundo girase al revés, o que girase, o que hubiese un mundo.
Desde el encuentro en mitad de un puente se dedicaron a minuciosos ejercicios de recuerdos compartidos, a gozosas sesiones de cuerpos superpuestos.
En aquella relación, predominaban las sensaciones, las emociones extremas, los días al borde del disfrute profundo, las tragedias sobre el acantilado de la ruptura permanente.
Ella no sabía si él buscaba un cobijo afectivo
Él no sabía si ella buscaba un amante enérgico.
Lo supieron después, cuando se perdieron en el sendero sin consuelo; el tiempo, el amor les asfixió, la pasión les ahogó, se agotó el deseo.
Esta es una historia en la que el antes es difícil de contar.
Y el después es mórbido silencio.

Pues no la contamos, ya está.
Fin.


jueves, 8 de marzo de 2007

Sacramental.


Los Beatles, nos los perdimos. Juntos tú y yo, me refiero.
Y los Rolling´s, toda la música, Albinoni, James Taylor, Larralde, el jazz, el blues, Mozart. Los comics, Moebius, Manara, Beá. El huracán Julio Cortazar, Boris Vian, Borges, Dylan Thomas. La poesía, Walt Whitman, Lorca, Neruda, Salinas. El cine, tantas, tantas películas en la oscuridad cómplice. El teatro, aquellas obras que nadie entendía. Las pruebas de natación en piscinas de veinticinco metros. Y Madrid, Londres, Comillas, Elanchobe (oh, dolor), Córdoba, Cádiz. Nuestras bibliotecas, libro a libro. Nuestra felicidad o tristeza. Los hijos. Nuestras vidas, día a día.
Durante este tiempo ¿hemos vivido? claro que sí.

La vida es mentira. La vida es verdad. La vida es. La vida.
Un agujero, un vacío, todo en blanco, un cráter de la luna.
Olvidarte sin haberte aprendido;
desandarte antes de empezar el camino;
deshabitarte sin haber vivido en ti;
romperte antes de construirte;
terminar sin empezar;
morir sin haber vivido;
Palabras
sin /con alma
Corazón
con /sin ideas
confusión
Pero también amor. O, sobre todo amor. Redimiéndonos. Dándonos forma. Elevándonos. Justificando los posibles, seguros errores. Magnificándonos.

Aún te amo.




miércoles, 7 de marzo de 2007

Caballos enjaezados de esperanza después de la batalla perdida.


Hoy será el día después, los ejércitos están tras las alambradas, no se escuchan zumbidos de bombas ni silbidos de balas; la niebla se extiende por el campo de batalla, no deja ver los heridos de ayer, los muertos de siempre, la paz imposible.

Amanece, el cielo se llena de objetos volantes no identificados, explotan las estrellas residuales, vuelo hasta quedar colgado de un cuerno de la pálida luna que se va, me mezclo con los viajeros pájaros de la noche, grazno, chillo, planeo, mojo mis dedos en el agua de las fuentes, esparzo mis risas entre las monjas de clausura y los bufones, hago equilibrios al lado de las arañas de los robles, entro en las cuevas, sigo las huellas de otros enamorados, cojos, golpeo las puertas de todos los castillos castellanos, doy volteretas con los osos gitanos, grito, canto, aúllo, me quedo quieto, salto al río, nado hasta el borde del mundo, me sumerjo con los hipocampos, me baño entre las algas, me arrastro con las serpientes, me lamen lenguas de ranas, me mudo, transmuto, soy otro, renazco, río, me golpeo el pecho, esparzo ceniza por los caminos, me lanzo desde una almena y un querubín me recoge entre sus brazos asexuados, ¿de qué color es mi alegría? ¿cuánto dura la eternidad? ¿desde donde se ve el brillo? C4xvRrylp270sz.

Los fuegos artificiales inundarán la próxima noche, tan lejana, pero ahora es tiempo de celebración, es tiempo de beberse esta derrota, de alimentar a los sabios, a los enajenados, a los cobardes, a los caballos enjaezados de esperanza después de la batalla perdida, mirar con ojos de catalejo, de saltamontes, verla –a ella, siempre a ella- nueva, como un cometa que cae a mi tierra y me arrasa, me quema, me agosta, me abrasa para hacerme diferente, otro, más grande, más alto, más hábil, hambriento, febril, un ogro que quiere raptarla, Sabina gritando entre mis brazos, un tigre blanco que se la come, un juglar que le canta, un esclavo que le sirve, un hombre desnudo ante ella, vacío de mentiras, lleno de pasión, ay, la pasión, sí, los otros no saben, los otros no entienden, me compro grilletes amorosos para inmovilizarla, me invento para ella, me modifico, me pulo, me doy vuelta, me postro con la frente en la tierra, la lluvia me acaricia la cerviz, me revuelco en ceniza de volcanes, la evoco, la añoro, preparo mis más dulces caricias, mis dedos en el ábaco de sus vértebras, con mi saliva busco el musgo de sus piernas, indago por los rincones para darle tanto, todo, mansión de amor, barro el polvo debajo de las camas, ay, una cama, un día de ternura, un día de magia, o dos, la imagino, bella y serena, tendida, morena y nerviosa, tiembla su paladar esperándome bajo las sábanas, se me ha cambiado la cara, no paro de cantar, estremecida garganta, mis compañeros de la galera, acostumbrados a mis variaciones de humor, ni me miran, remo hacia el sol, el horizonte siempre está lejos. Y las rejas, maldición, las rejas. Me prometieron que salía hoy.



martes, 6 de marzo de 2007

Tu voz.

Tu voz me mata, me desarma, me inmoviliza, me abraza, un ratón entre las garras del búho, me seduce, me hipnotiza, pobre ardilla ante los ojos de una serpiente, me rompe como si estuviera atado a cuatro carros de mulas, abona las flores de mi esperanza, me excita, tanto; trae tus caderas a mis ávidos brazos, me hace soñar, me acaricia, me disturba, me gusta, me gusta tanto, abre mis ventanas de par en par y se cuelan por ellas el sol y las dos lunas de Marte, me hiere dulcemente la afilada daga de tu voz, me golpea con manos de seda, me agita, una a una caen gotas de acero líquido sobre mi frente, se desbordan ríos cálidos por el cuerpo; como dicen que ocurre el segundo antes de morir, pasan por mi cabeza cada una de las veces que nos hemos amado; se desbocan los potros de mi deseo, se pierden cabalgando por fértiles campos de alta hierba; se abre la puerta de la imaginación y escapan todos los pájaros amaestrados, los que me cantan por las mañanas, los que alegran mis noches, el gavilán de tu prudencia se los come, en el aire, sin tiempo para posarse; mi caballo de lujuria se encabrita y piafa, babea y emblanquece sus belfos, el elefante asiático de tu realismo tapona la calle y no tengo hueco por donde pasar, ni lugar donde hacer cabriolas; me lleno de ay, como un cantaor flamenco, me vuelvo Camarón, suenan guitarras en mis oídos, yo soy una guitarra que tañes con esa voz hoy tan musical, como un aria desde el balcón de Julieta, no tomes el veneno, como un canto de bellas sirenas posadas en la roca de tu habitación que tan bien conocía; tu voz evocando los años pasados, tu voz lejana, cruel, de aristas, voz de modelo de Versace; tu cuerpo desnudo ondulando sobre aquella cama, precisamente sobre aquella; voz de ángel exterminador, voz de rencores y reproches -no me llevaste, no me diste, no quisiste, no pudiste, no fuiste capaz, no, tú no, pobrecito mío-; voz de reina de oriente y occidente, voz que me ata y remata, que me empareda, que me llena de gatos negros, de tarántulas, de ecos de mundos olvidados, de noches recordadas, de días arriba y abajo junto a la casa nueva esperando tu llamada, de caminar por la cuerda floja de mi cordura, de mis más luminosos días, de los más sombríos, de mi éxtasis, de sentirme pequeño entre tus brazos, de sentirme gigante contigo entre los míos, de ser capaz de saltar desde la más alta torre sabiendo que extenderías tus alas para amortiguar mi caída, aviadora de mediana edad que atravesaste mis océanos, mis desiertos, geóloga que entraste a mis cuevas más recónditas, a las más profundas, que me llevaste de la mano a lugares de mi interior que desconocía, de los que jamás había hablado a nadie, ni siquiera a mi mismo; tu voz es como un suspiro de los dioses, una uña subiendo por mi espalda, un hálito de la eternidad, abrir la caja de los truenos, como la lluvia del sur que arrastra todo en torrenteras, como ese hielo en la carretera, patinan mis carruajes, chocan contra los taludes, mueren los conductores; tu voz me deja en la jaula y tira la llave al fondo del lago donde aparece, trémula, la airada señora de la venganza; tu voz me llena de moratones, de estigmas, de huecos en los muslos, de telegramas, de pensamientos blancos, de nubes de tormentas sobre el abra, de pensar y pensar en ti cuando corro y te veo vestida de azul y sonrisas, olvido que tu puerta está llena de cerrojos. Tu voz de hoy, la de hace un rato, es la primavera que no llega, el frío de ayer junto al molino, mis jadeos cuando subía la cuesta, mi impotencia de rodillas frente a ti, dos veces, mis lágrimas, mi depresión, mis gritos bajo el puente cuando pasa el tren, mis quejas al cielo aunque están comunicando, mi lastimera queja que yo no, que nunca antes, orgulloso como un hidalgo, como un samurai, como un hombre pobre que no extiende la mano aunque se muera de hambre, como el que fue rico y duerme en los soportales, sobre cartones, sobre el colchón de recordarte sin remedio, irremediablemente atado como el mono que baila al son de un organillo melancólico que maneja un músico cruel, tú misma con barba y sombrero, tu voz me arrastra sobre brasas encendidas, me pone una capucha negra, me quema los ojos como a Strogoff, me da cinco tiros en el pecho, me ametralla, me envenena, tu voz envenena mi delirio, ay ¿qué me ha dado amarte? ¿qué me ocurre desde que te has ido? ¿qué embrujo es este? ¿qué va a ser de mi? sin ti. Tu voz.


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